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Domingo, 12 de mayo de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

¿Adquisiciones militares en América Latina?

Blindado Guaraní en Argentina durante una de las evaluaciones.

“Estados Unidos se cansó de ser el guardián de todo el planeta tierra y subsidiar con billones de dólares la seguridad internacional de otros continentes y ha decidido desmantelar su presencia militar en el Golfo Pérsico porque ya no está interesado en proteger las rutas comerciales marítimas de naciones que ni siquiera son aliados militares de Washington. Su partida hace muy probable un conflicto bélico directo entre Irán y Arabia Saudita.

 

 La guerra en Europa continuará expandiéndose y Rusia luchará en Ucrania hasta las últimas consecuencias. Tras su victoria Putin invadirá los estados bálticos, Moldavia y Rumania y todo por razones que Rusia considera genuinamente validas. Para Moscú la guerra con la OTAN es inevitable... y la alianza europea lo sabe.” (Peter Zeihan, Estratega geopolítico del Pentágono. Junio, 2023)

 

Sobran las razones para alegrarse por el renovado interés de las fuerzas armadas latinoamericanas por modernizar sus inventarios. Y es que nada se pierde, piensan algunos líderes de opinión sudamericanos, al hacer declaraciones de buenas intenciones cuando a todas luces y bien entrados en el año 2023, resulta evidente que ya no es posible concretar políticas de defensa que garanticen, a tiempo, obtener buenos resultados.

“¿Nuevas compras militares en la región?” Pregunta un periodista especializado. “Cero posibilidades.” responde el mercado internacional.  “¿Quizás el próximo año 2024?” vuelve a la carga el reportero de defensa. “Pues le reitero que no habrá más ventas relevantes para América Latina”. Le aclara el tema con prudente diplomacia el representante de la industria de defensa internacional. Sin embargo, la realidad es aún más dura.

 

Históricamente, y gracias a una serie de errores derivados de una cultura de desatinos, oscurantismo profesional y evidente atraso intelectual en materias de modernización militar y seguridad nacional nunca hemos sido capaces de llegar a acuerdos, formar una alianza y diseñar una verdadera política de defensa regional.

 

La sola idea causa risas en Europa. ¿Y cómo culparlos? Anualmente, Europa y Estados Unidos son testigos de “políticas de estado” llenas de malos cálculos, falta de experiencia y desconocimiento peligroso en la administración de la seguridad nacional. La sumatoria de estas constantes desprolijidades exhibidas por todos los gobiernos latinoamericanos durante los últimos 100 años finalmente nos han llevado a una crisis de envergadura en donde hoy, la buena voluntad, las creencias personales y la estatura moral ya no bastan. Esta vez nos metimos en un problema. En un gran problema.

 

El mercado latinoamericano de la defensa y su enredada interacción con la industria militar internacional confunde a muchos, pero el elástico del absurdo llega a sus extremos más radicales cuando tocamos el delicado tema de las adquisiciones militares. El cómo América Latina maneja sus políticas de defensa siempre ha sido un verdadero misterio lleno de procesos erráticos y contradicciones francamente agotadoras para los fabricantes europeos y norteamericanos que cada día nos visitan menos.

 

Y es que resulta paradójico tratar de entender como un continente de más de 30 naciones que hablan prácticamente el mismo idioma, tienen la misma religión, son fanáticos de un solo deporte y viven absolutamente entremezcladas entre si… son incapaces de ponerse de acuerdo para tener un barco, un avión o un tanque en común.

 

Conceptos básicos como economías de escala e interoperabilidad son rumeados por los generales en los pasillos de las academias militares latinoamericanas, pero todavía son nociones mayormente desconocidas por el 99% de las tropas y constituyen principios de empleo escasamente aplicados al interior de las fuerzas armadas en sus operaciones diarias. Temas más complejos, como coordinarse para establecer alianzas militares entre un país sudamericano y su vecino 300 metros al sur son vistos con histeria y desconfianza por los grupos de extrema izquierda y el llegar a establecer una política de defensa conjunta a nivel regional… es de verdad una misión imposible para nuestra clase política populista.

 

Basta dar una mirada a Centro, Sudamérica y el Caribe para concluir que aquí, nadie confía en nadie y los acuerdos que busquen la asociación de dos o más estados para concentrar esfuerzos de seguridad y defensa al servicio de una conducta común de trascendencia… no existen en nuestra región. Todos se arman para combatir al vecino. La idea de una defensa coordinada de la región no se le pasa por la cabeza a nadie.

 

¿El resultado? Una industria de defensa provinciana, fuerzas armadas pobremente equipadas y una región completamente vulnerable a la agresión de fuerzas invasoras equipadas con armamento moderno en calidad y en cantidad. ¿Un ejemplo especifico? Una fuerza de tareas extranjera, compuesta por dos solitarios portaaviones, ¡nah! Olviden eso… ¡un solo portaaviones clase Shandong con 46 cazabombarderos de 4ª generación! un par de submarinos nucleares, un puñado de fragatas, destructores y cuatro buques de asalto anfibio pueden, sin problema alguno, enfrentar, derrotar y destruir a las fuerzas aéreas, navales y terrestres de cualquier nación latinoamericana en menos de una semana.

