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Jueves, 28 de marzo de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

El acuerdo con Irán, ¿inicio de una nueva era en la relación con Occidente?

(defensa.com) “Este acuerdo satisface a los intereses de la región, a la paz global y al progreso”. Así valoraba el presidente de Irán, Hassan Rouhani, el acuerdo alcanzado entre las potencias occidentales y su país por el que se paralizará el controvertido programa nuclear iraní. Obama también se ha mostrado orgulloso, valorándolo como un éxito por el que ahora el mundo será un lugar “más seguro”. Esta nueva coincidencia entre ambos líderes reafirma la tendencia al diálogo y cooperación que se fraguó en septiembre con la elección de Rohani como nuevo presidente de la República Islámica, que sin duda ha mostrado una postura mucho más moderada que su antecesor, Mahmud Ahmadineyad.

Con este acuerdo "semestral" se pone fin a una intensa ronda de negociaciones y sobre todo un largo embargo nuclear y financiero que comenzó poco después de que se declarase a Irán como uno de los integrantes del “Eje del mal”. Este hecho histórico, en el que muchos atisban el fin de las tensas relaciones con EEUU desde 1979, sería una luz al final del túnel del problema iraní, pieza clave en el puzzle en el que se ha convertido en las últimas décadas Oriente Medio y foco habitual de actitudes beligerantes entre los principales actores de la región. En este sentido, ¿cabe pensar en el nacimiento de una nueva época en las relaciones multilaterales con el gobierno islámico?

Si atendemos al objetivo propuesto y a los gestos emitidos por el presidente de Irán desde que éste accediera al cargo, se podría pensar que la situación podría empezar a variar, sobre todo con EEUU y Europa. Conseguir un cambio y comenzar a normalizar el problema nuclear iraní podría suponer una enorme victoria política para la administración Obama, que se vio superada y necesitada de la ayuda de Moscú para poder salir del atolladero en el que se había convertido el caso sirio después de los ataques con armas químicas.

En este contexto surge la importancia que ha desempeñado en todas las negociaciones la voluntad política mostrada por el régimen iraní y los países que negociaron en Ginebra, en un contexto parecido a la negociación que se fraguó hace unos meses con el caso sirio. Atrás quedaron ocho largos años de constantes amenazas, provocaciones y tensas relaciones que se mantuvieron con el anterior presidente iraní. Con todo ello, y antes de que finalicen los seis meses de margen para conseguir llegar a un acuerdo mucho más sólido para limitar el ambicioso plan iraní, las potencias deberán asegurarse de que se cumplan escrupulosamente con todo lo pactado, en especial con la paralización del enriquecimiento de uranio en el umbral superior al 5% y la destrucción o transformación del uranio que ya enriquecido al 20%. Al menos, y a tenor de lo mostrado, voluntad hay para ello.

Sin embargo, este entusiasmo mostrado por los principales actores de todo el proceso no se corresponde con la respuesta de Tel Aviv o Riad.  Israel, que entendía esta negociación nuclear como una concesión al régimen más peligroso del planeta, ha considerado a través de su presidente, Benjamin Netanyahu, que el acuerdo supone “un error histórico” porque el peligro de que Irán alcance la bomba atómica sigue muy latente. Las relaciones entre EEUU e Israel, si bien siguen siendo óptimas, se encuentran lejos de su mejor momento, ya que el gobierno israelí se refiere al acuerdo como una manera de ceder ante el programa iraní y confirma la inutilidad de las férreas restricciones impuestas por comunidad internacional a Irán, que ahora se desbloquean sin tener que destruir sus instalaciones nucleares, además de poder continuar con el enriquecimiento de uranio aunque sea a un porcentaje mínimo.

Por su parte, para  Riad, que también ha visto con preocupación los avances diplomáticos, el acuerdo es una concesión que no detiene la carrera nuclear iraní. Podría  así surgir un nuevo Oriente Medio polarizado contra Irán, entre la posición intransigente de Arabia Saudí e Israel, que ya no contarían con el apoyo de EEUU, que hasta hace bien poco había mostrado una intransigencia férrea con el régimen iraní.


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