Asistimos en los últimos años a un debate intelectual que en Europa siempre se ha acentuado por la alta fragmentación de la oferta y la demanda. El centro de la discusión ha sido si el tamaño es determinante del éxito de una empresa de defensa. Curiosamente, este debate siempre se había planteado, con cierta lógica, en las épocas de depresión de la inversión militar, como ocurrió con en 1993, en Washington, empujando al sector a fusionarse para sobrevivir en un entorno mucho más constrictivo. ¿Por qué hay que ser grande en la industria de defensa y cómo conseguir este tamaño deseable? es la cuestión mollar, pero antes de internarme en este debate, deberíamos plantearnos con carácter previo qué significa ser grande: ¿tener presencia en muchos mercados?; ¿producir muchas cosas homogéneas o dispersas?; ¿ser el monopolista de un solo producto?; ¿facturar mucho?, ¿ganar mucho dinero?; ¿tener una posición dominante en un mercado?; ¿tener una alta valoración en bolsa?
Si analizamos las 50 empresas no norteamericanas de defensa con mayor facturación, una de sus notas características es una alta exportación y, por ende, una presencia en diferentes mercados. Ninguna sociedad no estadounidense de defensa puede sobrevivir con solvencia si no exporta al menos un 40 por ciento de su facturación en el sector, y esto ya da una primera indicación de por dónde van los tiros. A esto se une que la mayoría lo consigue teniendo muy pocos productos en su cartera, es decir, a través de la especialización.
En el mundo de la industria de defensa podemos concluir que para ser grande hay que tener un producto o una línea de productos propios, desarrollados por equipos de ingeniería internos, que sean competitivos en una amplia serie de mercados, a los que pueden acceder por ser los propietarios de la tecnología. Esta es otra seña de identidad de una gran empresa. Se puede ser grande facturando mucho, como una industria de consumo -es el caso de la automoción-, pero tener unos márgenes muy pequeños debido a la alta competencia o por el alto coste de la cadena de suministro; o se puede producir en el mundo de la defensa con altos márgenes siempre y cuando las compañías trabajen en mercados cautivos en los que los gobiernos benefician al inversor en la industria en detrimento del contribuyente.
En el caso de los mercados nacionales, podría pensarse que el objetivo de ser grande es dominarlos, pero para ello tiene que haber una connivencia de ese cliente comprador, que esté dispuesto a asumir los riesgos de colocar contratos en empresas no suficientemente capacitadas, pero destinadas, por decisión del gobierno, a monopolizar una parte sustancial del mercado local y que esté dispuesto a asumir unos extra costes por razones de tener una empresa doméstica grande. De estos existen bastantes casos en Europa del Este y en Extremo Oriente. Definitivamente, para crecer en el mundo de la defensa y facturar más haciendo lo mismo, hay que recurrir al crecimiento inorgánico, adquiriendo empresas que hagan lo mismo o eliminar a las que son competencia. Esto segundo sólo es posible con el acuerdo tácito del propio gobierno. Europa lleva décadas debatiendo sobre los movimientos empresariales.
Los gobiernos, incapaces de ponerse de acuerdo para consolidar la demanda, han optado por impulsar un mercado de oferta más consolidado, pero la historia nos demuestra que conviven dos tendencias, la de consolidar capacidades y la creación de otras nuevas en países que disponen de industrias más pequeñas para poder generar en la economía local un impacto económico muy significativo a consecuencia de las enormes inversiones. Y este incremento de nuevas capacidades se basa en los conceptos más tradicionales de offset, o líneas finales de ensamblaje, o búsqueda de tecnólogos que siguen siendo dueños de la tecnología, algo que el mercado ya había desechado por improductivo en los años noventa. Es decir, vamos a mayor fragmentación y menos soberanía por la supervivencia del estado nación como núcleo de la defensa europea.
El principal problema de Europa frente a Estados Unidos es que hemos perdido los últimos quince años. Solo basta ver el diferencial de formación bruta de capital entre las dos orillas para darse cuenta que Europa ha perdido el tren de la disrupción tecnológica y de la supremacía industrial y la razón se llama estado de bienestar. En el caso de la Defensa, basta mirar el diferencial de inversión en defensa entre Estados Unidos y Europa en los últimos quince años. El viejo continente con sus 27 países ha invertido menos de un tercio que Estados Unidos, lo que nos da un diferencial acumulado de billones de euros. El esfuerzo para igualar ese gap implicará enormes sacrificios en las políticas de bienestar de Europa para invertir, invertir e invertir. El mercado español presenta varios datos adicionales que generan cierta preocupación.
El gasto de Defensa aprobado en los presupuestos de 2022 y que será prorrogado para 2026, asciende a 13.203 millones de Euros, es decir para alcanzar el 2 por ciento del PIB el año que viene, será necesario alcanzar los 36.000 millones de euros; lo que significa que deberán efectuarse, como en 2025, transferencias de otras secciones del presupuesto para el gasto militar por un importe de 23.000 millones, una tarea extraordinariamente compleja de la que depende la continuidad de los programas que se han lanzado a lo largo de este año; y esta incertidumbre tendrá graves repercusiones negativas sobre el sector, que ya ha descontado que todos estos aumentos se producirán. El escenario de falta de mayoría de Gobierno y los procesos electorales anuncian un enorme cambio de tendencia política y apenas sabemos nada de los planes de la oposición sobre los programas, los presupuestos y la política industrial y esto añade más leña a la chimenea de la incertidumbre.
El programa de rearme tiene además un hándicap crítico, si no se produce un incremento, significativo de personal militar, sobre todo operativo y de especialistas, tendremos un enorme inmovilizado de equipamiento, sin capacidad real para operarlo. Esta realidad llevará al Gobierno a desviar una parte sustancial del incremento del gasto militar de los años futuros a incrementar los sueldos de los militares para conseguir revertir esta negativa tendencia que pone en jaque todo el esquema político industrial de Defensa, lo que llevará a incrementos de partidas operativas en detrimento de la modernización. Las incertidumbres y la falta de unidad de acción entre los países europeos siguen siendo losas enormes que podrían echar por tierra todo el necesario esfuerzo de seguridad que debemos afrontar en los próximos años, con consecuencias geoestratégicas impredecibles. (Enrique Navarro. Presidente MQGloNet)





Deje un comentario
Su e-mail no será publicado.
Los comentarios que no se atengan a las normas de participación podrán ser motivo de expulsión.