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Jueves, 9 de mayo de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Los aliados europeros ante la guerra de úcrania: ¿crisis pasajera, fin del idilio o comienzo de una relación tóxica?

GUERRA DE UCRANIA, OTRO FOCO

Combatientes del Cuerpo de Voluntarios Polacos en Ucrania.

A estas alturas, incluso los muy optimistas empiezan a dudar del éxito y resultados de la ofensiva ucraniana y no son pocos los que afirman que ha sido un verdadero fiasco. La campaña que fue precipitada e imprudentemente anunciada comenzó, como todo el mundo sabía desde hacía meses, en los primeros días de junio como ofensiva de primavera.

El auténtico descalabró de las primeras acciones (donde se perdieron cientos de vehículos acorazados) hizo ver que el lance no se resolvería en unos cuantos días lo que obligó a rebautizar la operación como ofensiva de verano. El alargue tampoco trajo resultados espectaculares (mucho desgaste en ambos bandos y pocos cambios en el frente). El caso es que precisamente hoy, 23 de septiembre, termina el verano con lo que mucho nos tememos que también habremos de presenciar la ofensiva de otoño…

¿Quo Vadis Zelenski?

Que las cosas no van muy bien empieza a resultar evidente, y que ello empieza a afectar al propio Zelenski también. Si no, cómo explicar que el presidente, en plena ofensiva, tome decisiones como el cese de todos los jefes de las diferentes áreas de reclutamiento (11 agosto)  o la destitución en masa de la cúpula del Ministerio de Defensa, primero el ministro (4 septiembre) y poco después siete vice-ministros (18 septiembre).

En los comunicados oficiales, replicados impenitente y literalmente por los medios de comunicación, se han empleado eufemismos tan sonoros como “lucha contra la corrupción” o “cambios en la estrategia”. Estos eufemismos, aunque pretenden maquillar la situación, tienen un efecto contraproducente pues por una parte reconocen y certifican la existencia de problemas de corrupción (nada más y nada menos que el campo de la movilización, verdadero talón de Aquiles de Ucrania) y por otra la aplicación de una estrategia muy equivocada (atacar donde, como y cuando el enemigo lo espera y, lo que es peor, persistir en el error sin propósito de enmienda).  

Zelenski comenzó actuando con imprudente triunfalismo pregonando al mundo los detalles y presuntos resultados de la imparable blitzkrieg ucraniana que rápidamente alcanzaría las costas del mar de Azov. Pregón que Rusia debió tomar muy en serio, pues inmediatamente comenzó a preparar unas defensas a la justa medida de la anunciada operación, con densos campos de minas y el despliegue en profundidad de armas contracarro de distinto tipo y alcance (helicópteros de ataque, drones, misiles y lanzagranadas).

Ahora Zelenski parece actuar con cierto nerviosismo. Efectivamente los resultados se alejan mucho de los que se anunciaron y la presión, interna y externa, comienza a hacer mella. A nivel interno crece el descontento y el reclutamiento se hace cada vez más difícil. A nivel externo los problemas también crecen, incluso los más incondicionales aliados empiezan a mostrar síntomas de cansancio y, en algunos casos, inequívocas maniobras de distanciamiento.

Nos centraremos por razones de proximidad y extensión en analizar los últimos vaivenes de las relaciones con los aliados europeos o por mejor decir de la Unión Europea (excluimos al Reino Unido, por ser país cuya política e intereses en Ucrania son tan particulares, anfibológicos y polimórficos que bien merecen un análisis en separata).

El helicóptero de ataque K-52 Alligator ha sido un elemento clave en la defensa rusa para la neutralización de medios acorazados.

Los aliados europeos

Desde el comienzo de la invasión rusa, la Unión Europea se posicionó de modo inequívoco del lado ucraniano prestando apoyo político, financiero y militar. Sin embargo, comienzan a aparecer indicios de que esta relación no pasa por sus mejores momentos, se registran síntomas de evidente cansancio y se consideran opciones contempladas bajo la premisa del nada es eterno. En clave metafórica debemos comenzar a pensar si estamos ante una crisis pasajera, si se trata del fin del idilio o si nos encaminamos hacia una relación tóxica.   

No vamos a discutir ni por un instante que las declaraciones oficiales siguen aseverando inquebrantable y eterno compromiso con el presidente Zelenski y la causa ucraniana. En este sentido se manifiestan los principales líderes de la UE con apasionadas locuciones de solidaridad e infinito apoyo (entre otros la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, o el alto representante para las relaciones exteriores, Josep Borrell). Sin embargo, estos discursos oficiales empiezan a alejarse y no cuadrar con las opiniones y acciones de algunos de los países que forman parte de la Unión Europea.

