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Viernes, 19 de abril de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Industria 4.0 y defensa

Tenemos la tendencia a calificar cualquier innovación o momento como si se trata de algo que será histórico. Eso ocurre en la actualidad con la nueva generación de la industria, que se produce apenas treinta años después de la 3.0. Hablamos de la influencia revolucionaria que big data, redes de información, blockchain, etc. producirán en los procesos industriales.

Incluso en el campo de la defensa hablamos de tecnologías disruptivas producto de esta revolución industrial, dando a entender que quien no se sume a ella, quedará en un desfase tecnológico y, por tanto, estratégico que supondrá una transformación brutal del equilibrio de fuerzas en el mundo. Algo así como lo que supuso la espada de hierro frente al bronce o la aparición de la pólvora. Sin embargo, me temo que estamos asistiendo más a un proceso evolutivo que revolucionario.

No me cabe duda de que alrededor de las redes de información, sociales e Internet de las cosas surgen nuevas vulnerabilidades y formas de atacar al enemigo, pero debemos considerar a las ciberamenazas como un avance más en la escalada de confrontación pacífica. Al concentrarse en la nube activos por valor de miles de trillones de euros, no debe parecernos ilógico que los enemigos opten por fórmulas más dañinas en lo financiero, sin necesidad de arriesgar tropas o bombardear al enemigo; pero todo obedece a un proceso constante de adaptación a las nuevas realidades geoestratégicas y tecnológicas.

Una de las características del entorno en la actualidad sigue siendo el conflicto asimétrico, en el que poco importan las capacidades nucleares, armamento de precisión o la ciberseguridad. Lamentablemente, y no podía ser de otro modo, las guerras están asociadas a la pobreza y los escenarios en los que las tropas occidentales deben desplegarse poco o nada tienen que ver con los avances científicos o industriales. La guerra sigue siendo cosa de un pelotón armado hasta los dientes en territorio hostil. El factor humano permanece vital y trascendental en la victoria militar. Su formación y, sobre todo, su moral de victoria continúan siendo los elementos más determinantes de una victoria o derrota.

Se trata, en definitiva, de una guerra que no ha cambiado en sus fundamentos. Sin dudas, las armas son más precisas; y las comunicaciones y conocimiento del entorno táctico es mucho mayor, pero seguimos olvidando en esta carrera tecnológica que el soldado o marinero es el elemento vital y que, por tanto, invertir en su formación es determinante de la capacidad militar; la selección del personal más capacitado es el mayor reto para los ministros de Defensa, que ven como sus profesionales están mucho peor pagados que otros cuerpos de la administración que no tienen que ser desplegados en Mali o en Afganistán.

Sin embargo, no podemos negar que se están produciendo cambios en los medios militares y en la forma de utilizarlos, que conducen a decisiones políticas complejas. Disponer de los mejores medios y hombres sin la decidida voluntad de utilizarlos para la defensa de los valores democráticos o de los intereses occidentales acaba mermando las capacidades militares.

No se entiende que las naciones realicen cuantiosas inversiones en seguridad si no se emplean ante las numerosas amenazas de todo tipo que asolan a la humanidad y, muy en particular, las que tienen que ver con la violencia. No quiero negar la realidad de que existe un cambio brutal de los procesos industriales y organizativos, pero en el caso de la defensa y seguridad, la gran revolución va a venir más de los procesos de organización y de toma de decisiones, que de los factores tecnológicos.

Las fuerzas armadas sufrirán una profunda reorganización, tanto a nivel nacional como internacional. La clásica separación, en función del medio principal en el que se desenvuelve su operación, tiene los días contados. Tierra, mar, aire y espacio, son conceptos inútiles hoy en día. Marchamos hacia fuerzas armadas basadas más en tecnologías o en los medios que en el espacio en el que deben desenvolver su actividad. Incluso la creciente importancia de fuerzas de seguridad paramilitares vendrá a transformar la estructura de la seguridad de las naciones.

Este cambio también se va a producir a nivel internacional. Europa marcha hacia unas fuerzas armadas continentales; y no conciben operaciones militares exclusivamente nacionales. No tiene sentido que cada país disponga de una amplia panoplia de medios y fuerzas para asegurar a si mismo de una alta dosis de seguridad. Marchamos hacia integraciones de fuerzas mucho más operativas; a cuartales generales multinacionales; a consorcios de fuerzas; y a la unificación del mando y control a nivel europeo.

Ese último aspecto será sin duda determinante en la creación de una auténtica política de defensa europea. El día que dispongamos los europeos de esta capacidad para organizar y proyectar fuerzas habremos dado un paso de gigante en la necesaria vertebración europea de la defensa. El entorno estratégico nos va a conducir a estos cambios, que sin duda supondrán una nueva Defensa 4.0, en la que los sistemas de información nos llevarán a una globalización en este campo, lo que debe conducir a una mayor unidad de acción europea.

Pero durante algunas décadas viviremos en esta constante conflagración de disponer de las más sofisticadas tecnologías para terminar enviando una compañía a imponer la paz y seguridad en Mali y controlar a los grupos terroristas; y, por tanto, la moral y la formación seguirán siendo los elementos determinantes del éxito de sus misiones.

Enrique Navarro

Presidente MQGloNet


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