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La "mediterraneidad" de Bolivia (1879-1979)

Ayer noticia, Revista Defensa nº 19, noviembre de 1979

“Chile habla de diálogo, pero lo que propone es sólo un monólogo” declaró a finales de los años 70 ante las Naciones Unidas el representante de Bolivia. Aunque la fecha es actual, la frase podría haber sido pronunciada, desde hace casi un siglo y medio, en cualquier momento.

Cuando el 17 de marzo de 1978 volvieron a interrumpirse las relaciones diplomáticas entre Chile y Bolivia, comenzó un nuevo acto de la vieja historia. El embajador boliviano, Mario Rolón Anaya, en la carta presentada ante la Asamblea General Extraordinaria, insistió en atribuir a la Junta Militar de Santiago el propósito de “mantener indefinidamente la situación de mediterraneidad de Bolivia
“Charcas, con su clima templado, ricos recursos e inmunidad contra ataques marítimos directos, cumple todos los requisitos geopolíticos para constituir un área central continental. Pero los hombres, y no las montañas, son los que hacen la historia. A pesar de que Charcas, con su relativa densidad de población y avanzada civilización, irradió poder durante los períodos incaico e imperial, todo cambió con el advenimiento de la Independencia. Bolivia, privada del liderazgo y sobrepasada en población por otros países, se convirtió en la presa de sus vecinos, que la deseaban por su ubicación estratégica y para explotar su riqueza en provecho propio Lewis Tambs, especialista norteamericano en temas geopolíticos del continente, resume en esas palabras el destino de Bolivia. Corazón de la América india, preñado de riquezas que se van alternando, Bolivia concentra en su territorio la plata de la época de la conquista; el guano, salitre, estaño y cobre de la Revolución. Ahora vuelve a ser codiciada por su petróleo y, sobre todo, por sus reservas de hierro del Mutún, consideradas las más importantes del mundo.

Foto: Soldado de infantería chileno en uniforme de campaña. Ellos fueron, junto con los marinos, los vencedores de la Guerra del Pacífico

El geopolítico brasileño Mario Travassos aprecia como base de su razonamiento dos antagonismos: a) Altántico o Pacífico; b) Cuenca del Plata o Cuenca del Amazonas. Bolivia, en todo juego geopolítico, es la clave; es la ficha central del juego. Por eso su problema, la salida al mar, interesa a todos los Estados soberanos que apuestan en favor o en contra.
Boliva necesita su descarga al Océano, pero ese Océano puede ser el Atlántico o el Pacífico. La salida al Atlántico puede dársela Brasil —de hecho, ya está prevista— por la ciudad de Corumbá, cuya desembocadura vial se produce, a través de la ruta Capricornio, en Santos; puede dársela la Argentina, con el proyecto de construcción ---del canal del río Bermejo, que sale al Paraná Medio; puede surgir a través de la construcción de un puerto en territorio boliviano, sobre el río Paraguay, y su conexión con la red ferroviaria a través de Puerto Busch.
El Pacífico significa el océano de las reivindicaciones; el retorno histórico de Bolivia a su propio mar, el regreso a las fuentes.

