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El coronel Rondeau. Uruguay, diciembre de 1812

Láminas históricas

Una vez constituida la Junta de Buenos Aires, en el año 1810, algunos de sus miembros adoptaron un cierto aire de fidelidad a Fernando VII, pero elementos destacados por su exaltado radicalismo se opusieron por estimar que la Corona no existía ya en España, y que ni el Consejo de la Regencia, ni la supuesta sucesión de José Bonaparte representaban nada. En consecuencia, la Junta comunicó a todo el territorio del virreynato del Plata, la necesidad de recabar apoyo y solidaridad para Ia causa de liberación.

Se sabía que en el Alto Perú y Montevideo, además de estar guarnecidas por fuerzas leales, existía un fuerte arraigo realista. Esto inquietaba en Buenos Aires, por lo que sin pérdida de tiempo se mandó a don Manuel Belgrano al frente de algunas tropas con el propósito de obtener al menos en el Paraguay posiciones ventajosas. Nada se pudo conseguir, pues tras de batirse con Ias fuerzas realistas que le salieron al paso, Belgrano y los suyos hubieron de retirarse a Candelaria.

Cuando Hidalgo de Cisneros cesó como último virrey en territorio argentino, el Consejo de la Regencia hispana nombró a don Francisco Javier de Elío capitán general y virrey para las provincias del Plata. Militar de gran firmeza. Ello se manifestaba como un empedernido absolutista, lo que tal vez, en aquella ocasión, fuera contraproducente. En Montevideo se asentó con frenético afán por sostener aquel último bastión monárquico, acompañado por un buen núcleo de entusiastas realistas.

Era Montevideo plaza fuerte costera en la misma boca del Plata y poseía un espléndido puerto desde el que podían ejercerse preponderantes operaciones comerciales. No obstante estaba situado en la Provincia Oriental y allí también había caudillos que con el tiempo, y a no tardar, reclamarían su derecho a la independencia. De entre aquellos hubo de salir uno que sería figura señera en la historia del Uruguay. Se llamaba José Gervasio Artigas y se distingue de los demás libertadores sudamericanos por su formación. Carecía de linaje de cuna, poseyendo, en cambio, una gran dosis de patriotismo que fue creciendo con el diario trabajar de esa hermosa tierra roja de su feudo. Desde ella siguió con interés los acontecimientos de Buenos Aires.

Compartía las ideas de San Martín y Bolívar y aceptaba el establecimiento de una Confederación de Estados Americanos en Ia que existiese mutua comprensión y armonía. Llevado de ese sentimiento, Artigas recorrió toda la Banda Oriental reuniendo y disciplinando a los distintos cabecillas de la rebelión hasta conseguir unificarlos, y estando en Calera de las Huérfanas, el 9 de abril de 1811, fue elegido como mando único. Desde allí partieron, y con ellos un contingente de patriotas argentinos, a sitiar la plaza de Montevideo a cuyo frente se hallaba el duro general Elío, quien salió del recinto decidido al choque dando lugar a la que será llamada batalla del Campo de las Piedras. Las tropas de Elío se batieron con gran denuedo, no pudiendo evitar el ser arrolladas por las de Artigas, refugiándose de nuevo en Montevideo. Esta victoria estimuló a Artigas a proseguir la lucha por toda esa zona. Paso del Rey y Río de San José. Luego, con refuerzos de Benavides y tras diversas alternativas, tomó definitivamente la villa de San José el día 25 de abril de ese mismo año.

Es digno y noble el juicio que merecieron las tropas de Elio expresado por los combatientes de Artigas: “Ha sido bravo el comportamiento del Ejército español ‘.

Después de aquel cerco de Montevideo, fuerzas realistas sitiaron al mismo tiempo Buenos Aires, pero gracias a componendas de ingleses y portugueses, se llegó a una tregua firmada el 24 de octubre de 1811. En 1812 tuvo lugar la batalla de Cerrito de la Victoria, de Ia que es objeto la adjunta lámina. Fue con motivo de repetirse un nuevo asedio a Montevideo que esta vez era defendido por el general Vigodet. Las tropas orientales las mandaba un coronel argentino, don José Rondeau, que procedía de la Banda Oriental y que tres años más tarde iba a ser en su Patria, además de general, tercero de los Directores de las Provincias Unidas.

Rondeau conjuntó y organizó fuerzas dispares que supo disponer con habilidad guerrera. Contaba con varios regimientos, entre ellos los de Vargas y Soler, y sobre todo con esa contundente caballería que eran los montoneros gauchistas considerados aun desde esas monturas cerriles, certeros tiradores, así como muy hábiles en el manejo de las rudimentarias lanzas de indios charrúas. Estas tropas impusieron verdadero espanto a sus enemigos.

El 31 de diciembre de 1812 se dio la batalla del Cerrito. Vigodet, que desde una atalaya de Montevideo observaba los movimientos de las fuerzas de Rondeau, sin esperar a más hizo una salida temeraria hasta el mismo cerrito sorprendiendo al ejército sitiador que se vio en la necesidad de replegarse con grandes pérdidas. Pero Rondeau agrupó y reorganizó sus cuadros, contraatacó impetuosamente y pudo derrotar a Vigodet, viéndose éste obligado a concentrarse de nuevo en la Plaza.

Grandes vicisitudes y largo camino hubo de arrostrar el pueblo uruguayo hasta conseguir su total independencia. Pero la tenaz voluntad de lograrlo no se apagaría en ese recio ideal de Artigas y sus seguidores a pesar de trabas y obstáculos como aquellos tratados entre Ia Junta de Buenos Aires con España, con Brasil, Portugal, y hasta con Inglaterra, empeñados en no reconocerles como libres. Artigas no desmayó y desde Salto, Ayui o Entre Ríos luchó palmo a palmo contra todos. En 1816 Uruguay fue anexionada al Brasil con el nombre de Provincia Cisplatina. Nueve años más tarde la recuperó el coronel Lavalleja con aquellos legendarios Treinta y Tres que establecerían su primera constitución en 1830.

De los uniformes poca seguridad ofrecen, al no contar con la debida información, aparte del que vistiera el coronel Rondeau que es del corte del que solían llevar los oficiales argentinos. Los de la tropa eran muy similares a los de aquellos ejércitos sudamericanos, esto es: casaquilla corta azul con solapas en blanco o en tono más claro, pantalón largo blanco y chacó de hule negro con penacho de color rojo o verde, según pertenecieran a granaderos o cazadores.

(Texto y dibujo por Miguel Montaner)


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