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Jueves, 25 de abril de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Daesh nuclear

Análisis GESI

El terrorismo que, con la inspiración emanada del Código Penal de España modificado en 2015, podría ser definido como "la comisión de cualquier delito grave con el fin de subvertir el orden constitucional, o desestabilizar gravemente el funcionamiento del Estado, alterar gravemente la paz pública, desestabilizar gravemente el funcionamiento de una organización internacional o provocar un estado de terror en la población", ha pasado en las dos últimas décadas de ser una actividad fundamentalmente local y con escasa trascendencia allende las fronteras del país en el que los atentados tenían lugar, a convertirse en un fenómeno transnacional con repercusiones de alcance global, como han demostrado las elaboradas acciones llevadas a cabo en su momento por Al Qaeda y, más recientemente, por el autoproclamado Estado Islámico y que en lo sucesivo y según la tendencia imperante será denominado en este artículo como DAESH.

La actuación del grupo terrorista DAESH acapara desde el año 2013 las principales portadas de los periódicos y encabeza los resúmenes de noticias de los informativos en radio, televisión e Internet debido a lo efectista de sus atentados y a la facilidad con la que diseminan su mensaje que es capaz al mismo tiempo de servir como eficaz reclamo publicitario y como sistema de captación de nuevos adeptos. DAESH, como heredero de Al Qaeda en Irak, comenzó a destacar en 2011 por sus acciones en Irak y en Siria, países ya desestabilizados, el primero tras la guerra que puso fin al régimen de Saddam Hussein y el segundo debido a la guerra civil subsiguiente a la llegada de la primavera árabe y al contumaz aferramiento al poder del Presidente Bashar al Assad. La descompuesta situación política de ambos países sirvió como caldo de cultivo para la génesis y desarrollo de DAESH que en 2013 se anunció como Estado Islámico de Irak y Siria o ISIS (Islamic State of Iraq and Syria) con la intención inicial de fundar un califato que abarcase amplias zonas de los citados países y con la pretensión de extenderse por el mundo de forma (cuasi) ilimitada. Al igual que lo hiciera en su momento Al Qaeda, DAESH acoge numerosas franquicias que operan en varios países y sirve de inspiración para lo que se ha venido en denominar lobos solitarios, ciudadanos que, radicalizados a través de las proclamas transmitidas fundamentalmente a través de Internet, y con los medios que el entorno pone a su alcance, siembran el terror en su comunidad. El abanico de acciones llevadas a cabo por individuos y grupos bajo el amparo de DAESH es tristemente ilimitado como ha quedado demostrado en los atentados perpetrados en 2015 en París, o a lo largo de 2016 en Bruselas, Niza o Ansbach (Alemania).
Si bien la extensión de los territorios dominados por este grupo en Siria e Irak es cada vez más reducida, debido a la decidida y contundente acción de las fuerzas de la coalición internacional, parece que el número de los atentados perpetrados por sus seguidores en otros puntos del globo aumenta exponencialmente, por lo que es muy probable que este conflicto asimétrico se extienda durante un período de tiempo considerablemente largo. Existe además una posibilidad no despreciable de que DAESH decida aumentar su poder y su influencia social mediante el uso de armas alternativas a las convencionales, lo que supondría un desastre para los países de la comunidad internacional más implicados en la lucha antiterrorista y más expuestos a sufrir atentados en sus propias carnes a modo de represalia. Se trata de la utilización del concepto nuclear en la comisión de atentados referido, dentro de un amplio espectro de actividades, a aquellas relacionadas con el empleo de elementos radiactivos susceptibles de ser integrados en un arma nuclear o, al menos, en un dispositivo de dispersión radiológica.
El presente artículo tiene por objeto exponer las posibilidades de que DAESH se convierta en una seria amenaza nuclear y las medidas que la comunidad internacional intenta adoptar para evitarlo, analizando todos los factores conocidos y relacionados con la génesis de las armas nucleares, las variantes propuestas sobre el terrorismo nuclear, la existencia de materiales radiactivos en las zonas de influencia de DAESH y los efectos de una acción terrorista de este tipo sobre el objetivo elegido y el resto de la comunidad internacional.
 
Las armas nucleares
Sin la pretensión de bucear en las profundidades de la historia de la física, si resulta conveniente hacer un repaso sobre algunas cuestiones de este ámbito concreto en las que se basaran posteriores asertos de carácter técnico y considerados de gran relevancia para la comprensión de la materia tratada.
