En un emotivo acto celebrado ayer en el monumental Palacio de la Almudaina, en Palma de Mallorca, Javier Taibo, presidente de Grupo Edefa y vicepresidente de Uep Airways, recibió del Comandante General de Baleares, el general de división Fernando Gracia Herréiz, la acreditación como Embajador de la Marca Ejército.
El Ejército de Tierra español lanzó la iniciativa Marca Ejército para mejorar la percepción, comprensión y conocimiento de la institución en la sociedad española y en el exterior. Ser Embajador de Marca Ejército supone asumir el compromiso de contribuir a la difusión y fortalecimiento de los valores del Ejército de Tierra en el ámbito en el que, por su actividad o capacidad de influencia, el designado como tal pueda poner su imagen, prestigio o popularidad al servicio de la institución.
En su discurso, que reproducimos a continuación, Javier Taibo destacó el fundamental papel del Ejército de Tierra en su permanente servicio a España, tanto en sus misiones internacionales, como dentro de nuestras fronteras en auxilio de la población en escenarios de crisis y emergencias, como los vividos los últimos años. Recordó los fuertes valores que impulsan el trabajo diario de la institución, fundamentales en tiempos convulsos de grandes desafíos a la seguridad como los que vivimos, habló de un compromiso con la patria y la bandera que todo español debe hacer suyo y, asumiendo su compromiso como Embajador de la Marca, se puso enteramente disposición del Ejército.
Discurso de Javier Taibo
Excmo. Sr. General de División D. Fernando Luis Gracia Herreiz, comandante General de Baleares. Ilustrísimos Sres. coroneles y capitán de fragata Sres. Jefes, oficiales, suboficiales y personal de tropa Sres. Embajadores de la Marca Ejército
Queridos amigos que asistís a este acto y representáis un poco del todo de esta sociedad y personas que han venido de fuera de estas maravillosas islas.
En primer lugar, quiero expresar mi sentido agradecimiento al jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra, Excmo. Sr. General Amador Enseñat y Berea, por mi nombramiento como embajador de la Marca Ejército, así como a la Comandancia General de Baleares por haberlo promovido.
Asumo humildemente que soy un granito de arena, uno más de los 80.000 embajadores de la Marca Ejército activos, porque cada uno de los integrantes de nuestro Ejército de Tierra con su cotidiana y abnegada labor sin aspavientos y apenas sin reconocimiento son los mejores embajadores; y yo el último soldado.
Este reconocimiento supone un indescriptible honor para mí y más aun con la celebración de este acto en el imponente y monumental Real Palacio de la Almudaina, sede de la Comandancia General de Baleares.
Con el pragmatismo que estoy convencido que ha marcado mi vida, esto se traduce en una gran responsabilidad, más que un inmerecido reconocimiento. Grande, pero fácil responsabilidad, porque asumo la obligación de divulgar los valores de una de las más respetadas y abnegadas instituciones de nuestra nación. Y digo que es fácil porque conozco esos valores y los comparto.
Estas islas tienen ya dos excelentes embajadores, hoy ya compañeros de viaje, D. Juan González de Chaves Alemany, cónsul de la República del Perú, nación hermana con la que me unen muchos vínculos y a donde me desplazaré esta misma semana; y el doctor D. Jordi Moyá Riera. Espero que nuestra nueva conexión permita fructuosos resultados conjuntos como embajadores de la Marca Ejército.
He dicho que es una fácil responsabilidad, pero no aspiro a ser el mejor de los embajadores de la Marca Ejército, porque el mejor, según datos objetivos del Estado Mayor de nuestro Ejército de Tierra, está sentado aquí entre nosotros, Dª Eva María Cervera Arteaga y estoy seguro y me felicito que lo seguirá siendo así desde las Islas Canarias y desde Madrid. Confío en que estos tres ilustres embajadores serán un pilar fundamental para que el Ejército de Tierra se sienta también orgulloso de mi contribución.
