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EL HOMBRE Y LA ARMADA

El hombre que presta servicios en la Armada ha de ser el resultado de dos esfuerzos progresivos de educación y formación: El primero es exclusivo de la responsabilidad de los sistemas educativos y formativos nacionales puesto que las bases con que contamos y sobre las que tratamos de construir “nuestros hombres” proceden de dichos sistemas. La finalidad orientativa de estos sistemas tendremos que sacar el máximo provecho y el impulso inicial que dirige a los jóvenes (con germen vocacional) hacia la actividad naval. El segundo esfuerzo es de la responsabilidad de la Armada. Se inicia al ingresar el joven en los distintos centros de formación, según el sistema escogido, y continúa a lo largo de toda su carrera y servicio, aunque para fijar y definir los objetivos, nos centremos en los períodos que pudiéramos llamar escolares, de formación e instrucción.

Centrando la síntesis de este trabajo, nos ajustaremos, en todo, a la Doctrina de Enseñanza que señala los objetivos, sistemas y métodos en lo que se refiere a la formación del hombre en la Armada: la educación y formación militar abarca, fundamentalmente dos ramas: una básica de disciplinas científicas y humanísticas y otra específicamente militar, de disciplinas técnicas y de orden deontológico.
Siguiendo con la doctrina de la Armada, a la hora de perfilar el hombre deseado transcribimos los conceptos. Contamos con dos puntos de referencia: el elemento hombre que recibimos y el patrón deseado. Para ello se marcan una gama de recursos tendidos entre los dos extremos. Estos recursos nos permitirán configurar, al terminar el tratamiento, al nuevo hombre: el deseable miembro de las FAS a que aspiramos, Y éste no basta que sea un profesional con la suficiente capacidad científica y técnica exigida por la complejidad del material y la utilización, sino que ha de capacitarse para motivar, enseñar y conducir a sus hombres. Ha de poseer un alto grado, a partir de un sentido religioso de la vida, las grandes virtudes castrenses: los sentimientos del honor y la responsabilidad, valor, abnegación, espíritu de entrega. Y una permanente moral, una moral y un amor a la Patria de tal talante, que la vocación heroica constituya su manera de ser anteponiendo el Servicio a la Patria a todo interés egoísta y toda mira personal.

foto: El principal centro superior de formación de la Armada española es la Escuela Naval Militar,  de Marín, de la que vemos un aspecto en un iza de jura de bandera.

Para ello contamos con los Centros en los cuales se verifica la selección y formación de estos hombres, concentrándose en objetivos de acción que les permita resolver con éxito las situaciones con las que se van a ver enfrentados, siempre en la línea que: cree en ellos un sentido moral (búsqueda de la perfección), un sentido estético (búsqueda de la belleza), un sentido científico (búsqueda de la verdad por la ciencia), y, lo esencialmente militar, un sentido sublimado de amor patrio (búsqueda de la gloria).
El hombre moderno tiene que ser racional, estécito y humano. Las exigencias actuales reclaman una integridad, competencia y eficacia, acorde con las situaciones eminentemente cambiantes de los tiempos que corren, pero siempre manteniéndose dentro de un ejercicio responsable de su libertad y el respeto al concepto cristiano de la vida, conservándose permanentemente enamorado de las tradiciones culturales de su Patria y sus entrañables instituciones,
Sin salirnos de la Doctrina, tenemos que mantenernos dentro de nuestra secular tradición, por lo que habrán de tenerse muy en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y la concepción superior y espiritual del hombre tal como lo define el mundo occidental al que pertenecemos, sin caer en ninguna clase de adoctrinamiento partidista. Tenemos que mantenernos dentro del más acentuado patriotismo, viviendo con la actitud y el estilo peculiares que constituyen la justificación histórica de la milicia.
Los militares no tratamos de inventar nada y mucho menos pretendemos marcar caminos filosóficos o normas de conducta a nadie, sólo queremos que nuestros sistemas formativos del hombre nos permitan la mayor eficacia, para conseguir de un joven español, un buen marino también español, con una formación que recoja todas las realidades actuales deseables para nuestra Patria en los aspectos políticos, sociales, económicos, religiosos, éticos y científicos, para con ellos fortalecer su formación profesional y aplicarlo al servicio de España y de su pueblo.
Es penoso reconocer que fuera del ámbito estrictamente militar de profesión, exista tanto desconocimiento en lo que se refiere a la formación, que, actualmente, reciben los hombres que van a dedicar su vida al servicio en la Armada.

foto: España fue el primer país del mundo con tropas de Infantería de Marina, que hoy se adiestra en un Centro de Instrucción de Cartagena.

