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La División del Norte de Pancho Villa

Revista Defensa nº 40-41, agosto-septiembre 1981

En 1910 se produjo en México una insurrección popular contra el presidente Porfirio Díaz, cuyo mandato se remontaba a más de treinta años antes. La rebelión tomó carácter de campaña militar en el Norte, donde las fuerzas insurgentes acaudilladas por el líder político Francisco Madero sitiaron Ciudad Juárez, defendida por el Ejército federal. La ciudad fue tomada al asalto por las tropas rebeldes al mando de los jefes militares irregulares Pancho Villa y Pascual Orozco. 

El suceso tuvo tanta trascendencia que el general Díaz abandonó el país y Madero alcanzó la presidencia de la República tras unas elecciones democráticas. Pero si bien el Ejército federal había sido derrotado en una batalla conservó intacta su estructura y efectividad. En 1913 dio un golpe de Estado y después del asesinato del presidente Madero se hizo cargo del poder el general Victoriano Huerta, que había sido el general en jefe del Ejército federal. 
Exiliado en Estados Unidos el guerrillero Pancho Villa, al que Madero había nombrado general honorario, se dispuso a alzarse en armas contra el Gobierno. Nacía así un grupo armado que terminaría convirtiéndose en la División del Norte; la unidad legendaria de la Revolución mexicana que se transformó en el mito del pueblo en armas, olvidando que fue una unidad militar de élite, en la que junto a guerrilleros analfabetos formaron profesionales castrenses de la mayor capacidad técnica. 

LOS PRINCIPIOS 
El 6 de marzo de 1913 Francisco Villa atraviesa el Rio Bravo, frontera entre los EE.UU. y México, al frente de ocho hombres a caballo. Sus monturas han sido robadas en Texas y su material militar se compone de rifles calibre 30-30 y quinientos cartuchos por jinete. A los pocos días aumenta el grupo, 14 hombres en Chavarria, entre ellos dos hermanos de Villa, 60 en San Juan y progresivamente se agrupan hasta 400 jinetes. En Casas Grandes se dará la primera batalla al atacar los rebeldes la población, defendida por el coronel Azcárate con 500 soldados del Ejército federal. En esta acción los gubernamentales sufrieron la pérdida de cincuenta hombres en combate y sesenta prisioneros, mientras el resto se desbandaba en la noche. En sus memorias Villa escribe: “A los sesenta prisioneros los hice formar de tres en fondo y los mandé fusilar colocados de aquel modo, para que una sola bala matara a tres. Así lo dispuse yo por andar mis fuerzas muy escasas de parque”. Tenemos en esta observación dos datos a remarcar: la insuficiencia de municiones, que Villa empezará a paliar cuando le suministren otras regiones rebeldes, y la gran cantidad de bajas que producen los encuentros en relación con lo exiguo de las fuerzas enfrentadas. La guarnición de Casas Grandes tiene un 25 por ciento de bajas totales, a las que hay que sumar parte de los desbandados. Esa fiesta de las balas que muestran los filmes y la literatura será una cruel realidad para los combatientes. 
Villa cuenta entre sus hombres con personalidades extraordinarias, como por ejemplo el coronel Artalejo, al que llaman el “laza-ametralladoras” por haberse apoderado de una máquina automática enlazándola como hacen los charros con el ganado. El valor temerario, llevado al limite del suicidio, es otra característica básica que hay que sumar a la penuria de medios y la falta de respeto por las convenciones jurídico-militares, para intentar comprender esta Revolución mexicana que costó más de un millón de muertos. 

Acampado en la población de Ascensión, Villa se dedica durante dos meses a reorganizar sus fuerzas con la ayuda del coronel Medina, procedente de la Academia Militar, que será su jefe de Estado Mayor. Los efectivos de Villa alcanzan ya los ochocientos hombres que se encuadran en una Brigada de Caballería. 
El 26 de agosto de 1913 la Brigada de Villa bate, en la ciudad de San Andrés, a las fuerzas federales del general Terrazas y se apodera de dos piezas de artillería (no se especifican los calibres, aunque probablemente sean de 75 mm.) y de varios trenes cargados de provisiones. Aquí aparece, citado por primera vez, lo que será la columna vertebral de la futura División del Norte: el tren. Dado que las distancias en México son, en comparación con Europa, casi continentales, el medio principal de transporte militar es el ferrocarril y siguiendo el trazado de sus vías férreas se darán las grandes batallas de la División del Norte. 

