Que la guerra en Ucrania debe acabar, sí. Que Ucrania, como apunta Marcos Rubio, secretario de Estado de Estados Unidos, se está quedando sin ucranianos, es más que probable.
Que se deba poner fin ahora al conflicto a cualquier precio y de cualquier forma, no. Que Occidente no quiso o supo ver las sensibilidades históricas rusas y la cierta lógica tras sus reclamos respecto a Ucrania y a su no entrada en la OTAN, sí.
Que Putin estaba justificado para invadir el país, no. Que Occidente se ha envuelto en una línea de pensamiento alineado respecto a la maldad de uno y la bondad del otro, sí.
Que quebrar ese alineamiento ha puesto en la mira a cualquier voz discordante, sí. Que ahora hay quienes, por encima del necesario sentido de pertenencia a Europa, se suben muy oportunamente al carro de la demonización de Zelensky y la bendición de Putin, también.
Que Europa debe incrementar notablemente sus presupuestos de defensa y articular conjunta y eficazmente su propia seguridad en este nuevo marco de desorden mundial, sí.
Que deba hacerlo porque lo imponga quien está pactando, bajo un claro interés económico, con ese enemigo al que empuja a Europa a hacer frente incrementando su gasto en defensa, no. Que Trump ha puesto a Europa frente al espejo de sus debilidades, sí.
Que Europa debe reaccionar y fortalecerse militarmente para poder seguir siendo el estandarte mundial de las libertades, manteniendo su compromiso con los derechos humanos, la democracia y el Estado de derecho, y eso sin caer en el profundo hoyo de un “buenismo” que la devore, sí.
Que la UE debe posicionarse ante una OTAN liderada por un país, Estados Unidos, tan o tan poco aliado como quien salga de sus urnas cada cuatro años, sí. Que debamos someter nuestra estrategia de defensa a la conveniencia de una Alianza que podrá apuntar como amigo o enemigo a actores internacionales en virtud de intereses económicos, que en nada reporten a las arcas comunitarias, no.
Que, en suma, en el nuevo orden mundial poco está jugando Europa y mucho habrá de pelear para recuperar la posición que le corresponde, sí. Cada día es más evidente que sí.
Pensemos en gris, color fluido, reconozcamos la ambigüedad y la incertidumbre. Los problemas no son blancos o negros y las soluciones son tan complejas como este mundo incierto en el que nos toca vivir.






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