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La verdad de los misiles utilizados en la Guerra de Malvinas

Cuando en la primavera, y luego en el verano, de 1982, los periódicos de todo el mundo aparecían diariamente con su primera página monopolizada por las dramáticas noticias que llegaban desde dos pequeños pero violentísimos escenarios de conflicto, Líbano y las Malvinas, no tardaron en hacerse populares los nombres y denominaciones de un tipo de armas de las que rara vez se había oído hablar antes, a nivel de calle: los misiles.

En efecto, los nombres del azote de la Royal Navy, el Exocet, y del verdugo de las Fuerzas Aéreas siria y argentina, el Sidewinder, así como los de otros ingenios no menos devastadores, corrieron de boca en boca con la misma asiduidad y naturalidad que lo hacían los del político de turno o el del más rápido delantero del equipo local. Todo ello ha contribuido a crear en torno a los misiles —y no sólo en medios no especializados— una aureola de letabilidad infalible que, como veremos a continuación, resulta generalmente exagerada en la mayoría de los casos y totalmente desconectada de la realidad en unos pocos más.

Contrariamente a la impresión general, el estudio de los datos recogidos en los conflictos señalados inducen a concluir que si bien los misiles configuran una de las amenazas más graves existentes en el moderno campo de batalla, no representan, ni mucho menos, esa arma definitiva frente a la que tanto el aviador, el marino como el carrista se encuentran indefensos.

Por todo lo señalado, hemos considerado oportuno preparar un trabajo sobre el comportamiento de los misiles en uno de los conflictos en que más intensamente se han empleado, para situar así en sus justas coordenadas las prestaciones que de ellos cabe esperar y no caer en la simplista aceptación de las triunfalistas proclamas de los fabricantes.

foto: Un Blowpipe” a la espera del enemigo. La versión oficial de su funcionamiento, muy optimista, no coincide con la de los usuarios.

La tarea, a decir verdad, no ha sido fácil. La falta de información, por un lado, y las frecuentes contradicciones de los datos disponibles por otro (el juicio sobre la eficacia de un misil depende, en buena medida, de que el enjuiciador sea usuario y no víctima, o viceversa), hacen casi imposible aportar datos numéricos completamente fiables. Aun así, y admitiendo por anticipado que me pueda equivocar en algún caso determinado, sí creo haber elaborado un cuadro que, en conjunto, se ajusta a la realidad.

LOS MISILES CONTRACARRO, LOS MEJORES Y MÁS SENCILLOS

Contrariamente a lo que cabría pensar, durante Ia guerra de las Malvinas se hizo un extensivo uso de los misiles contra-carro, a pesar de que no pasaron de la veintena los blindados que participaron en la lucha.

Efectivamente, al carecer los británicos de armas de tiro tenso que les permitieran apoyar el avance de su Infantería, hubieron de recurrir a los misiles MILAN, con magníficos resultados, para forzar el denso dispositivo argentino. Empleados por primera vez en Goose-Green para desatascar la paralizada ofensiva británica, desempeñarían luego un papel vital en todos los asaltos efectuados contra cada una de las líneas de defensa argentinas. El papel de este misil en la neutralización de trincheras, blocaos, nidos de ametralladoras, puestos de mando y asentamientos de artillería fue tan destacado que, según el jefe de uno de los regimientos paracaidistas británicos, el MILAN fue el arma decisiva en la mayoría de los combates  terrestres.

Tan impresionadas debieron quedar las tropas ofensoras por las prestaciones de sus recién estrenados MILAN, que en el curso de una de las postreras incursiones aéreas argentinas del conflicto, un par de optimistas paracaidistas dispararon un MILAN contra... ¡un Mirage! A pesar de que el avión escapó naturalmente incólume de tan original ataque, el MILAN salió del conflicto con una magnifica fama de arma potente, sencilla y  precisa. Basta recordar que más del 80 por l00 de los misiles dieron en el blanco, a pesar de que la mayoría de los disparos se hicieron de noche.

Otros misiles contracarro empleados por los británicos fueron los AS-11 y AS-12 que, lanzados desde helicópteros Scout se apuntaron la destrucción de algún atrincheramiento, un puesto de mando emplazado en un edificio de Port Stanley y, sobre todo, la inutilización del submarino argentino Santa Fe cuando trataba de abandonar el puerto de Grytviken, en las islas Georgias del Sur.