En primer lugar es preciso distinguir los explosivos convencionales y los nucleares, ya que existen sustanciales diferencias entre ambos. En los explosivos convencionales la reacción producida es química, lo que significa que se experimentan cambios en las moléculas que los constituyen, siendo afectados los electrones que forman los enlaces de los elementos componentes, pero dando como resultado los mismos elementos químicos que se encontraban al principio. En cambio en un explosivo nuclear se produce una reacción en la que toman parte las partículas componentes del núcleo y se producen como resultado elementos distintos a los originales, interviniendo además fuerzas de una magnitud mucho mayor que las que enlazan los átomos en las moléculas, lo que hace que la explosión producida sea más potente y, por lo tanto, más destructiva.
Durante la primera mitad del siglo XX una serie de experimentos e investigaciones llevadas a cabo por algunas de las mentes más brillantes de la época, como Henri Becquerel, el matrimonio Curie o Ernest Rutherford, concluyó con el descubrimiento de la radiactividad que consiste en la descomposición de los núcleos de átomos inestables generando otros elementos dotados de mayor estabilidad y emitiendo en el proceso radiación. Esta radiación puede adoptar la forma de energía como la radiación Gamma (fotones de alta energía) o de partículas como las Alfa (núcleos de Helio), Beta (electrones o positrones) o neutrones (CNSC, 2012). Este tipo de radiación es conocida como ionizante ya que tiene el poder de impactar de diversas maneras con los átomos que conforman la materia arrancando electrones de su corteza, dejándolos así cargados eléctricamente (ionizados) lo que en el caso de ocurrir en los tejidos que componen la materia viva puede producir daños considerables, llegando incluso a causar la muerte del individuo afectado.
Una nueva hornada de científicos, entre los que se encontraban Otto Hahn, Fritz Strassmann, Lise Meitner y Otto Frisch, impulsó la investigación sobre este particular, con el descubrimiento de la fisión que consistía en la ruptura inducida artificialmente del núcleo de un átomo de Uranio por bombardeo con neutrones. En diciembre de 1942 Enrico Fermi logró llevar a cabo una reacción de fisión de Uranio auto sostenida, proceso base para la liberación de energía nuclear, de forma controlada, como en el reactor de una central nuclear, o descontrolada, como ocurre en la explosión de un arma nuclear.
Los hechos posteriores se precipitaron a gran velocidad, debido a la vorágine de la II Guerra Mundial y a la gran inversión material, humana y económica de Estados Unidos en el Proyecto Manhattan, fruto del cual fueron las dos bombas nucleares arrojadas los días 6 y 9 de agosto de 1945 sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Tras el final de la contienda tanto Estados Unidos como la Unión Soviética, constituidas en nuevas superpotencias, iniciaron una febril carrera armamentística caracterizada por la acumulación de cabezas nucleares y vectores de lanzamiento (bombarderos, misiles balísticos intercontinentales y misiles lanzados desde submarinos) que fue imitada a una cierta distancia por las otras tres potencias del momento, Gran Bretaña, Francia y China. Más tarde otros países se unieron al club nuclear por medio de una política de hechos consumados, como la India, en 1974, Pakistán, en 1998 y Corea del Norte, en 2006.
 El desarrollo bélico de la energía nuclear tuvo su paralelo en la industria civil, impulsada por el Presidente de Estados Unidos Dwight D. Eisenhower con su discurso "Atoms for Peace" (Átomos para la Paz), pronunciado ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el día 8 de diciembre de 1953. En este discurso se alertaba del peligro que suponían las armas nucleares y se proponía un control del material nuclear y las tecnologías relacionadas para ponerlas, siempre en su vertiente pacífica, al servicio del desarrollo de la humanidad. Las buenas intenciones de esta iniciativa fueron aprovechadas por algunos países, como los mencionados India y Pakistán, para desarrollar un programa nuclear de carácter bélico, y por otros muchos para intentarlo sin llegar finalmente a conseguirlo. En cualquier caso la diseminación de la energía nuclear a lo largo del globo fue notable, iniciándose una carrera paralela a la armamentística en la que cualquier país que quisiera considerarse avanzado o en vías de desarrollo debía contar con su propio centro de investigaciones nucleares y con al menos un reactor nuclear. Dentro de esta categoría encontramos a Irak y a Siria, países que pretendieron unirse a las naciones en progreso y que para ello se iniciaron en las artes de la producción de energía con fines pacíficos. Y éste es precisamente uno de los problemas que la presencia de DAESH en esos países plantea, y es que la existencia de elementos radiactivos podría ser aprovechada por los terroristas para lograr un mayor impacto en sus acciones.