Nací en Madrid, madrileñito soy en estas islas, más que “foraster”. Viajé por primera vez a Mallorca con un par de compañeros del primer curso de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Aeronáuticos hace 46 años. Volé en un hoy un casi extinto reactor McDonnell Douglas DC-8 de la desaparecida Aviaco, a un hotel en El Arenal que ya no existe y me desplacé a conocer Palma en el primer día en un autobús Pegaso 6035, del que hace decenios que no queda ni uno, de la Empresa Municipal de Transportes. Mucho ha cambiado la vida en Baleares. Por el Paseo Marítimo contemplé atónito una de las catedrales más bonitas del mundo y el monumental y majestuoso Palacio Real de la Almudaina.
Ni por asomo en aquel momento de fascinación imaginé lo que estas islas y su gente iban a suponer en todos los ámbitos de mi vida. Y ni remotamente hubiera atisbado que cuatro decenios y medio después iba a estar aquí, en este acto.
Nací el año en que se puso a la venta el Seat 600, por cierto, mi primer coche; en el que se envió al espacio a la perra Laika y en el que bandas nacionalistas marroquíes, el 23 de noviembre de 1957 atacaron a guarniciones españolas en Ifni, dando inicio a una guerra que duraría siete meses, demostrando que un país en paz puede entrar en guerra en cualquier momento, algo que Ucrania y Gaza nos lo recuerdan machaconamente ahora.
Está claro que no disfruté ni padecí de aquellos tres eventos, pero ignoro porqué uno de mis vagamente primeros recuerdos siendo muy niño, creo que de cuatro años, se sitúa en Murcia, donde estuvimos toda la familia durante unos meses debido a una inspección en esa provincia que realizaba mi padre por su trabajo.
Allí se me grabó en la mente la imagen de un orgulloso paracaidista del Ejército de Tierra basado en Alcantarilla, amigo de mis progenitores. No tengo ni idea si era soldado, suboficial u oficial, ni sabía lo que eso era, pero, no me pregunten por qué, se me quedó en la memoria su nombre, Mateo Sevilla, y su impresionante y flamante figura con uniforme.
Ya en mi infancia de relativa más consciencia no me perdía, en el ahora Paseo de la Castellana de Madrid, los desfiles de nuestras Fuerzas Armadas, que me permitieron ver a finales de los años sesenta los misiles antiaéreos “Hawk”, que miraban el futuro de nuestras Fuerzas Armadas como una avanzada e inédita tecnología incipiente. En aquellos tiempos se nutrían de la autarquía en la producción de equipos de defensa, potenciada por los sucesivos Planes de Desarrollo, y las entregas de material del Programa de Ayuda Militar de Estados Unidos.
Así se alimentó la afición y devoción por los temas militares y aeroespaciales, que me llevaron a empezar a escribir sobre esa temática en revistas especializadas. El tiempo haría que presidiera el grupo editorial más importante del mundo en castellano sobre esos temas, que tan bien dirige desde hace mucho la embajadora doña Eva Cervera.
Tempranos también fueron mis pinitos profesionales en el mundo del transporte aéreo, muy vinculados casi siempre a las Islas Baleares, y que hoy se mantienen, siendo accionista y ejecutivo de una aerolínea que tiene su sede en Palma y que conecta las tres islas que cuentan con aeropuerto.
Menos temprana, pero bastante antigua, es mi actividad profesional dedicada a la industria aeroespacial y de defensa, que hoy persiste, contribuyendo sobre todo con mis peregrinas ideas y relaciones internacionales, especialmente en los países hermanos de Iberoamérica, a una de las principales multinacionales tecnológicas del mundo y un motor de desarrollo en España.
La industria de Defensa facturó en 2019 casi 7.000 millones de euros, más del 80 por ciento en exportaciones y una recaudación fiscal de 2.500 millones de euros. La inversión en la industria nacional de Defensa es, sin duda, un motor de desarrollo que repercute en todas las ramas de la economía.
