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Viernes, 26 de abril de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Y al hilo de Expal… En casa del Herrero

Las empresas del sector de la Defensa españolas padecen a veces su prematura descalificación en licitaciones del propio país. El autor se  hace eco de la enorme paradoja implícita en  la falta de apoyos a la  industria  nacional por parte de quienes, a la vez,  la animan a buscar salidas en la exportación.En casa del herrero cuchillo de palo.

Justo Camino

Abrimos estas líneas con este conocido refrán, por considerar que viene muy al caso para ilustrar la situación nuestra industria de Defensa. Aunque la realidad es que nuestro país no es lo que un día fue (por ello no pertenece al G-7, ni tan siquiera al G-20), también creemos que deberíamos intentar seguir figurando en el grupo de países desarrollados y que tenemos que aspirar a ganar posiciones en el contexto internacional, o cuando menos a no perderlas (de lo contrario el día llegará en que no seremos invitados ni a un hipotético G-150). No vamos a plantear soluciones revolucionarias ni originales innovaciones. Nuestra propuesta se basa en la observación y el ejemplo. Nada mejor que tomar nota de lo que hacen los países de nuestro entorno e imitar a aquellos que, hoy por hoy, nos llevan la delantera.
En primer lugar, el empleo de dinero público en la adquisición de bienes y servicios (y muy en particular si se trata de cuestión tan sensible como el material militar) debe regirse por los principios de legalidad, publicidad, competencia, transparencia…, que los países de nuestro entorno aplican a través de sus respectivas legislaciones, con no poca flexibilidad cuando sus intereses nacionales así lo exigen. Nuestra nación en su normativa hace gala de estos principios con extremo rigor y con bastante menos flexibilidad, a veces con un formalismo administrativo casi excesivo y que en alguna ocasión podría llegar a ser considerado contraproducente. En segundo lugar, los países de nuestro entorno, como ya se ha dicho, suelen tener muy presentes sus intereses nacionales. Por ello no tienen inconveniente en defender sus propios productos, su industria y, por ende, la economía y el bienestar de sus ciudadanos.

Así, cuando sus intereses económicos y el desarrollo de su industria están en juego, suelen, sin rubor, barrer para casa, incluso si hay que forzar la interpretación o aplicación de esta o aquella norma. Los ejemplos son muchos y variados. Estados Unidos, por su posición y potencia, es un caso aparte: el Departamento de Defensa, o la agencia que corresponda, adjudica a la  empresa que considere competente el desarrollo de un determinado producto y, por diversas vías, le proporciona la oportuna financiación, exigiendo a cambio los correspondientes resultados. Israel, que también es un caso muy particular, simplemente no permite, de muy diversas formas y con muy variados argumentos, la competencia extranjera. Luego está el grupo de países europeos, como Francia, Gran Bretaña, Italia, Alemania y algunos otros, que apoyan sin reservas su industria mediante tres vías.


Por un lado, adquieren (salvo excepciones y compromisos muy justificados) productos de fabricación nacional; por otro,fomentan y facilitan sin ninguna timidez y desde las propias instituciones públicas (acción concertada de ministerios de Exteriores, Defensa, Economía e Industria) la exportación de sus productos y, en tercer lugar, torpedean con diplomacia, amabilidad y, por supuesto, legalidad la importación de productos foráneos. En general, todos ellos comparten una visión común y consideran que una industria propia de defensa resulta, por una parte, beneficiosa como fuente de riqueza y empleo y, por otra, necesaria, como factor de prestigio y como garantía de una cierta autonomía en esta sensible materia. Nuestro país, como en otras ocasiones, presenta grandes dosis de originalidad y también podría considerarse un caso particular, pero por razones bien distintas a Estados Unidos o Israel.

El caso de Expal


La particularidad española reside en que parece que, por principio, preferimos todo lo que venga de fuera y en que también optamos por aplicar un formalismo administrativo extremo, que ciertamente evita riesgos y complicaciones, pero que no tiene en cuenta otros intereses y consideraciones de carácter económico, político y estratégico. Toda esta reflexión tiene naturalmente un porqué aquí y ahora. La hacemos aquí porque ésta es una revista española especializada en temas de defensa y ahora porque, el pasado 26 de junio, El Mundo publicó una noticia que nos llamó la atención. Se refería al proceso de adjudicación de un sistema de morteros embarcado sobre vehículos y diseñado para operar en Afganistán. Según la información, las dos empresas españolas, Expal y NTGS, que participaban en el concurso, habían sido excluidas, descalificadas, en beneficio de Soltam.


Poco después, precisamente cuando se realizaban las pruebas en solitario con el mortero israelí, acaeció un accidente que ha suscitado algunas dudas sobre el mismo. Tras realizar algunas indagaciones, se ha podido confirmar la noticia y, aunque desconocemos si el accidente tiene o no importancia, lo cierto es que, al haber excluido a los otros candidatos, ahora resulta imposible comparar las distintas opciones. También hemos podido constatar el descontento de las empresas españolas, sobre todo de Expal, que decididió recurrir formalmente este proceso por sentirse especialmente perjudicada, recurso que ha sido desestimado por Defensa.  Según parece, las causas de este malestar consistirían en que durante el proceso de adjudicación se fueron cambiando algunos de los requisitos originales, lo que podría haber favorecido a unos y perjudicado a otros, y que las razones técnicas aducidas para la exclusión no están, a juicio del afectado, suficientemente justificadas. Por otra parte, otra grave y negativa consecuencia podría residir en las formas.


El no haber ganado ante un mejor candidato no deja de ser una circunstancia habitual dentro de cualquier concurso, ya que sólo puede haber un vencedor. Sin embargo, la descalificación –sobre todo teniendo en cuenta que ha sido propiciada por la propia Administración española– podrá tener unos efectos muy negativos en el prestigio y credibilidad de las empresas afectadas. ¿Qué pensaríamos nosotros de una empresa a la cual no permiten ofertar sus productos en su propio país? No podemos ni debemos tomar partido, entre otras cosas porque no disponemos de información suficientemente contrastada, pues la documentación relacionada con estos expedientes, por razones de seguridad, no es pública. No obstante, lo cierto es que ninguna de las empresas españolas ha sido admitida a participar en las pruebas finales y que, al final, solo ha quedado un finalista.


Las empresas nacionales padecen de su prematura descalificación y se quejan con amargura de que, para mayor Inri, jugaban en casa y el árbitro era español. Argumentan, en fin, que se va a jugar una final con un solo participante y que por ello el partido va a resultar bastante descafeinado y falto de emoción. A buen entendedor... Quiero concluir admitiendo que tal vez la información sea incompleta y, por supuesto, no ponemos en duda la calidad y prestaciones del sistema israelí. Todo lo contrario, ya que a nadie se oculta que Israel es un país muy preocupado –por razones obvias– por las cuestiones de defensa y por ello mantiene una potente e innovadora industria militar.


Por todo ello, y aunque en este caso concreto no tendríamos ningún inconveniente en plegar velas y rectificar en caso necesario, creemos que la reflexión sobre el apoyo a nuestra industria es, con carácter general, muy válida y oportuna; sobre todo teniendo en cuenta la coyuntura económica actual. Admitimos que desconocemos los detalles del acuerdo con el proveedor y que tampoco sabemos cuánto dinero se va a invertir en el proyecto o los puestos de trabajo que podrían generarse o las ventas potenciales a terceros países, pero si opinamos que en situaciones de crisis, como la actual, cualquier granito de arena puede ser muy importante.

PIES DE FOTO:

Sistema EIMOS de Expal.

Blindado LMV “Lince” en Afganistán (Foto J. Maíz).


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