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Afganistán: la victoria Talibán

Hace ya algunos años, en el 2012, publicamos un artículo en dos entregas (la primera en la edición de octubre y la segunda en la de diciembre) con un premonitorio y fatídico título: “Transición en Afganistán ¿La posibilidad imposible?” donde hacíamos metafórica referencia al pasaje bíblico de David y Goliat en los siguientes términos.

 

«David “versus” Goliat: Talibán “versus” OTAN

[…]

Las guerras en Afganistán llevan camino de convertirse en el paradigma de la materialización del mito de David y Goliat.  Así en el Siglo XIX tuvieron lugar las dos guerras anglo-afganas (1839-1842 / 1878-1881).  En ambos casos los insidiosos y duros combatientes locales infligieron a las fuerzas del entonces pujante imperio británico cuantiosas pérdidas y un terrible desgaste que les obligo a retirarse. En el Siglo XX la intervención soviética (1979-1989) se saldó con igual resultado: pérdidas, desgaste y retirada. En este siglo XXI llegó el turno para Estados Unidos y sus aliados de la OTAN…»[1]

Fuerzas de Seguridad y Defensa. Número 415 (2012, octubre). P. 56.

 

Esto es lo decíamos entonces y esto es lo que ahora presenciamos (con huida incluida). Como la actualidad manda no podemos sino interrumpir nuestras vacaciones para hacer algunas reflexiones aún a sabiendas de que – como las anteriores – servirán de muy poco.

 

ISLAM Y TALIBÁN

Hemos de comenzar haciendo alguna matización conceptual que, aunque pudiera resultar obvia, no por ello deja de ser muy necesaria.

Islam: religión y política. El islam sigue siendo mucho más que una religión. En occidente hace ya algunos siglos que se inició un proceso cuyo objetivo era alcanzar el laicismo, entendido éste como la independencia del individuo, de la sociedad y del Estado respecto de cualquier organización o confesión religiosa. Dicho en otras palabras, para un occidental la religión es una opción personal que debe quedar en el ámbito de lo privado y que no puede influir o condicionar la actividad pública. El islam no contempla tal posibilidad sino la contraria: la sociedad no puede ser laica, la política y la religión han de ser una misma cosa. La aspiración y obligación de los musulmanes – so pena de eterna condena – es luchar para constituir la umma o comunidad de creyentes cuya vida y funcionamiento ha de regirse por las reglas del Islam.

 

«Ésta es vuestra comunidad, es una sola comunidad. Y Yo soy vuestro Señor. ¡Servidme, pues!»

Corán; Al-Anbia (21:92)

 

Talibán: soldados de Dios. “Tãlibãn” es el plural de “tãlib”, palabra árabe, que en principio podría traducirse como estudiante. Sin embargo, no se trata del estudiante tal y como lo concebimos en occidente, en el Islam el estudio (al igual que el resto de actividad social) va unido a la religión. La Real Academia Española de la lengua admite el término con la grafía “talibán” - en plural “talibanes” - y contempla las siguientes acepciones: (1) Perteneciente o relativo a un movimiento integrista musulmán surgido de una escuela coránica pakistaní y desarrollado en Afganistán (2) Fanático intransigente. Los talibanes son una especie de seminaristas o novicios que, además de estudiar el Corán y precisamente por ello, están dispuestos a derramar hasta la última gota de su sangre en pro de una yihad sin cuartel; todo ello para alcanzar la universal expansión del Islam y el gobierno de la Sharía. Estos monjes guerreros creen con fanática convicción en un más allá donde serán recompensados con una eterna y feliz vida. Un talibán es un combatiente extraordinario y terrible, con un desaforado e irracional valor, por dos razones: (1) cree ser un instrumento de Dios (en este caso de Alá) y (2) no teme a la muerte pues está convencido - al ciento por cien - de que con ella alcanzará el paraíso (el martirio constituye una bendición).