 

Acto seguido pueden desembarcar, sin oposición alguna, una brigada mecanizada con suficientes tanques y artillería pesada para ocupar prácticamente cualquier isla, estrecho, península, territorio Antártico o continental mientras esperan, sentados en la playa, la llegada de refuerzos a gran escala para materializar la ocupación permanente del territorio que han comenzado a invadir. En las guerras de siglo 21 las fuerzas invasoras extranjeras que lleguen a las costas latinoamericanas no vienen a imponer la democracia en Venezuela ni a liberar a algún pueblo oprimido en Cuba o Nicaragua.

 

Nada podría estar más lejos de sus intenciones. Las fuerzas extranjeras tomarán con la fuerza de sus armas territorios puntuales, remotos y deshabitados, construirán a su alrededor grandes complejos industriales para extraer sus riquezas bajo protección militar y establecerán rutas marítimas privadas con escolta naval para llevar esos recursos energéticos a sus propias tierras. Tal cual.

 

¿Suena a un escenario difícil de convertirse en realidad?

 

Escuchemos entonces el relato de la historia. Sin exagerar puede afirmarse que si Colombia lleva medio siglo luchando sin éxito ni fortuna contra 20.000 guerrilleros que controlan más del 30% del territorio nacional (y a su población en esas tierras) y tras cinco décadas de campañas militares en las que han participado a través del tiempo millones de ciudadanos en uniforme, billones de dólares y 800.000 muertos y aun así la posibilidad de victoria es claramente remota ¿Cómo podrían estas mismas tropas derrotar a una moderna fuerza invasora?

 

El mismo ejemplo se aplica al Perú quien, tras décadas de lucha, miles de muertos y billones de dólares gastados sin éxito, todavía es incapaz de derrotar o al menos disminuir el poder de fuerzas guerrilleras en el corazón de su territorio. Ecuador, Paraguay, México y Centroamérica también luchan desde comienzos del siglo 21, sin la menor señal de éxito, contra modernos ejércitos guerrilleros (el nombre de moda es “carteles”) que controlan playas, ríos, pueblos, carreteras, rutas ferroviarias, valles y provincias completas a vista y paciencia de fuerzas militares de gobierno que son sencillamente incapaces de organizarse profesional e institucionalmente para derrotarlos.

 

La pregunta se reitera. Si durante décadas hemos sido impotentes e insuficientes en la tarea de derrotar ejércitos guerrilleros, carteles y organizaciones terroristas en nuestra propia casa… ¿Qué nos hace pensar que tenemos el nivel de sofisticación militar para enfrentarnos con éxito a modernos ejércitos invasores armados con los mejores sistemas de armas del planeta tierra?

 

Con puntuales excepciones América Latina necesita prácticamente de todos y cada uno de los sistemas de armas tácticas fabricados en los países desarrollados y la verdad sea dicha, la mayoría de nuestros gobiernos poseen los medios económicos y los mecanismos de financiamiento para adquirirlos en razonables programas a largo plazo. Aún así llevamos prácticamente medio siglo sin comprar absolutamente nada de carácter relevante y solo con la ayuda de Dios y todos sus santos nos las hemos arreglado para sostener una frágil y delicada paz regional sin fuerzas militares modernas. 

 

Pero todo eso ha empezado a cambiar… y para peor

 

Para muestra un botón. Solo en los últimos 24 meses una decena de países africanos han sufrido golpes de estado creando un sospechoso corredor “costa a costa” de naciones africanas pro-rusas desde el océano Atlántico africano hasta las costas del canal de Suez. Sudan, Chad, Nigeria, Mali, Guinea, Burkina Faso, Sierra Leona, Gambia y Santo Tomas se han declarado anti Europeas, desean expulsar la presencia Francesa y han invitado a miles de soldados Rusos del Ejercito de Wagner (oficialmente el nuevo brazo expedicionario de Moscú) a entrenar a sus tropas para protegerlos de agresiones “colonialistas”. Rusia ha llegado a África para quedarse… y nadie lo vio venir a tiempo.

 

Esa postura populista desinformada que domina en América Latina, la que asegura la ausencia total de amenazas, la que cataloga de infundadas las “urgencias” para adquirir sistemas de armas avanzadas porque “sobra el tiempo”, porque no existen grandes potencias invadiendo países alrededor del mundo y que jamás habrá escasez de materiales para fabricar todo lo que necesitamos… dejó de aplicar a principios del año 2022.