En esencia un arma nuclear consiste en una cantidad determinada de Uranio o de Plutonio (se trata en los dos casos de elementos pesados y radiactivos) dispuestos de tal manera que al detonarse unos explosivos convencionales próximos se producen las condiciones necesarias para que se inicie la fisión de los elementos radiactivos, con una violenta e instantánea liberación de energía. Existen también armas que emplean la fusión nuclear para producir explosiones de mayor rendimiento pero, en cualquier caso, emplean un dispositivo previo de fisión para alcanzar las condiciones de temperatura y presión necesarias para que se pueda iniciar aquel proceso. Los efectos causados por una explosión nuclear fueron ampliamente estudiados durante la década de los años cincuenta y sesenta, en las que se llevaron a cabo cientos de ensayos en todo tipo de medios y bajo las más variadas condiciones por parte de las potencias nucleares, y son los que se describen a continuación (Glasstone y Dolan, 1977):
•    Radiación térmica: Con la generación de temperaturas de millones de grados en la zona de la explosión.
•    Incremento de la presión: Que produce una onda de choque que arrasa las edificaciones y estructuras que encuentra a su paso.
•    Pulso electromagnético: Responsable de la destrucción o inutilización de componentes esenciales de los equipos electrónicos.
•    Radiactividad: Emitida como consecuencia de la fisión o fusión del explosivo nuclear, puede desplazarse a grandes distancias y afecta a la salud y al medio ambiente durante años.
La potencia o rendimiento de un arma nuclear se mide en kilotones (kt). Un kt equivale a la potencia explosiva de mil toneladas del explosivo convencional Trinitrotolueno (TNT). Un solo kilo de TNT es suficiente para destruir un coche pequeño. Las bombas que arrasaron Hiroshima y Nagasaki tenían respectivamente 15 y 21 kt, lo que da una idea aproximada de su poder destructivo que, en cualquier caso, queda empequeñecido con el desarrollo posterior de las bombas de fusión nuclear o termonucleares que alcanzan rendimientos que se sitúan en el rango del megatón (un megatón o mt equivale a mil kt).
 
Terrorismo nuclear
En su obra "The four Faces of Nuclear Terrorism" Charles D. Ferguson y William C. Potter (2004) exploran a fondo las distintas posibilidades con las que contaría una organización terrorista determinada a emplear medios nucleares o elementos radiactivos para la realización de atentados. Se proponen las siguientes cuatro categorías de terrorismo:
•    El robo de un arma nuclear de su almacén o lugar de custodia, o su compra fuera de cualquier cauce legal, con el fin de hacerla explosionar.
•    El acopio de material nuclear, ya sea comprado, robado o auto producido, con el propósito de fabricar una bomba.
•    Ataque contra instalaciones nucleares, como pueden ser las centrales de producción de energía o los almacenes o transportes de residuos radiactivos, para causar la liberación de elementos contaminantes en el exterior.
•    El empleo de material radiactivo y explosivos convencionales u otros medios adecuados para producir su dispersión o emisión en el ambiente circundante.
Otros estudiosos de la materia proponen más categorías, pero para encuadrar a DAESH son suficientes las expuestas. Se analizan a continuación las posibilidades con las que cuenta este grupo terrorista para llevar a cabo alguna acción dentro de la tipología expuesta.
 
Arma Nuclear
En el número 9 de "Dabiq", revista de propaganda de DAESH, la organización terrorista imaginaba un escenario en el que adquirían mediante simpatizantes en Pakistán un arma nuclear gracias a la colaboración de funcionarios corruptos del Gobierno de ese país. Dicha arma era transportada por tierra y mar y finalmente franqueaba desde el vecino Méjico la frontera de Estados Unidos con el fin de ser utilizada en un atentado. La posibilidad de que esto ocurra es remota, como se expondrá a continuación, pero precisamente la mera existencia de esa posibilidad justifica la necesidad de cooperación entre países y agencias y la implementación de extremas medidas de seguridad, a adoptar por las naciones que conforman la comunidad internacional con el objeto de evitar que un atentado empleando armas nucleares llegue a materializarse algún día.
En 2016 la Federación de Científicos Americanos estimaba las siguientes cantidades, siempre de una manera aproximada, de armas nucleares existentes en el mundo, sin entrar a considerar la mayor o menor potencia de cada una de ellas o el vector de lanzamiento asignado: Rusia 7.300, Estados Unidos 7.000, Francia 300, China 260, Gran Bretaña 215, Pakistán 110-130, la India 100-120 e Israel 80 (este país nunca ha confirmado la posesión de armas nucleares). Corea del Norte ha realizado hasta el momento de escribirse este artículo 4 ensayos nucleares, aunque se estima que de momento no tiene capacidad para proyectar sus armas. El número de armas nucleares ha sido muy superior en el pasado, pero gracias a los numerosos tratados de reducción de armamento acordados y firmados entre las dos superpotencias y, sobre todo, al fin de la Guerra Fría, las cantidades han sido progresivamente reducidas hasta alcanzar las cifras actuales.