EL REGRESO A LAS FUENTES

Bolivia, en la época precolombina, vivió en su territorio la influencia de tres culturas: la tiwanaku, la koila y la inca. En todos los casos, su dominio se extendió hasta la provincia de Atacama, desierto inhóspito ubicado al borde del Océano Pacífico.
La creación del Virreinato del Río de la Plata clarificó las tendencias: virreinato geopolítico, que se creó en 1776 para oponer una frontera manejada con una sola mano al avance lusitano, quedó integrado por ocho intendencias y cuatro gobernaciones: Potosí, La Paz, Charcas y Santa Cruz están en la primera categoría; Moxo y Chiquitas en la segunda.
Es el primer antecedente del mapa de Bolivia. La intendencia de Potosí comprendía, entre otras provincias, la de Atacama, y así lo atestigua la misma Constitución chilena de 1823, cuando dice: “Límite norte, el río Salado, antigua frontera con la intendencia de Potosí. Según el mapa de 1854, que mantiene las jurisdicciones de las intendencias, el río Loa al Norte y el Salado, al Sur, eran los límites del desierto de Atacama. Ambos ríos desembocan sobre el litoral Pacífico, y la región se extiende entre los paralelos 22 y 27, aproximadamente. La guía de la Intendencia de Potosí (1787), divide Atacama en Alta Atacama (zona cordillerana) y Baja Atacama (zona costera), tratando de evaluar la conveniencia del puerto de Cobija, al que se considera inapropiado para esa zona porque Anca, a pesar de distar 150 leguas, tiene excelentes caminos con poblaciones, alimentos, agua y pasturas.
Si bien Anca pertenecía al Virreinato del Perú, por ese entonces, y Cobija al Virreinato del Río de la Plata, ambos se encontraban bajo la jurisdicción española. Con Perú sobre el Pacífico, Anca representaba la boca de salida para los comerciantes de La Paz. El Virreinato del Río de la Plata utilizaba su salida atlántica por los puertos plateros, y bajo esa hegemonía se encontraban las ciudades del Sur (Sucre y Potosí).
Anca y Cobija, puertos rivales, se presentan como tales en la etapa revolucionaria. Este último se crea por decreto de Bolívar, en 1825, cuando uno y otro, al adquirir diferentes soberanías (Anca, peruana; Cobija, boliviana), pre-configuran el leitmotiv de la Guerra del Pacífico.

EL TRENCE Y EL DESTRENCE

Se ha dicho algunas veces que la política es el arte de hacer y deshacer alianzas.  Bolivia, Chile, Perú y, en algunos momentos, marginalmente, la Argentina, han compuesto un extraño juego de acuerdos y desacuerdos que se asemeja al baile del trence y el destrence del Altiplano donde, en hábiles pasos, los danzantes mezclan las cintas pendientes de un largo palo.

Foto: Hilarión Daza, presidente de Bolivia de 1876 a 1880. Durante su mandato el país perdió su acceso almar.

Los arabescos, en política, lo realizan los países que cambian sus posiciones. Chile se propone la conquista del litoral boliviano, en un largo y cansador juego diplomático de casi cuarenta años, donde Bolivia cree que la guerra del Pacífico no sucederá y hace lo imposible para que no ocurra. Luego se produce el acuerdo secreto entre Perú y Boliva, que habían pasado veinte años interfiriendo recíprocamente en sus soberanías. En el paso siguiente, Chile trata de aliarse con Bolivia, en contra de Perú: al no lograrlo, estalla el conflicto. Más tarde, pasada la triste guerra del Pacífico, propone la polonización de Bolivia (o sea su reparto entre los vecinos). Hoy dice el más influyente geopolítico chileno: “En pleno macizo boliviano se produce la soldadura de las diversas unidades geográficas de Sudamérica: Brasil, la Cuenca del Plata; la Cuenca Andina, incluyendo Ecuador, Colombia y Venezuela quienes, para comunicarse con el Plata deben cruzar el macizo boliviano, transformándose así en un gran centro geopolítico”. Tales conceptos pertenecen a Augusto Pinochet.
Bolivia, la base de la soldadura... ¿qué otros países pueden salir al Pacífico con ella? Brasil ha planeado todo su sistema de carreteras en función de una política de ejes horizontales que comuniquen el Atlántico y el Pacífico, para así quebrar la importancia vertical de la Cuenca del Plata.
Argentina tuvo salida al Pacífico, durante un breve período, entre 1817 y 1825. La provincia de Atacama dependía, durante ese tiempo, de Salta. La Independencia de Bolivia, fue declarada el 6 de agosto de 1825. El primer presidente fue el libertador Simón Bolivar, quien planteó a través del mariscal Sucre, administrador primero y luego también presidente, el cambio de noticias inicial sobre la soberanía de Atacama ante el gobernador de Salta, general Arenales (hombre de confianza de San Martín). Arenales había reclamado porque Bolivia terminaba de nombrar gobernador en Atacama. Sucre contestó: “El señor presidente de Potosí ha pasado a mis manos la nota que V.E. le ha dirigido al partido de Atacama, que VE. cree perteneciente a la provincia de Salta, la cual jamás ha tenido derecho sobre el territorio. Ello permitirá poner en su conocimiento que si el partido de Atacama quiso, en el año del 16, reunirse a Salta, provisionalmente, a razón de hallarse ésta bajo banderas de la Independencia, también es contestable que apenas ocuparon nuestras armas Potosí cuando Atacama se reunió a su antiguo departamento”.
La carta, el nombramiento del gobernador, y el envío de un destacamento militar, parecen haber terminado con los deseos de Arenales que, hábil estratega, no había podido dejar de ver ni la importancia comercial de una salida al Pacífico para Salta, ni la importancia militar significaba para la Argentina tener un el Pacífico.
De allí en más, la salida al mar se constituyó en un objetivo primordial Revolución boliviana. Bolívar personalmente firmó, en 1825,el decreto de creación del Puerto de Cobija, y en 1827 el mariscal Sucre concretó su habilitación. Andrés de Santa Cruz, como presidente, lo visitó en 1832, dejando constancia de sus deficiencias y de las dificultades del camino al interior del país.

