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La reina Isabel I de Castilla prohíbe la esclavitud, un paso de gigante en un tiempo en el que era moneda corriente

El origen de las exploraciones a las Indias tiene sus raíces en la conquista de Constantinopla por los turcos en 14531. Estos ocuparon el camino de la actual Europa hacia Oriente y el Mediterráneo Oriental y, con ello, controlaron el comercio de las especias, la seda, el algodón, los perfumes y las piedras preciosas. Así, tanto los portugueses como los castellanos estuvieron obligados a buscar nuevas rutas para llegar a Asia. Los portugueses fueron los primeros en bordear África por el cabo de Nueva Esperanza y arribar a la India, China y las islas del Pacífico; poco después, los castellanos intentaron lo propio cruzando el océano Atlántico.

Antecedentes

Cristóbal Colon firmó con la reina Isabel I de Castilla las Capitulaciones de Santa Fe (al oeste de Granada capital) el día 17 de abril de 1492, en las que el primero fue nombrado «Almirante, virrey y gobernador del mar oceánico, de las islas y de la tierra firme hasta ahora descubiertos y por descubrir»2. Además, el genovés tenía jurisdicción civil y criminal y podía nombrar y destituir a los funcionarios de las Indias. Esos títulos eran hereditarios y fueron similares a los otorgados más adelante a Hernán Cortés en Nueva España (1522)3 y a Francisco Pizarro en Perú (1529)4. No obstante, con el devenir del tiempo, aquellas condiciones pasaron a depender directamente de los monarcas españoles y sus representantes.

Colón tuvo problemas al principio para reclutar gente en su viaje a las Indias, toda vez que no lo conocían y desconfiaban de una travesía incierta; si bien era más corta que la de los portugueses para llegar a la isla de las Especias, según el navegante genovés. Con el objeto de reclutar hombres, recurrió a una provisión de Isabel la Católica en el sentido de ofrecer la libertad a condenados a cambio de formar parte de la tripulación; sin embargo, ese asunto se resolvió de otra manera.

Conoció a través de unos franciscanos a Martín Alonso Pinzón, un potentado de Palos de la Frontera, quien aportó medio millón de maravedíes, la tercera parte del gasto total; era experto navegante por el mar Mediterráneo y la costa oriental del océano Atlántico, y líder por sus cualidades personales y profesionales. En ese grupo de voluntarios se incorporaron dos hermanos de Martín: Francisco y Vicente; los hermanos Niño y así muchos más de su entorno, aparte de otros procedentes de lugares distantes de la provincia onubense.

Viajes del Almirante e Isabel la Católica

El primer viaje de Cristóbal Colón con las carabelas Pinta y Niña, y la nao Santa María, con una dotación de 90 hombres, salió del puerto de Palos el 13 de agosto de 1492. Hicieron paradas en Gran Canaria y La Gomera para reponer provisiones y reparar la Pinta. El 12 de octubre Rodrigo de Triana gritó desde la cofa del palo mayor: ¡Tierra a la vista! Arribaron a la isla de Guanahaní, bautizada como San Salvador por los españoles, y entablaron relación con los indios taínos. Esa fue la primera vez que se les llamó «indios» por la creencia del genovés de su llegada a la India.

De allí pasaron a la isla de Cuba, nombrada Juana, y a La Española, en donde encalló la nao Santa María, y con sus restos construyeron el Fuerte de La Navidad. El Almirante dejó allí 35 hombres y con las dos carabelas regresó a España el 16 de enero de 1493.

A poco de llegar a España, el genovés con un grupo de soldados, marineros e indios, se acercó a Barcelona para visitar a los Reyes Católicos y dar cuenta de su experiencia y resultados. Lo cierto fue que la soberana se dio cuenta de la presencia de un pequeño grupo de esclavos y, al decir de Bartolomé de las Casas en su Historia General de las Indias5, preguntó «¿Qué poder mío tiene el Almirante para dar a nadie a mis vasallos?». Isabel I de Castilla enseguida tomó medidas al respecto y, más tarde, decretó en Sevilla una Real Provisión el 20 de julio de 1500 por la cual se prohibía la esclavitud, algo habitual hasta entonces por la posibilidad de intercambiar prisioneros u otros fines.

No olvidemos al respecto que antaño subsistía la esclavitud doméstica en grandes casas de España y otros territorios. Miguel de Cervantes, por ejemplo, estuvo cinco años de esclavo en Argel (1575-1580), luego vendido por 500 escudos de oro; el mismo Las Casas tuvo un esclavo ilegal de su padre durante sus estudios en Sevilla, y varios durante su estancia en el Nuevo Mundo6; y los mismos indígenas tenían como esclavos a otros nativos.

