En una decisión que ha generado intensos debates tanto dentro como fuera de Estados Unidos, el presidente Donald Trump ha propuesto restituir al nombre original, Departamento de Guerra, al Departamento de Defensa. El anuncio fue realizado durante una reunión en la Casa Blanca con el presidente surcoreano Yoon Suk-yeol, donde Trump argumentó que el término “Defensa” no refleja adecuadamente la postura que (según Trump) debería adoptar el país en el escenario internacional.
El Departamento de Guerra fue la denominación oficial de la institución militar estadounidense desde que el general George Washington lo creó en 1789, nombre que perduró hasta 1947, cuando el presidente Harry Truman lo rebautizó como Departamento de Defensa en el contexto de la Guerra Fría, buscando proyectar una imagen más diplomática y menos beligerante. Para Trump, sin embargo, el cambio de nombre representa más que una cuestión semántica; es una declaración de principios. “Ganamos la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial, y se llamaba Departamento de Guerra… Para mí, eso es realmente lo que es”, afirmó el mandatario estadounidense.
La propuesta de cambio de nombre ha sido respaldada por figuras clave de su administración, como el secretario de Defensa Pete Hegseth y la vicesecretaria de prensa Anna Kelly, quien señaló que “el cambio busca restaurar los valores militares tradicionales frente a la ideología woke”. Además, el representante republicano por el estado de Florida, Greg Steube, presentó una enmienda ante el Congreso para formalizar el cambio, aunque expertos legales estadounidenses advierten que modificar el nombre requeriría una reforma legislativa, ya que está establecido por Ley Federal.
Por otra parte, desde el punto de vista político, el renombramiento ha sido interpretado como un giro hacia una política exterior más agresiva de parte de la administración Trump, que en las últimas semanas ha intensificado su retórica belicista, especialmente hacía los países de Latinoamérica, donde ha ordenado el ejecutar operaciones militares contra los cárteles de droga de México y Colombia, a los cuales ha denominado como organizaciones terroristas, conduciendo esta postura a un aumento de las tensiones con gobiernos como los de la presidenta Claudia Sheinbaum (México) y el régimen de Nicolas Maduro (Venezuela), quienes a su vez han expresado su rechazo ante cualquier intento de intervención militar estadounidense en la región.
Históricamente, el Departamento de Guerra (1789-1947) lideró las operaciones militares más significativas de los Estados Unidos desde el siglo XVIII hasta el XX, incluyendo las dos guerras mundiales (1917-1918 y 1941-1945). Su transformación en Departamento de Defensa en 1947 respondió a una necesidad de reorganización estratégica y administrativa, integrando las ramas militares bajo una estructura más coherente y orientada a la seguridad nacional dentro del contexto que se desarrollaba a mitad del siglo XX, con el expansionismo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El revertir este cambio, como propone el presidente Trump, podría implicar no solo una modificación simbólica del estamento militar estadounidense, sino también una reorientación de las prioridades del aparato militar estadounidense como se plantea en el programa de gobierno “America First”.
Aunque aún no se ha anunciado un cronograma oficial por parte de la Casa Blanca o el Pentágono para implementar el cambio de nombre, el presidente Trump habría sugerido ante los medios de comunicación que podría concretarse en cuestión de semanas, pues la propuesta, que está cargada de simbolismo, se inscribe en una estrategia más amplia para consolidar el apoyo de su base electoral MAGA y proyectar una imagen de fortaleza en tiempos de incertidumbre geopolítica entre Occidente y Oriente. (Bernardo de la Fuente)






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