Crisis

En primer lugar hay que señalar que el conflicto de Ucrania está afectando negativamente a la Unión Europea, muy en particular en el terreno económico. Adicionalmente, el pozo sin fondo de las peticiones armamentísticas está mermando significativamente las capacidades militares de algunos ejércitos europeos. 

Pero además, los países más cercanos a la zona de guerra sufren penalidades añadidas derivadas del propio conflicto, entre otras los tránsitos irregulares de personas y armas e incluso, en las zonas fronterizas, algunos efectos colaterales de las acciones de combate (ya se han registrado algunas víctimas mortales por el impacto de misiles fuera de control).

Aunque la UE se viene esforzando en mostrar unidad, también es cierto que desde el principio hubo algunas posiciones discordantes, destacando la de Hungría que en ciertos temas nadaba a contracorriente manteniendo una postura bastante díscola. Pero al país magiar, que comenzó siendo un caso aislado, se han ido uniendo otros que comienzan a defender sus propias prioridades.

La primera crisis de cierto calado giró en torno a las exportaciones de grano ucraniano que hundían el mercado de los países vecinos (los precios de algunos cereales habían caído más de un 50 %). En estas circunstancias, en mayo la UE permitió a cinco países (Bulgaria, Eslovaquia, Hungría, Polonia y Rumania) imponer restricciones a los cereales provenientes de Ucrania. Sin embargo el veto finalizó el pasado 15 de septiembre y la reacción ha sido muy abrupta. Tres de estos países (Eslovaquia, Hungría y Polonia) han anunciado que mantendrán las limitaciones que estimen oportunas y, en respuesta e inmediatamente, Ucrania les ha denunciado ante la Organización Mundial del Comercio. La crisis está servida.

El AHS Krab, obús autopropulsado de 155 mm, es uno de los sistemas de armas incluidos en los paquetes de ayuda militar de Polonia.

Fin del idilio

Para valorar el posible fin del idilio, debemos de volver a ir al grano y analizar la reacción de Polonia. En lo que concierne al apoyo militar, Polonia es casi con toda seguridad el país que más esfuerzo ha hecho hasta la fecha.

Ha entregado cantidades ingentes de sistemas de armas (que en buena parte ya han sido destruidos) y municiones (recordemos que el pasado mes de abril el general Rajmund Andrzejczak, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas polacas, anunció que Polonia se había quedado sin municiones que enviar a Ucrania).

Pero además, los polacos, con el visto bueno y aquiescencia de Varsovia, forman el grupo más numeroso dentro del contingente de combatientes extranjeros que luchan junto a las Fuerzas Armadas de Ucrania (se estima que alrededor de 20.000 polacos han tomado parte en la guerra sufriendo unas 2.500 bajas) con unidades muy combativas como el denominado Cuerpo de Voluntarios Polacos. 

La cuestión del grano ha ocasionado una inmediata y asperísima fricción entre los que aparentaban ser los más sinceros aliados con sólidos vínculos y firme compromiso. El desencuentro es de tal alcance que el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, anunció que Polonia ya no iba a enviar más armas a Ucrania. Para no faltar a la verdad, también hay que decir que horas después empezaban a matizarse las manifestaciones del mandatario polaco y, según parece, el apoyo seguirá, pero da la impresión de que ya nada volverá a ser como antes.

Relación tóxica

La relación tóxica se caracteriza por su carácter destructivo (perjudica a todas las partes) y obsesivo (contra toda lógica resulta muy difícil de romper). Estas relaciones, por razones obvias, deben evitarse pero en muchos casos se presenta casi imposible poner fin a unos vínculos que se mantienen contra natura.

Uno de los primeros síntomas son las acusaciones y reproches y, en el caso que nos ocupa, la falta de resultados de la ofensiva los está provocando. Algunos aliados de Kiev comienzan a manifestar que a pesar del esfuerzo materializado a través del envío de material bélico las tropas ucranianas no han estado a la altura y que no han sabido emplearlo adecuadamente.

Por su parte los ucranianos argumentan que no se ha enviado ni la cantidad ni la calidad de lo que se necesitaba, sino una variopinta y heterogénea amalgama de sistemas bastante veteranos en la mayoría de los casos y en muy diverso estado de conservación. 

Concluyendo en modo crónica taurina, diremos que el cartel anunciaba tarde de gloria (la faena se esperaba rápida y limpia con orejas, rabo y triunfal vuelta al ruedo); sin embargo el toro – u “oso” en esta ocasión – no se deja (ha salido más bravo de lo previsto y muy resabiado); el caso es que el respetable - desde el tendido - comienza a aburrirse con tan larga y deslucida faena y pide que se vaya rematando cuanto antes; finalmente los que están en la arena argumentan, no sin razón, que desde la barrera resulta muy fácil ver los toros.  

 

 

 


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