 

«Que combatan por la causa de Alá quienes son capaces de sacrificar la vida mundanal por la otra. Quien combata por la causa de Alá y caiga abatido u obtenga el triunfo, le daremos una magnífica recompensa»

Corán; An-Nisa (4:74)

 

Estas concepciones no han de resultar nuevas ni extrañas, son las mismas que imperaban en Europa hace diez siglos: la religión y la política eran una misma cosa (origen divino del poder atribuido a reyes y príncipes feudales) y los monjes guerreros combatían por la defensa y expansión del cristianismo (cruzadas medievales y cristianización de nuevos territorios). El problema es que hay muchos en occidente que están convencidos de que estas creencias han desaparecido de la faz de la tierra ¡Craso error! Por ello el que piense que estas cuestiones están superadas, que son cosa del pasado y que nadie en el Siglo XXI puede estar dispuesto a dar su vida por sus convicciones religiosas y por un paradisiaco más allá, que no siga leyendo el artículo pues no hará sino perder unos minutos de su tiempo.  

 

MÉRITOS Y DEMÉRITOS

Una batalla o una guerra no se pierde o se gana por una sola causa. El desenlace final no es sino el complejo balance de una serie de méritos y deméritos (aciertos y errores). La ambición y extensión de este documento es muy limitada y por ello abordaremos este asunto de un modo muy sucinto.

Los méritos del vencedor. Por tercera vez los afganos, con tesón y paciencia, han liquidado a fuerzas militares con una potencia de combate desorbitadamente superior. Algo habrán hecho bien para conseguir tan sorpresivo y obstinado resultado (Afganistán 3 – Resto del mundo 0). Los distintos ejércitos que se han aventurado en tan agreste territorio y arriesgada empresa tenían una mejor organización y preparación, la superioridad tecnológica era abrumadora y la económica infinita ¿Dónde radica el éxito de los combatientes afganos? La fuerza de los valores, y el caso es que los talibanes los tienen: propios, imperativos y muy arraigados. Han sido educados, adoctrinados y fanatizados con dogmas místicos y mandatos divinos, los han interiorizado con extrema convicción y los viven con absoluta dedicación. Otra cosa es que los occidentales no comprendamos ni compartamos dichos valores (radicalmente distintos a los de las sociedades democráticas), pero no por ello van a dejar de existir o tener menos fuerza. El combatiente de la yihad – ora muyahidín ora talibán - tiene una moral a prueba de bombas y, si me apuran, de supernovas pues se construye sobre fundamentos sagrados. El combatiente yihadista acepta el martirio (morir luchando contra el infiel) pues, a su sincero y leal entender, le espera una mejor vida en el más allá. Con esta convicción - ¡que nadie dude que la tienen! – la muerte, sobre todo si es como martir, no representa una mala opción pues da libre y directo acceso al paraíso.

Los deméritos del vencido. El hoy vencido (Estados Unidos y nosotros sus aliados) lanzó en 2001 un contundente y decidido ataque que comenzó con una notable victoria militar. Sin embargo, la guerra no se cerró adecuadamente y se permitió y facilitó la pervivencia y recuperación del enemigo.  Occidente viene demostrando una muy preocupante y autoinducida miopía al abordar ciertas cuestiones complejas que son tratadas con un sorprendente nihilismo (negando la evidencia y la consecuencia) y una candidez que raya lo absurdo (asumiendo la buena fe incluso ante las declaraciones más bárbaras o las acciones más hostiles). En el caso que nos ocupa las intenciones del movimiento talibán siempre han estado claras y sus líderes nunca lo han ocultado. Sin embargo, siempre se ha tenido con ellos una actitud comprensiva, condescendiente y extremada, ¿excesivamente? respetuosa. En 2001 se emprendió una guerra para acabar con ellos, con su ideología radical y sus inhumanas prácticas y, en principio, el movimiento talibán fue derrotado. Sin embargo, inmediatamente se aceptó, se pidió, su participación en las decisiones que afectarían al futuro de Afganistán; sus más prominentes líderes – salvo contadas excepciones - vivían como reyes en terceros países y eran invitados a negociar sin grandes exigencias. Ahora, 20 años después, parece claro que la victoria militar inicial no sirvió para nada pues el conflicto no se cerró adecuadamente.

 

ARRIESGADA PROSPECTIVA; OSCURA PERSPECTIVA

Después de la relativa sorpresa del triunfo talibán (más por la velocidad que por el resultado) cabe preguntarse ¿ahora qué? Difícil cuestión que por supuesto no osaremos contestar. No obstante, si nos atreveremos a dejar una serie de opiniones – expeditas, intuitivas y telegráficas – sobre lo que podría o pudiese ser.