La interdependencia de intereses, soberanías y estrategias, se agudiza con el tiempo. Andrés de Santa Cruz, que gobernará Perú en 1826-1827, es luego presidente de Bolivia (1829). Un conflicto entre el presidente peruano y sus generales Salaberry y Gamarra da pie a la intervención de Santa Cruz y a la destrucción de las instalaciones del puerto de Cobija, en manos de Gamarra (1835). El triunfo de Santa Cruz transforma a los dos países, Perú y Bolivia, en una Confederación. Nuevamente, Anca y Cobija están en la misma soberanía. Y, por supuesto, Anca es la favorecida. Se declara aduana común para ambos estados.
Anca, con su centro comercial en Tacna, y respaldada por los intereses de los comerciantes norteños de Bolivia (La Paz), parece haber ganado la batalla. Cobija, destruidas sus pobres instalaciones, con el peligro incrementado en sus caminos, tiene un parco destino. Chile no ve con buenos ojos a la Confederación: los intereses de Valparaíso se contraponen al hecho de haber sido declarados puertos libres Anca, Cobija, Callao y Paíta, y a las preferencias boliviano-peruanas por Panamá, en perjuicio de la ruta al Sur que hubiera beneficiado a Chile.

EL FIN DE UNA ETAPA

La guerra del Pacífico no sucederá, dijeron los bolivianos cuando dejaron sin guarnición militar al puerto de Cobija. Blanco de Encalada, con la escuadra chilena (1837), invadió al puerto de Cobija por once días. Pero Chile, que había perdido en Paucaparta, debió capitular. Insistió en 1839, y derrotó a Santa Cruz en Yungay.
La confederación termina. No obstante, el juego del trence y del destrence continúa, esta vez en Perú, que con su presidente Gamarra al frente invade Bolivia y resulta vencido por el general José Ballivián en la batalla de Ingavi. Ingavi marca el punto en que los confusos ejes de Perú y Bolivia se separan. Ballivián, elegido presidente, inicia la era de los caudillos letrados en una cierta y relativa calma. La atracción de Ballivián se extiende fuera del campo de batalla. Fausto Reinaga, en su libro Belzú, al refenirse a la esposa de Manuel Isidoro Belzú, la escritora salteña Juana Manuela Gorniti, dice: “Era, al fin, una mujer, y era extraordinariamente sensible, de ahí que cayó presa fácil, como cualquier hembra común en la vulgar aventura donjuanesca de José Ballivian”.
Ballivián permanece en el poden hasta 1847 cuando, jaqueado por Belzú, deja el mando al general Eusebio Guilarte. Finalmente, en 1848, comienza el gobierno de Belzú, el primero de los llamados caudillos bárbaros, por sus métodos. Algunos historiadores le reconocen una gran cultura autodidacta. De origen muy humilde, se apoya en la sacrificada raza india.
El verdadero perjudicado es el Ejército. Alfonso Camacho Peña apunta en ese sentido: “La base del reclutamiento para la élite militar provenía del pequeño grupo hispano-criollo, que poseía prestigio social, poder económico y político, tierras y educación. Agrega, al referirse al ejército de Belzú, que fue un ejército personal. Belzú, luego de despojar de sus cargos a la mayoría de los oficiales, los reemplazó por sargentos y cholos”. Abandona el poder en manos de su yerno, Jorge Córdoba, y cuando quiere retomarlo, en 1865, es asesinado en una trágica y terrorífica escena por Melgarejo quien, según algunos autores, ensangrentado todavía, pregunta al pueblo desde el balcón: “Belzú ha muerto ¿Quién manda ahora?” y éste le contesta: ‘Melgarejo’ Melgarejo, caudillo bárbaro, gobierna desde 1864 hasta 1871.

