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Sábado, 20 de abril de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Un año de Guerra ¿Lecciones aprendidas en América Latina?

“La historia de la guerra puede ser resumida en dos palabras: Demasiado tarde. Demasiado tarde para comprender quien es el enemigo y cuáles son sus intenciones, demasiado tarde en preparar a nuestras fuerzas y demasiado tarde para buscar alianzas y prevenir el conflicto.” Douglas MacArthur.

Durante los últimos 50 años, y a excepción de extremadamente breves y poco felices ejemplos, las Fuerzas Armadas Latinoamericanas no se han visto enfrentadas en operaciones de guerra total entre un estado y otro y ningún ejército latinoamericano ha entrado marchando a la capital de un vecino en más de un siglo. En cambio, el 99 % de las fuerzas militares de la región se han visto directamente involucradas en una amplia variedad de acciones bélicas que caen completamente fuera del concepto de guerra convencional.

Sobre los hombros de las Fuerzas Armadas ha recaído la responsabilidad de luchar, con evidente ineptitud, contra invencibles ejércitos rebeldes, guerrillas fuertemente armadas, sangrientas guerras civiles, eternas y desastrosas campañas contra la insurgencia, protección de la infraestructura critica, organizar y asegurar elecciones y asesorar a los jefes de estado de turno como garantizar algún grado de gobernabilidad democrática a pesar de ser incapaces de derrotar a poderosos ejércitos narcotraficantes que con sus adinerados e influyentes carteles arrodillan gobiernos de forma creciente. Todas estas son actividades más cercanas a las misiones de una guardia nacional que a las tareas de modernos ejércitos profesionales. Duele hasta el alma reconocer esta realidad, pero la historia y la evidencia científica refuerzan este diagnóstico. Uno que anuncia una peligrosa alineación de estrellas.

Se han cumplido doce meses de guerra en Europa y nada, absolutamente nada de lo que profetizaron nuestros expertos de academia ha ocurrido. Todos los pronósticos han sido errados y ningún militar hispanoamericano ha estado ni cerca de comprender, evaluar y sacar conclusiones acertadas de como este creciente conflicto bélico afecta al presente y el futuro inmediato de Latinoamérica. ¿Por qué? Pues fácil. Con la sola excepción de los militares españoles, ningún oficial sudamericano ha pisado en su vida un campo de batalla moderno.

Conceptos de doctrina de empleo tan básicos como operaciones mecanizadas a gran escala, esas que permiten el control de áreas vitales del espacio terrestre y con ello la supervivencia de la capital y su gobierno, simplemente no existen en nuestros estados mayores. En todos los niveles de mando seguimos ignorando lecciones fundamentales de la guerra moderna y esa orfandad de conocimientos profesionales impiden comprender la batalla aeroterrestre, prohíbe los ejercicios de combate urbano a nivel brigada, niega el correcto empleo de regimientos de tanques pesados en combinación con batallones de infantería mecanizada, impide la adecuada integración de cazabombarderos y helicópteros en misiones de apoyo aéreo cercano imposibilitando la coordinación de fuegos de artillería de campaña, cohetes y misiles de largo alcance en un frente de batalla de al menos 100 kilómetros de ancho.

¿Brasil y Chile escapan en algún grado a este análisis?

Sin duda, pero son ellos mismos quienes constituyen la excepción que confirma la regla en toda la región. Acá se habla muchísimo de modernización institucional pero la dura realidad es que, en términos prácticos, carecemos absolutamente de todas las capacidades necesarias para enfrentar a un agresor convencional que, al presentarnos batalla, emplee sin restricción alguna todos sus medios navales, terrestres y aéreos de forma simultánea. Curiosamente, el presupuesto y la inmediata disponibilidad de fondos no son precisamente el problema.

Por ejemplo, si también preguntamos por nuestros niveles de eficiencia en tareas más complejas como el verdadero nivel de coordinación – entre nuestras unidades de primera línea - con la masiva infraestructura logística de material de guerra, esa que está ligada a la incesante entrega de municiones, combustible, agua, alimentos y la inmediata evacuación terrestre de centenares de heridos diarios sobre las ruedas de inmensos trenes logísticos… pues nos encontramos con la sorpresa que estos siguen siendo conocimientos y experiencias prácticas absolutamente desconocidas por nuestros oficiales de estado mayor.

