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Viernes, 26 de abril de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Sergei Lisin, la memoria de un submarinista soviético de la guerra de España

Ayer noticia

La guerra de España de 1936, como resulta sabido, atrajo a combatientes, militares profesionales o no, de numerosos países entre los que ocuparon un puesto destacado los provenientes de la Unión Soviética.

Nacido hace ochenta años en la ciudad de Sarator situada muy tierras adentro, en Ia región del Volga, en 1931 desde la fábrica de tractores en Ia que trabajaba pasó a la Escuela Naval Frunce que era Ia primera de su clase en abrir las puertas en la URSS. Graduado en Ia especialidad de submarinista, cinco años más tarde, fue a prestar servicio, como navegante, en varias unidades de ese tipo de Ias Flota del Báltico y del Mar Negro para en 1938 ser llamado a efectuar un curso de perfeccionamiento al término del cual —vía Le Havre, París y Port Bou— lo enviaron a España donde, a la sazón Ia guerra giraba ya de manera inquietante para las armas republicanas. Tras una primera toma de contacto, en Barcelona, viajó en avión a Cartagena teniendo que sobrevolar Ia franja de costa mediterránea ahora en poder del Ejército del general Franco y desde Ia que fueron obsequiados- con un nutrido fuego de la artillería antiaérea.

“Una vez en Cartagena fui asignado, como segundo comandante al submarino C-2 cuyo comandante era el también soviético Germán Gusmin quien habría de perecer en el Mar Negro, durante Ia 8GM. La nave me llamó Ia atención por sus características muy modernas entre Ias que figuraba una gran maniobrabilidad en inmersión. En cuanto a las tareas asignadas consistían en atacar las comunicaciones del adversario con orden expresa de no interferir el tráfico de los buques que, enarbolando bandera británica o francesa, se dirigían o procedían de los puertos enemigos. Esta cortapisa resultaba tremenda ya que, las más de Ias veces, no era posible averiguar, sin exponernos, cuál era la bandera bajo la que navegaban y, por otra parte, estaba prohibido detenerles para someterlos a una inspección. Tanto en Ia ruta hacia Palma de Mallorca como frente al pasillo de Vinaroz nos encontramos con embarcaciones que teníamos Ia seguridad de que era italiana, aunque lucían los colores del Reino Unido o de Francia, pero había que quedarse cruzados de brazos. En cuanto a la posibilidad de torpedear a una unidad de Ia Armada enemiga sólo se dio una vez cuando, no lejos de Ceuta, descubrimos al crucero Canarias. Todo se encontraba ya a punto para efectuar el lanzamiento cuando el comisario político de abordo, un anarquista, nos dijo que Ia tripulación había decidido, por mayoría, renunciar al ataque. En consecuencia, calamos el periscopio y nos fuimos de allí.”

UNAS GENTES NOTABLES

Al ser enviado el C-2 a reparación Lisin fue destinado a otra unidad republicana, el C-4, de Ia que también era comandante un marino soviético, en este caso Vladimir Yegorov quien encontraría Ia muerte en el curso de Ia SGM, en aguas del Báltico.

Una vez más Ias misiones en Ia mar concluían sin resultado práctico alguno debido, en primer lugar, a las órdenes impartidas por el Mando y, después, a Ia escasa moral de Ias tripulaciones. Lisin añade: “Por España pasaron algunos de nuestros más brillantes submarinistas. Además de los ya citados cabe recordar a Nikolai P. Yaguipko que estuvo en el Mediterráneo y en el Cantábrico y que, al estallar Ia SGM, fue jefe de una brigada de submarinos para, en el otoño de 1941, ser enviado como agregada naval a Londres. En 1944 regresó a la URSS, incorporándose al Estado Mayor Naval. Tuvo como último cargo Ia dirección de una escuela de la Marina de Guerra y falleció hace seis años, retirado-de vicealmirante. Por cierto que a Yeguipkazy a otro de los comandantes soviéticos de submarino en Ia guerra de España, Ivan Burmistrov, que también sobrevivió a la SGM, les concedieron nuestra más alta condecoración, la de Héroe de Ia Unión Soviétita, por haber efectuado el cruce del Estrecho de Gibraltar con pleno éxito lo que en Ias condiciones de Ia época, y con la fuerte presencia enemiga allí existente, no era, desde luego, una tarea fácil”.

foto: “Comandante C-7”, el libro de memorias de Lisin.

