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Martes, 19 de marzo de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Estado de guerra vírico

Las epidemias han matado más gente a lo largo de la historia que las guerras, así que la primera cuestión que deberíamos hacernos es porqué no estábamos preparados para algo que la lógica nos debería haber enseñado. Desde que Martinus Beijerinck, Robert Koch y Louis Pasteur hace menos de ciento cincuenta años descubrieran la existencia de los virus y las vacunas, hemos tenido importantes epidemias que han matado a centenares de millones de personas; más que las dos guerras mundiales, por lo que se debería haber previsto, no sólo la alta probabilidad de que una pandemia pudiera ocurrir, especialmente a medida que la globalización se incrementaba, sino que los procedimientos deberían estar establecidos a nivel internacional y disponer de una reserva estratégica para atender este tipo de emergencias.

El coste de esta pandemia excederá en cien veces el de haber dispuesto de una reserva estratégica de mascarillas, desinfectantes, material sanitario, etc. Debería haber existido un plan de utilización de hospitales y de otros establecimientos sanitarios. En definitiva, ante una situación previsible, ninguna acción preventiva se había adoptado. Sin embargo, frente a otras amenazas, humanas, que han venido afectado a nuestra seguridad durante décadas, hemos conseguido evitar guerras y conflagraciones mundiales sólo por una razón, porque durante décadas nos hemos preparado militarmente para esta eventualidad.

La gran mayoría de países desarrollados han invertido en tecnología militar, armado ejércitos y coordinado a través de grandes organizaciones militares los planes de prevención y de guerra, si fuera necesario para acabar con los enemigos. Ante las grandes amenazas, muchas de las cuales tienen que ver con la miseria que afecta a una gran parte del Globo, o con el cambio climático, los gobiernos y la OMS (Organización Mundial de la Salud)han sido ineficaces para evitar la propagación mundial. La improvisación en la toma de decisiones, amparada en el desconocimiento de la posible extensión, ha sido un enemigo tan peligroso como el virus, máxime teniendo en cuenta que llevábamos a tres países por delante de nosotros.

Que España sea uno de los principales afectados por este virus es consecuencia de la incapacidad para evaluar el peligro anticipándose lo más posible. Lejos de ello, se han supeditado acciones contra el virus a determinadas prioridades políticas. Esta situación tan dramática podría haberse evitado si existieran planes. En primer lugar, si hubiera una reserva estratégica de medios para abordar una pandemia; y en, segundo, si se sobreactuara cuando ya se sabía que había al menos cien casos sin detectar esparciendo el virus durante quince días. Ahí está coste económico de no estar preparados para circunstancias de catástrofes como guerras o endemias, de no haber realizado los planes preventivos, de no haber invertido en nuestra seguridad.

Por mucho discurso social que hagamos, la principal razón de la existencia de los estados es proveer seguridad a los ciudadanos, y es palpable el fracaso en cumplir con esa principal misión de los gobiernos. Poco ya se puede hacer contra esta pandemia, cuyos peores efectos están por llegar. Una cuarta parte de la población mundial no tiene Internet, ni agua, ni hospitales, ni médicos, ni la posibilidad de acometer medidas de protección. En unos meses habrá vacunas en Occidente, y en un par de años estaremos inmunizados o podremos prevenir esta enfermedad, pero, no tengamos duda, otras pandemias volverán, es inevitable. Pero podemos estimar que en África y en los sobrepoblados países de Asia los muertos se contarán por millones. Bueno, de hecho no se contarán.

Se generarán conflictos militares a consecuencia de las desigualdades que se generarán, los países culparán al virus de todos sus males y a sus vecinos de haberlo propagado. Muchos se aprovecharán de las miserias humanas asociadas a este tipo de enfermedad para imponer sus criterios y acometer acciones militares. Esta amenaza creciente que supondrá la extensión del virus por amplias zonas del globo, sin posibilidad de controlar su extensión y atender a los enfermos, nos hará más inseguros. La presión sobre la frontera sur de Europa, cuando la enfermedad se extienda por África, nos obligará a una acción de control y prevención sin precedentes. Los ejércitos actuales serán insuficientes para evitar que estas amenazas acaben afectando a nuestra seguridad.

La crisis económica que será detonada por el virus traerá también más conflictos internos. Los nacionalismos culparán a la globalización de las pandemias y promoverán el aislamiento. Los movimientos populistas encontrarán apoyos crecientes a la vista de que los partidos tradicionales han sido incapaces de atender a su principal obligación que es atender a la seguridad de los ciudadanos. Es urgente que cuando la primera fase de la epidemia transcurra, el Gobierno actúe de forma urgente para atender a las situaciones de inseguridad que se generarán como consecuencia del impacto de la enfermedad en amplias partes del planeta.

No podemos confiarnos de qué esto se arreglará solo, o devolviendo la liquidez a las empresas de poco servirá, si no somos capaces de controlar los efectos colaterales. Ante esta amenaza, Occidente debe acometer un gran plan para llevar sistemas de salud modernos a todo el mundo. Se ha visto que basta que un país no tenga los criterios de salud y de gestión de la sanidad, para que todos estemos afectados por una epidemia. Será inútil cerrar nuestras fronteras si la amenaza estará afuera y de forma creciente se extiende.

Es urgente un plan Marshall en África, Asia y parte de América Latina, para imponer en todo el mundo un sistema sanitario que garantice un mundo más próspero y seguro. De poco servirá recuperar nuestra economía si no hacemos un gran esfuerzo en invertir en seguridad para contener las nuevas amenazas. Si no aprendemos la lección y elaboramos planes globales de acción y se dispone de una reserva estratégica, esto puede volver a ocurrir y pronto; debemos ahorrar y no gastar para satisfacer necesidades insaciables y acometer un gran plan de reconstrucción del planeta para esparcir la salud y el desarrollo económico. Solo así estaremos casi totalmente seguros.

Enrique Navarro

Presidente MQGloNet


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