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Jueves, 25 de abril de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Tercio "Sicilia"

El sano ideal de los Reyes Católicos por establecer en España la unidad, no estaba exento de buenas y justificadas razones, pero en la práctica la cuestión de religión no dejaba de ser un sueño irrealizable. Los musulmanes que quedaron en la península aparentaban sometimiento y, sobre todo, falsa conversión, y en cuanto a aquellos más rebeldes que pasaron a África, llegaron a constituir en aguas del Mediterráneo un foco de perenne piratería que tenía en contínua zozobra a costas levantinas, a más de representar un peligroso vínculo hacia la amenazante expansión del Imperio Otomano.

Para cortar este mal, y en opinión de la reina y por consejo del cardenal Cisneros, se decidió tomar el norte de África. Mientras, el rey Fernando, recordando viejas aspiraciones del reino de Aragón, sentaría reales en la península italiana.
Para llevar a cabo este plan pensado por el sagaz don Fernando, partió para tierras de Italia una expedición militar al mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, ya acreditado en las lides de Granada, que llevaba nuevas tácticas y nuevos conceptos de infantería y que dejaría plasmada en próximas contiendas la que iba a ser la mejor infantería del mundo. En Italia se iba a encontrar con un adversario que no había secundado los planes del rey español, el rey francés Carlos VIII. Pero no importan a don Gonzalo las aspiraciones de aquel monarca al que vencerá de modo rotundo, acrecentando su fama y situando a. España en el rango de potencia. El Gran Capitán, que puso los primeros cimientos de esa inolvidable infantería, será el que, con el tiempo, una vez pasada su mítica epopeya, dé el paso a modernas organizaciones militares y, conservando su espíritu de amor patrio, se crearán los gloriosos Tercios que tanto prestigio dieron a España.
Estos Tercios, que fueron creados en Italia, obtuvieron su total nombradía por tierras de Flandes y allí causaron temor y admiración, tanto en esto, que en sus desfiles hacían clamar a las gentes de entusiasmo por el porte. Pues más bien parecían todos hijos de cuna hidalga por la tanta arrogancia y gallardía que ponían a su paso.
En Italia, y en el año 1530, se formaron los cuatro primeros Tercios: el de Sicilia, Nápoles, Lombardía y Cerdeña. Luego se añadiría el que llevaba nombre español: Málaga. El de Sicilia, que es el que representa la lámina, era mandado por el maestre de campo don Diego Enríquez y segundo jefe fue el sargento mayor don Antonio de Ávila.
Estos Tercios de españoles, como se ha dicho, fueron creados en Italia y normalmente residían allí. “Tercios viejos”, que más adelante serían llamados y que, dotados de nueva savia, fueron enviados a Flandes aún reinando Carlos V, y que en el reinado de Felipe II alcanzarían su máximo esplendor. El nombre de Tercio no está suficientemente aclarado y es confuso su origen. Algunos historiadores dicen que se debe al estar formados por las tres armas: Ballesteros, Arcabuceros y Piqueros; otros, a que siendo su fuerza primitiva de 3.000 hombres, al quedar reducidos a  1.000, suponía un “Tercio” de aquellos. Pero lo más evidente es que su institución está inspirada en las antiguas legiones romanas que en su época estaban constituidas por 3.000 soldados.

Cada Tercio se componía —según la autorizada versión del conde de Clonard— de tres Coronelías, reducidas a 12 compañías de las 60 que en principio estaban compuestas. Cada Coronelía era mandada por un coronel, y el mando de las tres lo ejercía un maestre de campo. De las 12 compañías, dos eran de arcabuceros y diez de piqueros. Su organización era la siguiente: maestre de campo, sargento mayor, furriel mayor, municionero, tambor general, capitán barrichel de compañía, teniente de compañía, médico doctor, cirujano, boticario, capellán y 8 alabarderos alemanes para guardia de honor del maestre de campo.
La presente lámina muestra a tres componentes del Tercio Sicilia: un sargento con coselete completo, bacinete, calzas acuchilladas, alabarda y espada ceñida; el arcabucero lleva gola de malla acerada, bacinete, calzas y jubón acuchillados, provisto de arcabuz y espada, frascos con pólvora, saquillo para balas y la cuerda-mecha. El piquero lleva el coselete completo con manoplas, bacinete y armado de escudo, lanza larga y espada; las calzas acuchilladas.
El Tercio Sicilia, además de actuar en sus comienzos por el Milanesado y el Piamonte, participó con Carlos V incluido en el ejército del marqués del Vasto y en el cerco de Viena por Solimán II. Salió de Viena en marcha con el Emperador en octubre de 1532 para llegar a Barcelona al año siguiente donde se atendría a los preparativos para el asalto a Túnez y la Goleta, operación que llevó personalmente el Emperador en compañía del duque de Alba, don Alvaro de Bazán y Andrea Doria. En 1535 se daría la gran batalla y nuestro Tercio parece ser que se batió con notable brío hasta que Túnez fue conquistado victoriosamente.
También intervino cuando el ataque por la posesión de Argel, donde las armas españolas sufrieron un gran revés, más bien debido a un inclemente temporal que no permitió una total acción.
Luego, el Tercio Sicilia recibió orden de acudir en ayuda del rey de Túnez, Muley Hassan. Cumplido el encargo, tuvo que vérselas al comportamiento de su maestre de campo, don Álvaro de Saudí.
Ya en las postrimerías del reinado del Emperador, en franca lucha contra los reformadores, actuaría en la batalla de Mühlberg en el ejército del duque de Alba.
Al empezar el reinado de Felipe II, el viejo Tercio Departamental de Sicilia es enviado al norte de Francia y Flandes. Lucha en el ejército del marqués del Vasto por toda la Picardía francesa e interviene después en S. Pablo, Montrel y Terouann; luego en la Carmañola, donde perece el rival de Del Vasto, que es el marqués de Saluces.
Por la Ordenanza de 1560, el Tercio Sicilia queda aumentado en efectivos, sus compañías suben a 300 hombres y el Tercio a 3.000, quedando en previsión de una campaña que se va a llevar en gran escala por Flandes y que será organizada por el tercer duque de Alba, don Fernando de Toledo. Nuestro Tercio lo manda ahora uno de sus más insignes jefes: don Julián Romero y con él se cubrirá de gloria en toda la pasada y larga campaña que ocasionó la revuelta de los Países Bajos.


Texto y Dibujo de Miguel Montaner


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