foto: El dictador peruano Nicolás Piérola. La derrota de los peruanos, frente a Chile, acarreó la de los bolivianos.

Mientras Bolivia y Perú desangran y atomizan sus ejércitos en luchas internas, Chile se prepara. Se suceden los presidentes decadales, conservadores y con una dosis de autoritarismo: Joaquín Prieto (1831-1841); Manuel Bulnes (1841-1851); Joaquín Pérez (1861-1871), dispuestos en un claro enfrentamiento al indio araucano por la posesión del sur.
A partir de 1830, a la vez, comienzan a rendir frutos económicos las huaneras de Perú. Desde 1840 se torna conciencia de la riqueza del guano o huano (fertilizantes) de que las tierras empobrecidas de Europa se encuentran ávidas y abunda en la zona del litoral boliviano.
Luego viene la dura y perfecta capa de salitre, los brillantes salitrales de la región. En 1846, se descubren los yacimientos de cobre de Naguayan, Cerro Gordo y Chacaya. Finalmente, en la década del setenta, la mina de plata de Caracoles y los depósitos de nitrato de sodio, en las pampas del Tamarugal.

SE PREPARA LA GUERRA

Las fronteras vivas chilenas son las que avanzan sobre la riqueza descubierta. La población llega más fácilmente desde el interior boliviano y se calcula en un 50 por ciento, en el año 1836, cuando todavía no se había descubierto el incentivo económico.
Primero, son los ciudadanos chilenos que se van apropiando poco a poco de las huaneras. La guerra del Pacífico comienza a corporizarse. Después es el Estado chileno cuando, en 1842, dicta la ley de las huaneras, que existen en la provincia de Coquimbo, en el litoral del desierto de Atacama y en las islas e islotes adyacentes.
El gobierno boliviano contesta bon misiones diplomáticas mientras se repite a sí mismo, obsesivamente, que la guerra del Pacífico no sucederá.
El 30 de enero de 1843 se envía a Santiago de Chile la primera misión diplomática, presidida por Casimiro Cañete. Se inician treinta y seis años de negociaciones. “Chile habla de diálogo, pero lo que propone es sólo un monólogo “, podría haberse dicho también entonces. Cuando Bolivia envía la segunda misión diplomática, a cargo de Joaquín Aguirre, la corbeta de guerra chilena Janequeo toma posesión del islote de Agamos, al sur de Mejillones, plantando la bandera chilena. En 1857, la corbeta Esmeralda ocupa Mejillones. Su comandante, Goñi, notifica a todos los exportadores de huano y cobre que recaben autorización y se presenten a responder por todo lo explotado y exportado.
La tercera misión diplomática boliviana, presidida por Manuel Macedonio Salinas, reclama por la usurpación, se le contesta que es un problema de límites. La cuarta misión, en su ánimo dialoguista, en la necesidad de conciliar y en el pertinaz convencimiento de que la guerra del Pacífico no sucederá, propone el paralelo 25 como límite Sur. Chile contrapone el paralelo 23. Bolivia modifica: 24° 30’ y con dominio hasta el paralelo 26. Chile permanece en sus puntos de vista. El 12 de marzo de 1863, el ministro de Relaciones Exteriores chileno dice que “su estado tenía derechos incuestionables hasta el paralelo 23, era dueño de todos sus depósitos de huano y minería, y que todo acto jurisdiccional de Bolivia en esos parajes se consideraría como una agresión injustificable contra el territorio chileno “.
En 1866, Perú, Ecuador, Bolivia y Chile declaran la guerra a España. Melgarejo, ese presidente insólito, firma el mismo año el tratado que fija como límite sur de Bolivia al paralelo 24. Entre los grados 23 y 25 se repartirán todos los depósitos de huano por mitades. Los tratados posteriores guardan relación con las riquezas que se van descubriendo. Entre otras, cobre y salitre. El acuerdo de 1872 fija la frontera a la altura de Caracoles (mina de plata). En el convenio de 1874, se reitera como límite Sur a los 24° y Bolivia queda comprometida a no aumentar los impuestos a las empresas anglo-chilenas, suprimiendo la medianería de los minerales. Un nuevo descubrimiento empeora las cosas: hay nitrato de sodio en las pampas del Tamarugal.