De las posibilidades expuestas en la introducción de este apartado de que DAESH siembre el terror nuclear, ésta es la menos probable debido a la extrema seguridad con la que se custodian las instalaciones en las que se almacenan las armas nucleares, a la falta de infraestructura y apoyos del grupo terrorista en las potencias nucleares antes mencionadas, a excepción de Pakistán, y a los complejos sistemas de seguros y códigos que permiten en última instancia la activación de un arma nuclear para su empleo (Kristensen, 2005). Como queda dicho, de los países citados Pakistán es el único en el que podría darse una situación que llegase a desequilibrar el régimen actual y se propiciase el robo o la venta clandestina de algunas de sus armas nucleares. Parte de los territorios de Pakistán está bajo el domino de grupos fundamentalistas o yihadistas, y en ellos el gobierno central apenas tiene influencia o control, estando la comisión de atentados contra las fuerzas de seguridad a la orden del día. Según el South Asian Terrorism Portal (Portal de Terrorismo del Sur de Asia) entre los años 2003 y 2016 se produjeron en este país 21.202 muertes de civiles y 6.522 de miembros de las fuerzas de seguridad debido a atentados terroristas, a las que hay que añadir otras 33.089 muertes más de miembros de las distintas organizaciones terroristas. Si bien la presencia de DAESH en este país es muy limitada, no podría descartarse el contacto de esta organización con los grupos terroristas locales si de diese la hipotética circunstancia de la obtención por parte de alguno de éstos de un arma nuclear. En cualquier caso el Gobierno de Pakistán es consciente de su responsabilidad al respecto y cuenta con los más modernos sistemas de seguridad y con personal cualificado para la custodia de su arsenal nuclear, además de disfrutar del apoyo y la estrecha colaboración, al menos en este asunto, de Estados Unidos (Bunn et al. 2016).
 
Arma Nuclear Improvisada
En cuanto a la posibilidad de fabricación de un arma nuclear propia hay que hacer una serie de consideraciones previas. Los dos materiales esenciales para construir un arma nuclear son el isótopo del Uranio 235 (U235) y el isótopo del Plutonio 239 (Pu239). Cualquiera de estos dos elementos, constituyendo una masa con la densidad ideal previamente calculada puede ser el núcleo de un arma nuclear. El U235 se encuentra en la naturaleza formando parte de diversos minerales con una proporción aproximada del 0,72% sobre todo el Uranio existente. El Uranio obtenido en la minería ha de ser enriquecido, aumentando la proporción de U235 hasta un 5% con el fin de emplearlo en la mayoría de los reactores de las centrales nucleares para la producción de energía; si se quiere emplear en un arma nuclear hay que aumentar esa proporción entre un 20 y un 90% (U.S. DOE, 1993). El proceso de enriquecimiento es complejo y muy costoso, y no está al alcance de la mayoría de los países, no pasando además desapercibido a la escrutadora mirada de los organismos internacionales supervisores de comercio o de las agencias de inteligencia, por lo específico y llamativo de las instalaciones y de la maquinaria a emplear. El proceso para obtener Plutonio es igualmente penoso ya que este elemento se encuentra en la naturaleza en ligereas trazas, por lo que ha de ser producido artificialmente en reactores nucleares especiales a partir del Uranio.
Es pues casi imposible que DAESH pueda permitirse establecer una industria de este tipo sin llamar la atención de la comunidad internacional y sin atraer la destrucción de las principales potencias sobre ella. Otra cosa bien distinta es que pueda adquirir de manera ilícita o sustraer este material para comenzar así su proyecto nuclear. El Organismo Internacional de la Energía Nuclear (OIEA, 2016) dispone de la Base de Datos de Tráfico e Incidentes relacionados con material nuclear y radiactivo que se nutre de los informes de los 131 países participantes en la iniciativa. La principal conclusión que el OIEA saca del estudio de los datos recogidos desde 1995 hasta 2015 es que las actividades no autorizadas en las que se ven implicados elementos nucleares continúan ocurriendo, a pesar de todas las medidas y convenciones adoptadas para evitarlo. En el período de tiempo indicado se produjeron 2.889 incidentes de los cuales 454 estaban relacionados con posesión ilegal de materiales y otras actividades criminales, 762 estaban relacionados con robo o pérdidas de materiales y 1.622 tenían que ver con otro tipo de actividades como descubrimientos casuales o de elementos no controlados, o en sitios no autorizados como chatarrerías. Algunos de estos hallazgos incluían U235 altamente enriquecido y Pu239. A la vista de estos datos parece que no es imposible que DAESH se pueda hacer con estos materiales, aunque para producir una bomba nuclear hace falta algo más que Uranio o Plutonio.
