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La resiliencia energética como pilar de la defensa nacional: lecciones del apagón de abril

Es vital contar con sistemas de respaldo energético robustos en las infraestructuras esenciales.
Es vital contar con sistemas de respaldo energético robustos en las infraestructuras esenciales.

El apagón eléctrico del 28 de abril de 2025 supuso un desafío sin precedentes para la seguridad energética de la Península Ibérica. En apenas unos segundos una perturbación de gran escala llevó al sistema eléctrico al colapso total, activando de inmediato los protocolos de emergencia y movilizando a todos los actores responsables del suministro.

Ante este escenario, la respuesta del sistema fue ejemplar: los gestores de la red actuaron con rapidez y precisión, logrando restablecer el servicio en tiempo récord y minimizando el impacto para la ciudadanía y la economía.

Más allá de las consecuencias inmediatas, este evento nos ha brindado una prueba a escala real de nuestras capacidades, limitaciones y puntos críticos. Y si bien todo incidente de esta magnitud conlleva impactos negativos, el efecto positivo de este apagón es haber permitido, un análisis exhaustivo de nuestras capacidades, que debe traducirse en lecciones aprendidas. De nosotros depende capitalizar esta experiencia para aumentar nuestra resiliencia como país.

Uno de los aprendizajes más claros es la importancia crítica de contar con sistemas de respaldo energético robustos en las infraestructuras esenciales. En este sentido, el comportamiento de los sistemas de respaldo instalados y mantenidos por Amper en infraestructuras críticas de todo el país ha sido una muestra tangible de eficacia tecnológica y preparación operativa. Aeropuertos nacionales, hospitales y centros de datos mantuvieron un 100 por ciento de operatividad durante el evento, permitiendo que los servicios esenciales siguieran funcionando sin interrupciones. Asimismo, en el caso de los aeropuertos de las islas, que no sufrieron directamente el apagón, los sistemas fueron deslastrados de forma preventiva para contribuir a la recuperación del sistema peninsular, una maniobra que se ejecutó con precisión y éxito, gracias a una planificación energética adecuada.

La eficacia en la respuesta no es casual. Requiere años de desarrollo, inversión sostenida y una comprensión profunda de lo que implica la continuidad operativa en contextos críticos, tanto de los operadores del sistema de distribución eléctrica como de los de infraestructuras criticas (Aena, consejerías y Ministerio de Sanidad y centros de proceso de datos, entre otros). Es en las lecciones aprendidas sobre la resiliencia de infraestructuras críticas y su aplicación a las políticas de defensa donde, en este entorno, queremos fijar la atención.

El paradigma actual obliga a plantear el suministro energético como un vector más de la defensa nacional.

Mantener la operatividad de las Fuerzas Armadas: un imperativo estratégico

En un escenario internacional cada vez más volátil, la resiliencia energética de las Fuerzas Armadas no es un lujo, ni una aspiración técnica, sino una necesidad estratégica. Mantener su operatividad en tiempos de paz, crisis o conflicto requiere garantizar que los sistemas de mando, control, comunicaciones, vigilancia, conciencia situacional, centros de comunicación, puestos de mando desplegables, bases logísticas o plataformas navales y aéreas dispongan de energía fiable, continua y protegida ante fallos del sistema público de distribución.

El paradigma actual, con amenazas híbridas, ciberataques y posibles sabotajes a infraestructuras críticas, obliga a plantear el suministro energético como un vector más de la defensa nacional. No basta con tener capacidades militares. Si no se pueden sostener operativamente ante un fallo prolongado del suministro eléctrico o un ataque dirigido contra la red, es necesario tenerlas todas operativas y a disposición del mando para su empleo.

En este sentido, el despliegue de tecnologías como los sistemas BESS (Battery Energy Storage Systems), los de gestión avanzada de microgrids (como el Master-EMS de Amper) y soluciones híbridas capaces de operar en modo isla, no solo garantizan la autosuficiencia energética temporal, sino que permiten mantener el control operativo en situaciones extremas.

La defensa no solo se juega en tierra, mar y aire, sino también en el plano energético.

Resiliencia energética y estrategia europea de defensa

Esta visión no es ajena al marco estratégico europeo. La Estrategia de Seguridad de la Unión Europea establece claramente que la protección de infraestructuras críticas y la autonomía estratégica deben ser prioridades compartidas. En este contexto, las capacidades nacionales para generar, almacenar y gestionar energía de forma autónoma se convierten en elementos clave de la disuasión, la protección civil y la defensa efectiva.

