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Domingo, 28 de abril de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

España necesita de España: el Gobierno debe liderar la apuesta por lo nacional, por su industria y por su defensa 

Uno ya no sabe si cuando salga publicado un artículo habrán cambiado tanto las circunstancias que haya quedado caducado su contenido, alcance o conclusiones. Escribo éste a pocos días de la investidura y cuando las calles se han llenado de cientos de miles de personas, que no se manifiestan contra un Gobierno socialista, sino contra los acuerdos que han aceptado para alcanzarlo. 

No se trata de discutir los votos, ni los escaños, sino las barbaridades a lo que se puede llevar un país para continuar en el Gobierno. Es legítimo que el Ejecutivo actual quiera continuar con su política y que piense que cualquier otra opción es peor, pero que ahora la cuestión sea la ruptura de la nación española y, por tanto, de la igualdad y del estado de derecho, se plantea como un precio que ningún demócrata debería estar dispuesto a suscribir.

Yo entiendo que procuramos usar el lenguaje para matizar las políticas o los objetivos, pero no existe eso que algunos llaman la nación de naciones, desde la base de que existe la soberanía nacional, es decir, ser una nación supone otorgar el derecho a sus ciudadanos de convertirse en estados independientes. Por eso inventamos un término equívoco: nacionalidades, sustantivando el adjetivo, pero la nación es una, como una es la defensa nacional.

Los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas asumen con la sociedad un compromiso inquebrantable de su defensa, de los valores constitucionales, y ese juramento se lleva hasta las últimas consecuencias.

Si ponemos en cuestión aquello a lo que sirven, no solo los desmoralizamos, sino que los llevamos a situaciones inaceptables. ¿Cómo osamos los españoles exigir de las Fuerzas Armadas un juramento, si nosotros mismos, y en particular los que gobiernan, se permiten el lujo de cuestionar, difuminar o matizar la unidad nacional?

Este camino de matización continua de lo nacional no es nuevo, se lleva construyendo desde hace muchos años. Hemos querido ignorar este hecho en la esperanza de que el camino se arreglase solo o que la realidad nos llevaría de nuevo al camino recto, pero ¿cabe mayor equivocación que pensar que no acabaremos en el desfiladero si el camino que construimos se dirige indefectiblemente hacia él?

¿Y qué tiene que ver todo esto con la industria de defensa?

Una nación que se siente fuerte en su unidad y en sus valores, comprometida con su futuro no hubiera permitido una desnacionalización de nuestra industria, y mucho menos inyectar con dinero público a empresas a través de numerosos programas para que luego acaben en manos de fondos de inversión o de terceros, sin que revierta un euro al erario público.

Un país como España, que es una gran potencia económica, política y cultural se ha empeñado en renegar de esta realidad, por si tanto orgullo podría dinamitar el camino de cesiones al que nos hemos visto abocados para sobrevivir sin un colapso político, que, como vemos estos días, era un seguro final.

La guerra de Ucrania y la necesidad de no significarse demasiado pronto como una entidad sin futuro y con continuas dudas sobre nuestro alineamiento estratégico e ideológico, ha generado un incremento muy significativo de programas de defensa, pero otra vez, como nos pasó con los proyectos de los años noventa y de comienzos de este siglo, perdemos otra oportunidad para recomponer una industria de defensa competitiva, fuerte y con una presencia en el exterior bajo el paraguas de programas cooperativos y, sobre todo, sin ellos.

La estructuración de los programas se ejecuta sin una correcta evaluación de las soluciones. Si decidimos comprar más Eurofighter, que apenas dejan en España un 13 por ciento de su valor, al menos deberíamos aprovechar este esfuerzo común para obtener un posicionamiento más fuerte en Airbus, pero parece que, tras cada restructuración corporativa, España pesa menos y quizás un F-35 con un buen paquete industrial supondría más de ese 13 por ciento y nuevas oportunidades para nuestra industria, por citar un ejemplo.

Los movimientos accionariales, más que conducir a una consolidación de la industria, tienden a generar situaciones más propiciatorias al cabildeo, a dar a luz situaciones de fuerza frente al Ministerio de Defensa, que poco puede hacer ante hechos consumados y que condicionan las soluciones industriales.

Una nación fuerte primero se entera de que están maniobrando contra una de sus joyas empresariales y después paraliza la acción hasta que queden perfectamente defendidos los intereses nacionales, lo que no debe suponer una oportunidad para fortalecer la presencia del estado en la industria.

Si el Estado quiere controlar la industria de defensa que la nacionalice, pero esto de permanecer con participaciones significativas en empresas privadas constituye siempre un problema cuando se trata de salir a los mercados de capitales, buscar accionistas e incluso acceder a mercados, y sobre todo difumina los bordes hasta el punto de que otras empresas no saben si compiten con las compañías participadas o con el propio cliente.

Un fortalecimiento industrial pasa por una fuerte apuesta por la tecnología, pero para ello es necesaria una estrategia de futuro, que pasa por un gasto militar que ya debería estar en el 2 por ciento del PIB, pero esto es otro obstáculo en el camino emprendido por el país.

No nos engañemos, y lo hemos comprobado en la guerra de Ucrania, España no gastaba poco dinero en defensa por falta de necesidad o por condiciones macroeconómicas. Era parte del camino, ya que todavía son muchos, y entre ellos se encuentran casi todos los aliados del Gobierno, que consideran que su mayor enemigo son las Fuerzas Armadas, esos hombres y mujeres que están dispuestos a morir por España; y para no molestar a aquellos que durante tanto tiempo han sembrado nuestro camino de chinitas.

Cuanto más débiles fueran las Fuerzas Armadas y la conciencia nacional que requiere gastar en defensa, más fácil sería allanar el camino a sus pretensiones.

España necesita de más España. Ya está bien del relato torticeramente elaborado de que es enemiga de ciertas regiones. Es falso, se ha generado un relato que sólo busca un beneficio económico y político para una minoría y todo esto se resuelve con más España, con más conciencia nacional y con una política que refuerce lo que une y debilite lo que separa.

Por eso, el Gobierno debe liderar esta apuesta por lo nacional, por su industria y, en definitiva, por su defensa. No existe otra legitimación para la existencia del Estado que la provisión de seguridad para las fronteras y para sus ciudadanos, lo que implica un estado de derecho. Todo lo demás obedece a razones de eficiencia.

Por Enrique Navarro

Presidente MQGloNet

 

 

 


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