En un paso sin precedentes, Israel llevó a cabo un ataque militar en la capital de Qatar, Doha, dirigido contra líderes del movimiento Hamás en una operación que el ejército de Israel denominó "Cumbre de Fuego". La operación, que se lanzó desde una distancia de 1.800 kilómetros y fue supervisada por el primer ministro Benjamín Netanyahu junto con altos mandos del Ejército israelí, fue una audaz demostración de fuerza y capacidad para alcanzar distancias lejanas.
El objetivo declarado era claro: un edificio civil, con aspecto de villa, que albergaba una reunión de la delegación negociadora de Hamás, encabezada por Jalil al-Hayya, que estaba discutiendo la propuesta del presidente estadounidense Donald Trump para un cese al fuego. Sin embargo, lo que parecía una operación quirúrgica precisa se convirtió rápidamente en un fracaso táctico.
El ataque falló en lograr su objetivo principal. Los líderes de Hamás, incluidos al-Hayya, Meshaal y Jabarin, sobrevivieron al intento de asesinato. Pero el comunicado posterior de Hamás reveló el verdadero precio pagado en el terreno: seis muertos, ninguno de los cuales eran los líderes objetivo, sino que incluían a Hamam al-Hayya, hijo del líder de Hamás Jalil al-Hayya, además de un oficial de seguridad qatarí. Esta realidad por sí sola transformó el ataque de una operación israelí contra Hamás en una agresión directa contra la soberanía y la seguridad de Qatar, ya que se derramó sangre qatarí en suelo qatarí por fuego israelí.
Aquí surge la pregunta más urgente y embarazosa: ¿cómo pudo una fuerza aérea extranjera penetrar el espacio aéreo de un país que, sobre el papel, posee uno de los arsenales militares más formidables de la región? Qatar tiene una fuerza aérea que es la más fuerte a nivel regional, con una flota compuesta por 36 cazas Rafale franceses, 24 Eurofighter Typhoon europeos y 37 cazas F-15QA estadounidenses, una versión avanzada especial para Doha de la aeronave Eagle II. Su defensa aérea no es menos impresionante: una red integrada y multicapa que incluye entre 4 y 6 baterías Patriot PAC-3 avanzadas, sistemas NASAMS equipados con misiles AMRAAM-ER de largo alcance, además del sistema alemán avanzado Skynex antiaéreo contra drones y misiles crucero.
El "jaque mate" geopolítico de Qatar
Este escudo de acero no se activó. Y la respuesta a "¿por qué?" no estaba en los radares o las salas de operaciones qataríes, sino en Washington. La rueda de prensa en la Casa Blanca reveló el eslabón perdido que explica esta parálisis aparente. El ataque no fue solo una operación israelí independiente como Netanyahu intentó presentarla, sino una acción coordinada y bendecida por completo por la administración Trump.
El enviado especial Steve Witkoff fue el encargado de informar a Qatar sobre el inminente ataque. Esta notificación no fue una advertencia amistosa, sino un aviso que colocó a Doha en una situación de "jaque mate" geopolítica. Las opciones eran inexistentes: o disparar contra aviones que ejecutaban una misión con la bendición del aliado estadounidense, que se refugia en su base militar "Al Udeid", o cooperar con Israel y adoptar una postura de espectador mientras su soberanía era violada ante el mundo.
La notificación estadounidense previa convirtió el escudo de defensa qatarí avanzado en un espejismo. La fuerza militar no reside solo en el equipo, sino en la voluntad y la capacidad política para usarlo. Washington, al dar luz verde a Israel y luego informarlo a Qatar, no solo proporcionó cobertura política para el ataque, sino que también garantizó la paralización de cualquier posible respuesta militar qatarí. Además, hay informes de fuentes de inteligencia abierta sobre la presencia de aviones cisterna británicos y estadounidenses que despegaron desde la base de Al Udeid dentro de Qatar y se sospecha que proporcionaron apoyo logístico a la operación israelí contra Qatar, lo que eleva a un nuevo nivel la humillación israelí hacia sus adversarios en la región.
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Boeing F-15QA Ababil, Fuerza aérea de Qatar.
La fuerte condena de Qatar al ataque, describiéndolo como "cobarde", era esperada, pero su silencio respecto al comunicado estadounidense sobre la notificación previa es ensordecedor, ya que refleja la magnitud del dilema en el que se encontró. Mientras Doha jugaba el rol de mediador pivotal en las negociaciones de cese al fuego, Israel, con apoyo estadounidense, la redefinía como una parte en el conflicto y un escenario para operaciones.
El humo de la operación "Cumbre de Fuego" que se elevó sobre Doha reveló una realidad amarga en el nuevo Oriente Medio que se está configurando: la soberanía ya no es un concepto absoluto, sino un privilegio que puede suspenderse por decisión de Washington. El ataque falló en matar a los líderes de Hamás, pero logró asesinar el rol de mediador qatarí, hirió de muerte la confianza en las relaciones internacionales y dejó a toda la región ante un futuro más oscuro y peligroso. (Alex Ribeiro)






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