Es cierto que la sociedad actual es cambiante y que por lo tanto los contenidos de los sistemas formativos también tendrán que ir evolucionando. Empeñamos en mantenemos inmóviles seria una insensatez imperdonable: por eso los estudiosos han de esforzarse en evolucionar las doctrinas, y eso, precisamente, es lo que ha hecho la Armada, tratando de poner al día la suya. Pero, también, sería insensato negar que existen, en el hombre y por lo tanto en el militar, valores esenciales que al ser permanentes no aceptan mutaciones ni actualizaciones. Estas constantes, que comprenden a la Patria, el honor, la disciplina, el compañerismo y otras tantas, han de permanecer como atalayas firmes y seguras, por ser el soporte de la propia esencia de lo que ha sido, es y tiene que seguir siendo un buen militar y un buen marino.
Con ser mucho cuanto llevamos dicho sobre el hombre, aún falta algo, muy importante, para definir al que tiene que consagrar su vida y sacrificar la de los suyos, a las exigencias que le demanda e impone el ejercicio de una actividad que tiene que desarrollarse, en gran parte, en la mar.
El hombre que se dirige a la Armada no puede hacerlo sin sentir una llamada vocacional hacia el mar y todo lo que con él se relaciona. Tiene que desear ser, de alguna forma, marinero o marino. Dice el diccionario que marinero es hombre de mar, que sirve en las maniobras de las embarcaciones, el hombre que sirve a la marina.

foto: Momento solemne de la jura de la bandera en el Cuartel de Instrucción de Marinería de San Fernando.

Al ser su primario servicio el de permanecer en la mar durante largos periodos de su vida, tendrá que contar con ciertas y específicas cualidades, físicas y mentales, para aguantar, con agrado, en un medio que a veces se presenta como insoportable y peligroso y que, siempre, es adverso y no natural para el hombre.
La simple contemplación de amplios horizontes e infinitas distancias, el azul y blanco de las aguas, el profundo e inquietante negror de las solitarias noches, el sentido de la responsabilidad y hasta el temor ante la tempestad desatada, así como, también, una insaciable curiosidad por contemplar el mundo sintiendo el aliciente de la aventura, ha de ser, para el hombre marino, una ansiedad y esperanza permanentes. La soledad, compartida con su pensamiento, lo convierte, sin él mismo saberlo en filósofo y la inmersión en tanta grandeza y belleza lo lleva, sin pensarlo, hacia la poesía.
El hombre, en la Armada tiene que ser un militar, algo filósofo y un poco poeta, enamorado del mar, preparado y adiestrado para cumplir su compromiso de servicio, viviendo, fundamentalmente, en los buques de guerra, durante la paz y sabiendo luchar y morir, si fuera preciso, en ellos, durante la guerra.
Hombres de este talante, son los que la Armada busca y selecciona, sometiéndolos después a sus propios sistemas formativos de instrucción y adiestramiento, para convertirlos en los que han de cubrir sus cuadros de personal, adecuándolos a la Fuerza, los Servicios y los Órganos Auxiliares de Mando, de Dirección o Jefatura, —que son los componentes de la Armada—, bajo la alta dirección, inspección y coordinación del almirante jefe del Departamento de Personal, en el que recae la misión de que la Armada cuente, cuantitativa y cualitativamente, con el personal necesario.
Las estructuras del Personal en la Armada, han sufrido a lo largo de la historia múltiples variaciones, para ajustarlas, en cada momento, a las demandas de las circunstancias y necesidades, de acuerdo con sus funciones.

foto: Primer factor del hombre de la Armada es la vocación, a partir de la cual, mediante la formación pertinente se llegará al marino.

