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Miércoles, 1 de mayo de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Los albores de la guerra espacial: El despegue de un nuevo capítulo militar

Concepto de caza espacial de la US Space Force.

Al igual que los avances en la tecnología naval y aérea permitieron la conquista de “las últimas fronteras”, parece que ahora el afán expansionista del ser humano se empieza a fijar en el espacio. Si en la actualidad ya somos capaces de llegar a él, no es descabellado pensar que este nuevo ámbito se convierta en un futuro en el tablero de ajedrez en el que las potencias mundiales se jueguen su hegemonía.

¿Estamos frente a una nueva era en la que la estrategia militar y la geopolítica girarán en torno a la órbita terrestre, de manera similar a como lo hicieron en torno a los océanos y los cielos en el pasado? Al igual que los buques de guerra y las aeronaves militares cambiaron las estrategias militares y la formas de combatir, el avance de la tecnología espacial genera de manera natural una potencial nueva forma de guerra: la orbital.

Pero más allá de la capacidad tecnológica, surgen interrogantes éticos y políticos que van más allá de nuestra atmósfera. En este artículo, exploramos los avances tecnológicos espaciales de mayor carácter disruptivo que están dando forma a este nuevo capítulo en la historia militar.

La guerra espacial puede definirse como el conflicto armado que tiene lugar en el espacio. Lo entendemos de esta manera como un nuevo dominio, que comienza en la línea de Karman, a 100 km. de altura sobre la superficie del mar. Si bien la guerra espacial se centrará en los combates espacio-espacio, al igual que con otros dominios militares, el espacial cruzará actividades en las operaciones multidominio. Los sistemas espaciales se organizan en tres segmentos: orbital, enlace y terrestre. Por otro lado, se constata que las operaciones tierra-espacio y espacio-tierra son fundamentales para llevar a cabo operaciones de combate espaciales.

Propulsión espacial de alta velocidad: maniobrabilidad espacial

Hemos seleccionado diversos aspectos de impacto en el ámbito de la seguridad y defensa para comenzar a vislumbrar cuál podría ser el futuro del combate en el espacio. En primer lugar, consideraremos la propulsión eléctrica (PE) como una clase de propulsión espacial que utiliza energía eléctrica para acelerar un propelente mediante procesos electromagnéticos.

Estos propelentes pueden ser gases, como el xenón o argón, metales líquidos o convencionales. La gran ventaja que ofrece este novedoso sistema de propulsión es su eficiencia en comparación con las propulsiones químicos convencionales. El propelente es expulsado a velocidades de hasta 20 veces superiores, lo que reduce drásticamente su consumo. De esta manera, asegurando el acceso a fuentes de energía orbitales, este sistema de propulsión permitirá incrementar la autonomía de los sistemas espaciales.

La NASA pretende que el Lunar Gateway se convierta en una base avanzada en la órbita lunar. Esta estación generará 60 kW de energía, de los cuales, 50 podrán ser empleados por la Propulsión Eléctrica Solar (SEP) de su Elemento de Potencia y Propulsión (PPE). La tecnología que empleará le proporcionará hasta 4 veces más potencia que las naves de propulsión eléctrica actuales, reduciendo hasta a la décima parte la cantidad de propelente requerido gracias al SEP.

Mientras que estos propulsores emplean gases inertes, existe una tecnología conceptual que utilizará la aceleración de iones mediante fuerzas eléctricas y campos electromagnéticos para crear empujes muy superiores. Hablamos de la propulsión de iones, que proporciona velocidades superiores a los 100.000 km/h.

Sin embargo, al igual que en la tierra, la energía solar no siempre estará disponible, ya sea por lejanía o simplemente por la sombra generada por un cuerpo celeste. Por ello, se empiezan a desarrollar programas de propulsión nuclear térmica y eléctrica. Estos reactores de fusión nuclear proporcionan potencias de empuje muy superiores a las actuales, a la vez que garantiza el suministro de energía independientemente de factores externos. El Pentágono con Jetson, de Lockheed Martin, o la británica Pulsar trabajan en proyectos concretos que prometen multiplicar las velocidades de las naves espaciales actuales hasta los 800.000 km/h. para el año 2027.

Lanzamiento de misiles balísticos iraníes (foto Guardia Revolucionaria Islámica).