La nómina de comandantes no quedaría completa si de ella faltase Ivan Cratchov llegado a España ya muy al final cuando los submarinos se encontraban muy gastados y continuamente sufrían reparaciones. Gratchov es uno de los veinte millones de soviéticos muertos en la SGM salvándose de esa suerte, para su fortuna, el también comandante Eugenio Osipov, que habría de fallecer siendo director de una escuela naval. Otros marinos actuaron, como el propio Lisin, de segundos figurando entre ellos Piterski quien fue contralmirante y jefe de una de las secciones del Estado Mayor Naval, antes de pasar a situación de retiro.

“Nosotros, teníamos muy pocas relaciones directas con los españoles en razón del idioma. Tampoco estábamos muy al tanto de Ia evolución de la situación militar & concretarse nuestras informaciones en lo que se nos decía por vía oficial. Y en cuanto a peligros, no pasé por muchos. Tal vez Ia peor situación Ia vivi en Barcelona cuando encontrándose nuestra nave amarrada no lejos de los depósitos de Ia CAMPSA sufrimos un bombardeo aéreo a consecuencia del cual aquellos se incendiaron. Como la mayor parte de Ia tripulación se encontraba en la ciudad, de permiso, tuvimos que maniobrar a la desesperada y alejarnos evitando por muy poco que el mar, que ya ardía a nuestro alrededor, destruyese al buque”

En noviembre de 1938 Lisin regresó a la URSS donde le dieron el mando del submarino más moderno de Ia época, el C-J. Fue a recogerlo a los astilleros de Sormovo conduciéndolo, Volga arriba, hasta el mar abierto acto seguido, al Báltico a cuya Flota había sido asignado. Todavía se encontraba en él cuando estalló Ia guerra empezando, a partir de entonces, una dedicación bélica que encontraría su momento de gloría en octubre de 1942, cuando, en el curso de una misión de cuarenta días en la mar, consiguió atravesar la barrera de protección de un convoy formado por dieciséis buques que navegaban en doble fila, hundiendo al más grande de ellos. La travesura la tuvieron que pagar aguantando, pegados al fondo, el estallido de veintitrés cargas de profundidad. Toda vía eI C-7 echó a pique a otros cuatro buques pero la buena suerte se le acabó justo en el momento de regresar a casa cuando, a la entrada del golfo de Leningrado, los fineses lo detectaron y consiguieron hundirla.

“Estuve dos años prisionero, en Finlandia, y al capitular este país me llegó, junto con la libertad; la noticia de que por mis correrías en el Atlántico se me había concedido la orden de Héroe de Ia Unión Soviética. Fue una doble alegría”.

Todavía tuvo tiempo de desplazarse al recién activado frente del Extremo Oriente, contra el Japón, donde se hizo cargo del mando de una división de submarinos con base en Port Arthur.

UN CAPÍTULO POR ACLARAR

Sergei Lisin es autor de un libro—“Comandan-te C-7”---- publicado en 1986 que me regala junto con una pieza preciosa, su emblema de comandante de submarino. Y es que en Ia Marina de Guerra de la URSS no existe distintivo de submarinista, como sino tan sólo de comandante, así como otro, que se lleva en parte derecha de Ia guerrera, y que se recibe tras haber efectuado un determinado número de servicios. Consecuentemente para obtener el emblema de comandante de submarino hay que conocer, cuanto menos, a uno de ellos y conseguir, lo que no es fácil, que se desprenda de él.

En el libro mencionado, en cuya contraportada aparece una fotografía del cementerio de las Brigadas Internacionales en Fuencarral,  Madrid, ahora por fin dignamente recuperado para la historia, Sergai Lisin habla obviamente de su etapa española aunque ya me gustaría haberle estimulado, con lo que le dije, para que profundice en ella al menos por lo que hace al capítulo de los soviéticos que actuaron abordo de los submarinos. Téngase en cuenta que ese es uno de los capítulos más oscuros de la participación soviética en la contienda civil de 1936-39 en razón de que hay pocos informes fiables y de que, además, todos estos combatientes utilizaron falsas filiaciones que ocultan sus verdaderos nombres y apellidos hasta hoy. Si como muestra basta un botón, diré que en el documentadísimo libro “Submarinos republicanos en Ia guerra civil española”, de Gonzalo Rodríguez Martín-Granizo y José Ignacio González Aller, al ya citado Nikolai  P. Yaguipko se le llama Nikolai Eguipco y se le identifica como asesor comunista griego.

Claro que el error no es de los mencionados autores sino que tiene su base en la incompleta y deformada documentación hoy por hoy existente.


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