El Gobierno se comprometió el año pasado a aumentar hasta el 2 por ciento del Producto Interior Bruto el gasto en defensa a raíz de la guerra en Ucrania y las demandas de la OTAN, organización en la que estamos plenamente integrados y que es un factor indispensable para la paz en el mundo. Polémicas políticas aparte, este incremento con respecto a un nivel que hasta 2022 apenas llegaba al 1 por ciento del Producto Interior Burto, supondrá un porcentaje de inversión más elevado.
España es el séptimo exportador de material de defensa del mundo y sus principales clientes son países de la OTAN. Las actividades van desde la tecnología y el armamento a los hospitales e instalaciones de campaña o uniformes, calzado especial, vehículos, buques, aeronaves y un largo etcétera. El sector industrial relacionado con la actividad militar ha generado más de 23.500 empleos directos y otros 57.000 indirectos e inducidos.
El aumento del presupuesto militar aprobado por el Gobierno hacía falta. Como ha afirmado el comandante General de Baleares, cuya experiencia y conocimientos son un lujo, como el de tantos otros militares, es necesario consolidar una seguridad y defensa consistente, creíble y disuasoria. El mayor gasto militar ha repercutido en una mejora cuantitativa y cualitativa en todos los procesos y actividades de las Fuerzas Armadas.
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Eso sirve de puente para dejar de hablar de lo que me rodea estrechamente en el día y a día
John Bramsen, en su libro “Remarks on the North of Spain”, de 1823, escribió: «Federico el Grande, conversando con su ministro de la Guerra, le preguntó cuál país de Europa consideraba que era el más difícil de llevar a la ruina. El monarca, notando que el ministro estaba desconcertado, respondió por él: Es España; su propio gobierno ha intentado durante muchos años llevarla a la ruina, pero sin resultado alguno», que es lo que parece que da origen a lo que dudosamente se atribuye al canciller Otto von Bismarck: “Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido”. No tengo la capacidad de otorgar veracidad a que esas palabras emanaran de la boca de esas personalidades, pero no tengo problema en hacerlas mías.
Hay algo que caracteriza a nuestra nación y es la solidez de sus instituciones, comenzando por nuestra Monarquía y, junto con otras muchas, pero muy especialmente, nuestras Fuerzas Armadas. Sería imposible resumir ahora cinco siglos de historia de nuestro Ejército y de este recinto y en este acto me consta que existen personas mucho más cualificadas que yo para hacerlo.
Pero es de iletrados desconocer que nuestras Fuerzas Armadas lo dan todo con humildad, abnegación y generosidad por su nación y su pueblo, incluso la vida, como han demostrado siempre, no sólo dentro, sino también fuera de nuestras fronteras. Y con un nivel de conocimientos, tecnificación, progreso y cultura, que es muy superior al que mucha gente se imagina.
En 26 de mayo de 2003 la sociedad española se vio sacudida por la noticia del fallecimiento en un lamentable accidente aéreo de 62 militares españoles que habían concluido su misión en la Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad de Afganistán y regresaban a nuestro país. Ese fue un punto de inflexión para que parte de nuestra sociedad se percatara de la silenciosa y encomiable labor de nuestras Fuerzas Armadas, dentro y fuera de nuestras fronteras en aras de la paz, labor que había comenzado mucho tiempo antes. Muchos de nuestros compatriotas han dado su sangre por nosotros en el empeño.
Las Fuerzas Armadas españolas están presentes en 17 misiones en el exterior con unos 3.000 militares y guardias civiles desplegados en 4 continentes. Tenemos unidades y observadores militares españoles en operaciones de mantenimiento de la paz en el marco de la ONU, la OTAN y la Unión Europea.
