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Viernes, 29 de marzo de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

El programa nuclear “durmiente” o como Irán ya es una potencia nuclear

por Xavier Servitja Roca*

Las cosas claras, con acuerdo o sin acuerdo sobre el programa nuclear iraní tras el 24 de noviembre, la República Islámica de Irán ya puede ser considerada bajo mi punto de vista como un nuevo miembro del club de potencias nucleares.

Tanto si se alcanza un acuerdo definitivo sobre el dossier nuclear entre el Estado persa y el P5+1 (China, Estados Unidos, Francia, Rusia y Reino Unido más Alemania), como si se prolonga el actual acuerdo provisional del “Pacto de Acción Conjunto” para acabar de negociar las diferencias existentes entre las partes, como si finalmente no se logra un acuerdo y se rompe la baraja, Irán ya ha logrado su objetivo: crear no sólo un programa nuclear en su dimensión civil, sino también un programa nuclear “durmiente” en su dimensión militar. Es decir, con la capacidad y el conocimiento adquirido para conseguir el arma nuclear, pero sin la intención conocida hasta el momento de producirla... aunque puedan existir ciertas dudas al respecto.

Así y a pesar de las sanciones internacionales, de las operaciones encubiertas, de los sabotajes sufridos en algunas de sus instalaciones y asesinatos selectivos contra varios científicos iraníes, Irán ha logrado crear en las últimas dos décadas un programa nuclear civil que consta de más de quince instalaciones y con el que ya demostró que puede enriquecer uranio hasta el 20%. Una vez logrado este nivel, pasar de este porcentaje al 90% necesario para el uso militar es relativamente fácil. De momento y aunque esté vigente la limitación impuesta por el acuerdo provisional de no superar el 5% en el enriquecimiento de uranio, dicho programa está ya activado pero con la ayuda externa de Rusia y de su fuel que puso en marcha el primer reactor de la central nuclear iraní de Bushehr. Además, Irán ya ha firmado otro acuerdo con el gobierno de Moscú el pasado 11 de noviembre para construir dos reactores más. De ello se deduce que Irán dispone ya de la capacidad y el conocimiento suficiente para crear y dirigir su programa civil de forma autónoma, así como también lo posee para desarrollar su dimensión militar si así lo estimara oportuno.

En este sentido, cuando se logra poner en funcionamiento un programa nuclear para uso civil, pasarlo a una dimensión militar depende en gran medida de la voluntad de hacerlo, así como de contar con un programa de misiles balísticos suficientemente desarrollado y de lograr finalizar con éxito el proceso de weaponization, el proceso de armar una cabeza nuclear en un misil balístico (pruebas de detonación de explosivo, incorporar el explosivo a una cabeza nuclear, miniaturización de la cabeza nuclear y armarla en un misil balístico).

En principio, sobre la voluntad e intención de Irán de producir el arma nuclear, tanto los servicios de inteligencia estadounidenses como israelíes coinciden en que no hay evidencias claras y reales para acusarla directamente de ello, aunque sí saben que dispone de la capacidad y el conocimiento para lograrlo. En este sentido y aparentemente, el gobierno de Hassan Rohuani bajo la autorización del Líder Espiritual Ali Jamenei estaría más interesado en el levantamiento de las sanciones internacionales y el reconocimiento del derecho de enriquecimiento de uranio en el propio territorio (que a mi juicio ya contempla el Art. 4.1 del Tratado de No Proliferación del que Irán es signatario), que en ampliar con el arma nuclear su poder de disuasión, ese poder que hace que una contraparte hostil se lo piense dos veces antes de atacarte.

Sin embargo, al analizar las otras dos dimensiones, esa falta de intención o voluntad puede quedar en entredicho. En esta dirección, el programa de misiles balísticos iraní, el más amplio de la región de Oriente Medio y parte fundamental de este poder de disuasión, ya dispone de un modelo de medio alcance que podría armar la cabeza nuclear, el Shahab 3. Además, dentro de dicho programa también se estaría trabajando en el desarrollo de los prototipos de misiles balísticos Shahab 4 y Shahab 5 de más largo alcance y también habilitados para llevar cabezas nucleares.