La convergencia entre transición energética y seguridad no es una contradicción. Al contrario, las energías renovables, combinadas con almacenamiento inteligente y sistemas de control permiten reducir la huella de carbono de las Fuerzas Armadas, disminuir su dependencia de combustibles fósiles y mejorar su operatividad en misiones de despliegue o escenarios complejos.

El reto no es tanto la generación renovable, sino la gestión de su disponibilidad. Por eso es tan importante que la conversación no derive hacia un falso dilema entre renovables o nucleares, renovables o combustibles fósiles, etc. sino que se centre en lo esencial: cómo incorporar más generación limpia de forma segura, sin poner en riesgo la estabilidad del sistema. Y ahí tecnologías como los BESS, los sistemas STATCOM, los volantes de inercia o los sistemas de gestión distribuida juegan un papel esencial.

Las Fuerzas Armadas conocen bien el valor de la preparación. En los escenarios operativos más exigentes, desde misiones internacionales hasta despliegues en apoyo a emergencias, contar con energía segura, autónoma y disponible es una condición indispensable. Lo mismo ocurre en territorio nacional, donde las bases militares, centros de mando y nodos logísticos deben estar preparados para operar en situaciones de crisis sin depender exclusivamente de la red comercial.

El concepto de infraestructura crítica no es estático y las necesidades operativas del siglo XXI requieren integrar capacidades energéticas resilientes en cualquier instalación sensible. Aquí es donde entra el almacenamiento energético avanzado, los sistemas de gestión de microrredes (como el Master-EMS desarrollado por Amper) y las soluciones híbridas capaces de combinar fuentes renovables, baterías y generación de respaldo en un ecosistema coordinado.

Desde el punto de vista de la Defensa, esta capacidad no solo mejora la autonomía operativa y la sostenibilidad energética, sino que permite reducir la huella logística, la dependencia de combustibles fósiles y la vulnerabilidad ante ataques cibernéticos o físicos a la red eléctrica nacional. En un entorno geopolítico cada vez más inestable, reforzar la soberanía energética desde la base misma de nuestras infraestructuras es una apuesta estratégica, alineada además con las prioridades europeas de resiliencia dual civil-militar.

La trayectoria de Amper en este ámbito no es nueva. A través de su división de Sistemas de Digitalización y Control, como de su filial ELINSA, lleva décadas diseñando y desplegando soluciones de control eléctrico, almacenamiento y respaldo para aeropuertos, hospitales y centros de misión crítica, tanto en España como en otros países. Su participación en proyectos internacionales, como la Waratah Super Battery en Australia, una de las mayores baterías del mundo, concebida como seguro ante colapsos de red, demuestra la capacidad de la industria nacional para competir y aportar soluciones en la vanguardia tecnológica.

Un marco para actuar ahora

El apagón de abril ha demostrado que estamos preparados, pero también que hay margen de mejora. Y que la resiliencia energética es una dimensión crítica de nuestra seguridad. Las Fuerzas Armadas, como garantes de la soberanía y la protección del Estado, deben ser líderes también en esta transformación, adoptando soluciones energéticas resilientes, modernizando sus infraestructuras, reduciendo su dependencia exterior y articulando con la industria nacional, como Amper, una hoja de ruta clara hacia la autonomía operativa.

En el siglo XXI la defensa no solo se juega en tierra, mar y aire, sino también en el plano energético. Y lo que está en juego no es solo la eficiencia, sino la capacidad de actuar, responder y proteger cuando más se necesita.

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Copyright © Grupo Edefa S.A. defensa.com ISSN: 3045-5170. Prohibida la reproducción total o parcial de este artículo sin permiso y autorización previa por parte de la empresa editora.

1 comentarios

  1. WAYNE | 15/06/2025 09:21h. Avisar al moderador
    Empezamos mal. No ha sido en apenas unos segundos. Está situación se viene gestando desde hace décadas a golpe de políticas suicidas. La manera de robustecer el suministro eléctrico no es seguir por el mismo camino. Hay que contar con más energía nuclear y más hidroeléctrica, en vez de destruirlas. Y hay que modernizar y hacer el mantenimiento de la red de distribución. Tenemos unas infraestructuras carísimas en un estado vergonzoso. ¿A donde va el dinero de nuestros impuestos? Esto es cada vez más Venezuela y menos Europa.   

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