Bajo el paraguas de la ONU, militares españoles forman parte de la Fuerza Interina de Naciones Unidas en el Líbano (la más numerosa, con 646 militares) en la que lideramos el Sector Este. En esta región tan conflictiva, y más actualmente, los militares españoles realizan patrullas para vigilar permanentemente la línea de separación entre Líbano e Israel. También establecen observatorios y realizan otras actividades en colaboración con las Fuerzas Armadas libanesas para garantizar el cumplimiento de la Resolución 1701 de Naciones Unidas y evitar que se llegue a situaciones que puedan conducir a una escalada de tensión. Desde el inicio de la misión, han fallecido en Líbano 15 militares españoles.
En el marco de la OTAN, y mirando hacia la guerra de Ucrania, participan nuestras Fuerzas Armadas en la misión Presencia Avanzada Reforzada en Letonia, en las misiones de policía aérea en el Báltico, Rumanía y Bulgaria y en la operación de apoyo a Turquía. También se mantiene la participación en la misión de apoyo a Irak, aportando efectivos a la Coalición Internacional contra el Daesh. Nuestro General Gracia ha sido protagonista en un bueno número de estas operaciones en puestos de responsabilidad. Nuestras Fuerzas Armadas han sido un pilar fundamental para la pacificación en los Balcanes y han tenido presencia en múltiples lugares, incluyendo en África, y ha habido muchas acciones de asistencia a la población damnificada por desastres por todo el mundo.
Baleares da fe de esa dedicación, pues una sección del Batallón de Infantería Ligera participó en el Contingente Español en Bosnia-Herzegovina, donde también estuvo su Regimiento dentro de la Agrupación Táctica "Baleares"; así como la “Baleares II” en Kosovo, también en Afganistán, en la República Centroafricana, en Irak, en Mauritania y en Senegal.
El prestigio de nuestras Fuerzas Armadas y nuestros militares es muy reconocido internacionalmente por sus valores, profesionalidad y organización, incluso en los largos periodos de penuria económica en los presupuestos de Defensa.
Y mirando puertas adentro, nadie puede olvidarse, ni los que afirman frívolamente que no les gustan las Fuerzas Armadas, de la Operación Balmis, en la cual 2.500 efectivos se desplegaron por toda España en los peores momentos de la pandemia para la desinfección de infraestructuras críticas (como puertos, aeropuertos y estaciones), instalaciones sanitarias y dependencias de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y de otros servicios públicos esenciales, además de apoyo en la instalación de hospitales de campaña, así como de soporte para el transporte de materiales diversos a lugares e instalaciones de atención sanitaria.
Particular fue el esfuerzo realizado en la desinfección de más de 130 residencias de mayores y el traslado de enfermos y personas de hospitales a hoteles hospitalizados. Le siguió la Misión Baluarte de rastreo, desinfección, transporte de vacunas y su inoculación.
Muy presentes también tenemos a nuestras Fuerzas Armadas cuando se producen desastres naturales, como los grandes incendios forestales que asolan nuestros bosques desde hace años, o severas inundaciones, o erupciones volcánicas, como la de La Palma, o cualquier desastre. Nuestros soldados siempre están allí donde nuestros compatriotas lo necesitan, sin limitación de horas, ni de días. Y sin protestar, siempre fieles a sus órdenes y leales a sus mandos.
Pero no nos olvidemos de su papel esencial en este mundo tan cambiante y crecientemente peligroso, que es la defensa de nuestra nación. Como afirmó nuestro general Gracia en la celebración de la Pascua Militar: «La guerra de Ucrania nos ha puesto en una situación que creíamos totalmente sobrepasada. Nos enfrentamos a un conflicto de larga duración que pone en evidencia la necesidad de tener una seguridad de defensa sólida en colaboración con los aliados y que implica hacer un esfuerzo importante”.
Como curiosidad, esa Pascua Militar tiene una profunda tradición en la vida castrense española y su celebración se remonta al reinado de Carlos III, cuando el 6 de enero de 1782 se recuperó Mahón, que se hallaba en poder de los ingleses. Y se ordenó que, en la fiesta de la Epifanía se reuniese a las guarniciones y se notificase en su nombre a jefes y oficiales de los ejércitos su felicitación.