Los países que poseen armas nucleares han empleado vastos recursos económicos, el trabajo de personal especializado y altamente cualificado, años de investigación e instalaciones dotadas con los medios apropiados para desarrollar y llevar a buen término sus programas. DAESH dispone de amplios recursos gracias a las múltiples donaciones que recibe, como rendimiento por secuestros y extorsiones y por la venta de antigüedades y, fundamentalmente, de petróleo. En cuanto al personal especializado no existen datos concretos al respecto aunque sí se sabe que entre los combatientes reclutados por DAESH hay muchos con estudios superiores cursados en universidades occidentales (OTAN, 2015). Otra opción es que este personal técnico sea secuestrado y obligado a trabajar en el desarrollo de un arma nuclear. En lo que DAESH anda algo más corto es en instalaciones apropiadas para este tipo de actividades, ya que no existen en los territorios que controla, y en el tiempo, pues parece que la acción conjunta internacional va restando poco a poco espacio vital al grupo terrorista.
 
Sabotaje o ataque contra instalaciones nucleares o radiactivas
Esta opción no resulta tan efectista como hacer explosionar un arma nuclear, pero el llevar a cabo un atentado contra una instalación que albergue en su interior material radiactivo causando su liberación, y generando un escenario similar al de Chernobyl o Fukushima, puede considerarse como una herramienta de no muy difícil acceso para un grupo terrorista como DAESH.
El OIEA utiliza, de manera un tanto confusa, dos categorías para emplazar las instalaciones de este tipo (OIEA, 2007):
•    Instalaciones nucleares, que incluyen las fábricas de combustible nuclear, las de enriquecimiento, las de almacenamiento de combustible usado, las de reprocesamiento y las centrales de producción de energía.
•    Otras instalaciones (radiactivas), que incluyen a las del anterior apartado más todas aquellas en las que el público pueda estar expuesto a las radiaciones ionizantes debido al uso, producción, almacenamiento o manejo de material radiactivo.
El número de reactores nucleares para la producción de electricidad existentes en el mundo ascendía en 2016 a 448 (OIEA, 2016), no existiendo estadísticas globales sobre instalaciones nucleares y radiactivas de otros tipos. La ubicuidad de los materiales radiactivos es notable en la actualidad en el mundo occidental, encontrándose además de en la industria energética, en hospitales, obras de construcción e ingeniería, laboratorios de investigación y centros de enseñanza. Evidentemente resultaría más rentable para un grupo terrorista del calibre de DAESH atentar contra una central nuclear debido a la disrupción social que se crearía y la publicidad que esta acción generaría para sus intereses. No es ésta una posibilidad desdeñable, y a raíz de los atentados del 11S apareció en el Gobierno de Estados Unidos una latente preocupación por que alguna de sus centrales nucleares fuera atacada por terroristas, contemplándose incluso el método de hacer impactar un avión comercial secuestrado contra el edificio del reactor, y emitiendo ya en 2005 el Congressional Research Service  (Servicio de Investigación del Congreso) un informe en el que se analizaban las vulnerabilidades existentes en las instalaciones nucleares estadounidenses ante ataques terroristas, actualizándose la información en un nuevo documento publicado en 2007 (Holt & Andrews, 2007). Del estudio de las debilidades detectadas surgió la urgente necesidad de implementar nuevas medidas de seguridad que disminuyeran tanto el riesgo de atentado como las consecuencias para el medio en caso de que aquél no pudiera ser finalmente evitado.
 En los territorios controlados por DAESH en Siria e Irak no existen instalaciones nucleares, aunque no se puede descartar que este tipo de acciones puedan llevarse a cabo en suelo europeo. Precisamente en 2015 miembros de DAESH, implicados en los atentados cometidos de París en el mes de noviembre, llevaron a cabo una estrecha video vigilancia sobre un científico belga de un importante centro de investigación nuclear (The Center for Public Integrity, 2016). Aunque el objeto de esta vigilancia aún no ha sido aclarado sí se puede apuntar la posibilidad de secuestro del científico para obtener acceso al centro y poder atentar contra él, o sustraer elementos radiactivos para fabricar una bomba sucia. En 2014 se detectaron también en Francia y en Bélgica vuelos no autorizados de vehículos aéreos no tripulados, más conocidos como "drones", sobre centrales nucleares, lo que ha elevado la alarma entre los responsables de la seguridad de estos países ante la posibilidad de que las imágenes obtenidas por las aeronaves pudieran ser empleadas en la comisión de atentados (The Guardian, 2014).