Comunicaciones espaciales láser: asegurando el mando y control

La NASA ha revolucionado las comunicaciones espaciales con su proyecto Laser Communications Relay Demonstration (LCRD)[1] en órbita GEO, el cual lleva dando resultados prometedores desde 2022. El sistema emplea luz infrarroja para transmitir y recibir señales, ofreciendo hasta 100 veces más capacidad de transmisión de datos que las tecnologías convencionales basadas en ondas de radio.

El siguiente paso es equipar a la Estación Espacial Internacional (ISS) con la versión integrada del LCRD, la ILLUMA-T (Low Earth Orbit User Modem and Amplifier Terminal) para que, junto con el sistema LCRD existente, la comunicación entre la ISS y la Tierra disponga de un ancho de banda 1,2 Gbps.

También se equipará con este sistema a la nave Psyche y al Artemis II Orion, próximo protagonista en la exploración lunar. Esta tecnología tiene un gran potencial como método en el que basar los sistemas de mando y control de las fuerzas espaciales del futuro. Las tormentas solares y otro tipo de radiaciones presentes en el espacio tienen un impacto enorme sobre los sistemas de comunicaciones. Ya sea por la interferencia en las señales o el daño en emisores y receptores, los sistemas de comunicaciones militares empleados en el espacio deberán ser robustos y fiables para garantizar la resiliencia de las fuerzas militares. Si una es aislada en el terreno está en peligro y más aún lo estará si su teatro de operaciones es el espacio.

Sistemas autónomos espaciales: el caballo de batalla

Hablar de guerra es hablar de muerte, de pérdidas humanas. Por el contrario, es probable que la guerra orbital no sea especialmente sangrienta, gracias al empleo extensivo de sistemas autónomos ante lo hostil hacia la vida de ese ambiente. A día de hoy, en el espacio hay sistemas artificiales, aparatos, por lo que no parece que poner en riesgo vidas humanas tenga sentido. Es por ello que los sistemas no tripulados, remotamente controlados o autónomos, se convertirán en el caballo de batalla de la guerra orbital. DARPA y Boeing han estado trabajando en el desarrollo del X-37B desde el año 2010.

Desde entonces, ha realizado 6 misiones orbitales exitosas, la última de casi dos años y medio, y tiene previsto un nuevo lanzamiento a finales de 2023. Este prototipo, rodeado de secretismo, tiene muchas similitudes con la pintura representativa del futuro caza espacial presentado por el USSF (United States Space Force) en octubre de 2023. El X-37B es un transbordador no tripulado con bodega de carga, lo que le otorgaría un carácter modular para futuras misiones espaciales.

China también ha hecho su parte con el programa Chongfu Shiyong Shiyan Hangtian Qi (CSSHQ), también conocido como Shenlong (dragón divino). Este avión espacial ha sido desarrollado por la Corporación de Ciencia y Tecnología Aeroespacial de China (CASIC), con características muy similares a las del X-37B, incluido un módulo de carga.

De hecho, la USSF informó de que, durante el último vuelo espacial de prueba del Shenlong, podría haber lanzado al espacio algún tipo de sistema secundario, en principio un posible satélite de pequeñas dimensiones. Constatamos de esta manera que Estados Unidos y China se encuentran en una carrera por desarrollar un vehículo espacial no tripulado, u opcionalmente tripulado, capaz de realizar acciones físicas en el espacio. En la mencionada pintura del USSF se puede observar como el caza espacial se dirige con su módulo de carga desplegado hacia un satélite que podría considerarse como hostil y que estaría afectando a otro satélite de perfil amistoso.

Planeador hipersónico lanzado al espacio (foto US Navy).

Estaciones orbitales: preposicionando fuerzas

El concepto de base avanzada podría exportarse al espacio. Estas bases permiten preposicionar fuerzas militares en proximidades de zonas de interés o en crisis para reducir los tiempos de reacción en caso de necesidad. ¿Podría materializarse algo similar en el espacio? Si bien el Tratado del Espacio Exterior prohíbe expresamente el preposicionamiento de armamento en órbita, la tecnología que lo posibilita ya es una realidad. Así lo constata la ISS, la Estación Espacial China Tiangong o la futura Estación Orbital Rusa (ROS).

Éstas, de corte científico y pacífico, podrían convertirse en estaciones de combate orbitales desde las que llevar a cabo operaciones militares espaciales en una potencial guerra orbital. Y no sería la primera vez en la historia que ocurre.

