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Viernes, 19 de abril de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Vientos de guerra en Europa

Hace apenas dos años se celebraba en Ucrania la Copa de Europa de Futbol, y nada hacía presagiar que, apenas transcurridos dos inviernos, vientos de guerra volvieran a soplar en Europa y, precisamente, en la bella y supuestamente ordenada Ucrania. Pero, si nos fijamos en la historia de las guerras en el Viejo Continente de los últimos trescientos años, todas han tenido como componente elemental la difícil, por no decir imposible, definición de fronteras y las heridas sin cerrar. La caída de los grandes imperios del Siglo XIX –Turquía, el Austro Húngaro y Rusia– no solo trajeron dos conflictos mundiales y una guerra fría de cuarenta años, sino que todavía dejó muchas líneas fronterizas por concretar.

La desintegración de la Unión Soviética es un fenómeno sin precedentes en la historia de la humanidad. En apenas dos años, el segundo gran imperio del Siglo XX desaparecía, formándose un conjunto de naciones, muchas de las cuales siquiera resolvieron un problema, sino que dejaron tantas asignaturas pendientes, que el caso de Ucrania no es sino la continuación de lo ocurrido en Armenia, Georgia, Azerbaijan, Chechenia, etc.

Rusia no lo ha tenido fácil en estos veinticinco años: tuvo que desmontar un régimen comunista enraizado hasta lo más profundo de la sociedad; una crisis de identidad como consecuencia del colapso político y social y una crisis económica y demográfica que produjo, junto a unas pocas grandes fortunas, una legión de hambrientos. En estos años Rusia ha luchado en muchos frentes. En apenas cuatro lustros puede afirmarse que la democracia está enraizada en Rusia y que ha recuperado el pulso económico y político apoyado en sus enormes recursos naturales y en una vocación de liderazgo mundial, que se ha resistido a abandonar.

No es un régimen perfecto, sin duda, y, comparado con los estándares occidentales, queda mucho por desarrollar en el campo de las libertades, pero de lo que no me cabe duda, y lo compruebo en cada viaje a Rusia, es que el actual Gobierno cuenta con el apoyo social mayoritario y en especial en relación con todos los conflictos militares que Rusia ha debido afrontar en los últimos años. Europa debe comenzar a comprender la realidad de Rusia y de sus repúblicas y entender que el propio proceso de desintegración fue arbitrario y, en algunos casos, absurdo y que, obviamente, quedaron muchas heridas por restañar.

No cabe duda de que no es admisible el uso de la fuerza para conseguir ambiciones territoriales. No conozco invasión de otros países que no estuviera plenamente justificada para el estado agresor. Rusia debe elegir si quiere continuar en el camino de la integración y del respeto a la ley o la vuelta a las cavernas.

Estoy seguro de que, por una situación de hecho o de derecho, Rusia acabará anexionando no sólo Crimea, sino también la parte oriental de Ucrania y esto es una muy mala noticia, especialmente para la propia Rusia. El camino emprendido hace veinte años atrás por Putin es incompatible con esta acción y, si bien le reportará algo de orgullo patrio, pronto se extinguirá, cuando los efectos políticos y económicos se dejen sentir. Ahora que Rusia comenzaba a ser un gran motor del turismo; ahora que sus empresas comenzaban a penetrar en los mercados, se encuentran con una oposición social y política casi unánime en todos los países. La violación de la Ley no admite perdón, sino sólo castigo.

Rusia tiene mucho más que perder que Europa. Los europeos han demostrado una capacidad de reacción frente a los desastres muy superior y no pasarán muchos años hasta que el Viejo Continente se libre de la dependencia excesiva energética de Rusia y entonces solo le quedará un cliente, China, y el gigante asiático sí que sabrá poner las cosas en un contexto adecuado. Putin tiene mucho que ganar si cumple con la ley y defiende la legalidad internacional, pero más que perder si se obceca en una operación que tiene mucho de testicular, pero poco de inteligencia política.

Europa también debe aprender una lección. Donde hoy reina la tranquilidad y el sosiego, solo hace falta una pequeña chispa para poner a un Continente al borde de una guerra y el coste para aquellos países que han optado por el pacifismo beligerante puede ser devastador. Estamos cada día que pasa al borde de un incidente que puede llevar a una invasión militar de Ucrania, que la OTAN no podrá ignorar.

Esa peligrosa línea puede cruzarse sin quererlo y los vientos de la guerra volverán a Europa, de la misma manera y por las mismas causas y con la misma rapidez que siempre. Esperemos que se imponga el sentido común y que las potencias internacionales contribuyan a resolver el problema y no vayan de incendiarios, porque en esto se juega nuestro futuro.


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