Las centrales nucleares deberían estar entre los bienes más protegidos por la peligrosidad de las fuerzas que contienen como así fue, por otra parte, entendido a la hora de la aprobación del artículo 56 del Protocolo I adicional a los Convenios de Ginebra de 1949 relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales de 1977 o del artículo 15 del Protocolo II adicional a los Convenios de Ginebra de 1949 relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados sin carácter internacional, también de 1977. Evidentemente DAESH no es un enemigo convencional y no respeta ningún tipo de convención o usos y costumbres, lo que lo hace aún más peligroso en este campo. Es necesario en este punto recordar que el 15 de febrero 2011 miembros de Greenpeace penetraron en el interior del recinto de la central nuclear de Cofrentes, en Valencia, esquivando fácilmente las medidas de seguridad, con el fin de efectuar una protesta antinuclear (El País, 2011). El hecho de que una organización pacifista sea capaz de llevar a cabo esta acción debería preocupar a los responsables de la seguridad en España y en el resto de la comunidad internacional ya que un grupo terrorista como DAESH podría tratar de imitar esa acción con fines ciertamente más destructivos.
Otras instalaciones rentables para esta organización terrorista podrían ser los almacenes de residuos nucleares, algunos de los cuales se encuentran en el interior de los recintos de las propias centrales nucleares y otros en instalaciones ubicadas en distintos lugares en el exterior, así como los transportes de esos mismos elementos desde el lugar de generación al de almacenamiento.
 
Dispersión o Exposición de Material Radiactivo
Es ésta, quizás, la opción que cuenta con más posibilidades debido a la facilidad con la que los materiales radiactivos aparecen en diversos ámbitos fuera del estricto control bajo el que deberían custodiarse, recibiendo en este caso la denominación de fuentes huérfanas. Tan sólo en España en el ámbito de una campaña desarrollada por la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (ENRESA) en 2007 se recuperaron 461 fuentes huérfanas. El último evento relacionado con una fuente de este tipo del que se tiene noticia en España ocurrió el 29 de marzo de 2016, fecha en la que un equipo para efectuar mediciones, conteniendo elementos radiactivos, fue sustraído del interior del vehículo que lo transportaba, en la ciudad de Sevilla (El País, 2016).
El modo de actuación por parte de los terroristas es sencillo en este caso ya que basta con adosar al contenedor del material radiactivo un explosivo de suficiente potencia como para hacer que aquél se disperse en el ambiente, obteniendo un Dispositivo de Dispersión Radiológica, más conocido como bomba sucia. En este caso los efectos de la explosión por sí misma no son tan relevantes como los producidos por el material radiactivo disperso en el medio, que puede afectar a los seres vivos directamente o por inhalación o ingestión. Puede que los efectos letales de este tipo de armas no sean excesivamente significativos, pero sí están garantizados el pánico y la relevancia mediática, buscada ésta última con avidez por los terroristas, así como la inutilización temporal de los terrenos o instalaciones afectadas y la alteración de la actividad cotidiana en la zona, así como la asignación de los posibles gastos derivados de la posterior limpieza de las zonas contaminadas. Por supuesto también están garantizados la trascendencia internacional y el incremento del estatus de esta organización, lo que forma parte de su modus operandi, el cual distingue a DAESH del resto de grupos terroristas que operan en la actualidad.
 Otro medio de empleo de material radiactivo sin el concurso de explosivos es el de proceder a su dispersión por medio de aerosoles. Una posibilidad más es la de utilizar los denominados Dispositivos de Exposición Radiológica (Medalia, 2011) en los que lo único que se precisa es situar las fuentes radiactivas en lugares muy transitados o de gran sensibilidad. Finalmente una última opción sería contaminar el suministro de agua potable o de ciertos alimentos por el simple procedimiento de diluir la sustancia radiactiva en ellos.
En Siria y en Irak existen diversos puntos en los que DAESH puede hacerse con material radiactivo para la fabricación de bombas sucias tales como hospitales, centros de enseñanza o instalaciones industriales. Precisamente el 9 de julio de 2014 el gobierno de Irak se veía obligado a informar a la ONU del robo de aproximadamente 40 Kg. de material nuclear, incluyendo Uranio, de la Universidad de Mosul llevado a cabo por DAESH (Reuters, 2014). En Siria existe una planta piloto de purificación de ácido fosfórico para la obtención de Óxido de Uranio en la localidad de Homs, en cuyas proximidades existen amplias zonas controladas por DAESH, por lo que no resulta descabellado esperar un asalto a esas instalaciones con el fin de obtener material radiactivo si se diese la circunstancia de que este grupo terrorista pudiese penetrar en la mencionada ciudad. También en Siria, en la capital Damasco, existe un reactor nuclear de investigación, aunque en este caso se encuentra a considerable distancia de los dominios de DAESH.