Los miles de camiones logísticos, aviones de carga, trenes pesados y aviones de transporte encargados de mover con velocidad y eficiencia fuerzas de combate de entre 10.000 a 30.000 hombres - ya sea en el glorioso ataque o en la humillante retirada - no existen. Nunca fueron comprados. La total ausencia de helicópteros de ataque, la falta de experiencia de nuestros estados mayores en operaciones conjuntas y la masiva carencia de reservas de munición, revelan el humilde tamaño de la industria de defensa latinoamericana, esa que es incapaz de fabricar cazabombarderos, modernas fragatas, tanques principales de batalla, artillería autopropulsada, misiles inteligentes de largo alcance, sistemas de telecomunicaciones tácticas o simples uniformes -- en cantidad y calidad para equipar a sus propias instituciones -- desnudan, insisto, el real estado de nuestras fuerzas armadas y sus incoherentes y erráticas políticas de defensa nacional, las que en pleno siglo 21 aún se aferran de forma insensata e irreflexiva a la idea de que América Latina… es totalmente inmune al fenómeno de la guerra.

Miremos ahora dos años hacia el futuro

La región de América Latina y el Caribe, esa que comprende unos 40 países, territorios dependientes y departamentos de ultramar, también contienen islas y espacios rodeados de petróleo, gas y minerales que hoy pertenecen a Francia, Holanda e Inglaterra. En el otro equipo, Venezuela, Cuba y Nicaragua anunciaron este año 2023 la autorización para el ingreso al territorio nacional de “naves y personal militar Ruso con fines de intercambio y asistencia humanitaria”.

Es fácil pronosticar que en cosa de meses, la guerra en Europa se expandirá directamente a países como Bielorrusia y Moldavia e indirectamente, incluirá también la participación de soldados alemanes, polacos, franceses e ingleses desplegados ahora a solo metros de la línea de fuego. La consecuencia directa de este efecto dominó es la prolongación de la guerra al menos hasta el año 2025. Dicho en cristiano, es absolutamente inevitable que Moscú despliegue un puñado de tropas en la “retaguardia” norteamericana, esa que denominamos América Latina, equipe y entusiasme un grupo de gobiernos proxy y lleve su guerra a la tierra de otros, amenazando - a muy bajo coste - a naciones cercanas a Washington en la región. Ni siquiera tienen que enviar armas. Solo asesores y revivir algunas ideas y programas siniestros de la Guerra Fría. Los campos de batalla mas probables los ve hasta un ciego.

Al 1 de Marzo de 2023 y con un sistema financiero absolutamente interconectado todos y cada uno de los países latinoamericanos están enfrentando simultáneamente la peor crisis político, económica y social de los últimos cien años. El impacto de la guerra ya se siente en la región y se resume en la progresiva y veloz destrucción de la estructura productiva, la caída libre del crecimiento, inflación descontrolada, alzas de tasas de interés históricas, extremo retroceso en la lucha contra la pobreza, inseguridad alimentaria y la radical importancia de los escasos combustibles fósiles.

Todos estos países están luchando actualmente contra victoriosos grupos guerrilleros equipados militarmente, retroceden frente a cárteles de la droga que dominan sin contrapeso ciudades y regiones completas y sus gobiernos ya se arrodillan ante masivos movimientos sociales que buscan, por medio de una revolución violenta, refundar sus países bajo el modelo propuesto por una sonriente y generosa China comunista y una amistosa nueva Rusia imperial.

¿Lo alarmante? En todas estas naciones, sin excepción, el Estado está perdiendo la batalla y los combates ya están ingresando a las ciudades. La llegada de actores externos altamente motivados (Rusia, China e Irán) son la receta perfecta para lanzar a varias naciones latinoamericanas a elegir bandos y buscar la solución de sus problemas a través de la vía armada. Si la historia nos ha enseñado algo, entonces es fácil confirmar que todas y cada una de las señales estaban presentes. La guerra siempre fue evitable, pero actuamos demasiado tarde.

No siempre el ataque es la mejor defensa. La disuasión y el equilibrio militar generalmente previenen aventuras descabelladas. Desgraciadamente en el adverso, naciones ricas en inmensos recursos naturales, pero desprovistas de fuerzas armadas modernas no hacen más que invitar – con imprudencia y temeridad – a poderosos vecinos a cruzar tranquilamente la frontera y tomar, casi sin disparar un tiro, inmensas zonas petroleras, reservas masivas de gas y valiosas provincias ricas en cotizados minerales. Este formato de trabajo político – militar no se ha modificado un ápice en los últimos 3.000 años y nada parece indicar que esto vaya a cambiar este fin de semana.

Rusia invadió Ucrania para tomar por la fuerza la riquísima región de Crimea y sus 20.000 kilómetros cuadrados de petróleo asegurando simultáneamente el total dominio del Mar Negro. China invadirá Taiwán por razones absolutamente financieras como la captura -- o destrucción -- de todas sus empresas de semiconductores electrónicos catalogados como los mejores del mundo junto a los de Intel y Samsung. Todos los sistemas de armas fabricados en el siglo 21 utilizan chips de última generación fabricados en Taiwán (70 %), Estados Unidos (9 %) o Corea del Sur (18 %). Ergo, Taiwán debe caer en las manos de Pekín y permitirle a sus ejércitos un salto tecnológico de 50 años… o. si todo sale mal, ser consumida por el fuego evitando con ello que siga potenciando los arsenales de armas inteligentes de occidente.

