¿Desea recibir notificaciones de www.defensa.com?
X
Jueves, 28 de marzo de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Un avión atípico. El Breguet XIV Juanito del capitán Boy

Láminas históricas de la Revista Defensa

Uno de los aviones más singulares de la Aeronáutica militar española y sobre el que ya tuve ocasión de escribir en estas mismas páginas, fue el Juanito. Se concretó gracias a la iniciativa de un ilustre barcelonés, el capitán de Ingenieros y piloto militar D. Joaquín Boy Fontelles, nacido en la Ciudad Condal el 1 de enero de 1985. Desde abril de 1922, con base en Sania-Ramel, Boy combatía a las harkas rifeñas y fue entre vuelo y vuelo cuando, a la vista de la existencia en el citado aeródromo de restos inútiles de diversos aviones, sobre todo Breguet XIV, concibió la idea de aprovechar lo que se pudiese de ellos para crear un nuevo aeroplano.

Ayudado por un grupo de esforzados mecánicos a los que dirigía el Sr. Zanoni, puso manos a la obra. En aquella época era habitual que poblaciones, sociedades o grupos humanos costeasen un avión que donar al Ejército ya que sus existencias, en esta materia, resultaban más bien escasas. El capitán Boy, posiblemente, quería que un lugar humilde y perdido en el norte de África como Sania-Ramel, emulase a urbes de la categoría de Madrid o Barcelona y entregase también, al Arma en la que servía, una máquina voladora.


En septiembre de aquel mismo año el proyecto era ya realidad. Se trataba de una versión del Breguet XIV francés con un motor Fiat italiano, en el cual el puesto de observador había sido habilitado para transportar un pasajero. Bautizado Juanito, como el soldado español que pelea contento y trabaja cantando, este biplano voló muchas veces siempre a los mandos de su creador y celosamente cuidado, en tierra, por los mecánicos que lo habían construido. Hasta se cuenta que el capitán Boy acostumbraba a amarrar al plano inferior un voluminoso baúl con sus efectos personales. ¡Qué tiempos!.
Desgraciadamente, el piloto catalán pereció el 20 de agosto del año siguiente sobre Tifaruin, junto a su observador, el capitán Baeza, mientras pilotando un Brístol F-2B llevaba a cabo una arriesgada misión de combate.


Tras este suceso, el avión permanecería mucho tiempo en tierra hasta que se decidió perfeccionar su diseño original (algún autor, Velarde Silió, habla de dos Juanitos pero es probable que el segundo sea el mismo Juanito reconstruido). Y es que, tras varios meses de abandono, sufriría una segunda transformación en Sevilla, mucho más importante, para adquirir la configuración que en aquella época se llamaba torpedo y que consistía en retrasar al máximo la carlinga del piloto y cubrir con un carenado toda la parte delantera del avión que, en tales condiciones, se convertía en una cabina con capacidad para transportar hasta tres pasajeros y a la que se accedía a través de una puerta lateral. De esta guisa sería presentado en el espacio que la Aeronáutica militar tuvo en la IV Exposición del Automóvil barcelonesa, celebrada en mayo de 1925.
En el timón de cola de tan singular Breguet campeaba la bandera bicolor y en ella el escudo de la Ciudad Condal.
A los lados del fuselaje, a continuación de la escarapela, el castillo de Ingenieros, Arma de procedencia del fallecido capitán, orlado de laurel y con la inscripción: JOAQUIN BOY. MELILLA. XX-VIII. MCMXXIII. Y delante de la escarapela
el nombre del aparato, JUANITO, que de avión de guerra se había convertido en un eficaz biplano de enlace. ¿Qué sucedió luego con él?, nadie lo sabe. Según Oller estuvo destinado a la base aérea de Cuatro Vientos en la que sería, durante bastantes años, empleado como avión de enlace por los altos mandos militares. Luego desaparece su rastro. Tal vez en algún ignoto archivo se guarden rastros que permitan conocer su final.


El nombre del piloto catalán fue recordado también en un Brístol F-2B como aquél en el que encontró la muerte. En su fuselaje, justo debajo del puesto del observador, podía leerse: CPTAN BOY. 20-V1II-1923, siguiendo la costumbre de denominar aviones con el nombre de pilotos caídos. Un hábito que el ya Ejército del Aire español continuó muchos años después, incluso durante la campaña de Rusia.
Realmente la idea de Boy de habilitar aeronaves militares como transportes, tal vez un precursor de lo que hoy se llamaría transporte VIP, no era nueva. Otros muchos, excedentes de la PGM, habían sufrido transformaciones más o menos drásticas para acomodar pasajeros. Se trataba de aprovechar las prestaciones y la capacidad de carga del avión para, una vez desprovistos de equipo castrense acomodarle bodegas para correo o cabinas, más o menos cómodas para pasaje. Valgan como ejemplos los británicos De Havilland DH-4, De Havilland DH-9, Vickers Vimy y Handley Page 0-400; los franceses Breguet XIV (nada que ver con el avión del capitán Boy) y Farman F.60; los alemanes Brandenburg y Albatross. Incluso el caza Bristol Figther F.2 se convirtió en el avión civil Bristol Taurer, dotando a la compañía canadiense Bristol and Colonial Aeroplane (luego Bristol Aeroplane) que transformó 33 ejemplares en aviones civiles entre versiones biplaza o triplaza abierto y triplaza cerrado (Coupé, como se decía entonces), todos equipados con dos motores Puma de 230 cv. Varios vinieron a España en 1921, e incluso uno se estrelló en el vuelo de entrega falleciendo el piloto británico que lo tripulaba.

El matriculado M-AAFA, biplaza abierto, fue fugazmente remilitarizado al parecer alquilado a su propietario, Herevard de Havilland, tras unas gestiones llevadas a cabo por quienes lo iban a volar, los capitanes Manzaneque y Carrillo. Desde su llegada a Melilla donde aterrizó en un aeródromo provisional en la Hípica el 29 de julio de 1921, efectuó misiones de reconocimiento y de abastecimiento en vuelo de Monte Arruit y Zeluan e incluso pruebas de lanzamiento de suministros en paracaídas, recibiendo impactos de bala enemigos. No se sabe cuanto duró su servicio militar, pues la pronta incorporación de aviones con mayores prestaciones lo relegó a tareas más acordes. También se desconoce cuál fue su final; posiblemente se devolvió a De Havilland que al parecer lo condujo de nuevo a Inglaterra donde lo desguazaron.
En el Museo de Aeronáutica se custodian los recuerdos materiales del capitán Boy. Los donó su hermano, D. Rafael Boy Fontelles, que los había guardado celosamente a lo largo de los años y que, ya nonagenario, hizo entrega de los mismos a la referida Institución.

José Antonio Martínez Pons


Copyright © Grupo Edefa S.A. Prohibida la reproducción total o parcial de este artículo sin permiso y autorización previa por parte de la empresa editora.