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Las “Viejas Glorias de CASA”, protagonistas de los grandes hitos de la aeronáutica en España, se reúnen en Madrid

Reunión en Madrid de Viejas Glorias de CASA
Reunión en Madrid de Viejas Glorias de CASA

 “Viejas Glorias de CASA”, como han querido llamarse, se han reunido en Madrid en un almuerzo que ha congregado a miembros de todos los niveles, la mayoría ya en feliz retiro, de la empresa pionera de la industria aeronáutica española. Viejas y grandes glorias, protagonistas de los grandes momentos de aquella CASA (Construcciones Aeronáuticas S.A.), de cuyos réditos vive hoy la división española de Airbus Defence and Space, un cuarto de siglo después de ser integrada en EADS.

Ese sentido orgullo de lo nacional, de la fuerza y capacidades de quienes pusieron a España entre los grandes fabricantes de aeronaves del mundo es un latido común de los reunidos en este almuerzo, 70 veteranos, sí, veteranos, como quienes dejaron las armas tras haber cumplido durante años su misión en un escenario que ya ni existe ni se le espera.

CASA representó tres cuartos de siglo de innovación y contribución tecnológica clave para la industria aeronáutica y militar española, marcando el origen y crecimiento de una empresa que fue el origen de proyectos pioneros y cuya capacidad de innovación transformó el sector.

De aquella CASA quedan hoy tan grandes rescoldos para la Airbus de hoy como el incombustible C-295. Fue la que alumbró el C-212 Aviocar, el C-101 Aviojet o el CN-235, aviones emblemáticos que forman parte de un relato como los hoy reunidos en Madrid para recordar y celebrar lo que juntos fueron capaces de aportar a la historia aeronáutica española: unos hitos irrepetibles.

El empeño en unirse de todos los que sumaron fuerzas y, codo con codo, lograron el desarrollo y éxito del C-212 Aviocar fue el impulso de este encuentro que ha reunido a estas  70 grandes y “Viejas Glorias”, aquellos que, como recordaba a los presentes en sus palabras de bienvenida Luis González Pavón, fueron “compañeros de muy diferentes categorías y responsabilidades dentro de la empresa, pero, al fin y al cabo, compañeros todos persiguiendo un bien común”.

Angola, 1986, una crónica de lo que aquella CASA era capaz

“El C-212 Aviocar número de serie 334, de la serie 200, y con matrícula T-404, elemento principal de la historia, fue entregado el 21 de noviembre de 1985 y destruido en accidente el 14 de junio de 1988.  Fuimos destinados dos personas de Asistencia Técnica de CASA para atender al mantenimiento de los aviones entregados a Angola, que fueron 6, en el transcurso de los 6 meses que estuvimos en dicho país. La vida en Luanda no fue fácil, pues faltaba de todo, lo principal, era la comida, pero nos fuimos arreglando como podíamos.

Un día nos avisaron de que un avión, el T-404 concretamente, había tenido que tomar tierra en emergencia por fallo de uno de los motores, viéndose en la necesidad de hacerlo en un pueblecito, más bien en una aldea, llamado Luacano, en la provincia de Luena, cercano a la frontera del Zaire, hoy Republica Popular del Congo, y no tenían más remedio que cambiar el motor si querían recuperar el avión. No sé por qué razón le toco al compañero que tenía tener que ir él.

De hecho no teníamos ninguna obligación de desplazarnos fuera de la capital, Luanda, así lo decía el contrato firmado entre CASA y la FAPA, pero el deber se imponía y, aunque no  era nuestra guerra, no había mas remedio que hacerlo. Se preparó otro avión para llevar todo lo necesario con un equipo de gente con cuatro mecánicos y nuestro hombre para dirigir la maniobra del cambio de motor.

El vuelo con el motor de repuesto y la gente se hizo a 17.000 pies de altitud (5.500 metros aprox.) para evitar que pudieran alcanzarlo con la artillería enemiga, usando como era normal oxigeno para respirar. Despegó al día siguiente, cuando todavía no había amanecido, con destino Luacano y casi cuatro horas después tomó tierra en una calle lo bastante ancha y larga en mitad del pueblo, que le permitió realizar la toma sin problemas; era un día del mes de marzo de 1986. El pueblo estaba rodeado de tropas enemigas, mantenidas a una distancia regular por el ejercito gubernamental, con lo cual, aunque se oían los cañonazo y el tabletear de ametralladoras, nerviosos, estábamos más o menos seguros de, momento.