foto:  Residencia de la Asamblea Nacional y del presidente de la República de Bolivia, en la plaza mayor de Oruro.

El fatalismo de las secuencias recuerda la tragedia griega. Las soluciones resultan siempre provisorias. La zona del litoral boliviano es de una riqueza tal que los otros países no podían desentenderse de ella. Ni Chile, con una vigorosa disciplina administrativa para poder mantenerse, y una ambición concreta sobre el dominio del mar. Ni Perú, aprovechando sus propias huaneras para hipotecarlas en favor de un ferrocarril nacional.
Aún sin demasiada conciencia, Perú firma el acuerdo secreto con Bolivia, al que tratan infructuosamente que se sume la Argentina. Ese tratado adormece a ambas partes. Bolivia costea con su huano sus propias luchas internas. Las compañías inglesas también tienen que ver en el tema. Extraña ecuación: industrias extractivas, ferrocarriles y el más ancho océano se jugaban en ese pequeño territorio.
Panamá, como hoy, se avizoraba en la lejanía. Recién en 1914 se construiría el canal. El dominio de las rutas a Europa estaba en juego. El dominio del Pacífico Sur estaba en juego. Bolivia sólo tenía su rico pero pequeño y desguarnecido trozo de costa. Una costa sin barcos es una costa muerta. Perú tenía Anca, Paíta y el Callao. Una escuadra de gloriosa trayectoria se asentaba en sus puertos. Chile, con una unidad geográfica que necesita expandirse, con continuidad histórica (Chillí, desde la denominación inca), cohesiona a su pueblo tras sus objetivos. Necesita ascender con la costa y anular Anca, clave del comercio del sur peruano y del norte boliviano. Cobija es casi un sueño.
El congreso boliviano decide aprobar la transacción hecha por el presidente Hilarión Daza (1876-1880) con la compañía salitrera y el ferrocarril inglés de Antofagasta, pero con la condición de pagar un impuesto de diez centavos por cada quintal de salitre.

LA GUERRA

La guerra del Pacífico no sucederá. Sin embargo, sucede. La escuadra chilena ocupa Antofagasta y Calama el 14 de febrero de 1879. El 1 de marzo, Bolivia declara la guerra a Chile. Perú envía un plenipotenciario a Santiago para negociar. El 5 de abril, Chile declara la guerra a Perú.
Bolivia, que no salió de su enclaustramiento jamás, porque no tuvo con qué defender por mar su costa, pierde la totalidad de su litoral marítimo. Chile no se conforma. Destruida la valerosa escuadra peruana, con el absoluto dominio del mar, asegura las costas. Anca es su rehén.

Revista Defensa nº 19, noviembre de 1979, Estela Araujo


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