¿Desea recibir notificaciones de www.defensa.com?
X
Viernes, 29 de marzo de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Covid y Fuerzas Armadas: consejos de futuro

Las planeaciones sobre amenazas de medio mundo habían considerado la amenaza biológica y las posibles pandemias como una de las que resultaban más probables y también más dañinas. Vivimos en un mundo que ha trastocado conceptos claves asociados al mundo bélico, como invasión, ataque, declaración de guerra. Aunque suene a primitivo, la guerra siempre fue una cosa de caballeros, hasta que Hitler decidió ocupar los territorios franceses que fueron arrebatados a Alemania como consecuencia de los tratados de paz de la I Guerra Mundial.

 

Hoy en día sufrimos ciberataques que producen daños inmensos. Un solo ataque a las principales redes genera más daño económico que todas las consecuencias del 11 de septiembre y, sin embargo, no hay ni reacciones ni muertos. De nada sirve la disuasión nuclear cuando el daño se produce a través del ciberespacio o de un virus. Si mañana descubriéramos que el COVID-19 fue un arma desarrollada por China para debilitar a Occidente, la respuesta no dejaría de ser diplomática o comercial. En definitiva, es muy probable que muchos de los gastos que realizamos para nuestra defensa deban variar sustancialmente para atender un mundo en el que las guerras quedarán relegadas a zonas sin instituciones bien definidas.

 

Resulta difícil imaginar que batallones de carros de combate o de escuadrones de aviones penetrarán un día en el espacio europeo para bombardear nuestras ciudades o destruir las capacidades militares de la Alianza Atlántica. Y lo que es más grave, incluso entre aquellos dispuestos a lanzarse a aventuras bélicas imposibles, existe el convencimiento de que la reacción de Occidente será tibia. Estamos más dispuestos a admitir reivindicaciones territoriales en el Mar de China o en el Este de Europa antes de embarcarnos en un conflicto militar que produciría millones de víctimas y un caos económico sin precedentes.

 

La industria de defensa deberá adaptarse a esta nueva realidad, para lo que solo tres elementos serán indispensables: tecnología, capacidad de despliegue de grandes masas de fuerzas militares y, sobre todo, más efectivos. Desde comienzos de los años noventa, y en particular después del proceso de profesionalización de nuestras Fuerzas Armadas, todos los países han optado por una reducción sustancial de efectivos, buscando sobre todo una mayor especialización. Un menor número de plataformas, pero con mayor capacidad de combate, y externalizando todos aquellos servicios no esenciales en el sector privado.

 

Es muy posible que este modelo haya quebrado y sea necesario revertir algunas de las decisiones que se han venido tomando en los últimos cuarenta años. Primero, con las amenazas del Estado Islámico y posteriormente con el COVID, se ha detectado la necesidad de desplegar en las calles a efectivos militares que complementen las capacidades policiales. Conseguir el control efectivo del territorio para proporcionar seguridad a los ciudadanos exige de un número de efectivos, especialmente tropa y marinería, mucho mayor del que ahora tenemos. Necesitamos más soldados y menos aviones de combate y buques y más preparados para los entornos urbanos.

 

La segunda tendencia a revertir es la de reducir el número de plataformas, a cambio de incrementar su letalidad y capacidad de combate. Al final ocurre que, debido a este proceso, apenas podemos desplegar 3 o 4 buques a zonas de alta amenaza de conflicto o como mucho 12 aviones de combate al Báltico. Las futuras plataformas áreas deberán ser no tripuladas y con capacidades muy concretas o aviones que puedan desplegarse en varios escenarios a la vez manifestando una presencia militar que a menudo es más significativa por la cantidad que por la calidad.

 

La tercera línea de acción es intensificar el desarrollo tecnológico, que permita una mayor prevención, en especial contra ataques en el ciberespacio y contra posibles pandemias que pudieran producirse en un futuro. Una lección de esta crisis es que la tecnología puede ayudarnos a resolver muchos de los problemas que hemos debido afrontar. Hemos debido luchar contra el COVID con los mismos instrumentos del siglo XIX, los estados de alarma o de emergencia, poniendo al sector privado de forma atolondrada a dar respuesta a las necesidades de material y encerrando a todo el mundo en su casa, con el impacto económico que hemos conocido.

 

Finalmente, debemos reabrir un debate que todos los países dejaron cerrado hace décadas, el de la prestación militar obligatoria para los jóvenes. Las sociedades occidentales no están capacitadas psicológica y moralmente para enfrentarse a las sociedades del tercer mundo o de países autoritarios. Existe una predisposición natural a evitar el conflicto, cualquiera que sea el precio, y esto es consecuencia de unas sociedades que se han adormecido en la defensa de los valores e intereses de la comunidad. No se trataría de un servicio militar a la vieja usanza, pero sí de un entrenamiento básico y, sobre todo, de una concienciación de los valores que se trata de defender.

 

Nos encontramos ante nuevos desafíos estratégicos y necesitamos reedificar nuestro armazón de seguridad para dar respuesta a situaciones que son muy novedosas y para las que las acciones que hemos adoptado desde el final de la Guerra Fría ya no nos sirven. Uno de los factores que más nos debilitan es la percepción de que no tenemos conciencia nacional y de que los valores que defendemos son irrelevantes.

 

Frente a los enemigos de la libertad, parecemos una comunidad rendida a la evidencia de que no estamos dispuestos a ir mucho más lejos en la defensa de nuestra seguridad y soberanía. Establecer una prestación militar a los jóvenes, adquiriendo una capacidad para movilizar recursos cuantiosos si hiciera falta, incrementar el número de efectivos militares e invertir más en nuestra defensa, ocultarán muchas de nuestras debilidades y con ellos lanzaremos el necesario mensaje de fortaleza, que sin duda sería nuestra mejor arma de disuasión.

 

Enrique Navarro

Presidente MQGloNet


Copyright © Grupo Edefa S.A. Prohibida la reproducción total o parcial de este artículo sin permiso y autorización previa por parte de la empresa editora.