«Acabar a Clausewitz» es un conjunto de conversaciones con Benoit Chantre. La obra plantea la realidad posible de un apocalipsis provocado por la intensidad de los conflictos armados. A lo largo de estas conversaciones, René Girard y su interlocutor Benoît Chantre se adentran en el mundo de uno de los grandes intérpretes de la guerra, Carl von Clausewitz, espectador privilegiado de los acontecimientos que sobrevinieron a Europa tras las guerras napoleónicas.
El punto de partida, y de ahí el título, es el enfoque que hace de las teorías estratégicas del prusiano, quien advierte que la violencia, una vez se desata, se pervierte y puede escalar exponencialmente hasta los límites de la destrucción total de los participantes. Esta tendencia, en las guerras decimonónicas y anteriores tiene un límite instrumental que permitía no pensar de modo apocalíptico: no tenían armas de destrucción masiva. Pero las circunstancias han cambiado y la tesis de Clausewitz se hace pertinente ante la posibilidad de una respuesta reactiva nuclear a un primer gesto que desate la mímesis del antagonista.
El autor es René Girard (1923-2015), que fue miembro de la Académie Française y profesor emérito de la Universidad de Stanford. Teórico de la literatura y antropólogo es autor de ensayos como «La violencia y lo sagrado» (1972). Sus trabajos, traducidos en el mundo entero, han tenido aplicaciones en la sociología, la teología, la filosofía política o la economía, entre otros campos. Por su parte, Benoît Chantre es doctor en literatura, editor de humanidades y colaborador en numerosas revistas. Sus investigaciones se centran en las obras de Bergson, Bernhard, René Girard, Levinas, Péguy y Simone Weil.
Los análisis antropológicos de Girard nos plantean un sórdido dilema entre un final de la historia de tipo apocalíptico en sentido catastrofista y un final de la historia en el sentido pleno de la palabra apocalipsis, el del cumplimiento de la revelación, que sería el principio de todas "las cosas nuevas". En su contenido también está presente el papel que juega el cristianismo. El reto de estas conversaciones es afrontar la historia con realismo.
Paradójicamente este atrevimiento intelectual choca con el optimismo ilustrado que todavía nos embarga a pesar del catastrofismo del que hacen gala las conversaciones de café o los comentarios de los periódicos a las noticias cotidianas, como indican. Por un lado, es como si cierto número de hombres tapasen sus ojos para no ver el peligro que se les viene encima y hubiesen decidido que hablar de ello es de agoreros, exagerados anunciadores de catástrofes sin ningún rigor científico, aprovechados ideólogos, interesados milenaristas o embaucadores que se aprovechan morbosamente del pánico que desata el hablar del fin de la historia.
Por otro lado, otro tipo de gente solo ve un futuro incierto, amenazante, inseguro, y permanentemente hace alusión en sus conversaciones a la amenaza islámica, china, rusa, a la catástrofe ecológica, a Crimea, Chechenia, Siria, Ucrania, Taiwán, al abandono a su suerte de Afganistán, la debilidad de las democracias en la toma de decisiones consensuadas frente a la firmeza y capacidad de determinación de los Gobiernos personalistas, como el de Putin o Xi Jinping.
Dividido en ocho capítulos, René Girard y su interlocutor Benoît Chantre se adentran en el mundo de uno de los grandes intérpretes de la guerra, Carl von Clausewitz, admirador de Napoleón, espectador privilegiado de los acontecimientos que sobrevinieron a Europa derivados de las guerras promovidas por ese genial estratega. La constatación de la violencia fría, militar, calculada, como una forma de salvación de las naciones y de los hombres, pretendida por los que se creen llamados a desempeñar un papel único en la historia o se sienten herederos de la épica de los grandes imperios, es desmenuzada, desmitificada y puesta en evidencia por este gran analista prusiano. No deja lugar a la ingenuidad ni al optimismo.
Como militar, cree devotamente en la capacidad de disuasión, en la eficacia de las tratativas, pero también en que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Nos advierte, lleno de lucidez, que esta violencia, una vez se desata, se pervierte y puede escalar exponencialmente hasta los límites de la destrucción total de los participantes. Esta escalada es mimética, se trata de golpear más fuerte que tu agresor.
Un cálculo meditado, que busca compensar y equilibrar el desequilibrio provocado por el primero que golpea en un acto bélico, pero lanzando un mensaje: una vez que se desata el ataque, se requiere remontar un poco más hacia los extremos. Esta tendencia tiene un límite instrumental que permitía no pensar de modo apocalíptico: no tenían armas de destrucción masiva, era posible una rendición ante el insoportable desgaste humano que uno infligía en el otro. Pero las circunstancias han cambiado y la tesis de Clausewitz se hace pertinente ante la posibilidad de una respuesta reactiva nuclear a un primer gesto que desate la mímesis del antagonista.
Si llevamos hasta el final el razonamiento de una escalada a los extremos transformada en planetaria, tenemos que evocar la novedad total de la situación, en la que nos encontramos desde el 11 de septiembre de 2001. El terrorismo ha vuelto a hacer pasar al siguiente nivel la violencia. Este fenómeno es mimético y opone dos cruzadas, dos formas de fundamentalismo. La guerra justa de Georges W. Bush reactivó la de Mahoma, más poderosa porque es esencialmente religiosa. Pero el islamismo no es sino un síntoma de una escalada de la violencia mucho más global.
Viene menos del sur que del propio Occidente, porque aparece como una respuesta de los pobres a los pudientes. Como se expone, es una de las últimas metástasis del cáncer que ha desgarrado el mundo occidental. El terrorismo aparece como la vanguardia de una venganza global contra la riqueza de Occidente. Es una reanudación más violenta e imprevisible de la conquista, tanto más temible cuanto que encuentra a América en su camino. La fuerza del islamismo proviene, entre otras cosas, de que es una respuesta a la opresión de todo el tercer mundo. Esta teologización recíproca de la guerra (Gran Satán contra las fuerzas del mal) es una fase nueva de la escalada a los extremos.
Girard nos plantea un sórdido dilema entre un final de la historia de tipo apocalíptico en sentido catastrofista y un final de la historia en el sentido pleno de la palabra apocalipsis, el del cumplimiento de la revelación, como explica. El principio de su teoría, que es la interpretación de textos, originalmente los sagrados, reside en la constatación en las relaciones interindividuales de un deseo humano mimético, es decir, que imita al otro, lo que dice y hace. El interés es la perspectiva de su análisis, ya que supone una innovación en el método y en los contenidos. (Gabriel Cortina)
Ficha técnica:
Acabar a Clausewitz
René Girard
Editorial UFV
Colección Mímesis
359 páginas