Actualmente, las funciones básicas, señaladas como fundamentales por la Ley Orgánica de la Armada son tres: Mando, Administración y Técnica. Estas funciones definen las facultades exigibles en su personal. La Función de Mando exige facultades para ejercer la autoridad y para hacer el mejor uso de los medios que componen la Fuerza. La Función Administrativa exige facultades que permitan el mayor provecho en los sistemas de adquisición y disposición de los recursos. La Función Técnica demanda el ejercicio de la facultad para dictar normas, asesorar y actuar en el campo de todas las técnicas usadas en la Armada.
Para cubrir los destinos de la plantilla, con las que se van a desempeñar tan diferenciadas y específicas funciones, la Armada ha estructurado a su personal en Cuerpos, Escalas y Clases.
Pasando de largo, pues otra cosa sería meterse en un difícil terreno, sobre el complicado y denso campo legislativo que estructura y esquematiza, en detalle, el recurso humano, lo vamos a agrupar en tres conceptos fundamentales, a saber: Cuerpos de Oficiales de la Armada, Cuerpo de Suboficiales de la Armada y Clases de Marinería y Tropa.
Los Cuerpos a su vez se estructuran —siguiendo criterios en base a diferencias de procedencia, sistemas de integración, funciones a desempeñar, componentes o situaciones—, en Escalas.

Con ser de gran trascendencia los sistemas de ingreso en la Armada, lo es aún mucho más el periodo de formación y selección dentro de los Centros y a lo largo de toda la carrera o servicio. A este período se le da, por lo menos, semejante responsabilidad, e incluso durante ese tiempo se pueden corregir defectos de omisiones cometidos en la primera selección. Lo verdaderamente difícil es fijar en qué grado se reparte esta participación de responsabilidad y cuáles son los mejores sistemas de selección, pero la conclusión definitiva a la que llegamos es que la selección del elemento humano para recibir formación en un Centro de Enseñanza militar, debe y solamente puede ser realizada por el mismo centro militar, atendiendo principalmente a la vocación militar y a las aptitudes específicas, exigidas por el Servicio que se va a prestar. Siendo la vocación y la aptitud nuestro caballo de batalla, y teniendo ambas condiciones un carácter al que le afectan y pueden alterarlo muchos y complejos factores, tendremos que admitir la dificultad de definir el sistema infalible. Los sistemas que hoy emplea la Armada para la primera selección y la continuada evaluación, a través de la observación y clasificación del personal, a lo largo de toda la carrera, las consideramos muy aceptables, y si a pesar de ello aparecen errores, es sin duda debido más a la imperfección de la condición humana que a los defectos del sistema, que aunque también sabemos que los tiene y quisiéramos corregirlos, no debemos dejarnos llevar por una fácil descalificación del mismo apoyada en casos particulares o no anecdóticos, que en realidad no son más que una confirmación de la regla.

TRES ESCEPCIONALES MARINOS ESPAÑOLES:

CASTO MÉNDEZ NÚÑEZ: Marino español (Vigo 1824-1869). Tomó parte en la expedición enviada en auxilio de Pío IX (1848); tuvo una destacada actuación en la lucha contra los piratas de las Filipinas (1857-1862) y estuvo posteriormente al mando del vapor lsabel II (1862-1864). En diciembre de 1864 se le dio el mando de la fragata blindada Numancia, que debía dirigirse al Pacífico, donde habían surgido graves incidentes con Chile y Perú, que iban a desembocar en la llamada guerra del Pacífico. Al suicidarse el almirante Pareja (nov. 1865), Méndez Núñez tuvo que tomar el mando de las fuerzas navales españolas del Pacífico. A comienzos de 1866 Perú declaró la guerra a España y Chile se negó a satisfacer las demandas del Gobierno español. Méndez Núñez fue incitado por el ministro de Estado a adoptar una actitud enérgica, y respondió con el famoso despacho de 24 de marzo de 1866, donde se declaraba dispuesto a correr todos los riesgos necesarios y concluía con la frase “Primero honra sin marina, que marina sin honra”. Presentó un ultimátum al Gobierno chileno, y, al expirar el término del mismo, bombardeó la ciudad de Valparaíso (31 de marzo de 1866); pero como se sintiera poco satisfecho de haber tenido que atacar una ciudad prácticamente indefensa, y como surgieran numerosas críticas en relación con este bombardeo, decidió reivindicarse con un triunfo más meritorio y acordó atacar la plaza fuerte peruana de El Callao, que estaba poderosamente armada. El bombardeo de El Callao (2 de mayo de 1866) fue muy bien acogido por la opinión española, que consideró la acción como un triunfo e hizo de Méndez Núñez un héroe nacional, hasta el punto de que en 1869 hubo quien pensó en proponer su candidatura a la corona española. Méndez Núñez, que rechazó esta sugerencia, falleció poco después, y aunque los médicos atribuyeron su muerte a las heridas recibidas frente a El Callao, se llegó a decir que había sido asesinado. .