El segundo viaje de Colón tenía la misión de consolidar lo conquistado antes de que otras potencias lo hicieran, y la de continuar navegando hacia el oeste al encuentro de Asia. Por ello, con 17 barcos y 1.500 hombres: soldados, labradores, artesanos, religiosos, etc., la expedición zarpó del puerto de Cádiz el 24 de septiembre de 1493 rumbo a las Antillas, Puerto Rico y La Española, en donde se encontró con la sorpresa de que «el fortín que había construido apresuradamente en Santo Domingo había sido destruido y exterminados todos los españoles que dejó en él». Colón envío unidades de castigo, al mando de Ojeda con 400 hombres, para someter a los indios.

Fundaron La Isabela, primera ciudad en el Nuevo Mundo, y buscaron sin fortuna metales preciosos, por lo que el Almirante decidió enviar 400 esclavos indios a la península Ibérica. Isabel la Católica se quedó sorprendida y reaccionó promulgando una Real Cédula el 6 de julio de 1495 «exigiendo la restitución inmediata y su puesta en libertad en América de todos los indios enviados a Europa para su venta»7. Al mismo tiempo, los españoles que se quedaron en La Española sofocaron una sublevación de los indígenas y prosiguieron los descubrimientos. Llegaron a Jamaica y Cuba, y después regresaron a España el 11 de julio de 1496.

Pese a las diferencias existentes entre Colón y los monarcas españoles, llegaron a acuerdos y dos años después se inició el tercer viaje. Partió de Sanlúcar de Barrameda el 30 de mayo de 1498 con 6 barcos y 300 hombres, y llegó a la isla de Trinidad, al delta del río Orinoco y a la península de Paria (Venezuela). Encontraron perlas, lo que satisfizo a la tripulación por su riqueza, y de ahí pasaron de nuevo a La Española. El genovés estaba enfermo y, por añadidura, se encontró con una sublevación de españoles contra la propia familia Colón, de modo que se vio obligado a negociar. Se puso en marcha el sistema de encomiendas, emulando lo realizado en España durante la Reconquista8.

Al cabo de un tiempo llegó a la isla Francisco de Bobadilla –gobernador general enviado por la Corona– con la finalidad de poner orden. Se puso del lado de los sublevados y arrestó a Colón y a su familia, los cuales fueron enviados de retorno a España. A pesar de todas las dificultades, en ese viaje se favoreció el comercio de los conquistadores, se descubrieron nuevas tierras sin permiso de la monarquía –pues el Almirante ya lo tenía desde el principio– y permitía a la Corona recaudar el quinto real en el caso de que hubiera ganancias. 

Los Reyes Católicos perdonaron a Colón sus actitudes con los esclavos y le permitieron realizar un cuarto viaje con la única prohibición de no arribar a La Española. El navegante reiteró su idea por descubrir tierras asiáticas, y con esa misión zarpó del puerto de Cádiz el 11 de mayo de 1502 con 4 barcos y 140 hombres. Bordeó las costas orientales de los actuales países de Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá sin conseguir encontrar un paso hacia el oeste que le permitiera llegar a la India; y a continuación pasó a Jamaica y regresó a España el 7 de noviembre de 1504. Pocos días después (el 26) falleció la reina Isabel I de Castilla, su principal valedora. Pidió ayuda al rey Fernando II de Aragón; pero, ciertamente, no pudo atenderle. Al cabo de dos años, Cristóbal Colón falleció en Valladolid sin conocer que había descubierto el continente americano.

La encomienda

El sistema de encomiendas se inició en América en 1499 por Cristóbal Colón y el beneplácito de la reina, y luego fue continuada a partir de 1502 por el gobernador de La Española, Nicolás de Ovando, siguiendo instrucciones precisas de los monarcas. En realidad, esa institución es un sistema que organiza la relación laboral entre el encomendero y los trabajadores a su cargo; o sea, el primero protege a los naturales (especialmente de otros pueblos indígenas), les aporta una cultura, una religión, una formación de leer y escribir, etc. y, a cambio, recibe un trabajo o un tributo en especie, verbigracia, maíz, textiles, cacao o metales. A la par, el encargado de relacionarse con los nativos era por lo común un cacique o jefe de los nativos, quien coordinaba las tareas y entregaba los tributos.

Doña Isabel I de Castilla fue la responsable de aprobar un sistema compuesto por los términos de civilización-protección-evangelización; esto es, un concepto más completo que la mera relación laboral entre el encomendero y los nativos.  Ese sistema, puesto en marcha por Colón y aprobado por la reina Isabel I, sería una institución básica9 en las Indias hasta finales del siglo XVIII, con una evolución muy variable a lo largo de ese tiempo10.

