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Domingo, 28 de abril de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Lecciones del Mar Negro: la revolución de la guerra naval

El crucero de misiles guiados USS Lake Champlain (CG 57) de la clase Ticonderoga.

Dos acontecimientos recientes me hacen reflexionar sobre cuál es el futuro al que debe orientarse el poder naval. Por una parte, el inicio del proceso de baja operativa de los cruceros Ticonderoga, esos gigantes de 9.600 ton. y casi 400 hombres de tripulación, que tan relevantes fueron en las operaciones militares norteamericanas de los últimos treinta años, gracias a su enorme capacidad de proyección de fuego; y por otra, los recientes ataques ucranianos con drones navales y aéreos a buques rusos, con un resultado desigual en cuanto a los objetivos alcanzados, pero tremendamente efectivos desde el punto de vista de la inversión. Como sabemos, los conflictos son fenómenos aceleradores de la evolución tecnológica y las lecciones de estos dos años resultan tremendamente interesantes.

Durante siglos, los buques para combatir debían tener a la vista sus objetivos, dando lugar a soluciones tecnológicas y tácticas basadas en disponer de mayor protección ante la seguridad de no ser invulnerables. Lo determinante era más potencia que permitiera más velocidad y más alcance de la artillería. Cuando, el 21 de octubre de 1967, el destructor israelí Eilat fue hundido por misiles antibuque P-15 lanzados por lanchas rápidas egipcias del tipo Komar, las fuerzas navales se dieron cuenta de que el mundo de la guerra naval se había transformado de una forma revolucionaria. Al día siguiente todas las grandes empresas estaban pensando como disponer de misiles con esta capacidad y cómo detectar a tiempo este tipo de amenazas y cómo evitarlas o destruirlas.

Cuando el Sheffield fue hundido por misiles Exocet lanzados desde 2 Super Etendard, también se impulsó de forma muy significativa el alcance de los radares para evitar quedar expuestos a unos misiles que se mueven a una velocidad 40 veces superior a un buque y que podrían ser lanzados desde una gran distancia. Sin embargo, frente a esta visión del poderío naval basado en el tonelaje, los conflictos de Irak y Afganistán nos enseñaron una nueva realidad, que en España ya conocíamos de los tiempos del cura Merino: la letalidad de artefactos de escasa tecnología, fácil elaboración y más sencillo manejo, usados por pequeñas fuerzas de gran movilidad y difícilmente detectables, y así nació la guerra asimétrica, en la que con escasos medios se podía causar un daño enorme a vehículos o incluso a buques.

La lección resulta evidente: tenemos que protegernos contra pequeñas amenazas, pero de gran letalidad y, a su vez ser capaces de disponer de medios similares para, con una escasa inversión, producir resultados letales en el enemigo y esto es lo que estamos aprendiendo en el Mar Negro. Sabemos que Ucrania está usando una amplia gama de drones aéreos, navales de superficie y recientemente presentó su nuevo dron submarino no tripulado, el Toloka TLK-150. Se trata de un artefacto de bajo coste, alrededor de unos 250.000 dólares cada uno. Las características comunes de los drones marinos incluyen explosivos incorporados y cámaras que transmiten imágenes a la persona que los controla. Los objetivos de largo alcance suelen estar preprogramados cuando se lanzan. Luego son guiados remotamente por un humano mientras se acercan al objetivo.

Incluso si se interceptan muchos objetos de bajo costo, todo lo que se necesita es que uno alcance su objetivo. Ucrania ha llevado a cabo al menos 13 ataques con drones marinos dirigidos contra barcos militares, la base naval rusa en Sebastopol y el puerto de Novorossiysk. En mayo, aparecieron imágenes que mostraban buques no tripulados acercándose al ruso de recopilación de inteligencia Ivan Khurs, que se encontraba a unos 194 km. de la costa ucraniana. Esto sugiere que estos drones pueden viajar largas distancias. En comparación con los buques de guerra, son más difíciles de detectar en el radar, porque viajan a poca altura y hacen mucho menos ruido. Los navíos están preparados para detectar aviones de combate, submarinos y misiles, pero no artefactos con baja señal, fabricados en fibra de carbono e indetectables visualmente entre las olas o en la oscuridad.

El ataque a la base naval rusa en Sebastopol, allá por octubre de 2022, fue el primero en la historia registrada en el que se utilizaron drones marítimos y aéreos. Al menos 4 barcos rusos resultaron dañados en el ataque, Desde entonces, Rusia ha reforzado significativamente las defensas alrededor de ella, Otro ataque a Sebastopol en septiembre, que dejó 24 personas heridas, involucró a 3 embarcaciones no tripuladas. Esto ha obligado a Rusia a replantear su acción naval en el Mar Negro, la que sin duda debía haber sido su mayor superioridad sobre las Fuerzas Armadas ucranianas. Los drones no han sido terriblemente efectivos, pero han cumplido su misión: generar miedo e inmovilizar a la flota rusa, un resultado estratégico espectacular. En consecuencia, los buques del futuro deberán mantener todas las capacidades actuales, añadiendo la de desplegar drones aéreos y terrestres, que podrían convertirse en sus armas más letales, y la defensa contra estas amenazas.

Al estar diseñados para ser destruidos, no requieren de materiales complejos con una alta señal, se reduce al máximo el tamaño y la velocidad sobre el mar es muy superior a las lanchas rápidas. Para buques diseñados para escuchar submarinos, detectar buques a grandes distancias y aviones de combate y misiles, resulta tremendamente complejo captar un enjambre de 10 drones de unos 100 kg., capaces de hundir un buque en apenas unos minutos. Existen diversas soluciones, tanto pasivas con protección balística de áreas más críticas, como activas que se pueden utilizar; desde las de fuego para destruir la amenaza mediante munición, sistemas perturbadores para alterar sus sistemas de guiado y, finalmente, el uso de laser, que sería el único que permitiría neutralizar la amenaza a una distancia de seguridad. La posibilidad de hackear los sistemas de un dron para la eliminación de la amenaza todavía está muy lejos de ser algo factible.

¿Esto significa una transformación radical? No, Pero la aparición de los drones aéreos y navales obligará a un replanteamiento de las operaciones, de la forma de conducirlas y, a su vez, exigirá de innovaciones en el diseño de los buques. Hasta hace unos pocos años pocas eran las armadas del mundo que nos hacían vulnerables. Ahora hasta un país sin marina de guerra es capaz de modificar nuestra forma de operar, simplemente porque no estamos preparados para la nueva guerra, la de los sistemas no tripulados. Asistiremos en los próximos años a una revolución enorme en estos sistemas, que sin duda modificarán todo lo que aprendimos en los últimos cincuenta años.

Por Enrique Navarro

Presidente MQGloNet


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