La Ley de la Carrera Militar vigente establece que el total número de miembros de las Fuerzas Armadas debe estar en una horquilla entre los 130.000 y los 140.000 militares, sin embargo, a 1 de enero de 2013 las Fuerzas Armadas estaban integradas por un total de 123.335 militares en activo, de ellos 78.696 de tropa y marinería, 15.862 oficiales y 28.777, suboficiales.
Tras años de incremento de personal, en enero de 2010 España contaba en sus FAS con 86.112 miembros de tropa y marinería, desde entonces esta cifra ha ido en caída libre, perdiéndose en torno a 7.000 efectivos.
Se ha generado así una estructura jerárquica con una ratio tropa/mandos de 1,75/1, lo que a simple vista parece poco sostenible. En términos estadísticos hay pues 1,75 de tropa (incluyendo una gran cantidad de cabos 1º) por 1 mando (oficiales y suboficales), cifras que hablan por sí solas.
Los expertos consultados por defensa.com, estiman que las Fuerzas Armadas españolas deberían tener alrededor de 150.000 efectivos, pero, sobre todo, deberían tener una adecuada proporción entre tropa y mandos (alrededor de 3/1, como mínimo) y ofrecer un sistema de renovación que garantice la entrada y salida del personal (tropa y mandos ) evitando el envejecimiento de la institución.
La tropa está envejeciendo pero los mandos también. Además se está acumulando personal en ciertos empleos que acabaran formando "coágulos" de personal envejecido e inmovilizado (cabos 1º, sargentos, brigadas, subtenientes, comandantes, tenientes coroneles...) y provocando que la situación de parálisis se extienda a todos los empleos.
El recorte de efectivos es el preludio de la desaparición de nuevas unidades, con especial incidencia en el Ejército de Tierra, donde se acuñan términos llamados a la "reestructuración" y la "eficiencia", como el nuevo concepto de brigada polivalente, muy válido y atractivo pero que, necesariamente, requiere de medios y personal.
A nivel internacional, unas Fuerzas Armadas encaminadas a una merma que parece no tener retorno complicaría los compromisos que requieran despliegues de cierta envergadura, como el de Afganistán, y atender a la vez a las necesidades de Defensa nacional, donde la cada vez menor presencia de instituciones estatales (como el Ejército) en el territorio no dejará de tener efectos.