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El régimen militar en Nigeria

Ayer Noticia, Dr. Mihailo V. Stevovjc, ex Embajador en la Secretaría Federal de Asuntos Exteriores de Yugoslavia

En Nigeria entraba en el año 1984 un nuevo Gobierno después del golpe militar efectuado, en vísperas del Año Nuevo, sin derramamiento de sangre. El poder civil en este país, el más populoso de África, logró mantenerse apenas cuatro años y tres meses. El Ejército, que había entregado las riendas del Estado a los civiles en octubre de 1979 (después de 13 años de gobernar el país) aparece, así de nuevo en el escenario político. ¿Cuáles son las causas y consecuencias de ello, y qué perspectivas tienen los cambios operados?

El ex-jefe del Estado, general Obasandjo, que fue precisamente quien devolvió a los militares a los cuarteles, en 1979, el 21 de noviembre de 1983 criticó el Gobierno del presidente Shehu Shagari, describiendo el mencionado período de cuatro años como el más negro en la vida de la República de Nigeria. La Administración de Shagari, en opinión de Obasandjo, no continuó el enfoque consecuente y gradual de solución de los problemas económicos del país, como lo había hecho la anterior Administración, es decir, su Gobierno militar, lo cual —en su opinión— era la causa principal de las grandes dificultades económicas y sociales en que se encuentra Nigeria.
Esta fue, hasta cierto punto, la respuesta del ex-jefe del Estado y del Gobierno militar a los ataques cada vez más frecuentes de los políticos civiles contra la pasada etapa de Gobierno militar, atribuyéndole la responsabilidad por el estado de crisis en que se encuentra la economía y, en general, la sociedad nigerianas. Es normal que los partidos gobernantes traten de traspasar la responsabilidad por las dificultades y faltas (sobre todo las de carácter político, social y económico) a los anteriores Gobiernos y partidos gobernantes. En el concreto caso de Nigeria, no hay lugar a duda de que las dificultades económicas y sociales aumentaron y se agudizaron sensiblemente durante el período de Administración civil.
Nigeria tropieza con dificultades económicas desde mediados de 1977. Después del boom económico sin precedentes que, gracias a los grandes ingresos obtenidos de la venta del petróleo, duró casi siete años, y que se manifestó sobre todo a partir de 1973, surgieron, y se agudizan de año en año, los problemas de carácter económico y social. La inflación aumentó sin cesar en medida considerable. A decir verdad, en 1975 había ascendido al 34 por 100, y en 1978 se redujo al 15 por 100. Pero al llegar al poder el Gobierno civil en 1979, la inflación empezó a crecer aceleradamente. Dos años después cobró proporciones galopantes.
Enormes medios se emplearon con fines no productivos. El número de Estados de la Federación nigeriana aumentó de 12 a 19. Se decidió que la capital del país fuese Abudja, lo cual ocasiónó enormes gastos en la construcción de edificios administrativos, residencias y barrios residenciales para funcionarios y empleados.

foto: El general de división Aguyi Ironsi, uno de los altos jefes del anterior periodo de gobierno militar.