Paralelamente al lanzamiento de las estaciones espaciales Salyut en 1971, la Unión Soviética puso en órbita de forma encubierta las militares Almaz, las primeras de la historia. Estas estaciones primigenias fueron la base para la estación espacial Mir, la primera en ser habitada de manera permanente y que estuvo catorce años en servicio hasta su desintegración atmosférica en 2001.

En la actualidad, Rusia trabaja en la ROS, que no contará con tripulación permanente, al ocupar una órbita expuesta a altas radiaciones, lo que requerirá el empleo de inteligencia artificial y sistemas no tripulados. Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y Japón van más allá y piensan en la conquista del régimen cislunar. Para ello han lanzado el programa Lunar Gateway, una estación orbital lunar antes de que el ser humano llegue otra vez a la Luna. Servirá para que los astronautas que lleguen puedan cambiar de nave para aterrizar en la Luna y de nuevo para volver a la Tierra al término de la misión en la superficie del satélite.

El PPE proporcionará la energía solar, propulsión eléctrica y comunicaciones láser necesarias para la exploración lunar. El otro elemento esencial de la Gateway será el módulo Habitation and Logistics Outpost (HALO), una zona de habitabilidad y trabajo para los astronautas del programa de exploración lunar. Esta estación avanzada permitirá apoyar las misiones en la superficie lunar, así como prolongar la estancia de astronautas en la órbita del satélite. Se convertirá en el acceso a la Luna, pero no estará sola. Rusia y China van más allá y ya piensan en la creación de una estación de investigación en la superficie lunar. Aunque el acuerdo se hizo público en 2010, aún no se conocen los detalles de este proyecto.

La Corporación Espacial Estatal Roscosmos de Rusia prevé que la EOR esté operativa en 2028, año en el que su nación abandonará su presencia en la ISS. La EOR empleará una órbita heliosíncrona a 400 km. de altitud, lo que le permitirá monitorizar la superficie terrestre, además de llevar a cabo experimentos científicos en sus 6 módulos.

Pero, ¿alguno de estos dispondrá de componentes militares que puedan ser empleados en una potencial guerra orbital? ¿Dispondrá de capacidad de escalabilidad militar en caso necesario para añadir módulos militares?. Responder estas preguntas sería poco más que conjeturar. Lo que sí podría ocurrir es que, si se hiciera, muy probablemente se haría de manera encubierta, como ya ocurriera con las estaciones militares Almaz.

Todos estos avances en energía, propulsión y comunicaciones, unidos a otros, permiten que las estaciones orbitales se puedan convertir en potenciales bases militares desde las que realizar acciones de combate. De esta manera, estas servirán como:

  • Nodo de comunicaciones para el control de sistemas no tripulados espaciales, lo que permitiría operarlos desde la Tierra.
  • Captar y replicar señales de otros sistemas espaciales amigos, así como servir de sensor de guerra electrónica para captar e interferir las señales enemigas.
  • Puerto base para operar y mantener vehículos espaciales de combate y de apoyo, así como zona de habitabilidad y descanso para los operadores, si los hubiese.
  • Estación de producción y almacenamiento de energía, para la recarga de otros sistemas de combate, como Space Unmanned Combat Vehicle (SUCV).

Un apunte de interés es que la baja y destrucción de la ISS está prevista para 2030, al final de su vida útil, empleando una nave no tripulada para hacerla caer en la atmósfera. ¿Podemos estar ante un sinkex (sink exercise) en el que las fuerzas militares empleen este viejo barco listo para la baja como blanco para probar sistemas y adiestrar a sus dotaciones? Lo que es un hecho es que, para esas fechas, varios programas armamentísticos espaciales habrán alcanzado la suficiente madurez como para ser probados.

Acciones tierra-espacio

De todas las acciones tierra-espacio que participarán en la guerra orbital o apoyarían las acciones de combate espacial, podemos destacar las dos de mayor impacto: sistemas antisatélite (ASAT) y sistemas de guerra electrónica (EWS). Para dañar o destruir satélites no es necesario desplegar una nave espacial que actúe sobre ellos, basta con lanzar un misil desde tierra. Los ASAT pueden ser considerados el vector primigenio para realizar acciones cinéticas en la emergente guerra orbital.