 
Lucha antiterrorista
La amenaza que supone DAESH ha sido tomada muy en serio por los gobiernos de las principales potencias y por las instituciones internacionales, como muestra la amplia atención que ha obtenido este grupo en las diversas iniciativas que se han desarrollado sobre terrorismo nuclear y en los más importantes foros de seguridad.
Uno de los elementos clave surgido en los últimos años en la lucha antiterrorista es la Cumbre de Seguridad Nuclear, impulsada por el presidente de Estados Unidos Barack Obama, teniendo lugar la última de ellas en Washington del 31 de marzo al 1 de abril de 2016, con la participación de 53 países y la Unión Europea, INTERPOL, OIEA y ONU. Los objetivos principales de esta cumbre eran mejorar las medidas de seguridad del material nuclear existente y reforzar las instituciones internacionales implicadas en esas tareas. En su discurso en la sesión de clausura de la cumbre el presidente Obama señaló precisamente la importancia de la lucha contra DAESH al que definió como "la red terrorista más activa en estos momentos" (The White House, 2016).
Por su parte la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), como principal alianza de seguridad y defensa existente en la actualidad, entiende que existe el riesgo de que DAESH llegue a obtener y emplear materiales nucleares, aunque no acaba de aclarar la gravedad o el nivel de este riesgo. En lo que sí se define el Comité Científico y Tecnológico de la Alianza es en el hecho de calificar a DAESH como la mayor amenaza en cuestiones nucleares, biológicas, radiológicas y nucleares (NBQ-R) en el área Euro-Atlántica en la actualidad (Martens, 2016). La OTAN hace esta valoración de acuerdo con el nivel de preparación científica de muchos de los combatientes captados por el grupo terrorista y por el elevado nivel de ingresos, dos elementos clave para iniciar cualquier desarrollo tecnológico. El terrorismo nuclear ha sido también tenido en cuenta en la redacción del Concepto Estratégico de la Alianza de 2010 en el que se reconocía al terrorismo como una amenaza para los habitantes de las naciones que conforman la OTAN, principalmente si se diese la situación de que alguna organización terrorista llegase a poseer armas nucleares o radiológicas.
La Unión Europea también se hace cargo de la problemática surgida por la aparición de DAESH en este escenario, y alerta sobre la posibilidad de un atentado en alguna capital europea empleando armas de destrucción masiva, entre las que incluyen las bombas con material radiactivo. La misma Unión Europea reconoce las oportunidades de los terroristas para hacerse con materiales radiactivos debido al elevado número de robos y pérdidas que se producen cada año. Para evitar que esa posibilidad se convierta eventualmente en realidad se han dedicado amplios y generosos esfuerzos a luchar contra el tráfico de elementos radiactivos y a limitar las exportaciones de tecnologías de doble uso, que son aquellas con aparente dedicación pacífica pero con potenciales aplicaciones militares. Las iniciativas en este ámbito alcanzan los niveles legal, político y operativo, pues se estima que es necesaria una actuación coordinada desde diferentes perspectivas, aunque se descarga en los países miembros la responsabilidad inicial de proteger a sus ciudadanos contra este tipo de atentados (Immenkamp, 2015).
 El OIEA juega también un papel primordial en esta lucha. Este organismo afirma en el Plan de Seguridad Nuclear 2014-2017 que el riesgo de empleo de materiales nucleares y radiactivos en atentados está considerado como un elemento de preocupación y una amenaza para la seguridad internacional. Precisamente en este plan se propone, entre otros objetivos, incrementar la asistencia a los distintos países con el fin de aumentar los niveles de seguridad nuclear y mejorar la colaboración internacional en este campo (OIEA, 2013). Esta organización es además responsable del mantenimiento de la ya mencionada Base de Datos de Tráfico e Incidentes en la que se recopilan y analizan los datos de eventos relacionados con materiales nucleares y radiactivos recibidos de los países colaboradores.
Finalmente, y en el ámbito de la ONU, el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas difundió el 29 de agosto de 2014 un documento recibido del Centro Europeo para la Ley y la Justicia bajo el título "Los peligros que suponen ISIS y sus filiales para la paz regional y global" en el que se puede leer que DAESH posee material radiactivo que podría ser empleado en bombas sucias, lo que incrementaría exponencialmente el peligro que supone este grupo (UNHRC, 2014). La principal herramienta de la que dispone la ONU para la lucha contra el terrorismo nuclear es la resolución 1540 del Consejo de Seguridad, aprobada el 28 de abril de 2004, que adopta medidas vinculantes para los estados miembros, decisivas en la lucha contra la proliferación de armas de destrucción masiva entre actores no estatales.
