Prisioneros de guerra: Nombre, grado y número de identificación
Revista Defensa nº 2, marzo 1980, Arturo Pérez Reverte
Arturo Pérez Reverte, 24 de diciembre de 2016
Desde un punto de vista profesional, en el combate una veces se gana y otras se pierde. Independientemente de que su bando esté resultando vencedor o vencido, el militar puede encontrarse en circunstancias que, por heridas, inferioridad de medios u otras incidencias, puedan aconsejar o imponer la rendición frente al enemigo. Para la mentalidad occidental no hay nada directamente deshonroso en el acto de rendirse, si se tiene la certidumbre de haber hecho todo lo humanamente posible para batirse con eficacia. Sobre todo para el militar de oficio, la rendición en el curso de una batalla se considera como un accidente profesional, del que nadie se encuentra a salvo, que puede verse acentuado por heridas más o menos graves y susceptibles de, a corto o largo plazo, producir la muerte.
En un plano ideal, la rendición para el esquema mental del militar profesional de Occidente que cae en manos del enemigo, debería tener lugar según el conocido ritual: el oficial levanta los brazos, responde a las preguntas de sus captores con el clásico “nombre, grado y número de identificación” y se resigna, con paciencia, a esperar el final de la guerra en un campo de prisioneros donde será bien tratado y alimentado, según las convenciones internacionales, hasta que termine el conflicto o sea canjeado. También hay otra opción, que los moldes clásicos occidentales consideran más honrosa, consistente en intentar por todos los medios la fuga sin darse nunca por vencido. En caso de ser capturado intentándola, el enemigo deberá mostrarse...
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