Misiles como el SC-19 chino o el A-235 Nudol ruso han realizado ensayos exitosos contra satélites en desuso en órbitas LEO. India se une al desarrollo de esta capacidad de potenciales efectos estratégicos con el PDV Mk-II, un vehículo interceptor, o KKV (Kinetic Kill Vehicle), que no emplea carga explosiva. Como máximo exponente ASAT encontramos el DN-2 chino, capaz de destruir objetivos en órbitas MEO y GEO.

Estas capacidades contra espaciales podrían poner en peligro los sistemas que proporcionan servicios militares esenciales como el posicionamiento, las comunicaciones o la vigilancia. De esta manera, vemos cómo estos activos esenciales, vulnerabilidades críticas del sistema de combate de las fuerzas militares, se convierten en blancos de alto valor (HVT) para acciones enemigas. Su protección y supervivencia serán esenciales para mantener la capacidad de combate de todo el sistema en una guerra de horizontes desconocidos.

El segundo vector de proyección del poder militar en el espacio es la guerra electrónica. Los EWS actuales ya permiten interferir señales en objetivos orbitales. La USSF llevó a cabo un ejercicio de fuego real sobre un satélite en órbita GEO (35.000 km.) durante su último ejercicio Black Skies 23-3.

Estamos ante el desarrollo de un sistema con capacidad para interferir señales de satélites de vigilancia, cegando al enemigo, o de comunicaciones, asilando elementos de la fuerza militar. Yendo más allá, podría suplantar la señal de control de aeronaves no tripuladas, o UAV (Unmanned Aerial Vehicle), empleándolos en contra de sus dueños, o modificar los datos de posicionamiento para crear el caos en servicios esenciales. Uno de los eventos más recientes en esta materia fue la interferencia de la señal GPS en el puerto de Shanghai en 2019, lo que ocasionó grandes dificultades para el control del tráfico marítimo y el normal funcionamiento de la zona. Debemos evitar incluir en esta categoría a las armas de pulso electromagnético, las cuales se categorizan dentro de las de energía dirigida.

Acciones espacio-tierra

Diferentes servicios proporcionados por sistemas orbitales ya son una realidad. Hablamos de comunicaciones satélite (SATCOM), posicionamiento, navegación y tiempo (PNT), vigilancia y reconocimiento (JISR) y monitoreo meteorológico. Pero lo realmente interesante es lo que está por venir: armas de láser. El láser de alta energía (HEL) concentra haces de luz para actuar sobre objetivos terrestres, aéreos e incluso espaciales. Destaca su precisión y rapidez de empleo, lo que la convierte en un arma de gran potencial para la guerra espacial, pudiendo alcanzar objetivos en órbitas LEO. Por ello, en la actualidad los esfuerzos de desarrollo se basan en plataformas terrestres o marítimas.

Con una potencia moderada podrá interferir en el normal funcionamiento de los sensores de los satélites, mientras que, si cuenta con una potencia superior, el láser podrá llegar a destruir los objetivos. China ha avanzado mucho en esta materia en los últimos años, y en la actualidad podría contar hasta con 3 emplazamientos para sistemas láser. Desde 2022, Rusia cuenta con los sistemas de láser Persvet y el Kalina, empleados activamente durante la guerra con Ucrania para cegar satélites de vigilancia extranjeros. Sin embargo, el alto consumo de energía y su elevado peso complican la posibilidad de ser proyectado al espacio a corto o medio plazo.

Vehículo de prueba orbital X-37B (foto USSF).

Acciones espacio-espacio

Las acciones espacio-espacio serán por definición las que presenten mayor complejidad, pero, a su vez, genere los efectos más decisivos. En estas operaciones participarán satélites, naves, estaciones orbitales y todo el personal y equipos que operen en el espacio. Quizás sea prematuro para saber exactamente cuáles serán los tipos de operaciones, sobre todo en un momento en el que la doctrina de referencia, la de la USSF, está en desarrollo. Lo que sí es seguro es que los avances tecnológicos puestos a la disposición de estas fuerzas espaciales generarán efectos disruptivos sobre aquellas potencias militares que no las hayan alcanzado.

Dentro del catálogo de armas de energía dirigida, las microondas de alta potencia (HPM) destacan por su potencial para convertirse en el arma principal de cualquier fuerza espacial con vocación ofensiva. Se basa en el empleo de pulsos de microondas concentrados, que, debidamente orientados, pueden llegar a dañar, desactivar o destruir componentes o sistemas completos.

