Fuentes del Ministerio de Defensa confirmaron a El País lo que suponíamos: el gobierno no considera avanzar hacia la compra del anhelado cazabombardero furtivo F-35. En su variante F-35B se contemplaba como el único que se adapta a las necesidades de la Armada, que hoy tiene en servicio el LHD L-61 Juan Carlos I y que podría recibir dos más similares en una década.
La Flotilla de Aeronaves, en su 9ª Escuadrilla, dispone del modelo AV-8B Harrier II Plus, un aparato que sigue la estela de otros anteriores de la misma tipología -capacidad de despegue y aterrizaje vertical- que se llevan usando en la Armada desde mitad de los años setenta del siglo pasado.
Esos cincuenta años de experiencia volando primero los del tipo AV-8A, después los AV-8B y ya, desde hace algo más de 25 años, los AV-8B+ dotados con el radar AN/APG-65, capacidades aire-aire como la del misil AIM-120 AMRAAM (Advanced Medium Range Air to Air Missile) y el sistema ROVER, les permiten enviar en tiempo real las imágenes que captan en sus contenedores de sensores a estaciones en tierra.
Los AV-8B+, pese a su edad, siguen siendo un vector aire-aire y aire-superficie aún válido y muy efectivo a la hora de proyectar el poder naval de la Armada hacia objetivos en tierra. La situación actual, con casi una docena de ellos en servicio, es que acaban de finalizar en 2024 un periodo de actualización de sus elementos y estructura que se ha desarrollado en los últimos años y que les permitiría seguir en activo hasta, aproximadamente, 2030.
En el actual escenario de descarte español del F-35B, una opción sería adquirir algún lote de AV-8B+ procedentes, por ejemplo, de la Marina Militare italiana, que ha venido volando dieciocho plataformas y las está reemplazando por los F-35B, acción que se podría complementar con la obtención de algún equipo crítico adicional a través del United States Marine Corps (USMC) que también los da ya de baja.
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Los Harrier II actuales llevan en servicio un cuarto de siglo en su configuración más reciente e incluyen designadores láser Littening asociados al sistema ROVER. (Octavio Díez Cámara)
La solución de incorporar entre diez y quince aparatos adicionales parecería óptima, no para ampliar el número de los en uso por la Armada, sino para mejorar las capacidades operativas de los Harrier II durante un periodo más largo del inicialmente previsto; se dispone ya de simuladores, de un stock amplio de piezas de repuesto, de personal de mantenimiento formado y de pilotos que conocen como extraer de ese cazabombardero el máximo rendimiento.
Esa adquisición, sustentada en el marco del acuerdo entre España, Italia y Estados Unidos respecto a la operación del reactor AV-8B+ Harrier II, no sería onerosa y permitiría obtener algún ejemplar aprovechable y, lo que es más relevante, células que podrían usarse como fuente de repuestos. Se trataría de mantener operativo, con ayuda de alguna modernización ejecutada por Airbus en España, este aún capaz cazabombardero hasta la segunda mitad de la próxima década, cuando algún cambio situacional permita obtener los F-35B o avanzar hacia un reactor embarcado que pueda operar desde el portaaviones convencional que se plantea adquirir ya en la década de los cuarenta.
Seguro que desde la Armada ya han valorado las opciones al respecto y habrán hecho sus previsiones técnicas y operativas detalladas. Aún sin conocerlas, porque es un dato que se mantiene en la más estricta confidencialidad, lo que sí es necesario es que no se pierda el potencial de tener en activo reactores militares embarcados en el L-61 que puedan apoyar cualquier acción militar que sea oportuno llevar a cabo.
La solución, a mi entender, sencilla, económica y oportuna. Adquirir AV-8B+ italianos sería una muy positiva decisión y apostar por la voluntad de mantener este modelo en activo por más tiempo aún mejor. Si se pierde la capacidad -recuérdese cuando se dio de baja el R-11 Príncipe de Asturias por no tener los 250 millones de euros necesarios para modernizarlo- es muy difícil recuperarla y por eso hay que tomar, ya y con la diligencia necesaria, aquellas decisiones que permitan dar solución, aunque sea de forma limitada y parcial, a un problema que era hasta hace poco una hipótesis y ya es una realidad. (Octavio Díez Cámara)







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