No existe ninguna información que sugiera que los argentinos llegaran a emplear misiles de este tipo en el curso de la guerra.

MISILES AIRE-AIRE: MAYORÍA DE EDAD

Uno de los misiles que salió del conflicto con un prestigio más acentuado fue el AIM-9L Sidewinder, apresuradamente suministrado por los Estados Unidos a la RAF y a la RN. Así, los primeros informes del conflicto presentaban al AIM-9L como el principal agente de la derrota de la Aviación argentina ya que, al parecer, 24 de los 27 misiles disparados habían alcanzado sus objetivos.

foto: El destructor D-92 HMS “Liverpool” armado como otros muchos buques ingleses, con el misil “Sea Dart”, que demostró no ser capaz de detener las audaces incursiones en vuelo rasante de los aviones argentinos.

Sin embargo, el “Libro Blanco” de las Malvinas editado posteriormente por el Ministerio de la Defensa británico aumentó la cifra de ingenios disparados a 31 y redujo, en cambio, el número de derribos a tan sólo 16. Este baile de cifras resultaba ciertamente sorprendente en principio si se considera el papel absolutamente descollante que tanto militares y políticos como periodistas asignaron a las CAP (Combat Air Patrol) de Sea Harrier durante el conflicto, para luego adquirir un tinte ciertamente sospechoso al comprobarse que los éxitos que el “Libro Blanco” denegaba al Sidewinder los asignaba a otros sistemas... de fabricación inglesa, natural mente. En cualquier caso, aunque demos por bueno el más negativo de los dos informes, no se puede por menos que concluirse que el rendimiento del Sidewinder fue ciertamente sobresaliente.

El empleo de misiles aire-aire por parte argentina fue mucho más limitado. Apenas dos R-530 en versión SARH lanzados el 1 de mayo por sendos Mirage-III, cuyos pilotos no lograron mantener la iluminación de sus blancos hasta el impacto, probablemente sorprendidos por la extraordinaria maniobrabilidad demostrada por los Sea Harrier en aquel encuentro. Durante la misma refriega, otro Mirage lanzó un Magic —de características teóricamente superiores a las del AIM-9L , que según los británicos erró y según los argentinos acertó.

Este no es sino uno más de los casos en que los documentos de Londres y los de Buenos Aires se contradicen abiertamente, circunstancia que no se debe achacar únicamente a los pruritos propagandísticos de los contendientes sino también a Ia escasa fiabilidad que se debe conceder a los testimonios visuales de acciones de guerra, sobre todo si éstas implican a aviones y misiles desplazándose a elevadas velocidades por un cielo encapotado.

MISILES AIRE-TIERRA

Los únicos misiles aire-tierra empleados en el conflicto fueron los antirradar AGM45 Shrike y las bombas guiadas por láser Paveway, de procedencia estadounidense, que fueron utilizadas por los ingleses para ablandar las defensas de Puerto Argentino.

Por lo que se refiere al Shrike, tenemos noticia de al menos cuatro lanzamientos. Los primeros tuvieron lugar durante la madrugada del 31 de mayo cuando un Sea King adaptado para el empleo de los Shrike, disparó los dos ingenios que portaba contra el radar AN/TPS-43 que los argentinos utilizaban para dirigir la batalla aérea y que previamente había sido triangulado por medio de los RWR (receptor de alerta radárica) de dos Sea Harrier despachados a tal efecto. Afortunadamente, los operadores argentinos se percataron en el último momento de la naturaleza del  ataque de que eran objeto por lo que desconectaron inmediatamente el radar, cayendo los misiles tan sumamente cerca que la antena quedó averiada por algunos trozos de metralla.

foto: Dos oficiales argentinos cambian impresiones junto a un lanzador Roland’. Las prestaciones de mostradas por este misil AA durante la campaña de las Malvinas son objeto de viva polémica.

Una vez reparado el radar fue un Vulcan el que el 2 de junio lanzó un nuevo Shrike contra el mismo. En esta ocasión, los argentinos habían vuelto a desconectar previsoramente el radar pero, por desgracia, una de las centrales de tiro Skyguard mantuvo sus sensores en funcionamiento resultando destruida por el misil y muertos todos sus ocupantes.