 

Empecemos ahora a atar los cabos sueltos de la política, la economía y la geografía Europea y como se contrapone y afecta la nuestra. La creciente guerra en Europa, esa que nadie creía posible porque era un tema desagradable e inconveniente, es ahora en una violenta realidad que, con medio millón de muertos, ha forzado bajo un carácter de extrema urgencia, al inmediato reequipamiento militar de todos y cada uno de los países integrantes de la OTAN, los que han comenzado a adquirir con gran apuro todos los sistemas de armas terrestres, navales y aéreos que hoy necesitan para hacer frente a la amenaza de invasión rusa en cualquier punto del Este Europeo.

 

¿El gran obstáculo para cumplir con esa meta tan urgente? Aproximadamente el 40% de las materias primas y los componentes críticos necesarios para construir modernos buques de guerra, helicópteros, tanques principales de batalla, vehículos acorazados y aeronaves de última generación… sencillamente no existen en el territorio europeo. Este inconveniente va a alcanzar niveles de contratiempo extremo cuando se dé la orden de fabricar a gran escala, en masa, a toda capacidad.

 

Prácticamente la mitad de los componentes críticos para la fabricación en territorio europeo  de misiles, vehículos blindados, fragatas, fusiles y uniformes (solo por nombrar necesidades y capacidades básicas) deben ser exportados desde los Estados Unidos, Asia, África, Brasil, Australia y otros 37 países desparramados a través de todo el globo terráqueo. Por este motivo hoy sabemos que, en cuanto se firmen los contratos para establecer las nuevas líneas de suministros que van a equipar a las fuerzas armadas europeas, cualquier orden de compra que provenga de alguna pequeña nación latinoamericana probablemente no tendrá urgencia, peso político ni relevancia estratégica alguna.

 

El decidido avance Ruso sobre Europa es un asunto de seguridad nacional para la OTAN y en Europa esos temas se los toman en serio. En la industria de defensa, las órdenes de compra funcionan por orden de llegada y a partir de hoy, nos toca esperar de pie en la línea de atención al cliente. Probablemente por al menos una década.

 

Para quienes no están familiarizados con la OTAN y su actual fragilidad, esta organización militar fue creada por solo 12 naciones en 1949 para enfrentar el avance de la Unión Soviética. Al 1ro de Agosto del 2023 la alianza ya cuenta con 31 países miembros y el número sigue aumentando casi mensualmente. Cuando el régimen comunista colapsa en 1992 todos los países miembros, con la sola excepción de los Estados Unidos, pensaron que el peligro había pasado y dejaron progresivamente de invertir en defensa, redujeron sus ejércitos a números escuálidos, y prácticamente abandonaron la fabricación, en la escala y dotación apropiada que debían mantener, de tanques, buques de guerra, artillería de campaña, municiones y aviones de combate.

 

Después de treinta años de negligencia la pobreza del inventario europeo es tan grave que, incluso sumando todas las fuerzas de la OTAN en suelo europeo, estas no igualan en número a las fuerzas rusas y sus aliados.

 

¿Muy complicado?

 

Lo explico en términos más rápidos y sencillos. Europa ha sido amenazada y a partir de hoy solo fabricará armas para la OTAN, no para los Estados Unidos o para naciones fuera del territorio europeo. 

 

Por su parte los Estados Unidos tiene en este momento líneas de producción militar dedicadas exclusivamente para enfrentar a la China comunista en Asia y lo que sobra, que no es mucho, se lo está vendiendo para equipar a los aliados más pequeños de la OTAN para derrotar decisivamente a Rusia y detener de una vez por todas su avance hacia occidente.

 

El problema, y esta es la parte que no entendemos en América Latina, es que la alianza europea aún está corta de 3.000 tanques pesados, al menos 2.000 aviones de caza y ataque, 120.000 vehículos militares de todo tipo y de todo el equipamiento individual táctico (fusiles, visores, radios, protección balística, etc.) necesario para equipar, entrenar y desplegar 5 millones de nuevos soldados que hoy… no existen y de toda una larga lista de material de guerra que no podrán fabricar con facilidad en menos de tres años.

 

Europa ha comenzado a reactivar su poderosa industria de defensa y su prioridad es el re-equipamiento de sus fuerzas de combate terrestres, el fortalecimiento de su poder aéreo y la urgente fabricación de cientos de buques de guerra para – al actuar como una gran alianza – comenzar a proteger sus rutas de tráfico marítimo. Todo este esfuerzo con el objeto de evitar un conflicto bélico y disuadir a Rusia y sus aliados, pero la disuasión solo funciona si lo hacen de manera oportuna y hoy Europa no tiene tiempo para vender lo que no tiene a países latinoamericanos que no manifestaron su interés a tiempo. Toca esperar.

 

(Jose Miguel “Mike” Pizarro, ex oficial del Ejército de Chile, graduado de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE), Analista de Defensa de CNN en Español, ex U.S. Marine y veterano de 4 años de la guerra en Irak. Pizarro es un ex oficial de artillería de montaña, comandante de tanques pesados M1A1 Abrams y ex asesor militar norteamericano en Colombia)

 

 


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