Durante más de cuatro décadas, el bombardero Rockwell B-1B Lancer ha sido uno de los pilares del poder aéreo estratégico que proyecta el Comando de Ataque Global de la Fuerza Aérea de Estados Unidos (USAF), operando todavía dos Alas de Bombardeo (7th y 28th) este avión supersónico de largo alcance. Desarrollado durante la última década de la Guerra Fría, fue concebido para penetrar las defensas antiaéreas soviéticas a alta velocidad y baja altitud, llevando consigo una carga devastadora de armamento convencional o nuclear. Sin embargo, en 2025, el Departamento de la Fuerza Aérea ha comenzado a despedirse oficialmente de este emblemático bombardero, marcando el fin de una era.
El B-1B, apodado “The Bone” (por B-One), fue introducido operacionalmente el 29 de junio de 1985 como una evolución del cancelado programa B-1A. A diferencia de este, Rockwell llevo a cabo en el B-1B un programa de optimización para que pudiera llevar a cabo misiones de penetración a baja altitud, sacrificando algo de velocidad máxima (Mach 1.25) a cambio de un perfil de vuelo más sigiloso y una mayor capacidad de carga de hasta 34 toneladas que le permiten al Lancer poder transportar una amplia gama de armamento, desde bombas convencionales de caída libre hasta misiles de crucero.
Uno de los aspectos más destacados del Rockwell B-1B Lancer ha sido su versatilidad, pues aunque originalmente fue diseñado para misiones nucleares, con el tiempo fue actualizado para llevar a cabo operaciones convencionales tras el fin de la Guerra Fría, participando activamente en conflictos como Kosovo (Operación Fuerza Aliada), Afganistán (Operación Anaconda), Irak (Operación Zorro del Desierto e Invasión de 2003) y Siria (Operación Odisea del Amanecer), demostrando su eficacia como plataforma de bombardeo de precisión y saturación, ya que gracias a su capacidad para permanecer en el aire durante largas horas y atacar múltiples objetivos con precisión lo convirtió en un recurso táctico invaluable para los comandantes en el terreno.
En los últimos años, sin embargo, el envejecimiento de la flota (menos de 60 aviones operativos) y los altos costos de mantenimiento han llevado a la Fuerza Aérea de Estados Unidos a acelerar su retiro. A pesar de los esfuerzos por modernizar algunos sistemas, el desgaste estructural y la aparición de nuevas amenazas han hecho inviable su continuidad operativa para el Pentágono, además, la próxima llegada del bombardero furtivo B-21 Raider, más moderno y con capacidades de sigilo avanzadas, ha sellado el destino del Lancer.
No obstante, y mientras llega su relevo los B-1B operativos recibirán otra actualización que ha sido denominado programa External Heavy-Stores Pylon (Pilón externo de almacenamiento pesado) con el cual se equipará a cada Lancer con seis agarres LAM (Load Adaptable Modular), sistema portador de armas que ha sido diseñado por Boeing, y les dará a cada bombardero la capacidad de llevar cargas de hasta 3.400 kilos de armas hipersónicas de última generación cada uno, demostrado su capacidad para lanzar misiles hipersónicos, lo que subraya su potencial incluso en sus últimos años de servicio. (Bernardo de la Fuente)
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