Primeramente, el Gobierno civil había previsto la construcción de Abudja en 10 años con una inversión anual de unos 250 millones de naires. La inversión total llegaría a la suma de 2.500 millones de naires. Sin embargo, Shagari gastó, tan sólo en cuatro años, la suma de 5.000 millones de naires debido en gran parte a las grandes malversaciones con las que se enriquecieron empresarios y políticos.
Los gastos cada vez mayores con fines improductivos, incluidos los gastos de la Administración federal y estatal; el permanente aumento de importación de bienes de consumo, y más especialmente de artículos alimenticios, por una parte, y la disminución de la extracción y exportación del petróleo (amén de la rebaja del
precio de este líquido), por la otra, aumentaron el déficit presupuestario y de la balanza de pagos. La producción y exportación del petróleo llegaron a su nivel más grande en 1979 (115,3 y 112,1 millones de toneladas, respectivamente). A partir de entonces empezó a decaer tanto la producción (en 1981 alcanzó apenas 72,7 millones de toneladas) como la exportación (66,5 millones de toneladas). El nivel de la producción aumentó sólo en 1974 (118,7 millones de toneladas).
En 1983, la extracción del petróleo se aproximó a 1,3 millones de barriles por día, es decir, a la cuota autorizada por la OPEP. El precio fijado ascendió a 30,5 dólares por barril. Las dificultades relativas a la colocación del petróleo van en aumento. El mencionado nivel de producción del petróleo asegura un ingreso aproximado de apenas 10.000 millones de dólares, esto es, en el 50 por 100 menos que los ingresos realizados apenas dos años atrás.
Las reservas de divisas que en 1970 ascendieron a 3.500.000 millones de naires, se agotaron rápidamente y cedieron lugar a importantes endeudamientos en el extranjero. A finales de 1983, las deudas de Nigeria se aproximaron a 14.000 millones de dólares (créditos a largo plazo) y a 6.000 millones de dólares (créditos a corto plazo).
Los grandes ingresos obtenidos de la venta del petróleo en los años anteriores (entre 25 y 30.000 millones de dólares) se reflejaron negativamente en la total producción agrícola. Predominó la convicción de que estos ingresos del petróleo cubrirían todos los gastos. La producción agrícola pasó a un segundo plano, poniéndose así en peligro el objetivo estratégico básico: la producción de suficientes cantidades de alimentos para satisfacer las necesidades del país. La parte de la agricultura en el producto bruto nacional se redujo en 1978 a tan sólo 18,4 por 100, con respecto al 60 por 100 de a fines de los años 60.
Se redujo, asimismo, la producción y exportación de algodón, cacahuete y aceite de palma que, junto con el petróleo, forman los principales productos de exportación de Nigeria. La sequía, sobre todo en los Estados norteños, el insuficiente suministro en los últimos años de abonos químicos, de herbicidas y pesticidas, así como de piezas de repuesto para tractores, hicieron que el programa (conocido con el nombre de Revolución Verde del Gobierno de Shagari) quedara en papel mojado. La dependencia de Nigeria de la importación de productos agroalimenticios cobró vastas proporciones, mientras la escasez de muchos artículos alimenticios y su precio elevado originaron una crisis alimenticia sin precedentes en la población.

foto: La gran mezquita de Kano. La enorme diversidad del país apoya el tribalismo y las corrientes secesionistas.

