Desde agosto pasado, la administración del presidente Donald Trump ha iniciado un robusto reforzamiento del Comando Sur de los Estados Unidos (USSOUTHCOM), en lo que constituye el mayor despliegue militar estadounidense en el Caribe en décadas. Con una fuerza estimada de más de 10.000 efectivos, distribuidas entre bases terrestres y unidades navales, el objetivo oficial es intensificar la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo en la región. Sin embargo, fuentes en el Pentágono que citan los diarios estadounidenses The Washington Post y The New York Timen han señalado que el verdadero propósito sería ejercer presión directa sobre el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela.
La mayoría de las tropas han sido desplegadas en Puerto Rico, donde se han reactivado instalaciones militares como la antigua base naval Roosevelt Roads. Además, 12 buques de guerra de la Armada estadounidense patrullan el Caribe, encabezados por el grupo expedicionario USS Iwo Jima (LHD-7), acompañado por los buques de asalto anfibio USS San Antonio (LPD-17) y USS Fort Lauderdale (LPD-28), ambos de la clase San Antonio.
Este contingente transporta a la 22ª Unidad Expedicionaria de Infantería de Marina (22nd MEU), especializada en operaciones anfibias y de respuesta rápida. En paralelo, se han desplegado aviones de combate F-35B Lightning II del escuadrón VMFA-225 “Vikings” y AV-8B Harrier II del escuadrón VMM-263 “Thunder Chickens”, capaces de operar desde buques y pistas improvisadas.
Por otro lado, uno de los movimientos más significativos ha sido la presencia de tropas del Comando de Operaciones Especiales del Sur de EE. UU. (SOCSOUTH) en Trinidad y Tobago, donde operan desde el buque nodriza MV Ocean Trader.
Allí se han desplegado helicópteros MH-60L/M Black Hawk, MH-6M/J Little Bird y drones MQ-9A Reaper, pertenecientes al 160.º Regimiento de Aviación de Operaciones Especiales (Aerotransportado), conocidos como los “Night Stalkers”. De estos últimos, una parte está desplegada en Aguadilla, Puerto Rico. Estas unidades están entrenadas para misiones encubiertas, recolección de información sobre el terreno, interdicción marítima y operaciones de acción directa, lo que ha generado especulaciones sobre posibles incursiones en territorio venezolano o en enclaves del narcotráfico regional.
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Sikorsky MH-60L/M Black Hawk del 160.º Regimiento de Aviación de Operaciones Especiales. (Foto: SACSOUTH)
Interdicciones y resultados operativos
Desde el inicio del despliegue, el SOUTHCOM ha reportado la interdicción de siete embarcaciones presuntamente involucradas en el tráfico de drogas, incluyendo un narcosubmarino interceptado en aguas internacionales. En este último caso, dos tripulantes murieron y otros dos fueron capturados, siendo entregados a autoridades de Colombia y Ecuador. Los ataques letales han sido ejecutados por aviones MQ-9A Reaper y Lockheed AC-130J Ghostrider del 73.º Escuadrón de Operaciones Especiales, con base en Hurlburt Field, Florida. Estos aviones cañoneros están equipados con armamento pesado y sensores avanzados, lo que les permite realizar ataques de precisión contra objetivos móviles en el mar.
En los últimos días, la presencia militar se ha intensificado con la activación de una Fuerza de Tarea Conjunta que será liderada por el Cuerpo de Infantería de Marina (Marines) y los vuelos de demostración de bombarderos Boeing B-52H Stratofortress de la 2ª Ala de Bombarderos, que despegaron desde la Base Aérea de Barksdale, Louisiana, y realizaron un circuito holding pattern sobre el Caribe. Además, los buques logísticos USNS Henry J. Kaiser (T-AO-187) y USNS Kanawha (T-AO-196), ambos de la clase Henry J. Kaiser, han sido desplegados para abastecer a la flota en operaciones prolongadas.
Implicaciones geopolíticas
Aunque la administración Trump sostiene que el despliegue responde a una misión antidroga y antiterrorista, funcionarios del Departamento de Guerra han admitido a medios estadounidenses en privado que el verdadero objetivo es desestabilizar al gobierno de Nicolás Maduro. La recompensa por su captura ha sido elevada a 50 millones de dólares, y se han intensificado las sanciones económicas y diplomáticas. Por último, este reforzamiento del SOUTHCOM marca un punto de inflexión en la política exterior estadounidense hacia América Latina, con implicaciones que van más allá del combate al narcotráfico. La presencia militar en el Caribe podría convertirse en un elemento de presión geoestratégica en un contexto de creciente tensión regional. (Bernardo de la Fuente)






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