Isabel I de Castilla prohíbe la esclavitud

Recordemos que la situación en las Antillas no era sencilla, pues, por una parte, los españoles necesitaban mano de obra indígena y, por otra, se debía proteger la libertad de los naturales y evangelizarlos. Un dilema que no resultaba fácil de resolver. En ese sentido, la reina intervino en dos actuaciones. En primer lugar, dio al nuevo gobernador de las Antillas, Nicolás de Ovando, «instrucciones netas que respaldasen en todo momento lo que hoy llamamos los derechos de la persona humana»; hoy denominados «hombres libres, súbditos naturales de la Corona de Castilla. En consecuencia, debían ser protegidos». Roca Barea nos dice que eran «tan súbditos de la Corona como los eran los españoles peninsulares»11.

En segundo lugar, entre 1503 y 1504, formuló instrucciones en la línea de que «los indios debían estar reunidos en pueblos en los que serían gobernados y civilizados por una ‘persona buena’ española, encargada también de protegerles contra los posibles abusos físicos…», según el citado Dumont. Igualmente afirmaba que los indios debían recibir un jornal y disponer de protección sanitaria. En cualquier caso, la reunión en los pueblos grandes no fue satisfactorio, por lo que pronto se suprimió.

En el testamento de Isabel I queda patente su defensa por los derechos de los indios: «… y no consientan ni den lugar a que los indios vecinos y moradores de las dichas Islas, y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes, mas manden, que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio ha recibido, lo remedien …»12. Sin duda, la prohibición de la esclavitud y este testimonio de la soberana justifican sobradamente que ella fue la pionera de lo que hoy conocemos por Derechos Humanos.

Conclusiones

Destacamos cuatro hechos significativos en tiempos de Isabel I de Castilla, cuatro hitos que constituyen el primer precedente en la historia de la humanidad y que no debemos olvidar, a saber: la prohibición de la esclavitud, la consideración de los naturales como «súbditos» de la Corona o «vasallos libres de la misma», igual que cualquier otro español, la defensa de los derechos de los indios y el establecimiento de la encomienda cual institución que englobó durante tres siglos la civilización, la protección y la evangelización, amén de la relación laboral. Es la primera vez que esto sucede en la Tierra y es el verdadero punto de partida de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

El presidente del Congreso Descubrimiento 9213, organizado por la Real Academia de la Historia española en 1991, dijo: «La concepción en 1500 por la reina la Católica de la libertad absoluta para los indígenas fue un paso de gigante en un tiempo en el que la esclavitud era moneda corriente». (Jose Garrido Palacios, Teniente coronel del ET (R). Doctor en Filosofía y Letras. Asociación de Escritores Militares de España. Asociación Cultural Héroes de Cavite)

Notas:

1 GULLO OMODEO, M.: Madre Patria. Editorial Planeta. Barcelona, 2021. p. 32. 

BENNASSAR, B.: La América española y portuguesa, siglos XVI-XVIII. Ediciones Akal. Madrid, 1987. p. 78.

GARRIDO PALACIOS, J.: Conjura en Nueva España. Editorial Adarve. Madrid, 2021. p. 61. 

GARRIDO PALACIOS, J.: Los Pizarro en el Imperio Inca. Difundia Ediciones. Madrid, 2023. p. 104. 

5 SERNA, M. (edición): Crónicas de Indias. Ediciones Cátedra (Grupo Anaya). Madrid, 2002. Capítulo I. Cristóbal Colón. pp. 117-189.

DUMONT, J.: El amanecer de los derechos del hombre. Ediciones Encuentro. Madrid, 1997. p. 23.

DUMONT. op. cit. pp. 38-41.

ELLIOTT, J. H.: La España Imperial, 1469-1716.  Círculo de Lectores. Barcelona, 1996. p. 77. 

9 THOMAS, H.: El Imperio español de Carlos V (1522-1558). Editorial Planeta. Madrid, 2010. p. 556.

10 HANKE, L.: La lucha española por la justicia en la conquista de América. Aguilar. Madrid, 1967. pp. 57-59.

11ROCA BAREA, M.ª E.: Imperiofobia y leyenda negra. Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español. Siruela. Madrid, 2016. p. 294.

12 DUMONT. op. cit. p. 42.

13Congreso de Historia del Descubrimiento. 1492-1556. Actas. Ponencias y comunicaciones. Editores: Real Academia de la Historia y Confederación Española de Cajas de Ahorros. Madrid, 1992.


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