Precisamente, a principios del mes de octubre hubo un conjunto de misteriosas explosiones en al menos cuatro instalaciones en la base militar de Parchín, al sur de Teherán, donde supuestamente se realizarían pruebas de estos dos nuevos modelos de misiles. Accidente u operación encubierta de sabotaje, no es menos cierto que la base de Parchín, cuyo acceso al Organismo Internacional de la Energía Atómica para inspeccionarla ha sido vetado desde el año 2005, siempre ha estado en el epicentro de las acusaciones realizadas contra Irán de desarrollar pruebas en ella para la dimensión militar de su programa nuclear, en concreto del proceso de weaponization. Y en el desarrollo de este proceso estaría la clave para saber si realmente Irán ha tenido o tiene la intención de lograr el arma nuclear o no.

Así, el ministro de Inteligencia israelí, Yuval Steinitz, afirma que Irán realizó pruebas de detonación de explosivos para el programa nuclear en una instalación de Parchín entre los años 2000 y 2001. Y aunque el director del programa de desarme y no proliferación del International Institute for Strategic Studies, Mark Fitzpatrick, sugiere que las presuntas pruebas relacionadas con el proceso de weaponization fueron suspendidas a finales del año 2003, no asegura con certeza que las mismas no continuarán a partir de 2005 cuando se reinicia el desarrollo del programa nuclear iraní bajo la anterior presidencia de Mahmud Ahmadineyad. Por su parte, Irán niega rotundamente las acusaciones a pesar de no haber podido satisfacer los requerimientos realizados por el OIEA para que esclarezca si hubo pruebas militares en ese periodo o no.

Situados en este punto, supongamos que Irán hubiera probado la primera parte del proceso de weaponization, pero ¿qué evidencias podría haber acerca de si han desarrollado las otras partes del proceso? Dentro del territorio iraní hasta el momento no existe ninguna. Sin embargo, cabría la posibilidad que la República Islámica hubiera externalizado a otros Estados dicho desarrollo bajo la supervisión de su equipo de científicos nucleares.

En este sentido, la externalización podría haberse producido en Siria en un reactor de investigación (Miniature Nuetron Source Reactor) situado cerca de Damasco y que utiliza uranio enriquecido a alto nivel. Casualidades o no, el pasado día 9 de noviembre cinco científicos que se dirigían a ese reactor fueron asesinados en una emboscada que de momento no ha reivindicado ningún grupo (¿operación encubierta y asesinato selectivo?). Entre los fallecidos, un científico iraní. De hecho, otro científico iraní, Majid Beheshti, ya fue asesinado en Teherán a finales de 2010 en una presunta operación encubierta dirigida por el servicio de inteligencia israelí que lo habría localizado una semana antes en el aeropuerto de Damasco, donde realizaba una escala de un vuelo procedente de Corea del Norte con dirección a Irán.

Y precisamente Corea del Norte jugaría un papel fundamental en la externalización del proceso de weaponization del programa nuclear iraní. No sólo por el Acuerdo de Cooperación científica, tecnológica y académica firmado entre Pionyang y la República Islámica de Irán de 2012 que oficializa una cooperación ya existente previamente y que podría servir de paraguas para desarrollar los programas nucleares de ambos Estados, sino porque el tercer test nuclear que los norcoreanos realizaron a principios de febrero de 2013 y con asistencia de una delegación iraní a la misma, estaría probando presuntamente la parte del proceso correspondiente a la miniaturización de una cabeza nuclear con uranio para el programa nuclear de la República Islámica. Para más inri y gracias a esta prueba, fuentes del Pentágono consideran altamente probable que a día de hoy Corea del Norte esté en disposición de miniaturizar la cabeza nuclear y armarla en un misil balístico que podrían probar a medio plazo en su cuarto test nuclear. De este modo, tanto el régimen de Kim Jong-un como el Estado teocrático iraní habrían logrado finalizar el proceso de weaponization y, con ello, la dimensión militar de sus respectivos programas nucleares.