Talibán. A pesar de que en estos días los portavoces del movimiento vienen lanzando mensajes tranquilizadores, como “el respeto de los derechos de la mujer…siempre en el marco de la Sharía” (ahí es nada), no creemos que estos sean muy sinceros ni duraderos. Con carácter general debemos considerar que si los talibanes no renunciaron a sus principios y objetivos en la derrota porque iban a hacerlo en la victoria. Pero además hay hechos y razones más concretos que nos hacen pensar que el Talibán continuará su yihad (no inmediatamente para consolidar sus posiciones, pero démosle uno o dos años). Para comenzar no debemos olvidar el inveterado y muy sincero odio hacia todo lo occidental que consideran impío y decadente; en segundo lugar, debemos considerar la más que posible sed de venganza por las afrentas sufridas durante una ocupación de 20 años; en tercer lugar  sospechamos que habida cuenta de los antecedentes y talante del colectivo, las facciones moderadas – si las hubiere – serán absorbidas o liquidadas por las más radicales; por último y quizá lo más importante tengamos muy presente que los talibanes creen obrar por mandato divino y en ningún caso van a ofender a su Dios aceptando la pecaminosa y execrable forma de vida occidental (en definitiva creemos que volverán al Corán la Sharía y poco más).

Estados Unidos. El terrible batacazo (muertes inútiles y dólares tirados a la basura) pasará factura. Podría acontecer una prudente retirada estratégica con distanciamiento de unos aliados (los países europeos) que, políticamente muy correctos, las más de las veces flaquean en sus compromisos (implicación en los combates, aportación económica, unidad y determinación política…).

Rusia. El Kremlin probablemente considere que la victoria Talibán no es una mala noticia. Las razones son varias: cura de humildad para los Estados Unidos (recordemos que la Unión Soviética también tuvo su Afganistán en la década de los ochenta del siglo pasado); el nuevo problema puede servir para desviar la atención de otros asuntos candentes (Ucrania y los Estados bálticos) y por último los enemigos de mis enemigos son mis amigos (Moscú ya está haciendo movimientos para establecer relaciones preferentes con el régimen Talibán).

China. Pekín también puede ver ciertas ventajas en el desenlace de Afganistán por parecidas razones: el fracaso de Estados Unidos y sus aliados en Asía podría beneficiar a China (la hegemonía podría estar más cerca), la economía del gigante asiático también podría verse beneficiada (la presencia de occidentales en la ruta de la seda nunca fue bienvenida) e igualmente consideramos de valida aplicación lo dicho sobre los enemigos de mis enemigos…

Unión Europea. La UE realizará, como de costumbre, un sinfín de bienintencionadas declaraciones y optimistas previsiones, pero mucho me temo que va a tener que hacer frente, de nuevo, a problemas que no son nuevos. En primer lugar, los refugiados de Afganistán (más algunos miles de otros países que aprovechen la oportunidad) vendrán a la UE con casi total certeza lo que dará pie a nuevas discusiones, reparto de cupos y cargas, peleas entre los socios…En segundo lugar no es descartable que el terrorismo yihadista (el que asestó duros golpes en el trienio 2015-2017) encuentre motivos para reactivarse. En principio por mero efecto contagio, el éxito Talibán podría desatar la euforia entre los radicales europeos que se sentirían animados a retomar la senda del terror. Además resulta plausible pensar que con un Estado Islámico en Afganistán (santuario de la yihad) puedan reconstituirse organizaciones que apoyen (intelectual, logística y económicamente) a las células de esa yihad que podríamos denominar doméstica: atentados realizados por individuos o pequeños grupos de personal que reside (nacionales, asilados o irregulares) en los distintos países europeos.

 

EPÍLOGO

Cierro con una reflexión sobre la que tal vez merezca la pena escribir (pero en otra ocasión). En estos días se viene formulando con existencia la siguiente pregunta ¿De que han servido las vidas de los soldados muertos en Afganistán? No tengo la respuesta, pero si una referencia histórica que puede dar alguna pista. En la II Guerra Mundial murieron en Europa millones de soldados de diversas nacionalidades luchando por la libertad. Cuando a sus familiares se les formulaba similar pregunta, la respuesta era inmediata: “Para librar al mundo de Hitler y del nacional socialismo…y su sacrificio no fue baldío”.

[1] DE LEZO, Eva (2012). Fuerzas de Seguridad y Defensa. Número 415 (2012, octubre). P. 56.

Texto: Eva de Lezo

Fotos: Miguel Temprano

 


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