Cabe recordar que la Brigada de Aviación de Ejercito ya ha operado en el pasado aviones de entrenamiento básico, habiendo sido los primeros, y por muy corto tiempo, los 10 Neiva T-25 Universal brasileños. Adquiridos en 1975, pasaron a la Fuerza Aérea en 1978, que los operó primero en Iquique y luego en Puerto Montt, con despliegues a bases secundarias aledañas.
Fueron reemplazados por una veintena de Cessna R-172 K Hawk XP-II, que, además de prestar una serie de funciones de transporte y enlace, fueron también asignados a instrucción básica. Estos aparato sirvieron durante 35 años, siendo dados de baja (y vendidos en el mercado civil) los últimos 2 ejemplares (112 y 116) en julio de 2013.
La incógnita ahora es que avión adoptará el Ejército y qué explicación hay para justificar tres escuelas de vuelo básico en Chile. Decisiones como ésta vuelven a cuestionar la maximización de los recursos y el aparente desconocimiento de dos conceptos anglosajones totalmente actuales, accountability y jointness.
Respecto a los candidatos, queda totalmente descartada la opción del Pillan, visto y considerando que los últimos 8 T-35 entregados a la Fuerza Aérea recientemente fueron fabricados con los componentes remanentes en stock y como incentivo productivo en la alicaída empresa aeronáutica chilena ENAER.
Una opción válida podría ser el Cirrus SR-22, introducido recientemente por la FACh, decisión que daría ribetes de estandarización y de cambio de las tendencias de la Fuerzas Armadas de esa nación, que continúan con niveles de independencias no acordes a la realidad mundial (Cristián Marambio, corresponsal de Grupo Edefa en Valparaíso).