Coincidencia o no, aproximadamente un mes después del tercer test norcoreano, más concretamente en la primera semana de marzo, se produce el primer encuentro bilateral oficial entre un equipo de negociadores iraní y su contraparte estadounidense en Omán para tratar de buscar una salida a la crisis nuclear. Es decir, el Líder Supremo Jamenei habría autorizado dichos contactos con el “gran Satán” y fuera del marco del P5+1 a su equipo negociador una vez obtenidas las garantías que Irán puede disponer de un programa nuclear ”durmiente” en su dimensión militar.

Para buscar el acuerdo y tras la elección de Rohuani (cuyo apodo de “el jeque de la diplomacia” habla por sí solo) como nuevo presidente, Jamenei traspasa las funciones de la negociación nuclear del secretario del Consejo Supremo de la Seguridad Nacional iraní, órgano competente en el tema del programa nuclear, al ministerio de Exteriores dirigido por Javad Zarif. Con este movimiento, Irán eleva la negociación a nivel ministerial y obliga a las otras partes a enviar a sus ministros de Exteriores a la mesa de negociación. Pero sin disponer de un programa nuclear “durmiente”, dudo mucho que Irán hubiese buscado la mesa con tanta insistencia a pesar de la presión que ejerce el régimen de sanciones internacionales sobre el Estado persa.

Por eso, desde mi punto de vista el estilo de negociación “baazarí” que ha desarrollado Irán respecto a su programa nuclear a lo largo de esta última década ha vencido a la negociación de la doble aproximación o double track, léase el clásico palo y zanahoria, de Estados Unidos y sus aliados europeos. Con una acertada estrategia y una gran maestría para desarrollarla, Irán no sólo ha marcado los tiempos y la agenda de negociación, sino que además ha logrado su objetivo de tener un programa nuclear pleno para uso civil y “durmiente” para uso militar. Y es que en Teherán saben que no es lo mismo tener el status de potencia nuclear y estar dentro de este club exclusivo que no tenerlo y no estar en él (que se lo digan a la Serbia de Milosevic, al Afganistán de los talibanes, al Irak de Hussein o a la Libia de Gadafi que revirtió su programa nuclear).

Basándome en esta argumentación y en que el programa nuclear iraní no tiene marcha atrás –Irán es potencia nuclear se quiera o no– lo que sí marcarán los escenarios de acuerdo definitivo, prolongación del acuerdo provisional o un no acuerdo, será la política de seguridad que aplicará la administración Obama hacia Irán en los dos últimos años de su mandato. La política de contención (el Pentágono descarta la vía militar) será la protagonista si la negociación descarrila. El problema para Estados Unidos es que algunos Estados como Rusia y China ya han declarado públicamente que se bajarían del tren en la aplicación de las sanciones internacionales si consideran que Irán ha hecho todo lo necesario para alcanzar un acuerdo razonable para las dos partes. Otra jugada maestra de la diplomacia iraní.

Por el contrario, con los dos posibles escenarios de acuerdo, Estados Unidos intentará acomodar y comprometer a Irán tanto en el cumplimiento de lo firmado, como en la negociación y resolución de otros asuntos de la agenda internacional en la que Washington y Teherán son actores protagonistas tales como la lucha contra Estado Islámico, la búsqueda de una solución política para finalizar la guerra civil en Siria, la estabilización de Afganistán e Irak... pero también existe el peligro que el tren de Obama descarrile. El doble desafío para el presidente a nivel interno será convencer al Congreso estadounidense para que elimine progresivamente parte de las sanciones contra Irán (Obama sólo tiene potestad para suspender una parte de las mismas, pero no para eliminarlas) y que, en sentido opuesto, la nueva mayoría republicana en ambas cámaras apoyada por algunos congresistas demócratas no aprueben nuevos paquetes de sanciones contra Irán para torpedear el acuerdo u obtener concesiones del presidente en otros temas de política doméstica o internacional.

Pero tampoco se puede engañar a nadie. En mi opinión, un posible acuerdo (histórico) permanente sobre el programa nuclear entre Estados Unidos e Irán ya nace con fecha de caducidad. Es difícil que el mismo resista el periodo posObama. Con crisis nuclear o sin, Estados Unidos siempre buscará un cambio de régimen en Irán. Y en Teherán lo saben. De ahí su programa nuclear “durmiente” para entrar en el club de potencias nucleares. Estado previsor, vale por dos.

 

* Analista en seguridad internacional y política internacional


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