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Lunes, 4 de noviembre de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Los retos de la industria de defensa española (IV): ¿Qué queremos ser y qué podemos ser?

Carros de combate Leopardo 2E en un ejercicio (Ejército de Tierra)
Carros de combate Leopardo 2E en un ejercicio (Ejército de Tierra)

Finalizamos este profundo análisis de los retos a los que se enfrenta la industria de Defensa en España. Tras analizar la situación actual de la industria de defensa, la evolución tecnológica en el primer artículo , los lentos procesos de adquisición, la falta de estabilidad presupuestaria y la dificultad de obtener financiación, analizamos el nivel de ambición al amparo de los actuales programas europeos.

Otro reto para la industria española en su conjunto pasa por definir qué queremos ser, pero entendiendo y calibrando de manera objetiva y realista que podemos llegar a ser. Con frecuencia el sector reclama, a viva voz, la necesidad de establecer una política industrial, una política de Estado al respecto. El año pasado, el Ministerio de Defensa publicó una nueva Estrategia Industrial de la Defensa que, a mi juicio, constituye un excelente documento que incluye elementos muy positivos para que las empresas orienten adecuadamente sus estrategias de producto y de negocio.

Este documento establece, de una manera muy clara, cuáles son las capacidades críticas que el Ministerio desea que se desarrollen íntegramente por parte de la industria española; cuáles son aquellas que parece más sensato adquirir a través de programas internacionales de cooperación, preferiblemente europeos y cuáles se pueden adquirir directamente a fabricantes de otros países, incluidos países no miembros de la Unión Europea, aunque preferiblemente miembros de la OTAN; así como qué requisitos de cooperación industrial deben cumplir dichos fabricantes.

Por tanto, pone de manifiesto la necesidad de desarrollar capacidades críticas de las que todavía no disponemos, la necesidad de capacitar a nuestra industria de forma paulatina y posicionarla en nichos de mercado competitivos y también la necesidad de que los programas fluyan a lo largo de toda la cadena de valor, desde las empresas tractoras, a las midcaps, pymes y startups.

Es evidente que España carece de la dimensión necesaria para disponer de una industria que sea capaz de cubrir todas las necesidades de la Defensa, ni en términos presupuestarios ni en términos de masa crítica industrial. No podemos pensar en compararnos con los Estados Unidos o con algunos países de nuestro entorno como Francia o el Reino Unido entre otros, cuya inversión en Defensa es mucho mayor que la nuestra, así como lo es también su poderío industrial.

Tampoco esto significa que seamos un país marginal, tenemos la cuarta industria aeroespacial y de defensa de la Unión Europea y quinta de Europa, a pesar de la relativamente baja inversión en defensa que hemos sufrido durante las últimas décadas. Podemos, sin embargo, mirar a otros países más pequeños que el nuestro, que han apostado por una especialización inteligente en sistemas y armamento crítico y que, desde la excelencia de esa especialización, han sido capaces de competir con éxito en los mercados internacionales, como es el caso paradigmático de Israel. También hay algunos países de una dimensión menor a la nuestra, como Suecia o Noruega que han sido capaces de apostar por determinados nichos en plataformas, armamento y sistemas, con mucho éxito.

Por supuesto, además de la búsqueda de la excelencia a través de la especialización inteligente en determinados nichos en los que podamos competir con éxito en los mercados de exportación, tenemos que buscar una especialización adicional, tanto en estructuras como en determinados sistemas, que nos den una posición de fuerza en los programas de cooperación internacional.

Tenemos ya algunos casos históricos de éxito en este sentido y tenemos que seguir apostando con determinación, ampliando nuestras capacidades y fortalezas, para acometer con éxito proyectos en los que nuestra participación está subiendo claramente de peso relativo respecto a la que hemos tenido en otros programas del pasado.

Con mucha frecuencia se ha hablado también de la excesiva fragmentación de la industria española pero, a mi juicio, debemos desmitificar y no traumatizarnos con esa aparente necesidad de disponer de uno o varios “campeones nacionales” homologables en dimensión a los gigantes europeos a los que siempre hacemos referencia.