El cierre de fábricas, la quiebra y la liquidación se agravan de mes a mes, mientras la desocupación y semiocupación cobran proporciones aterradoras. La brusca afluencia de la población campesina a las urbes a partir de 1973 en busca de trabajo reportó graves problemas adicionales al país. En las periferias de las ciudades se crearon poblados de pobres y desocupados, tugurios de extrema miseria. Se llegó así a enormes diferencias sociales y desigualdades, tanto en la relación aldea-ciudad como también dentro de la población campesina y urbana.
La sociedad de consumo de Nigeria ocasionó —al igual que toda otra sociedad
de carácter similar— muchos males sociales; en primer lugar la corrupción, la criminalidad y la prostitución. Bandas armadas de ladrones y criminales operan sin cesar en Lagos y en las ciudades mayores del país, entran en las viviendas privadas, en los bancos y en los comercios dando muerte sin piedad a todo aquel que se les opone.
La joven burguesía nigeriana se orienta a la importación de mercancías de lujo del extranjero: desde champán hasta grandes y lujosos automóviles. En los últimos años hizo todo lo posible para transferir su capital a los bancos extranjeros, sobre todo a los occidentales. La liquidez del sistema bancario nigeriano es, en extremo, limitada debido, entre otras cosas, a los significativos y continuos préstamos del Gobierno federal a los Gobiernos de determinados Estados y a las instituciones estatales y semiestatales.
Teniendo todo esto presente resulta más que evidente que la ausencia de planes reales, el desentendimiento de la agricultura, el consumo irracional y no económico de los medios disponibles por parte del Gobierno del presidente Shagari y de los Gobiernos de los Estados federales, las injustificadamente altas ganancias de las compañías nacionales y extranjeras —amén de las susodichas dificultades provenientes de la disminución de los ingresos por la venta del petróleo y del reflejo de la crisis económica mundial— condujeron a la economía nigeriana al borde de la catástrofe. Esta fue una de las causas principales del golpe militar.
Sin embargo, hay otra razón muy seria de la cual, por ahora, no se habla mucho. Al destacar las causas de los exagerados egresos presupuestarios y, por ende, la galopante inflación, indicamos también los gastos administrativos y otros, tanto del Gobierno federal como de los Gobiernos de los 19 Estados de la Federación nigeriana. Recordemos que el Gobierno militar del general Govón en el año 1967 había adoptado una decisión sobre la repartición de Nigeria en 12 Estados. Después de esto, el Gobierno militar se vio presionado para acceder a la formación de nuevos Estados. El general Govón prometió considerar este problema; pero no se adoptó ninguna decisión sobre el particular. Después de su derrocamiento, el nuevo jefe del Estado, general Murtala, promulgó un decreto en 1976 sobre la creación de otros siete Estados, de tal suerte que su número se elevó a 19, que son los que hay actualmente.

foto: El general de división Aguyi Ironsi, uno de los altos jefes del anterior periodo de gobierno militar.

A partir de 1976 prosiguieron, y en los últimos años se intensificaron, las presiones sobre el Gobierno civil para acceder a la creación de nuevos Estados. Hasta el mes de marzo de 1982 se dirigieron solicitudes para la creación de 35 Estados, y hasta mediados de 1983 otras solicitudes más para la creación de nada menos que 46 Estados nuevos. Lo cual demuestra, en forma harto convincente, no sólo que el tribalismo se fortalece sino que los políticos tribales tratan por todos los medios de llegar al poder. El movimiento para la creación de nuevos Estados, causa seria inquietud en el Gobierno federal y entre una parte de la población. Los opositores a la división del país destacan que la creación de Estados es una empresa cara e improductiva que dispara los gastos y agudiza los problemas económicos y sociales del país.
Posiblemente que, con el golpe militar, el proceso de creación de nuevos Estados se detendrá. Los medios presupuestarios y las inversiones de los Estados se limitarán y los gastos totales se reducirán y colocarán en el marco de las actuales posibilidades financieras del país. El nuevo Gobierno militar se opondrá con toda energía y decisión a la corrupción y criminalidad, tal como lo hicieron los anteriores Gobiernos militares. Por cierto que, para todo esto, hace falta que transcurra bastante tiempo, que se inviertan nuevos medios y esfuerzos laborales y otros de toda la nación para estabilizar lo más pronto posible la economía y asegurar las orientaciones ascendentes en la misma.
De todo lo que acabamos de exponer se puede concluir que, en una buena parte, el Gobierno de Shagari es culpable por la actual situación de crisis económica y social de Nigeria. Al mismo tiempo no existía la fuerza política que hubiera podido reparar esta situación. Por eso, el golpe militar era más que necesario para detener las desfavorables evoluciones en el país. Queda por ver cuánto éxito tendrá el nuevo jefe del Estado, general Buhan, en el cumplimiento de las finalidades planteadas de índole económica y social porque esto depende de una serie de factores internos y exteriores. Lo único cierto en este caso es que el Ejército deberá quedarse mucho tiempo en el poder para poder cumplir las tareas y finalidades que se ha propuesto.

Dr. Mihailo V. Stevovjc, Embajador en la Secretaría Federal de Asuntos Exteriores de Yugoslavia


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