Foto: Soldado federal despidiéndose de su Jéinilia antes de partir al frente.

En esta época Villa expone así su concepto táctico: “Yo esperaba obtener los triunfos que andaba buscando en desconcierto de las acciones del enemigo, es decir, para empujarlo a perseguir objetivos falsos. Porque, esa era la guerra de la Revolución: que no consistía al principio en conquistar territorios y entregarse luego a defenderlos, sino en trastornar los ejércitos del gobierno, quien así está obligado a la dicha defensa y con ello se debilita.” Villa, como general de Caballería, prefiere la movilidad y los ataques de diversión mientras cuenta con sólo una brigada. Cuando sus efectivos formen División atacará para conquistar el terreno que primero ha reconocido al máximo en sus ataques de exploración. 
A últimos de septiembre de 1913 se organiza la División del Norte con la unión a las fuerzas de Villa de los contingentes armados de Maclovio Herrera, Tomás Urbina, Aguirre Benavides y otros jefes revolucionarios. La constitución de la unidad se realizó en la población de Jiménez. La fuerte personalidad de los jefes revolucionarios hizo necesaria la designación de un comandante en jefe que fuese aceptado por todos. A requerimiento del coronel Medina se acepta la formación de la unidad y como general en jefe a Francisco Villa. La División se compone de cinco brigadas de muy distintos efectivos. Así, la Brigada Zaragoza cuenta con siete regimientos de Caballería, con unos 500 hombres por unidad al mando de un general o coronel, y de un batallón de Infantería. Frente a esta potente Brigada de unos 3.000 hombres hay otras de apenas 600. 
La primera campaña de la División del Norte desembocará en la toma del núcleo ferroviario de Torreón para abandonarlo más tarde, tomando Ciudad Juárez, venciendo en Tierra Blanca y sufriendo una derrota parcial en Ojinaga. Después de vencer personalmente en esta ciudad Villa mantendrá conversaciones con el coronel norteamericano Pershing, jefe de la guarnición de Presidio en el lado norteamericano. Este mando alaba la capacidad de Villa y le ofrece cooperación sanitaria. No está de más recordar que en 1916 Pershing, ya general, invadirá México al frente de varios miles de soldados para buscar infructuosamente a Villa, al que había calificado de “Napoleón mexicano ‘, responsable del ataque a la ciudad norteamericana de Columbus. 
En el prólogo a la segunda batalla por Torreón las fuerzas de Villa destrozan a los federales del general Alvírez, que en Avilés sufre una pérdida del 50 por ciento de sus efectivos. Villa lo cuenta así:  “En nuestro avance sobre Torreón, el enemigo perdió 500 hombres entre federales y orozquistas, más 19 oficiales prisioneros que en el acto mandé fusilar conforme a la ley del 25 de enero que ordenaba cumplir el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista ‘ Este jefe era Venustiano Carranza al que sólo aceptaban nominalmente los hombres de Villa y la enemistad de ambos fue la causante de esa asombrosa decisión de “elegir” general en jefe, en una asamblea militar “democrática” en pleno campo de batalla. 

LA BATALLA DE TORREON 
La rivalidad entre Carranza y Villa creó divergencias y separatismos entre las filas revolucionarias. Uno de los obligados a escoger fue el general Felipe Ángeles (1869-1919). Ángeles estudió en el Colegio Militar y se distinguió como excelente artillero. Cursó estudios en Europa y durante el mandato de Madero encabezó las fuerzas federales que se opusieron a los rebeldes de Zapata en el estado de Morelos. Después del asesinato de Madero se unió a las fuerzas constitucionalistas y Carranza le nombró subsecretario de Guerra. En la disputa Villa-Carranza opta por el antiguo guerrillero y se incorpora, como jefe de Artillería, a la División del Norte. Además de mandar la Artillería, dirigirá el E.M. y se convertirá en el cerebro estratégico de la División. En marzo de 1914, para su segundo avance sobre Torreón, la División se compone de 7 Brigadas de distintos efectivos que encuadran 9.000 hombres y 2 Regimientos de Artillería (el primero de tres baterías Schneider y Mondragón de 75 mm. y el segundo con tres baterías de 75 y 80 milímetros). Algunas piezas de artillería van emplazadas sobre plataformas ferroviarias blindadas, lo que nos retrae a la guerra “angloboer”, ya que un famoso general sudafricano fue consejero militar de Madero en la primera fase de la revolución. 