Nada más parar los motores del avión se presentó el comándate de aquel reducto y sin muchas contemplaciones nos dijo que el avión recién llegado debería marcharse en aquel mismo momento y nosotros teníamos que terminar nuestro trabajo antes del anochecer, ya que él no podía garantizarnos nuestra integridad física. Total, que el otro avión se marchó, acordando con los pilotos que volverían en cuatro horas con una tripulación adicional para que se hiciera cargo del avión averiado una vez cambiado el motor. Para realizar este cambio no disponíamos de otra cosa que un camión cuya parte trasera nos sirvió como plataforma para situarnos nosotros  y, con un palo grueso apoyando un extremo en el plano medio y el otro extremo sobre los hombros de tres hombres y con una cuerda, conseguimos bajar el motor y subir el nuevo. La hélice la tuvimos que bajar y subir a mano  con la fuerza de cuatro hombres, de esta forma, conseguimos terminarlo antes de las cuatro horas que habíamos estimado en hacer el trabajo. ¡De escandalo! Un cambio de motor!!, no pensé nunca que pudiéramos hacerlo de esta maneras. Pero lo hicimos. 

Llego la hora de marcharnos, los disparos se habían incrementado y el comandante del destacamento nos urgía cada vez con mayor apremio a que saliésemos de allí, nos teníamos que marchar ya; pero el otro avión no aparecía, ni apareció. Se nos comunicó que no vendría, porque había tenido que desplazarse a Luanda, requerido para otro servicio, dejándonos allí tirados. Yo me sentí desesperado, lleno de una rabia mal contenida, con un cabreo impresionante, pero no podía hacer nada, nada más que aguantar. 

Un civil que había venido con nosotros en el avión, para visitar su pueblo y que era piloto, piloto de avionetas, me dijo que si yo me atrevía a manejar las palancas de los motores, él se hacía cargo de los mandos del avión. Lo pensé un momento nada más. Si vamos a morir, prefiero morir con el avión que en manos de la UNITA, así que le conteste, que sí, que nos fuéramos; ninguno de los restantes quiso venirse con nosotros. Hablamos como haríamos el despegue, corriendo por mi parte los mandos de motor, y él a cargo de los del avión.

Con la ideas más o menos claras, puse los motores en marcha y después de las pruebas para comprobar la potencia y los demás parámetros del motor que habíamos cambiado, iniciamos la carrera de despegue, cantándole las velocidades que alcanzábamos hasta llegar  a la de rotación, en ese momento el "piloto" llevó la columna de mando del avión hacia él yéndose este al aire con suavidad y buena voluntad, dejando una nube de polvo a nuestra espalda.

No podía creer que hubiésemos sido capaces de despegar, de hacer lo que habíamos hecho, me parecía un sueño, pero lo hicimos. Lo que hace la fuerza de voluntad cuando está en peligro tu vida, por una razón u otra. Alcanzamos la misma altura que habíamos traído, 17.000 pies.  Casi se había hecho de noche y no teníamos comunicación, pues la frecuencia de radio estaba ocupada por los helicópteros que estaban atacando una posición enemiga y era tal el jaleo que se oía por ella que prescindimos de utilizarla. Fui tomando conciencia de lo que teníamos por delante hasta alcanzar el aeropuerto de Luena. ¿Sabría este hombre navegar para llegar a la Base?. Pero ya era tarde para arrepentirse, dedicándome a lo mío, que era estar atento a los motores y esperar el momento de tomar tierra.

Después de  hora y media de vuelo, a lo lejos vimos ya el aeropuerto entre dos luces, teníamos el ocaso encima y yo estaba preocupado por si se nos echaba la noche encima y este hombre no encontraba donde poder aterrizar. Dimos una pasada por encima de la pista y la enfilamos después para hacer una toma larga, situé los mandos de los motores en máxima RPM y la palanca de potencia en Fly Idle, baje el flaps 1/4 y tomamos tierra con unos pequeños botes dirigiéndonos hacia la torre, paré motores al tiempo que soltaba el aire de mis pulmones con fuerza y me dieron ganas de besar el suelo que estábamos pisando, nos abrazamos los dos dando gracias por la suerte que habíamos tenido y lo bien que nos había salido todo”.


Copyright © Grupo Edefa S.A. defensa.com ISSN: 3045-5170. Prohibida la reproducción total o parcial de este artículo sin permiso y autorización previa por parte de la empresa editora.

14 comentarios

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  1. Juanmanuel | 15/11/2025 09:53h. Avisar al moderador
    Lo peor de este país a lo largo de su historia han sido y serán los politicos   
  2. Pepe | 14/11/2025 23:00h. Avisar al moderador
    Y ahora no somos capaces ni de un entrenador...estos valían más que nosotros   
  3. Ignacio | 14/11/2025 21:15h. Avisar al moderador
    Espectacular! Por favor, más artículos de los veteranos y sus hazañas.   
  4. Norlingen | 14/11/2025 21:00h. Avisar al moderador
    Un campeon Nacional debe ser capaz de fabricar aviones ( Consejo Klingdom gratis)   
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