Otras iniciativas no mencionan específicamente a DAESH en sus estrategias, pero obviamente contemplan a esta organización como un problema potencial de extrema gravedad para la seguridad internacional. La Iniciativa Global contra el Terrorismo Nuclear dedicada a reforzar las capacidades de sus miembros en cuanto a detección, prevención, disuasión y respuesta ante actividades de este tipo ha realizado una gran labor en este sentido, constituyendo uno de los principales foros existentes en la actualidad y aglutinando a 86 países y a 5 organizaciones del calibre de Unión Europea, INTERPOL, OIEA, Instituto Interregional de las Naciones Unidas para Investigaciones sobre la Delincuencia y la Justicia y Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. Los objetivos fundamentales de esta Iniciativa son integrar capacidades y recursos en la lucha contra el terrorismo nuclear, compartir la experiencia adquirida y relacionada con la no proliferación y la lucha contraterrorista y facilitar el intercambio de información entre los países (GICNT, 2015).
Por último, y dentro de las actividades de cooperación entre los distintos estados en el campo de la lucha antiterrorista nuclear y radiológica, es preciso mencionar la estrecha colaboración hispano-marroquí que ha dado como fruto el ejercicio "Gate to Africa", celebrado en Madrid, del 27 al 29 de octubre de 2015 con el fin de llevar a cabo una evaluación de la capacidad de respuesta teórica y práctica de ambos países en los puertos de Algeciras y Tánger Med en el caso de un atentado terrorista en el que se causase una emergencia radiológica.
 
Conclusiones
Lo nuclear nunca ha gozado de buena fama, quizás porque su presentación en sociedad, en el ocaso de la II Guerra Mundial, ha quedado permanentemente grabado en la memoria colectiva del ser humano como uno de los momentos más luctuosos de la historia, a lo que hay que añadir los afortunadamente escasos pero siempre relevantes accidentes ocurridos en centrales nucleares. El terrorismo tiene la morbosa característica de acercar los horrores de la guerra desde el campo de batalla a las puertas de los hogares de los ciudadanos. La combinación de las palabras terrorismo y nuclear suscita imágenes de destrucción apocalíptica al servicio de los más perversos e irracionales ideales. DAESH, por otra parte, se encuentra en estos momentos sometido a un estrecho cerco por parte de los diferentes países y facciones locales involucrados en los conflictos de Irak y Siria, además de por las agencias de inteligencia y cuerpos policiales de los más importantes actores en la escena internacional; y los contendientes acorralados tienden a adoptar medidas desesperadas, como son las opciones anteriormente descritas, para intentar garantizar su supervivencia.
La lucha contra DAESH se encuentra aún lejos de su final y este grupo terrorista, incluyendo sus filiales, los excombatientes retornados y la multiplicidad de seguidores espontáneos surgidos gracias al ciberespacio, aún pueden sorprender al mundo con nuevas y más crueles formas de sembrar el terror que las hasta ahora mostradas. Si bien la notable pérdida de terreno, y por lo tanto de recursos económicos, experimentada por DAESH en los últimos tiempos hace difícil la fabricación o adquisición de una bomba nuclear, las otras posibilidades expuestas en este artículo, el ataque a instalaciones nucleares y el empleo de bombas sucias, son dos riesgos que han de ser tenidos ciertamente en cuenta por las autoridades.
Es preciso, en cualquier caso, intensificar el esfuerzo de coordinación que ya se viene realizando entre los principales actores implicados, nacionales e internacionales, y potenciar el intercambio oportuno de información relacionada, junto con la implementación de medios y medidas de alerta temprana, a fin de evitar que se llegue a materializar un atentado de DAESH o sus seguidores contra instalaciones sensibles o empleando materiales radiactivos. Es ésta una lucha de voluntades e iniciativas en la que se hace necesario actuar de forma proactiva, ya que aquél que consiga obtener la ventaja del primer golpe se encontrará en una posición de supremacía que marcará el devenir del conflicto, conflicto en el que la aparición o intervención del factor nuclear podría no dejar lugar a una segunda oportunidad.
Carlos Llorente Aguilera es Licenciado en Psicología por la Universidad de La Laguna y Master en Ciencias de la Seguridad y Criminología por la Universidad Católica de Murcia. Actualmente cursa estudios de Doctorado en Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Madrid.
 
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