Creo que disponemos ya en España de empresas con la masa crítica suficiente para hacer un papel más que digno en los grandes programas europeos y poder seguir creciendo y, por tanto, aumentando su dimensión, de manera sostenible. Algunas de estas empresas están ya integradas en grupos multinacionales.

¡Ojo!, lo están porque así hemos querido que ocurriese, obviamente asumiendo los riesgos de deslocalización de capacidades tecnológicas e industriales y de que las decisiones se tomen fuera de nuestras fronteras. Esto es algo que, como Estado, tenemos que aprender a gestionar adecuadamente: como cliente lanzador y de referencia, como regulador y financiador de la innovación tecnológica y también como embajador y comercializador de sus productos en otros mercados.

En resumidas cuentas, tenemos que aprender a ser un stakeholder clave de dichas empresas y no necesariamente forzando a que el Estado se tenga que convertir en un accionista de estas. Desde luego, de muy poco sirve tener una participación minoritaria en ciertas empresas si no sabemos poner en valor las otras palancas que acabo de mencionar.

Por eso pienso que, en efecto, el Estado tiene que jugar un papel fundamental en nuestra industria, tal y como ocurre en otros países aliados, pero principalmente como cliente y regulador, como embajador en los mercados internacionales, y también en la definición de una estrategia industrial para el sector de la Defensa, pero siempre de la mano de las empresas del sector y, desde luego, no teniendo necesariamente que convertirse en un accionista o en el propietario de determinadas empresas.

Comprendo que, en algunos casos, puede llegar a resultar imprescindible tomar una posición en la propiedad de determinadas empresas estratégicas para defender nuestra industria, pero esto debería constituir más una excepción que una práctica habitual; sobre todo porque nuestra industria opera en un sector con ciclos de maduración muy largos y, tanto la estrategia, como los consejos de administración y los equipos gestores de nuestras empresas, no deberían estar sujetos a las servidumbres de los ciclos políticos y electorales.

De hecho, esto no ocurre en algunos países de nuestro entorno, en los pocos que todavía tienen empresas públicas o semipúblicas en nuestro sector, como es el caso de Francia e Italia y cuyo modelo de intervención en este tipo de empresas, es mucho menos dependiente de los ciclos políticos que en el caso español.

Volviendo a la Estrategia Industrial de la Defensa, nos tenemos que felicitar por el hecho de que también la propia Unión Europea acaba de publicar, a principios de marzo, su primer documento al respecto, animando a los estados miembros a invertir más, mejor, de forma conjunta y en la medida de lo posible, en Europa.

De hecho, la estrategia establece unos objetivos en este sentido que merece la pena señalar:

  • Adquirir al menos del 40 % de los equipos de forma cooperativa de aquí a 2030;
  • Garantizar que, de aquí a 2030, el valor del comercio de defensa dentro de la Unión Europea represente, al menos, el 35 % del mercado de defensa de la Unión.
  • Seguir progresando de manera constante para que, al menos el 50 % de su presupuesto de contratación pública en materia de defensa, se adjudique dentro de la UE de aquí a 2030 y el 60% de aquí a 2035.

El reto de participación en los nuevos programas europeos es también clave para la industria de defensa española. Aunque llevamos ya muchos años colaborando en grandes proyectos europeos como el Eurofighter y el A400M entre otros y está iniciando su participación con un porcentaje mucho mayor, por ejemplo, en programas como el Euromale o el proyecto FCAS, me parece incluso más interesante destacar la fuerte involucración de la industria española, a todos los niveles, desde las grandes empresas a las pymes y midcaps, en los proyectos del Fondo Europeo de Defensa.

El hecho de que, tras dos años de funcionamiento, las empresas españolas estén participando en 74 de los 100 proyectos seleccionados y que lideren un total de 21, me parece un hecho sumamente destacable. No hay más que ver el número, cada vez mayor, de empresas españolas que tienen ya oficinas permanentes en Bruselas, para ilustrar con qué interés y determinación nuestra industria está respondiendo a este reto.

Y termino con dos reflexiones que creo que resumen muy bien la importancia de nuestra industria:

  • Las guerras se empiezan a ganar en las fábricas.
  • Sin industria de defensa, no hay defensa.

(Carlos Suárez. Presidente del Consejo Asesor del Clúster de la Industria de Defensa, CID)

 

 


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