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Adiós a la clase “Conejera”

Desde mediados del siglo XX, el puerto de Barcelona ha sido una base secundaria para la Armada. Secularmente, la importancia política y económica de la Ciudad Condal siempre requirió  la presencia de un buque de guerra, necesario para mantener el prestigio de la Institución, ejerciendo desde este puerto las tradicionales misiones encomendadas a la Marina. En síntesis son la salvaguardia de la soberanía marítima, represión del contrabando, control de pesca, escolta de personalidades y eventos náuticos etc., dicho en otras palabras: presencia naval, puesto que para la mayor parte de la ciudadanía lo que no se ve, no existe.

De este periodo se recuerda especialmente al planero Juan de la Cosa, el minador Eolo, los patrulleros Javier Quiroga, Deva, Espalmador y Alcanada y los dragaminas Llobregat, Eume y Navia. En 1981, el malogrado navalista Manuel Ramírez Gabarrús, acercó al gran público cómo surgió la idea de la FUVIMAR, que no llegó a eclosionar como un organismo autónomo al estilo del célebre y eficaz Coast Guard americano, optando el Gobierno, que por aquel entonces presidía Adolfo Suárez, por la creación de un ente derivado de la Guardia Civil, con la coletilla del Mar, lo que en cierto sentido cambió la génesis del Benemérito Instituto, cuyo personal, por filosofía, formación y material, se encontraba muy lejos de proyectarse sobre la mar.

Foto: Alcanada y Espalmador navegando en franquia

El problema radicaba en que la creciente implicación de España en la defensa occidental frente a la Unión Soviética requería de la Armada cada vez más una mayor especialización, para hacer frente a la amenaza submarina. Por tanto, no era lógico ni natural destinar unidades de combate, ni un personal perfectamente adiestrado  para desarrollar misiones como la salvaguarda costera y el control pesquero, en otras palabras, para ejercer misiones propias de policía. Por estas razones, el Gobierno acordó la realización de una serie de patrulleros en mayo de 1977, pero no a cargo del Ministerio de Marina, sino del Presupuesto del Estado. Con el ánimo de solventar la situación, ordenó la construcción de 64  unidades, divididas en cuatro series codificadas como LVI(2), LVC(3), LVE(4) y PVM(5), compuestas por 30, 20, 4 y 10 unidades, desplazando 8, 20,8, 85 y 290 ton., respectivamente.

La financiación corrió a cargo del entonces llamado Ministerio de Transportes, quien ordenó a la Subsecretaría de Pesca y Marina Mercante convocar un concurso para su construcción y a cargo de la Armada el equipamiento y dotación de las mismas. Las unidades más pequeñas fueron encargadas a los astilleros Rodman de Vigo y Aresa de Barcelona, no llegando a tener nombre, solo un código alfanumérico, siendo las que primero comenzaron a darse de baja, y el resto a la reputada Empresa Nacional Bazán, hoy Navantia. Ahora, tras unos treinta años de servicio, les llega la baja a las cuatro LVE, recodificadas, después de la creación de la Fuerza de Acción Marítima, como PVZ(6) y bautizadas con  nombres  pertenecientes a pequeños islotes del archipiélago balear: Conejera P-31, Dragonera P-32, Espalmador P-33 y Alcanada P-34. Respecto al nombre de este último, es curioso apreciar que los mallorquines lo pronuncian Aucanada, que es tal como se conoce el islote frente a la bahía de Alcudia.

Inspirados en un diseño norteamericano

Diseñados y construidos por la entonces E. N. Bazán en su factoría de Ferrol entre 1981-82, son unos buques inspirados en los antiguos PC americanos de la II Guerra Mundial, de construcción transversal soldada y cubierta corrida con una superestructura escalonada, siendo los primeros buques con casco de aluminio para la Armada producidos en España, cuya técnica requirió una fuerte especialización, puesto que la soldadura del mismo requiere que sea efectuada en un ambiente de atmósfera inerte. La planta propulsora esta compuesta por dos motores diesel Bazán-Man que impulsan dos ejes con hélices tripalas, obteniendo en principio una velocidad máxima de 22 nudos. La electricidad es generada por otros dos diesel Barreiros, sustituidos en el Alcanada por Iveco, y la electrónica la constituye los equipos de radio, más un radar de navegación Koden MD340.

Foto: Ejercicio de zafarrancho de combate.