Otros programas armamentísticos se basan en el empleo de electrones para crear haces de partículas cargadas capaces de interferir y dañar la electrónica de los componentes de sistemas espaciales. En la misma línea, también se está experimentando en armas de rayos X y gamma, capaces de atravesar blindajes y capas de protección de satélites, naves y estaciones espaciales.

La Fuerza Espacial española

En España, el Ejército del Aire agregó a su nombre el Espacio en junio de 2022 con el Real Decreto 524/2022. Con ello se ponía en valor la nueva orientación que las Fuerzas Armadas tomaban en relación al espacio, alineado con otros países europeos, como Alemania y Francia. Con ello el Ejército del Aire y del Espacio garantiza su liderazgo en los asuntos de seguridad y defensa en este recién estrenado dominio militar. En la misma línea, en 2023 se han producido dos hitos de relevancia.

El primero es la creación del Mando del Espacio (MESPA) en la Base Aérea de Torrejón y con dos unidades clave para la defensa de España en ese ámbito: el Centro de Sistemas de Observación (CESAEROB), con el satélite de radar de apertura sintética Paz como principal activo; y el Centro de Operaciones de Vigilancia Espacial (COVE), encargado de la vigilancia y conocimiento del espacio de interés, para lo que emplea el S3TSR (Spanish Space Surveillance & Tracking Surveillance Radar).

El segundo es la creación, por la Orden de Defensa 264/2023, que modifica la organización básica del Estado Mayor de la Defensa, del Mando Operativo Espacial, de carácter permanente, y la del Mando Componente Espacial. Estos, hasta ese momento integrados en los mandos aeroespaciales correspondientes, se convierten en independientes, orientados precisamente al ámbito espacial.

Además de las capacidades de vigilancia del CESAEROB (espacio-tierra) y conocimiento del espacio del COVE (tierra-espacio), las Fuerzas Armadas cuentan con sistemas de comunicaciones por satélite a su disposición, denominado Sistema Español de Comunicaciones por Satélite (SECOMSAT). En este ámbito destaca el proyecto SpainSat NG, un sistema de 2 satélites gemelos que proporcionarán comunicaciones seguras de alta capacidad, tanto a las operaciones en el exterior como a las gestión de crisis en territorio nacional. Está previsto que entre en servicio en 2025.

De esta manera, España se sitúa en una posición de liderazgo dentro de la OTAN y la Unión Europa (UE) al aportar capacidades espaciales avanzadas y maduras, gracias a la experiencia acumulada, tanto de la industria como de las instituciones. De hecho, Madrid es la sede del Centro de Satélites de la UE, su principal herramienta de alerta temprana espacial. La estructura de apoyo para futuras operaciones espaciales empieza a tomar forma, pero aún queda camino por recorrer para llegar a una capacidad militar espacial decisiva. El primer paso quizás sea dominar el espacio cercano.

China se ha percatado de la importancia que tiene el control del espacio para cualquier operación en la superficie terrestre. Su doctrina actual ya ha identificado la guerra en el espacio cercano como la clave del futuro cercano para mantener la ventaja estratégica en potenciales conflictos. Esto enlaza con el reciente boom de las capacidades de armas hipersónicas de las principales potencias militares mundiales. Estas armas emplean trayectorias suborbitales para maniobrar a gran velocidad y desbordar las capacidades de defensa aérea convencionales de cualquier fuerza militar. Esto permite atacar objetivos de gran valor (HVT) a nivel táctico, operacional y estratégico.

Es precisamente en ese gap entre el espacio exterior y el dominio aéreo donde China ha puesto el foco. Ser capaz de ocupar ese espacio y controlarlo proporcionará una ventaja crucial a cualquier potencia. Por ello, tanto los sistemas basados en tierra como los orbitales podrán ser empleados para este fin.

Si bien los sistemas hipersónicos, en principio, no podrían partir de activos espaciales, sí que se podrían apoyar en ellos para su control. De la misma manera, los sistemas orbitales podrían emplearse para combatir sistemas hipersónicos localizando y siguiéndolos dentro de un sistema de alerta temprana. Encontramos por lo tanto en estos sistemas hipersónicos un nuevo capítulo de interés para seguir conociendo las tecnologías que, por su naturaleza disruptiva, están llamadas a cambiar los modos de hacer la guerra. (Juan Carlos Andrés Herrero)

[1] La NASA alcanza un hito con su tecnología de comunicación láser: un año de logros (wwwhatsnew.com).


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