JOSÉ CASADO Y FERREIRO: Contramaestre de la Armada española (Mugardos, Coruña, 9.10.1867-El Ferrol 1915). Ingresó como aprendiz marinero en la corbeta Villa de Bilbao, en febrero de 1884, y fue cabo de mar de segunda clase en noviembre de 1885; ascendió a tercer contramaestre en junio de 1896. Desde su ingreso en la Armada estuvo embarcado en 18 buques y navegó por todos los mares. En el combate de Santiago de Cuba (3.7.1898) formaba parte de la dotación del crucero Cristóbal Colón, mereciendo consignarse un acto heroico que realizó al final de este combate: Ya estaba en la playa a salvo cuando vio que en el portalón del crucero Infanta María Teresa, también destruido, envuelto en llamas y donde menudeaban las explosiones, pedía auxilio un hombre. Sin importarle el riesgo que suponía el echarse al agua donde abundaban los tiburones, fue a salvarle, luego de recomendar su familia a los presentes al ir a una muerte casi cierta. “Yo no dejo morir a ese hombre”, exclamó. Trepó por el costado del Teresa y con singular arrojo logró traer a tierra al infortunado que resultó ser el cabo de mar Ricardo Bellas, que tenía catorce heridas. Por su heroísmo se concedió a Casado la Cruz Roja del Mérito Naval, pensionada. En 1909 tomó parte en las operaciones que tuvieron lugar contra los moros de Marruecos. Su quebrantada salud motivó que pidiese el retiro en 1911, pasando, después de reponerse en su pueblo natal, al servicio de la Sociedad Española de Construcción Naval en la factoría de El Ferrol. Murió este bizarro hombre de mar en el ejercicio de su profesión marinera: al entrar en dique el acorazado España, el 20.7.1915, saltó una estaca que le golpeó en las piernas derribándole en cubierta, con tan mala fortuna que se produjo la fractura del cráneo, falleciendo al cabo de cinco horas. El Gobierno, para honrar su memoria, dispuso que un buque carbonero que se adquirió en Inglaterra, llevase el nombre de Contramaestre Casado (1921) y que ante todas las dotaciones de los buques de la Armada se leyese su hazaña de Santiago de Cuba. .

MANUEL LOIS GARCÍA: Soldado de Infantería de Marina, crucero Baleares, 1937. El 7 de septiembre de 1937, el crucero Baleares avistó en las proximidades de Argel un convoy enemigo formado por diez unidades de la Flota roja que escoltaban a cuatro buques mercantes. Se entabló combate, recibiendo el Baleares dos impactos que produjeron bajas en la dotación, penetrando un cascote en la caja de urgencia del cañón antiaéreo número 4, que contenía proyectiles iluminantes, incendiando un cartucho y produciendo la explosión del correspondiente proyectil. Apercibido de ello el soldado Lois, telefonista del citado cañón, y dándose cuenta del peligro que otras explosiones podían acarrear al buque, se dirigió a la caja de iluminantes, zafó la única trinca que tenía, y debido a la presión interior se abrió violentamente la puerta, alcanzando su cuerpo una llamarada de grandes proporciones, prendiéndose sus ropas. A pesar de encontrarse herido, con absoluto desprecio de su vida, se lanzó sobre un proyectil que arrojó a la mar, quedando su cuerpo envuelto en llamas, siendo auxiliado por unos compañeros que, tras apagar las llamas, lo condujeron a la enfermería. El soldado Lois murió al día siguiente a consecuencia de las heridas sufridas. Por esta acción heroica le fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando, según Orden 30-V-l 939.

Revista Defensa nº 71, Marzo 1984, Francisco Elvira García


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