El armamento inicialmente estuvo compuesto por una ametralladora Oerlikon de 20/65 mm. a proa y otra Browing de 12,7 mm. a popa, ambas en crujía y protegidas por sendos manteletes en montajes de pedestal, material de origen americano reciclado, sustituido el proel en el año 2002 por un cañón suizo Oerlikon de 20/120 mm.,  embarcando una dotación mixta estimada en 15 tripulantes. En 1982, la admisión de mujeres en la Armada generó ciertos roces a bordo de los buques pequeños. Afortunadamente, superada la novedad, el personal femenino se integró totalmente, cubriendo satisfactoriamente las expectativas  de la jefatura de Personal.

También es bueno recordar que la serie Conejera resultó una magnifica escuela y, pese a la modestia de sus características, ha sido un destino anhelado por los jóvenes oficiales,  afrontando sus comandantes por primera vez y en solitario el mando de un buque de guerra. Acerca de la construcción, el diseño arrastró los clásicos problemas de toda obra nueva. Uno de los más señalados fue la tendencia al incendio de  la cámara de máquinas, acertadamente solventada por las indicaciones del primer comandante del Espalmador, AN Lauro Clariana Claros. Mantener velocidades cortas suponía otro problema, ya que sólo puede actuar con un solo motor, lo que ciertamente no facilita el remolque.

Foto: El Espalmador despidiéndose para siempre  de Barcelona

Las vibraciones fueron otra fuente de problemas, solventados al recortar  las hélices, aunque ello significara una pérdida de velocidad, situación lógica al incrementarse en 18,5 ton. el desplazamiento original, debido a sucesivas modificaciones. En sus primeros tiempos, las cofradías de pescadores del litoral catalán adjetivaron al Espalmador como el rápido, puesto que la velocidad inicial superaba ampliamente la de los pesqueros, término que con el paso del tiempo se ha ido desdibujando. Estos buques de perfil agraciado han paseado su estampa a lo largo de casi tres décadas, tanto en la Península como en los archipiélagos, haciéndose muy familiares en los puertos donde han tenido base.

El Conejera, primero en Málaga y después en Almería, tuvo la oportunidad de hacer valer los derechos de España en el incidente del islote de Perejil, al igual que el Dragonera, que, basado en Huelva, se proyecta sobre el saco de Cádiz y el banco sahariano. Los otros dos, el Espalmador y el Alcanada, han mantenido una estrecha vinculación con la Ciudad Condal, especialmente el primero, puesto que el segundo operó en principio desde Tarragona y Castellón de la Plana, patrullando ambos la costa desde el delta del río Ebro hasta más allá de la plataforma marina de explotación petrolífera de Repsol Casablanca 2, a la frontera francesa, con frecuentes navegaciones a todo lo largo del archipiélago balear, tanto en misiones de escolta de personalidades como de protección de regatas.

La Historia

El Espalmador, de inolvidable memoria en la Ciudad Condal, fue  retirado del servicio activo, ordenándose su retorno a Cartagena, en cuya base fue desarmado y, tras la estela que dejan sus más de 100.000 millas navegadas a lo largo de estos casi treinta años, es oportuno recordar sus acciones de búsqueda y salvamento marítimo, la baliza y destrucción de minas en la bahía de Roses, al igual que explosivos procedentes de la Guerra Civil española en las costas del Garraf en Barcelona, apresamiento de embarcaciones contrabandistas, patrullas y escoltas en torno de múltiples regatas, tanto en la Península como en las Baleares, maniobras con agrupaciones navales de la OTAN, distinguiéndose de una manera especial en el curso del Ejercicio de Salvamento Expo-Rapita 97, etc. La bandera de combate le fue donada en una emotiva ceremonia por la Cofradía de Pescadores y el Club de Vela de Blanes (Girona), actuando de madrina  Elizabeth van Rijn de Ros.

Foto: Dragaminas Navia 

La del Alcanada se la entregó la Cofradía de Pescadores de Roses, en una ceremonia presidida por el contralmirante Enrique Valdés Santana, jefe del Estado Mayor de la Zona Marítima del Mediterráneo, siendo su madrina Concepción Crespo Julia. A bordo tuvo lugar, en junio, del año 2000, la ceremonia de la entronización de una imagen de la Virgen del Carmen, Patrona de la Armada, a cargo del entonces cardenal-arzobispo de Barcelona, Ricard Maria Carles. Entre las numerosas comisiones de este patrullero destaca, en el año 2007, el conducir al presidente de la República de Ecuador, Rafael Correa, en visita oficial a España, desde el puerto de Barcelona al buque escuela de esta nacionalidad Guayas, surto en la rada, con el fin de que este pudiera hacer embarcado la entrada al país, en un gesto romántico cargado de simbolismo.

