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Miércoles, 24 de abril de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Centenares de militares abandonan las Fuerzas Armadas argentinas

Hartos de los bajos sueldos, las escasas posibilidades de desarrollo personal y quizás, también, con una débil vocación, casi medio millar de uniformados pidieron la baja de las instituciones castrenses en el presente ejercicio. La fuerza terrestre fue la más perjudicada, trescientos hombres, principalmente suboficiales, pidieron la baja. Con remuneraciones desfasadas con respecto a las fuerzas de seguridad y policiales en un cuarenta por ciento, se hace difícil mantener la vocación por lo militar.

Aunque se ha anunciado un importante aumento salarial en estas semanas, que busca no solo mejorar los sueldos sino también frenar el éxodo que implica perder a personal generalmente técnico o especializado, que puede encontrar trabajo rápidamente en el medio civil o en otras fuerzas de seguridad, la situación sigue siendo grave. La institución más beneficiada  por el éxodo sufrido en las Fuerzas Armadas ha sido la Policía Metropolitana, la fuerza que custodia la ciudad de Buenos Aires, con salarios muy superiores a los de las organizaciones militares, horario de trabajo más reducido y con una obra social de primer nivel más la posibilidad de acceder a una vivienda propia rápidamente.

Además, la disciplina en las fuerzas de seguridad no es tan dura como en las castrenses ni se dan los permanentes traslados a los cuales deben acostumbrarse los militares. A esto debe sumarse que, por razones económicas, las maniobras y ejercitaciones son limitadas, el equipamiento es antiguo y no es un aliciente para la voluntad y entusiasmo de los que ingresan a una instrucción militar. El piloto quiere volar y el  artillero disparar, actividades poco frecuentes, lo que desmoraliza también al joven oficial y suboficial, asimismo la gran diferencia salarial con respecto a las fuerzas de seguridad implica agregar otro dato negativo a la cuestión, la frase más escuchada en un cuartel es “con la vocación no se come ni pagan las cuentas”.

Poder ingresar en una fuerza policial como la Metropolitana, donde se acepta la antigüedad y los cargos que se ostentaban cuando se estaban en la fuerza militar, implica pasar a cobrar una diferencia salarial muy fuerte, que en muchos casos llega a los mil dólares mensuales. Es conocido que las aerolíneas comerciales atraen a los pilotos y especialistas castrenses, que ya tienen un sistema de trabajo y disciplina, ya conformados con mejores salarios y perspectivas laborares muy positivas. En pocos días la Aviación del Ejército perdió a una importante cantidad de sus especialistas, que se pasaron a la Policía o ficharon por empresas privadas, encendiendo la señal de alarma.

Fue una intención política tomada hace muchos años la de castigar a las Fuerzas Armadas por medio de la penuria presupuestaria y bajos sueldos, el fruto ha sido que éstas  perdieron miles de oficiales y suboficiales que trabajan hoy en la esfera privada en el país y en el exterior, con éxito generalmente. En los últimos años otra decisión política, en este caso motivada por la creciente inseguridad, hizo que los sueldos de las organizaciones policiales y de seguridad fueran mayores que los de los militares, el combo fue completado con las pocas horas de vuelo, más trabajo en las unidades y un equipamiento desfasado, con un desaliento creciente en el espíritu del personal.

Quien ingresa a la Fuerza Aérea quiere volar, el que ingresa al Ejército quiere tirar y quien entra a la Armada quiere navegar, es así de simple. A esto debe sumarse que la fuerte disciplina, todavía existente en las instituciones castrenses, incomparable con la de otras décadas pero muy superior a la de los cuerpos policiales, el vivir en alejadas guarniciones, lejos del progreso y comodidades de las grandes ciudades, las exigencias de la preparación militar, el evidente desinterés de los funcionarios políticos por la suerte de los uniformados y otros factores hacen que muchos militares interpongan el interés personal y el de sus familias a la vocación.

Los pocos estímulos hacen que la presión familiar debilite  los lazos con la institución y allí es cuando se produce el quiebre, cuando el hombre se va de la fuerza buscando un mejor horizonte.  Buena parte de los que se van no lo harían si tuvieran en qué desarrollar su trabajo y vocación, aun en caso que no existiera tantas diferencias salariales, es decir que si tuvieran las horas de vuelo adecuadas, las de navegación y ejercitaciones que permitieran desarrollar sus sueños y capacidades profesionales.

El nuevo Ministro de Defensa, Julio Martínez ha señalado que “estamos dando señales de mejorar las condiciones de trabajo  y que se ha dejado atrás el maltrato a  los militares en gestiones anteriores”.

Veremos si la nueva administración macrista promueve a un mejor sitial a las instituciones castrenses, ha encontrado tierra arrasada y mucho por mejorar. (Luis Piñeiro, corresponsal de Grupo Edefa en Argentina)


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