A cuatro años más tarde de ese 1782 se remonta la bandera nacional. Con el advenimiento de Felipe V, la bandera pasó a constituirse con las armas reales sobre paño blanco, color de los Borbones, que también empleaban en el siglo XVIII las distintas ramas que reinaban en Francia, Nápoles, Toscana, Parma o Sicilia, por lo que Carlos III decidió cambiar el pabellón para diferenciarse mejor de los de estas otras naciones.
Es así como el actual diseño de bandera nacional surgió de un concurso para adoptar un nuevo pabellón de la Marina, eligiendo dos diseños: uno para los buques de guerra y otro para los mercantes.
A fin de dar a conocer la nueva enseña, promulgó una Ordenanza General, que disponía: “Para evitar los inconvenientes y perjuicios que ha hecho ver la experiencia que puede ocasionar la Bandera Nacional que usa Mi Armada Naval y demás embarcaciones españolas, equivocándose a largas distancias o con vientos calmosos con la de otras naciones, he resuelto que en adelante usen mis buques de guerra una Bandera dividida a lo largo en tres listas, de las cuales la alta y la baja sean encarnadas y del ancho cada una de la cuarta parte del total, y la de en medio, amarilla, colocándose en ésta el Escudo de mis Reales Armas, reducido a los dos cuarteles de Castilla y León, con la Corona Real encima; y el Gallardete en las mismas tres listas y el Escudo a lo largo, sobre cuadrado amarillo en la parte superior.
Y que las demás embarcaciones usen, sin escudo, los mismos colores, debiendo ser la lista de en medio amarilla y del ancho de la tercera parte de la bandera, y cada una de las partes dividida en dos partes iguales encarnada y amarilla alternativamente, todo con arreglo al adjunto diseño. No podrá usarse de otros pabellones en los Mares del Norte por lo respectivo a Europa hasta el paralelo de Tenerife en el Océano, y en el Mediterráneo desde el primero de año de 1786”.
En 1793 se ordenó que este pabellón, utilizado hasta entonces solo en los buques de guerra con el escudo reducido a dos cuarteles, ondeara también en los puertos y fuertes de la Marina y costas custodiados por el Ejército de Tierra. La bandera rojigualda empezó a utilizarse en campamentos del ejército y fortificaciones fronterizas durante la guerra contra la Convención, aunque al ser una bandera del Ejército el escudo se representa en cuartelado de Castilla y León sobre los colores del pabellón naval. A partir de 1808, dada la explosión del sentimiento patriótico durante la guerra de Independencia, los colores rojo y gualda fueron empleados por el pueblo y para banderas de enganche de voluntarios, y fueron oficializados como colores de las Cortes de Cádiz y de la milicia nacional.
En 1843, un decreto de 13 de octubre del segundo gobierno de Joaquín María López, expuso la necesidad de suprimir las diferencias entre el pabellón nacional y las particulares de los cuerpos del Ejército de Tierra, y ordenó la unificación de todas las banderas y estandartes para su uso en el Reino de España: Aunque el uso de la bandera rojigualda se generalizó durante lo que quedaba de siglo, no fue hasta 1908 , que se estableció la obligatoriedad de que ondeara en todos los edificios públicos en los días de fiesta nacional.
Esa es la bandera de todos y de la que todos históricamente nos debemos sentir orgullosos. Es lamentable el desconocimiento al confundir y politizar absurda y torticeramente elementos que tendrían que ser del patrimonio de todos y que deberían estar alejados de las diatribas y la palpable fractura social que vivimos.
