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Sábado, 20 de abril de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

El foco de la inseguridad del Siglo XXI

Si usted quiere entender las causas y las consecuencias de los fenómenos que acontecen en nuestro mundo, ya sea a nivel micro o macro, sólo tiene que echar un ojo a la demografía. Gracias a esta maravillosa ciencia sabemos mucho del progreso y también de la confianza de las sociedades en su futuro. Cuando la mortalidad cae, es un claro signo de progreso. Cuando la natalidad desciende, encontramos sentimientos coincidentes: la búsqueda de un mayor bienestar personal; la aplicación de medios anticonceptivos, lo que supone un cambio cultural de enorme trascendencia; y una menor confianza en el futuro. Cuando ambos fenómenos se mezclan y la población comienza a evolucionar exclusivamente en base a los movimientos migratorios, las sociedades entran en una profunda depresión, que amenaza por encima de todo a su seguridad.

En un mundo que cambia a una rapidez increíble, las sociedades de todo signo han evolucionado más social y culturalmente en los últimos cien años que en los diez siglos anteriores. Observamos como los cambios que se vienen produciendo en Occidente, poco a poco penetran en sociedades más rurales, también en amplias zonas de Asia y América Latina y, en menor medida y velocidad, en África y el mundo árabe. Hace veinte años, la preocupación era la expansión demográfica en Asia y las consecuencias que podría tener en el difícil equilibrio que existe entre las naciones que conforman esta parte donde habita tres cuartas partes de la población mundial, con dos gigantes por encima de los mil millones de personas, China y la India.

El crecimiento en Indonesia, Paquistán y Bangladesh, muy influenciados por móviles religiosos, aparecía de una manera tan exponencial que todo hacía prever que la próxima guerra a gran escala ocurriría en el Extremo Oriente. Sin embargo, las recientes evoluciones demográficas señalan un mayor envejecimiento de la población y una ralentización del crecimiento. En la medida que estas poblaciones tan grandes se contengan, las necesidades de materias y recursos para satisfacer semejante demanda se reducirán. Asimismo, el desarrollo tecnológico en estos países está permitiendo obtener rendimientos mucho mayores a las cosechas. Además, en un mundo conectado por redes virtuales no es necesario ocupar un territorio para extraer su arroz o recursos mineros, cuando es mucho más fácil y con menor coste obtenerlos por la vía del mercado.

Esta ralentización del crecimiento producirá acercamientos estratégicos de enorme calado, como ya parecen los incipientes en la península de Corea y es de esperar que otras posibles amenazas queden mediatizadas por la propia evolución de la población, como entre China y Taiwan. En el mundo islámico, la influencia religiosa es enorme en la vida política y social de las sociedades, hasta el punto de que lo impregnan todo. Sin embargo, las primaveras árabes y los movimientos que se están produciendo en los países más radicales, como Arabia Saudita, Irán y Paquistán, aun todavía muy débiles, marcan una tendencia hacia una mayor secularización, a la que sin duda contribuirán de manera muy acentuada las redes sociales. Sin embargo, África todavía se halla en el vagón de cola de estos cambios sociales y culturales.

La mortalidad allí está descendiendo de una forma vertiginosa, aunque todavía triplica la media de otros continentes en desa­rrollo, pero la natalidad continúa a tasas muy altas, lo que produce un crecimiento de la población muy exponencial y, sobre todo, con un porcentaje de jóvenes enorme que no encuentra en las estructuras productivas salida para su futuro. Decenas de miles de jóvenes se incorporan a un mundo laboral donde todavía la agricultura y la minería ocupan el centro de sus estructuras productivas. Es una sociedad donde los servicios, que suponen más de la mitad del empleo en los países desarrollados, todavía son muy incipientes y apenas existe una industria. En definitiva, países con fuertes tensiones demográficas y que se hallan a años luz de acceder a una estructura económica que les permita atender a todas las necesidades.

Las estructuras políticas son todavía muy débiles y, en general, son muy pocos los gobiernos que realmente controlan todo su territorio y a su población, siendo muchos de ellos en la práctica estados fallidos, que son un caldo de cultivo para grupos terroristas radicales. Es una ecuación sumamente peligrosa de poblaciones muy jóvenes sin esperanza para desarrollarse en sus países de origen y que ven en Europa la única luz que les ayude a salir del túnel; con grupos terroristas que son auténticos gobiernos y que trafican con todo tipo de recursos, personas, armas, minerales y drogas. En definitiva, sociedades donde el concepto de seguridad dista mucho de asimilarse a los estándares de Occidente. La experiencia con el Estado Islámico nos muestra que Occidente es mucho más vulnerable a esta amenaza real de bajo coste que al holocausto nuclear.

De hecho, la mayoría de las sociedades europeas no perciben la amenaza de una guerra nuclear, pero sí un atentado terrorista en sus calles o una oleada masiva de inmigración ilegal. En las próximas décadas observaremos como conflictos que ahora todavía nos parecen irresolubles, como India con Paquistán, las Coreas o entre Estados Unidos y Rusia, dan paso a un nuevo gran foco de inestabilidad, África. Países como Nigeria son ya auténticos gigantes sin control; otros como Uganda, Etiopía y Kenia asisten a un crecimiento económico que está produciendo unas desigualdades brutales. El incremento de la presencia de Rusia, India y China en África y, en menor medida, de Estados Unidos anuncian un cambio del foco de atención.

Para España, ser frontera del foco de tensión más importante del resto del Siglo nos transformará en cuanto a nuestra conciencia de seguridad e incluso como nación. Nos sentiremos como Letonia frente a Rusia o como Vietnam frente a China. Vamos a pasar de ser retaguardia a frente de un área donde habitarán en pocas décadas casi dos mil millones de personas, con una situación económica y social absolutamente contradictoria, donde convivirán las redes sociales con el hambre extremo y los gobiernos no democráticos con los grupos terroristas dominando amplias zonas del territorio. Sin duda no será posible planificar la seguridad de los próximos años en nuestro país y en Europa si no somos conscientes de que pronto nos tocará asumir un protagonismo para el que nunca fuimos llamados y del que nos hemos venido beneficiando desde los comienzos del Siglo XX.

Enrique Navarro

Presidente MQGloNet


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