Orgánicamente, estos bonitos patrulleros dependen del almirante de Acción Marítima (ALMAR), por ser la autoridad mejor informada y con más medios para enfrentar los casos de seguridad marítima, con sede en Cartagena coordinando el más amplio intercambio de información con los organismos civiles afectados, puesto que la seguridad marítima es una actividad cívico militar de prevención de riesgos y de lucha contra la amenazas en la mar, en permanente colaboración con la comunidad internacional. En estos momentos, la Armada, en virtud de la Ley Orgánica 5/2005 de la Defensa Nacional, determina las competencias especificas permanentes para llevar a cabo todas las actividades necesarias para garantizar la soberanía e independencia de España, proteger la vida y los intereses en la mar de los españoles y alcanzar la seguridad en los espacios marítimos, como contribución a la Acción del  Estado en la Mar. En virtud de esto, se ha desarrollado el Concepto de Seguridad Marítima (CONSEGMAR), bajo el cual se establecen los límites entre lo civil y lo militar y las competencias asumidas por cada uno de los organismos implicados en la Acción del Estado en la Mar.

Foto: Dragaminas Llobregat

Con la aplicación del CONSEGMAR, no sorprende que la Armada comenzara por desprenderse de todos los buques que prefiguraron en su momento la FUVIMAR, puesto que de facto cedió estas competencias a la Agencia Tributaria y a la Guardia Civil del Mar, solución que eclépticamente no satisface a nadie. Con estos sencillos buques, próximos a darse de baja, al igual que  algunos dragaminas de los denominados patitos, lanchas y otros auxiliares, en la Armada se especuló cierto tiempo con la posibilidad de transferir algunos de ellos a algún país iberoamericano o africano, como una muestra de buena voluntad y cooperación. Lamentablemente, estas donaciones se han visto frustradas al no disponer los países destinatarios de una mínima infraestructura naval, capaz de mantener en servicio tales unidades.

Para terminar esta historia de pequeños, que se cerró en julio del 2010 con la baja del Dragonera, es oportuno recordar el casi medio millón de millas navegadas por estos cuatro buques a lo largo de más de tres décadas, al igual que a los cerca de 110 comandantes que han pasado por sus puentes en ese tiempo, jóvenes alféreces y tenientes de navío procedentes de la RNA(7) y ESO(8), que a bordo  de la clase Conejera contribuyeron a engrandecer, pese a su modestia, la Historia de la Armada.

Foto: Dragaminas Eume

Y al  igual que las películas con final feliz, el relevo de las misiones que ejercía tradicionalmente la Armada pasó desde finales del siglo XX a la Guardia Civil del Mar y Agencia Tributaria, instituciones a las que se les deseó el mejor de los éxitos en las misiones que la Acción Marítima requiere, aunque lo idóneo, y no nos cansaremos de repetirlo, hubiera sido la creación del Servicio Nacional de Guardacostas, que tan bien propugnaba el diputado gallego Enrique César López Veiga(9), englobando en un solo cuerpo los tres existentes en la actualidad: Guardia Civil del Mar, Agencia Tributaria y Policías Autonómicas con litoral, para una mejor salvaguarda de los intereses marítimos de un país que continua con la creación de capillitas más fáciles de realizar, renunciando a la catedral que los intereses de España requiere.

Nota: Con mi especial agradecimiento a la ORE/EMA  y a los tenientes de navío Joaquín Bordonado Fortuny, Francisco Ramón Cuartero Lorenzo y Rafael G. Bruñó Soler, comandantes de los patrulleros Espalmador y Alcanada.

(1) Fuerza de Vigilancia Marítima.

(2) Lancha de Vigilancia Interior, vulgarmente Papa-Lima.

(3) Lancha de Vigilancia Costera.

(4) Lancha de Vigilancia Exterior.

(5) Patrullero de Vigilancia Marítima.

(6) Patrullero de Vigilancia de Zona.

(7) Reserva Naval.

(8) Escala Superior Oficiales.

(9) Ex consejero de Pesca y Asuntos marítimos de la Junta de Galicia. 

(Revista Defensa nº 385, mayo 2010,  Albert Campanera i Rovira)


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