Un último ataque se verificó el 12 de junio cuando un nuevo Shrike fue disparado por un Vulcan contra el radar argentino, fallando esta vez por completo al haberse interrumpido las emisiones de éste con mucha anticipación.

Al contrario de lo ocurrido con los Shrike, que fueron apresuradamente su ministrados a la RAF por la USAF, y en contra también de lo afirmado por la prensa argentina, las bombas guiadas por láser (LGB) Paveway utilizadas por los Harrier GR-3 sobre objetivos terrestres pertenecían desde años atrás al arsenal normalizado en la RAF. Aunque la información sobre las acciones efectuadas con las LGB es muy limitada se sabe que estos ingenios, cuyo primer empleo se remonta a la guerra del Vietnam, se mostraron extremadamente precisos y eficaces. Así, varios asentamientos de piezas de 105 mm., alguna batería AA, un polvorín y al menos un puesto de mando secundario fueron destruidos por estas armas, dándose el caso de que en el mismo instante en que las últimas posiciones argentinas enarbolaron la bandera blanca, varios GR-3 se disponían a descargar bombas LGB sobre dos puestos de mando regimentales localizados por medio de los servicios de escucha electronica.

Se da el caso de que por primera vez en la historia operativa de las LGB, la iluminación de los blancos se efectuó por medio de los designadores láser manejados por fuerzas terrestres. En este sentido, parece ser que el misil que estuvo a punto de alcanzar al buque hospital Bahûz Paraíso era una LGB que seguía una guía lasérica desviada por un banco de niebla o humo.

INGENIOS MAR-AIRE: COSTOSA DECEPCIÓN

El prestigio de los misiles antiaéreos embarcados en los buques de la Royal Navy salió francamente mal parado de la prueba de las Malvinas, ya que fue precisamente a ellos a los que se achacó buena parte de la responsabilidad de las inesperadas pérdidas sufridas por la fuerza operativa.

El más criticado de todos ellos, en razón de lo que se esperaba de él y lo que realmente dio de sí, fue el Sea Dart, sistema que no obtuvo su primer éxito hasta el 9 de mayo cuando el Coventry derribó un Puma destacado en misión de rescate. Fue también el Coventry el que con sus misiles abatió el 25 de mayo un Skyhawk de reconocimiento que volaba a gran altura, así como otros dos que lo atacaban en vuelo rasante, sucumbiendo en cambio bajo las bombas del tercer aparato que formaba la escuadrilla.

El otro buque que consiguió derribos con el Sea Dart fue el Exceter, que abatió el 30 de mayo dos de los Skyhawk que acompañaban al Super Etendard que lanzó el último Exocet argentino contra el Invincible, un Leatlet que reconocía el área de San Carlos y, el 9 de junio, un Canberra enviado también en misión de reconocimiento.

foto: Mientras el portaaviones HMS hermes” se aproximaba a Ias Malvinas su tripulación no conoció un minuto de descanso, en especial el personal técnico que realizó Ia urgente adaptación de los misiles “Sidewinder” a los “GR-3”y de los “Srhike”a los “Sea King’.

En total, fueron hundidos dos buques armados con el Sea Dart, Sheffield y Coventry, y dañado otro, el Glasgow. Los defectos mostrados por el sistema fueron una absoluta incapacidad para enfrentar blancos a baja altura y un excesivamente prolongado tiempo de reacción, que viene dado por el hecho de que los giróscopos del misil necesitan 20 segundos para entrar en funcionamiento una vez que el mismo ha sido extraído del pañol. Sin embargo, sus defensores argumentan que lo que falló no fue el Sea Dart sino los anticuados sensores y equipos de cálculo que portaban los tres buques alcanzados; que hubo mala suerte (1) y que el sistema se mostró infalible contra blancos en vuelo a media y alta cota.

(1)Las compuertas del pañol de misiles del Coventry se encontraban averiadas, razón por la cual las tenía que abrir y cerrar a mano un marinero entre disparo y disparo.

