Desde los primeros días de la Revolución, España comenzó a explorar vías de apoyo indirecto a la causa estadounidense, que con el tiempo se convertiría en un respaldo diplomático, logístico y financiero decisivo. Aunque en 1775 aún no existía un apoyo material directo, sí se percibía una actitud favorable hacia la causa rebelde, y se daban los primeros pasos hacia una colaboración más estrecha, que se consolidaría a partir de 1776.
Las primeras ayudas llegaron a través de redes de comercio encubierto: desde Bilbao, Diego de Gardoqui facilitó suministros esenciales a través de su casa comercial, mientras que Juan Miralles, desde La Habana, actuó como emisario oficioso de España ante el Congreso Continental. El apoyo más activo y estructurado, incluyendo dinero, pólvora, uniformes y armas, se materializaría a partir de 1776–1777, especialmente bajo el impulso de Bernardo de Gálvez desde Nueva Orleans.
La situación militar en ese primer año de conflicto, y el limitado número de rebeldes dispuestos a luchar, evidenciaban tanto el coraje de las Trece Colonias como la urgente necesidad de respaldo internacional. El Segundo Congreso Continental fue el escenario donde se gestaron las primeras medidas para forjar un ejército profesional, sentar las bases de una marina nacional y buscar alianzas clave en Europa.

Ilustración de José Esteban
Aunque en junio de 1775 aún no existían relaciones diplomáticas oficiales con España, el Congreso era plenamente consciente de la necesidad de contar con el apoyo de potencias europeas como España y Francia. Se crearon comités e iniciaron intercambios epistolares que sentarían las bases de la futura diplomacia revolucionaria.
Tras la batalla de Lexington y Concord (abril de 1775), las colonias disponían de una fuerza considerable de milicias que rodeaban la ciudad de Boston. Estas milicias, mayoritariamente de Nueva Inglaterra (Massachusetts, Connecticut, Nuevo Hampshire y Rhode Island), sumaban entre 15.000 y 20.000 combatientes armados. Aunque su entrenamiento y disciplina eran desiguales, la decisión del Congreso de formalizar el Ejército Continental permitió unificar el mando y consolidar el germen de una fuerza nacional.
En junio de 1775, el Congreso acordó la creación de un ejército unificado para enfrentarse a las tropas británicas, nombrando a George Washington como comandante en jefe. A partir de ese momento, resultó esencial asegurar el respaldo de Francia y España para obtener armas, municiones y financiación. Así se hizo historia en la ciudad de Filadelfia: hasta entonces, las colonias dependían de milicias estatales mal coordinadas. La decisión del Congreso dio origen a una fuerza organizada, destinada a defender la causa revolucionaria, compuesta por voluntarios con experiencia militar irregular, pero llamada a convertirse en el núcleo del futuro Ejército de los Estados Unidos (U.S. Army).
El Ejército de Tierra si es consciente del momento histórico para reivindicarlo y se ha hecho eco de la noticia junto con la Asociación The Legacy que me honra presidir. El 19 de junio se celebró la Gala de la 60ª Edición de los Premios Ejército, presidida por Su Majestad el Rey, acompañado por la ministra de Defensa y el General de Ejército Amador Enseñat y Berea, Jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra, donde hemos presentado la ilustración de José Esteban. Este año se entregó una Distinción Especial al Ejército de los Estados Unidos de América, en su CCL aniversario, por su especial vínculo con el Ejército español desde su origen como Continental Army en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, continuando esa alianza hasta nuestros días.
Al conmemorar la creación del Ejército de los Estados Unidos, no solo recordamos un hito militar, sino también una oportunidad para reconocer el papel silencioso, pero fundamental, que desempeñó España en los albores de una nación que hoy lidera el orden internacional.
Como española comprometida con la recuperación de nuestra memoria histórica, creo que es momento de reivindicar con orgullo nuestra contribución a la independencia norteamericana. No desde el afán de protagonismo, sino desde la justicia histórica que permite construir relaciones más sólidas, basadas en la verdad compartida. (Eva García, Presidente de The Legacy: El Legado Español en los Estados Unidos de América)







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