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Viernes, 26 de abril de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Veinte años del 11-S

Quiso la casualidad que los atentados del 11 de septiembre ocurrieran durante una reunión que mantenía con un general de las Fuerzas Armadas de Israel, entonces director del SIBAT, organización de ventas militares del Gobierno de esa nación. Con una amplia experiencia en guerras y parquedad de palabras, lo que suele ir de la mano, expresó tres cosas que se me quedaron grabadas.

La primera fue que aquello estaba muy bien planificado y ejecutado para ser los palestinos o los iraníes los responsables y que solo quedaban los saudíes. Creo que no se refería al país, sino a Bin Laden; la segunda fue que la respuesta de Estados Unidos sería feroz y apabullante; y, finalmente, que, después de esta respuesta, llegaría un día que él esperaba conocer, en el que podría pasearnos por los territorios palestinos en paz y con seguridad y en esto todavía anda un poco retrasado el vaticinio.

 

El mundo que empezó el 11 de septiembre de 2011 terminó hace unas pocas semanas en Kabul, cerrándose un ciclo de intervencionismo americano, el más longevo de su historia. Pero para comprender aquello que ocurrió aquel fatídico día, hay cuatro aspectos de interés.

 

En primer lugar está el origen. Para entender cómo se llegó al 11 de septiembre hay que remontarse a Madrid, en 1985. Después de abandonar Siria, Mustafá Setmarian, el ideólogo de la yihad moderna, llega a España y en ese año se produce el atentando en el restaurante El Descanso, con 18 muertos, cerca de la base de Torrejón. Setmarian, posteriormente viajó de España a Pesawar y enlazó con el jefe del movimiento talibán y con Bin Laden, un joven activista de familia bien, necesitado de una dirección estratégica que seguramente le proporcionó el naturalizado español. Adquirió por matrimonio la nacionalidad española y, desde que abandonó España a mediados de los noventa, se le ha visto supuestamente en numerosos sitios, como la cárcel fantasma de Diego García, en Quetta, en Siria etc.

 

Lo cierto es que se esfumó, aunque existen algunas evidencias de su participación indirecta en los encuentros que Mohamed Atta tuvo en Tarragona y Cambrils seis semanas antes de los atentados (curiosamente donde precisamente marcharon los terroristas después del atentado de las Ramblas en 2017), con personas cercanas a Setmarian. También se le supone vinculado a los atentados de Madrid y de Londres. El ideólogo en un libro, o mejor dicho un manual del terrorismo yihadista, de 1.600 páginas aparecido en 2004 cambió la estrategia desde los grandes atentados, que producían una respuesta apabullante por Occidente, que podríamos llamar yihadismo fase 1, a la ejecución de acciones terroristas de lobos solitarios como paso previo a una ocupación de territorios para crear un califato, toda una profecía.

 

El segundo lugar lo ocupa el golpe. Lo que me sorprendió del atentado no fue tanto la espectacularidad, sino la planeación y su prolongación en un periodo de tiempo tan largo. En una acción planeada durante años había que elegir a las personas capaces en todos los sentidos, mantener las relaciones entre los instigadores, los ideólogos, los financiadores y los autores, al margen de todos los controles y durante años. La creación de todo el armazón terrorista demostraba una capacidad estratégica que daba miedo.

 

¿Arriesgó Bin Laden todo a una operación que podía haber fallado por mil razones? ¿No existían planes alternativos preparados por si éste fallaba y no pudieron ser esos los atentados de Madrid o Londres? En estos dos casos, fue la suerte la que impidió que la tragedia humana hubiera sido semejante. Seguramente nunca lo sabremos, pero lo cierto es que el número se repite: cuatro aviones, cuatro trenes, cuatro explosiones, un número cuatro que en la simbología del islam señala los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. El yihadismo fase 1 necesitaba reivindicarse frente a la poderosa América con un golpe de autoridad y eso fueron los atentados del 11 de septiembre. Elevar la moral del yihadismo y mostrarse como una amenaza estratégica real fueron sus causas inmediatas.

 

En tercer lugar está la respuesta. Un país que quiere mantenerse unido y fuerte necesita de causas que le lleven a la guerra fuera de sus fronteras. Movilizar a la opinión pública americana no es tarea de estrategia, sino testicular. Los que condujeron a Estados Unidos a las guerras del siglo XX fueron el Maine, el Lusitania, Pearl Harbor, el incidente del golfo de Tonkin y el 11-S. Herida la nación, no quedaba otra que demostrar el poder y en eso, y no en otra cosa, se basan las dos guerras simultáneas de Irak y Afganistán. No se trataba de desmantelar a los grupos terroristas -de hecho, Bin Laden cayó diez años después de controlar Afganistán-, sino de demostrar la capacidad de respuesta, el poder del imperio y de sus aliados. Cuando este objetivo se consiguió, las misiones de Irak y Afganistán se diluyeron y solo se esperaba el día de salir de allí como fuera, y por eso salieron tan mal.

 

¿Y ahora qué?, es el cuarto punto. El yihadismo ha recobrado resuello con la victoria talibán en Afganistán. Los nombramientos en Kabul apuntan a una continuidad de aquellos lazos que nacieron en los ochenta, mientras los grupos del Sahel continúan muy activos, pero la capacidad de golpear en Occidente de una manera similar hoy es mucho más difícil. La tecnología, el conocimiento y la información están permitiendo que los líderes vayan cayendo con inusitada rapidez en operaciones fantasmas, de las que apenas se habla. Hoy las fuerzas de seguridad occidentales están mucho mejor preparadas, pero la alerta debe activarse porque los yihadistas podrían regresar a la primera fase diseñada de Setmarian: grupos o individuos sin líderes que desmoralicen al enemigo. Éste es el riesgo al que nos enfrentamos ante este nuevo renacer del yihadismo, que ha entendido el abandono de Afganistán como la primera gran victoria de otras muchas que estarán por llegar. Hoy estamos más seguros que hace veinte años, pero más inseguros de lo que estábamos hace un año, y este cambio de dirección puede convertirse en una pesadilla.

 

Enrique Navarro

Presidente MQGloNet


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