Similar polémica despertó el Sea Wolf. Los éxitos obtenidos por este avanzado sistema se redujeron a dos Skyhawk derribados por la Broadsword el 9 de mayo y otros tres aparatos destruidos por la otra fragata portadora del sistema, la Brilliant, a lo largo de la batalla de San Carlos. Por el contrario, los dos buques resultaron ligeramente averiados a ser alcanzados por bombas que no explosionaron (2). Los defectos mostrados por el Sea Wolf fueron un alcance excesivamente corto, errores en la programación táctica de su ordenador central (3) que se corrigieron sobre el terreno y cierta incapacidad para enfrentarse a blancos en vuelo ultrarrasante, ya que el canal de TV empleado en las intercepciones a baja altura carecía de la necesaria resolución.

(2) La Broadsword perdió su helicóptero al ser arrancado de la cubierta de vuelo y arrastrado al mar por dos bombas que previamente habían rebotado en la superficie del agua.

(3) En las primeras acciones, cuando más de dos blancos se acercaban desde direcciones diferentes, el ordenador no establecía ninguna prioridad, quedando interrumpido el proceso de intercepción.

En el mismo sentido, el Sea Wolf demostró las desventajas del automatismo, ya que derribó tres misiles Sea Dart disparados por otros buques contra aviones argentinos.

En cuanto al Sea Cat, dada Ia antigüe dad de su diseño, no podía esperarse otra cosa que los pobres resultados que cosechó. De entre los l00 y 150 ingenios disparados sólo seis dieron en el blanco indicándose, eso sí que sus salvas eran tan impresionantes que debieron ejercer una notable presión sicológica sobre los pilotos contrarios.

 Peor aún fue la actuación del Sea Slug, ya que ni siquiera llegó a ser disparado, pues su prolongado tiempo de reacción le impidió enfrentar los fulgurantes ataques de los aviones argentinos.

foto: Sobre una fotografía aérea de una zona de Ia isla Soledad, el emplazamiento de una sección de ‘MILAN” y de las posiciones argentinas sobre Ia carretera hacia Puerto Argentino.

En descargo de los criticados SAM navales, hay que señalar que actuaron contra un enemigo totalmente diferente al que para combatir habían sido diseñados. Efectivamente, los SAM de la Royal Navy fueron creados para oponerse en medio de grandes espacios oceánicos libres de obstáculos terrestres, a bombarderos y misiles rusos a gran altura en trayectorias horizontales o de picado; escenario que no tiene nada que ver con la congestionada bahía de San Carlos, en las que las aproximaciones en vuelo rasante de los pequeños cazabombarderos argentinos eran detectadas antes por el ruido de sus motores que por unos equipos radáricos cegados por la masa terrestre circundante.

LOS SAM TERRESTRES

Indudablemente , la más comentada y polémica participación de un SAM terrestre en el conflicto de las Malvinas fue la del Roland que, como ya se sabe, efectuó ocho disparos derribando cinco aviones, según los argentinos, y sólo uno según los británicos. Como quiera que la actuación del Roland fue ya adecuadamente estudiada en estas páginas  no volveremos a discutirla aquí.

Notorio fue también el papel del Rapier, al que se le asigna, sobre algo más de 50 disparos, una puntuación definitiva de 14 derribos seguros y ocho probables que resulta notablemente más brillante que la que se le asignó en un principio. En este sentido, hay que señalar que no son pocas las fuentes que afirman que la actuación del Rapier no fue brillante, habiéndose subrayado que la cobertura AA. del desastroso desembarco en Fitzroy estaba confiada a dicho sistema; que se mostró muy frágil; que su tiempo de entrada en batería fue muy largo, etc., reproches que han sido desmentidos por el fabricante. Más aún, en medios oficiales se ha contestado que varios Rapier fueron disparados sin problemas después de haber estado sumergidos en el agua o tras ser largados muy violentamente por los helicópteros de transporte. Sea como fuere, resulta evidente que el Rapier se desenvolvió con dignidad en unas condiciones muy difíciles. Así, las baterías tuvieron que dejar sus radares Blindfire en casa para ahorrar sitio en los transportes, detectar los blancos visualmente, ya que el radar de alerta no pudo ser utilizado por un problema de interferencias y cazar sus blancos en un teatro de valles en donde los aparatos argentinos encontraban un continuo cobijo tras los obstáculos naturales o las mismas estructuras de los barcos.