Foto: Pancho Villa con sus lugartenientes en un alto de la batalla por Torreón.

La unidad se transporta en 13 grandes trenes hasta una distancia de 30 km. del campo de batalla. La Caballería avanza hasta unos tres kilómetros del enemigo y después, desmontando, ataca en línea de tiradores. Durante trece días se da la batalla en la que la Artillería, la dinamita, el combate de Infantería y las cargas de Caballería se suceden. 
Para la defensa de Torreón el general federal Velasco cuenta con un número de fuerzas ligeramente inferior a las de los atacantes y su dotación artillera suma una docena de piezas. Esta desventaja se agrava, para los federales, por la composición de las tropas, ya que siendo soldados de recluta forzosa (leva) carecen de la moral de combate que predomina entre los voluntarios revolucionarios. El general villista González Garza, testigo y partícipe de la batalla, que terminó con la huida del general Velasco y parte de las tropas federales, hizo este balance: “Las bajas del enemigo no pueden ser menores de 1.000 muertos, 2.200 heridos, 300 prisioneros y 1.500 desertores”: Lo que hace, posibles exageraciones aparte, que las pérdidas de las fuerzas federales en Torreón alcancen el 60 por ciento de sus efectivos totales. 
Torreón fue la primera gran batalla de la División del Norte en la que ésta actuó como una unidad militar clásica, operando de forma escalonada y con una fuerza de ataque de más de 6.000 hombres contínuamente en fuego. El mando directo de las operaciones lo ejerció el general Villa, asistido por el general Ángeles  y el coronel Medina, si bien Villa siguiendo su tradicional costumbre, llegó a encabezar personalmente algunas cargas de Caballería. En la campaña de Torreón hizo su debut, como corresponsal de guerra entre las tropas villistas, el escritor norteamericano Johii Reed, cuyo libro “México insurgente” es una de las más realistas descripciones de la Revolución mexicana. 

LA TOMA DE ZACATECAS 
La conquista de Torreón, nudo estratégico e importante almacén ferroviario, abrió a la División del Norte el camino hacia el sur que llevaba a la capital mexicana. El principal obstáculo para la marcha lo constituía la ciudad de Zacatecas, pero antes de atacarla Villa debía limpiar de fuerzas federales la zona. Los gubernamentales se reagruparon al este de Torreón, en la localidad de San Pedro de las Colonias. El servicio de información de Villa los calculaba en unos 6.000 hombres, con diez piezas de Artillería y varias secciones de ametralladoras. A estas tropas había que sumar los restos que el general Velasco logró hacer salir de Torreón. Surge aquí un dato remarcable. A pesar de la escasa distancia que separa Torreón de San Pedro, las fuerzas federales fueron incapaces de concentrarse en un solo punto defensivo, con lo que sus efectivos habrían superado a los de los revolucionarios y el inicio de las operaciones estaría a su favor. 

Foto: El general Villa con su mujer Luz Corral.

El 5 de abril de l9l4comienzan los combates en San Pedro de las Colonias. Siguiendo su táctica habitual la División del Norte avanza por el ferrocarril hasta las cercanías de las líneas enemigas y después la Caballería abre el ataque. Durante cuatro días las tropas federales aguantarán el empuje villista, haciéndose necesaria la presencia de los generales Villa y Ángeles para encabezar el ataque definitivo. Se llega incluso a tener que parar movimientos de avance por falta de protección artillera, ya que las piezas apenas tienen munición. Lo que da idea de la pobreza de medios logísticos de la División del Norte, a pesar de sus quince grandes trenes de transporte. 
El 12 de abril las tropas de Villa entran victoriosas en la ciudad. Según el parte oficial de la División se han causado al enemigo 3.500 bajas entre muertos, heridos y prisioneros y las bajas propias ascienden a 650. El triunfo conseguido por la División del Norte pone en manos de la Revolución el norte de la nación mexicana.
Todavía las unidades villistas tendrán que combatir para apoderarse de las plazas fuertes de Paredón y Saltillo. El primero de los combates parece una vuelta a la Edad Media. Villa, al frente de toda su Caballería, unos seis mil jinetes, carga contra los federales apostados en la población, que a pesar de contar con artillería y ametralladoras se desbandan. Es una de las últimas victorias clásicas de la Caballería tradicional, que tiene su canto de cisne en estas batallas de la Revolución mexicana. La falta de material moderno permitió revivir tácticas anacrónicas. 
Para junio se reorganiza la División con unos efectivos que se aproximan a los 23.000 hombres y medio centenar de cañones. La División se agrupa en brigadas, cuyos efectivos oscilan entre los tres mil y los cinco mil hombres. Ha pasado la época en la que la División contaba con uno o dos generales por cada 500 soldados y la cadena de mando se reduce a los más capacitados. 
Sobre Zacatecas convergen 5.000 hombres al mando del general Villa, 5.000 mandados por el general Ángeles, 2.500 con el general Servin, 3.000 al mando del general Natera y una reserva de 2.000 soldados. Guarneciendo la ciudad hay 12.000 federales, apoyados por trece piezas de artillería en posiciones fortificadas fijas (lo que permitirá el fuego de contrabatería más eficaz de la Artillería revolucionaria). Los federales cuentan con el apoyo, fuera de la plaza, de 1.000 hombres del coronel Tello y 1.500 soldados irregulares de Pascual Orozco. El mando superior de la defensa lo ostentaba el general Medina Barrón. 