Y de ahí reflexiono sobre otra palabra solemne. Cuando me dirijo a mi residencia en Palma, poco antes de llegar, en la rotonda saliendo de la Vía de Cintura para entrar en Génova, me topo y siempre leo con satisfacción, escrito con enormes letras “Todo por la patria” en la valla perimetral del Acuartelamiento Jaime II. Muchos ignoran que el “Todo por la patria” surgió durante la Guerra de la Independencia contra el ejército napoleónico, entre 1808 y 1814. Si mucha gente leyera más y se educara mejor, no daría pie a meriendas ideológicas, muy ajenas a la realidad histórica.
La Real Academia de la Lengua, otra de las instituciones que agrandan nuestra nación, da a la palabra patria dos acepciones: La primera es tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos; y la segunda es lugar, ciudad o país en que se ha nacido.
Es decir, mi patria, nuestra patria, es indefectiblemente España. Por eso anhelaría que todos hiciéramos nuestro el “Todo por la patria” y lo mismo ocurre cuando veo nuestra bandera, que debe ondear radiante en todos los edificios públicos de nuestra nación.
El mencionado Acuartelamiento Jaime II acoge en Génova al Regimiento de Infantería “Palma” nº. 47, que data de 1877, cuando se constituyó el Regimiento de Infantería Filipinas nº. 52. Desde 1968 está en la Base General Asensio (actualmente Acuartelamiento Jaime II) y el Batallón Filipinas es la unidad de combate de la Comandancia General de Baleares y sus compañías adoptan el nombre de ilustres militares que han escrito la historia de la presencia española en las Islas Filipinas, siendo heredero de ese espíritu expedicionario.
En este contexto, desde su privilegiada situación en el corazón del Mediterráneo, el archipiélago balear, además de un paraíso para sus habitantes y visitantes, pasa por ser un enclave estratégico decisivo para España en su proyección hacia ese mar y, de su mano, en el papel que juega nuestro país en relación al flanco sur de la Unión Europea y de la OTAN.
Por disposición de la Directiva de Defensa Nacional, la Comandancia General de Baleares se esfuerza cada día por alcanzar las mayores cotas de preparación con el fin de estar sus medios disponibles cuándo y dónde se les requiera.
Cualquier crisis, cualquiera que sea su naturaleza, entraña una transversalidad que obliga a disponer de planes y mecanismos que permitan a todos reaccionar y responder de manera conjunta con eficacia y oportunidad. La Comandancia General de Baleares me consta que mantiene así siempre una firme voluntad de colaboración y apoyo, en todos los ámbitos, con todas las autoridades e instituciones civiles, con el fin de hacer de estas maravillosas islas y por tanto de nuestra Patria, la tierra de paz y prosperidad que merecen todos sus habitantes.
El conjunto de nuestro Ejército de Tierra forma parte de una sociedad sujeta a grandes y rápidos cambios de todo tipo. La evolución del contexto de seguridad lleva a nuevos escenarios para cumplir nuevas misiones, con nuevos procedimientos y organizaciones, y en esta situación de incertidumbre es necesario, aún más, mantener los valores del Ejército de Tierra: El amor a la patria constituye el valor fundamental del militar porque en él se basa su vocación; junto a él están el compañerismo; la disciplina; la ejemplaridad; el espíritu de sacrificio; el espíritu de servicio; la excelencia profesional; el honor; la lealtad y el sentido del deber.
Yo me comprometo a contribuir para que nuestra sociedad conozca nuestro Ejército de Tierra y vibre con sus valores, ayudando así a que cumpla eficaz y fielmente su deber en cualquier situación, ofreciendo a España el servicio que en cada momento necesite.
Y para finalizar, le quiero pedir permiso al General Gracia para salir levemente del protocolo que cualquier acto de nuestro Ejército de Tierra requiere. Le pido a todos los civiles que me han hecho el honor de asistir a este acto un efusivo aplauso de agradecimiento y reconocimiento a estos militares que están al servicio de España y a sus valores, en mi primera actividad como Embajador de la Marca Ejército. Muchas gracias.





