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2017: el año de Trump y Europa

La construcción de una defensa europea arrancó a comienzos de 1992 con la definición de las denominadas misiones Petersberg, aunque, más allá de la organización de unas unidades de fuerza, poco se ha avanzado en la integración política de la seguridad, sobre todo por la coexistencia de la Alianza Atlántica como la gran organización de defensa occidental tutelada y financiada principalmente por Estados Unidos y Reino Unido; y también por las profundas divisiones que en materia de seguridad afectan a todos los países de la Unión Europea. Pero la nueva y cambiante realidad a la que nos enfrentaremos en 2017 nos obligará a un gran impulso para construir una defensa creíble y dotada de recursos proporcionales a su peso político y económico.

La invasión de Crimea por Rusia y la intervención militar en un país soberano, como Ucrania, constituyen un punto de inflexión sobre la posición de Rusia con respecto a Europa. Esta alteración del status quo, vino precedida de otros ataques a la soberanía de terceros estados, como ocurrió con la invasión de Georgia y los ciberataques a los países del Este de Europa, y exige de una profunda reflexión sobre la estabilidad política en el Este de Europa.

Con la invasión de Crimea, por primera vez desde 1945 un ejército invadía un territorio soberano de un tercer país en Europa, a la vez que amenazaba a otros muchos países de su antigua órbita. Si a eso se une el esfuerzo bélico de Rusia, con un gasto en Defensa cercano al 6 por ciento de su PIB, las amenazas al trafico aéreo europeo y su intervención apoyando al régimen de Asad en Siria, fuera de la alianza internacional creada para acabar con el terrorismo islamista, nos encontramos en Europa con una potencia amenazante a su seguridad, como no había ocurrido desde 1989.

Por otro lado, la inesperada victoria republicana en las recientes elecciones presidenciales y legislativas de Estados Unidos abre nuevos horizontes de incertidumbre sobre la seguridad occidental. A pesar de la complejidad del mensaje del presidente electo, sí es clara en una gran parte de la sociedad americana la sensación de que Europa no contribuye a su defensa de una manera proporcional a su riqueza y bienestar y que no debe ser el contribuyente norteamericano quien satisfaga este déficit de medios en la defensa europea. Aunque esto no sea del todo correcto, ya que el principal beneficiador de la contribución norteamericana a la defensa del Viejo Continente es el propio Estados Unidos, sí se ha abierto un debate sobre un necesario reforzamiento de la seguridad en el marco de la Unión Europea.

El Brexit ha supuesto también que la Unión Europea haya perdido a su mayor polo de defensa. Reino Unido supone casi el 50 por ciento de la industria de defensa de la UE y un tercio de su gasto militar por encima de Francia y Alemania. Las declaraciones del Gobierno de Theresa May abogando por reforzar la colaboración bilateral con Estados Unidos afectarán sin duda de forma profunda a la capacidad militar de la UE y obligará a un nuevo liderazgo en la Europa continental.

Todas estas circunstancias han conducido a que la principal preocupación en muchos países del Este de Europa sea su seguridad y la justificación para su permanencia activa en la Unión Europea es que ésta sea el suministrador de seguridad y su principal aliado frente a Rusia, a quien perciben como una amenaza real. Si la Unión Europea no satisface esta demanda, la situación podría evolucionar, o bien hacia posiciones prorrusas, como ha ocurrido recientemente en Bulgaria y Moldavia, o a tesis pronorteamericanas y euroescépticas, como en Polonia y Hungría.

Alemania ha sido el primer país en pedir un mayor liderazgo europeo en nuestra seguridad y ha sumado a su iniciativa a las tres grandes potencias continentales, para iniciar un crecimiento sostenido del gasto en defensa. El mayor reto para cualquier política multinacional es lo que el mundo anglosajón se denomina burden sharing, cómo se comparten los costes entre los estados de la causa común de la seguridad. Las grandes disparidades existentes entre los presupuestos de defensa de los países europeos y de éstos en relación con las otras grandes potencias internacionales constituyen sin duda el mayo reto para la existencia de la Unión Europea como una entidad política creíble en la esfera internacional.

Pero Europa, sin duda, también es una oportunidad para encontrar mecanismos e incentivos para incrementar el gasto en defensa. Por una parte, la utilización de mecanismos de pooling y de financiación comunitaria de operaciones de la Unión Europea pueden coadyuvar a mejorar la situación de las fuerzas armadas europeas. Por otro lado, el convencimiento de servir a la causa europea de la seguridad e independencia puede ser un incentivo más poderoso para explicar a la opinión pública la necesidad de incrementar los gastos en Defensa dentro de la Unión Europea.

En los próximos años los grandes países europeos y España es un pilar esencial. Deben dar pasos de gigante para devolver la seguridad perdida; disuadir a los enemigos y generar un pilar político occidental con voz propia y este reto es casi imposible de ser superado sin una política de seguridad y defensa reforzada, que implicará decisiones trascendentales en los próximos años.

Pero España tiene un largo trecho en el camino de la convergencia. Es el país europeo que menos esfuerzo realiza en defensa, muy lejos de los siguientes, como Alemania y Holanda e Italia, que dedican unas cuatro décimas de PIB por encima de España. En el esfuerzo inversor, y a pesar de incluir los PEA, también somos el país que menor esfuerzo dedica a sus inversiones en defensa y en el gasto per cápita sólo estamos por encima de  China e India, por obvias razones.

España no puede quedar por más tiempo al margen de la política internacional de la cual la defensa y seguridad es un elemento de creciente importancia y sólo hay un camino, que es volver a una senda de recuperación del gasto en seguridad y de invertir en defensa como un elemento dinamizador da la industria y las nuevas tecnologías asociadas.

Enrique Navarro

 


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