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Vidas y muertes en los polos opuestos

Con una diferencia de seis días, el 11 y el 17 de abril, respectivamente, fallecieron el que hasta hace poco había sido ministro de Defensa de la República Oriental del Uruguay, Jorge Edgardo Menéndez Corte, a los 67 años de edad; y el que fue dos veces presidente de la República del Perú, Alan Gabriel Ludwig García Pérez, de 69. Sus vidas, sus muertes y sus desarrollos políticos y humanos fueron radicalmente diferentes. El primero con el honor de la honestidad y la dignidad y el segundo con la presunta lacra de lo contrario.

 

Menéndez, nacido en Durazno y odontólogo de profesión, fue diputado y dirigente del Partido Socialista. Tenía licencia médica desde cinco semanas antes debido a un agresivo cáncer de páncreas e hígado diagnosticado el pasado meses de enero, pese a lo cual hasta el 3 de abril se mantuvo como titular de la cartera de Defensa, cuando en una confusa y artera maniobra de miembros del Gobierno afines al presidente Tabaré Vázquez fue víctima de falsas acusaciones en torno a ocultar declaraciones acerca de  graves hechos represivos de 1973, las cuales, ya agonizante, el doctor rebatió ampliamente y contundentemente y señaló al culpable, renunciando antes que la injusta decisión presidencial de destituirlo -al igual que a su subsecretario, Daniel Montiel y jerarcas militares- se hiciera efectiva. Pocas veces en el sector de Defensa se ha visto tanta dignidad y honestidad en momentos tan dramáticos.

 

Fue, entre 2008 y 2009, subsecretario de Defensa, cargo que volvió a ocupar desde 2011 al 5 de agosto de 2016, cuando al producirse el fallecimiento del mediático ministro Eleuterio Fernández Huidobro, asumió ese cargo. Pese a su  extrema gravedad, el gesto de Menéndez al aclarar, valiente, amplia y fehacientemente, su absoluta inocencia acerca de los hechos que Vázquez y su polémico secretario Miguel Toma le intentaban endilgar, produjo lógicas y muy serias consecuencias, además de un altísimo costo político para el primer mandatario y su entorno, comprometiendo la imagen del Gobierno. Demostró una elogiable capacidad de reacción e increíble entereza y desmontó una infamia insostenible. Aunque administró penuria presupuestaria, fue un gran ministro  y una excelente persona.

 

Del primer Gobierno de Alan García (1985-90), en el campo de Defensa destaca la reducción del pedido de cazabombarderos Mirage 2000 para la Fuerza Aérea de 26 a 12 ejemplares, en una decisión muy controvertida, que generó una tormenta política y la formación de una comisión del Congreso que le investigó ante las denuncias de corrupción y enriquecimiento ilícito, que le llevó a un exilio de lujo para evitar enfrentarse con la Justicia. En el segundo (2006-11) no permitió ninguna compra relevante: sólo misiles antitanque rusos e israelíes; la modernización de 8 MiG-29, la puesta al día de Mirage 2000; de China, munición, camiones de muy mala calidad y un conato no materializado de carros de combate; misiles franceses e italianos para la Marina. Fue diputado (1980-85) y senador (1990-12) por el APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana), siendo uno de sus discípulos predilectos de su fundador, Víctor Raúl Haya de la Torre. Desde sus inicios se caracterizó por su inflamado verbo y oratoria.

 

Su primera gestión de Gobierno se caracterizó por la peor crisis económica en la historia del país, con una insólita hiperinflación, un recrudecimiento de los embates del terrorismo liderado por Sendero Luminoso y la corrupción, que repercutió en un gran descontento social. En la segunda continuó sus proyectos económicos y también fue acusado de corrupción. Murió horas después de dispararse un tiro en la cabeza, cuando la Policía se preparaba para arrestarlo por asuntos relacionados con el  entramado de corrupción de la firma brasileña Odebrecht. Se convirtió así en el segundo jefe de Estado en hacerlo, después de Gustavo Jiménez, en 1933. No pudo haber una vida y una muerte tan diferentes.

 

Fotografía: De derecha a izquierda, Jorge Edgardo Menéndez Corte, Alan Gabriel Ludwig García Pérez.


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