No menos polémico ha resultado el funcionamiento del Blowpipe, que a pesar de los nueve derribos que se le asignaron oficialmente (seis Pucará, dos Mirage y un Skyhawk), llegó al final del conflicto con una difundida fama de total ineficacia. Así son numerosos los relatos de periodistas y soldados que se refieren burlonamente al comportamiento del Blowpipe. Leemos: el “Blowpipe” siempre erraba, por poco, pero erraba; ese misil que siempre parecía que iba a acertar pero que siempre fallaba; ... con la acostumbrada ineficacia del “Blowpipe “i.., y así sucesivamente. Los argentinos, que también contaban con ese ingenio, tampoco parecieron sacarle mucho partido: un Sea Harrier seguro y un Gazelle probable.

foto: El oficial de una bateria “Rapier’ a la espera de la aparición de los aviones argentinos. Al parecer, este misil desempeñó un papel vital en la derrota de la Aviación argentina.

Aunque no sirva de consuelo, hay que señalar que la actuación de los otros SAM portátiles tampoco fue brillante, pues de los cuatro Stinger disparados por los hombres del legendario Special Air Service (SAS), sólo uno logró derribar un Pucará, mientras que ninguno de los SA-7 disparados por los argentinos llegó a encontrar su blanco. Para terminar con los SAM, señalaré que los Tigercat de la Infantería de Marina argentina, directamente derivados de los Sea Cat, funcionaron tan mal como sus parientes navales, no obteniendo un solo derribo, a pesar de que se hicieron un número muy elevado de disparos.

MISILES ANTINAVIO: LOS TRIUNFADORES DE LA VELADA

La actuación del Exocet fue, sin duda, la más notoria y difundida de todos los misiles empleados en las Malvinas. Como se recordará, la primera acción con el Exocet se remonta al 4 de mayo cuando dos Super Etendard lanzaron sendos misiles contra el desprevenido destructor Sheffield y un blanco muy grande (el Hermes, con toda seguridad). Uno de los misiles alcanzó al Sheffied, incendiándolo a pesar de que su cabeza explosiva no detonó, mientras que el otro, aunque no llegó a ser descubierto visual ni electrónicamente, debió perderse entre la nube de tirillas antirradar que los buques británicos tendieron en cuanto el Sheffield fue alcanzado (5).

(5) Para dar una idea de lo apurado de esta medida, basta señalar que uno de los cohetes dispersores de tiras estuvo a punto de abatir el helicóptero pilotado por el príncipe Alberto.

La siguiente acción tuvo lugar el 25 de mayo cuando una pareja de Super Etendard lanzaron otros tantos Exocet contra el Hermes y sus escoltas. En esta ocasión los misiles fueron detectados y desviados del blanco por una gran nube de tiras antirradar tendida desde buques y helicópteros, pero con tan mala suerte que por lo menos uno de los misiles enganchó al Atlantic Conveyor, que habiendo quedado desprotegido, resultó alcanzado con las consecuencias de todos conocidas. El último Exocet de que disponían los Super Etendard fue lanzado el 30 de mayo contra el Invincible pareciendo, aunque el desarrollo del encuentro fue muy confuso, que el misil fue despistado por las contramedidas electrónicas.

Además de los ingenios lanzables desde el aire, Ia Armada argentina desplegó varios MM-38 superficie-superficie desmontados de un destructor, en un emplazamiento terrestre situado en las inmediaciones de Puerto Argentino. Este emplazamiento sólo entró en acción la noche del 12 de junio cuando lanzó dos misiles contra el destructor Glamoigan. Uno de ellos quedó enganchado en el lanzador mientras que el otro, tras ser tocado por un Sea Cat que no llegaría a explosionar, alcanzó a su vez al destructor a Ia altura del hangar causándole unos daños limitados, ya que su espoleta tampoco funcionó.

De la actuación del otro misil antinavío empleado en las Malvinas, el Sea Skua, sólo señalar aquí que fue indudablemente el misil más seguro de los empleados, ya que todos los disparos dieron en el blanco.

Revista Defensa nº  73, mayo 1984, Mario Paya Arregui


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