Foto: General Ángeles.

El día 21 bajo una constante cortina de lluvia, comienza la Artillería villista su fuego sobre las fortificaciones federales, entre las que destacan los cerros artillados de La Bufa y Guadalupe. Al día siguiente comienza propiamente la batalla. La Artillería de Ángeles monta una barrera de fuego escalonado, en la que la segunda línea de baterías cubre los movimientos de la primera, cambiando contínuamente de posiciones y haciendo casi inútil la réplica de la Artillería fija de los federales. El duelo artillero facilitó el avance de la Infantería villista, que logró romper la primera línea de la defensa federal en los inicios del combate. 
Rodeada Zacatecas, la sucesión de movimientos rebeldes fue tomando los cerros bajo fuego concentrado de Artillería, que sólo se suspendía al entrar cuerpo a cuerpo la Infantería de Villa. Durante dos días la Artillería marchará sin descanso, produciéndose un agotamiento de la Infantería revolucionaria, que es obligada a avanzar respaldada, y vigilada, por la Caballería villista. El cerco se cerró y la última fase de la batalla se desarrolló en combates que llegaron al cuerpo a cuerpo entre bombazos de dinamita. 
El desastre de las fuerzas federales fue total. De los 12.000 hombres del general Medina Barrón no llegaron a 500 los que pudieron romper el cerco. Sus bajas alcanzaron el 55 por ciento y el resto fue hecho prisionero. Con esta victoria quedó destrozado definitivamente el Ejército de ofensiva del general Huerta. 
La caída de la dictadura militar fue cuestión de tiempo. En diciembre una operación conjunta de las tropas de Villa por el norte, y Zapata por el sur, puso al ejército revolucionario en la capital mexicana. Terminaba aquí una gran campaña que el general Villa había comenzado, 18 meses antes, con ocho jinetes armados con carabinas 30-30. Pocas Divisiones, de cualquier Ejército, pueden lucir una hoja de servicios como ésta que se convirtió en leyenda.

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LAS CAMPAÑAS 
Se utilizaron pequeñas unidades, no excediendo nunca cualquiera de los ejércitos en liza de efectivos más potentes que los que corresponderían actualmente a tres divisiones. 
Fue exigua la cantidad de armamento, principalmente de Artillería y armas automáticas, siendo la fusilería la que determinaba la potencia de fuego en la primera fase de la campaña. 
La dependencia de las vías férreas fue absoluta para los movimientos por parte de los ejércitos enfrentados. 
Se utilizó masivamente la Caballería como fuerza de choque y secundariamente para misiones de exploración. (Este empleo masivo sería la causa de la derrota de Villa en Celaya, donde cargó una y otra vez contra el campo atrincherado del general Obregón, cuyas máquinas automáticas deshicieron la Caballería villista.) 
El porcentaje de bajas fue altísimo, rozando el 50 por ciento de los efectivos del bando perdedor; lo que es una cifra casi increíble. 
Predominio de la Artillería rebelde, muy bien utilizada por el general Ángeles, a pesar de lo escaso del material. 
Falta absoluta de respeto hacia el enemigo derrotado, siendo frecuentes los fusilamientos masivos y el alistamiento forzoso como única alternativa para conservar la vida. 
El valor, la crueldad, el sacrificio se mezclaron en el vendaval que arrasó México de 1910 a 1930, pero del que nacería la moderna nación mexicana.. 

Foto: El general Francisco Villa a la cabeza de la División del Norte, en Torreón.


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