En resumen, y desde la perspectiva que se mire, Rusia y China tendrán ocupados a Washington y a Europa por los próximos 10 años dejando la puerta abierta para que en América Latina pase literalmente… “cualquier cosa” sin que la ONU, la OEA ni la OTAN levanten un dedo o envíen fuerzas militares a intervenir en el “rescate” de nuestro continente. No señor, la próxima crisis bélica en América Latina la enfrentamos solos.

¿Qué significa esto para la industria de defensa norteamericana y europea?

¿Qué deben hacer las grandes potencias latinoamericanas para asegurar la paz? América Latina sólo logrará crear las condiciones para evitar su ingreso al conflicto bélico europeo sí naciones claves como Brasil, Colombia, Chile, Perú, Ecuador y Argentina son capaces de adquirir los medios aéreos, navales y terrestres necesarios para modelar niveles de disuasión creíbles que impidan la aparición de espacios, eventos y oportunidades para el repentino estallido de operaciones bélicas desde naciones bajo la influencia Ruso-China. (Ejemplo; guerras que serán generadas desde Venezuela, Cuba, Nicaragua.)

En términos puntuales; países como Brasil y Colombia deben adquirir con urgencia modernas fuerzas aéreas, navales y terrestres qué limiten o al menos contengan el masivo poder militar venezolano. Las naciones centroamericanas, mundialmente conocidas por su fragilidad militar deben modernizar con inteligente celeridad sus instituciones de la defensa para contener las crecientes acciones ofensivas de las dictaduras comunistas de Cuba y Nicaragua, las que ahora amenazan con desestabilizar a toda Centroamérica y el Caribe.

En este sentido es bueno recordar que la totalidad de las naciones centroamericanas y caribeñas carecen de prácticamente todo tipo de sistemas de armas modernas y de entrenamiento táctico avanzado, pero no están huérfanas de financiamiento norteamericano. Así las cosas, es fácil concluir que la aparición de ofertas “etiquetadas” como programas de asistencia, entrenamiento y modernización, al ser acompañadas del debido financiamiento estatal desde naciones europeas serán una alternativa racional que será vista con muy buenos ojos por los gobiernos democráticos de la región.

Finalmente y a pesar que los problemas del Cono Sur latinoamericano no son evidentes para el ojo inexperto la situación de posible conflicto entre Chile, Perú, Argentina y Bolivia por el dominio de gigantescas zonas mineras, reservas de agua dulce, enormes espacios marítimos en el Atlántico y Pacifico Sur y el acceso a millones de kilómetros cuadrados del territorio antártico obligan a estos países a mantener un delicado equilibrio militar para prevenir un enfrentamiento bélico orquestado por algún gobierno en decadencia necesitado de una crisis externa.

Históricamente y en más de una ocasión, estos países han recurrido ya sea a la guerra civil para estabilizar alguna crisis de carácter catastrófico y así asegurar su existencia aferrándose al poder con la excusa de la seguridad nacional — o han optado directamente a la invasión militar de territorios vecinos para mantenerse en el palacio presidencial.

¿Lo hace Moscú desde 1956 y no lo vamos a hacer también nosotros por estos lados? Cualquiera sea el caso nada de esto ha ocurrido en los últimos 40 años única y exclusivamente por el temor a la intervención norteamericana con sanciones militares y económicas. La sombra de estos castigos han mantenido a raya a gobiernos radicales y extremistas en la región. Sin embargo y con la temporal desaparición de la vigilancia y la atención de Washington sobre la revoltosa y revolucionaria América Latina del siglo 21 es del todo razonable esperar una seguidilla de “tímidos” golpes de estado, crecientes crisis regionales, intensificación de conflictos fronterizos y — de confirmarse la incapacidad de los Estados Unidos para intervenir militarmente en la región en ayuda de sus aliados militares — la posibilidad de guerras a gran escala serán ahora un escenario altamente probable. (Jose Miguel, “Mike”, Pizarro)

Nota: Jose Miguel “Mike” Pizarro es un ex oficial del Ejército de Chile, graduado de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE), Analista de Defensa de CNN en Español, ex U.S. Marine y veterano de 4 años de la guerra en Irak. Pizarro es un ex oficial de artillería de montaña, comandante de tanques pesados M1A1 Abrams y ex asesor militar norteamericano en Colombia.


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