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Perú y Argentina, cara y cruz de la Defensa

El nuevo Gobierno salido de las urnas en 2016 para dirigir los destinos del Perú encontrará unas Fuerzas Armadas (FAS) marcadas por la recuperación de capacidades operativas, resultados de los esfuerzos del Programa de Renovación y Modernización emprendido por el Gobierno de Ollanta Humala. Tal como el ministro de Defensa del país nos revela en la entrevista que publicamos en la edición de febrero de la Revista Defensa, se han ido cumpliendo las metas impuestas, en términos no solamente de adquisiciones, también en lo que atañe al refuerzo del capital humano en las FAS. Las amenazas fundamentales que afectan al país, y por ende las que demandan mayores recursos presupuestarios en Defensa, no se hallan en las tensiones con sus vecinos, ni en la necesidad de responder a grandes despliegues en misiones de apoyo internacional.

En la línea del resto de los países de la región, se circunscriben al ámbito interno. En el caso del Perú puede hablarse de tres escenarios, el que afecta a los controles fronterizos, vinculados a las amenazas derivadas del narcotráfico y el tráfico de armas; más internamente el combate la minería y la tala ilegal; y, sobre todo, el relativo a la lucha contra los remanentes terroristas en el área conocida como el VRAEM, siglas con las que de manera abreviada se denomina el Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro. Las operaciones contrasubversivas en esta zona demandan un importante esfuerzo humano y de medios militares, dos extremos con los que el país ha ido respondiendo con buenos resultados.

Esta es la herencia para quien asuma el relevo en el Ejecutivo peruano y que contrasta poderosamente con otra nación del Cono Sur americano: Argentina. Cristina Fernández de Kirchner daba la bienvenida a su sucesor en la Casa Rosada desactivando en su toma de posesión el escudo de defensa y seguridad del espacio aéreo nacional, preceptivo por la llegada al país de mandatarios extranjeros. Pecata minuta, a la vista de lo encontrado por Macri una vez asumido el cargo, tras años de demoledor ejercicio de poder por sus predecesores, en los que se han socavado hasta el fondo las capacidades de las FAS, pagando un injusto, por larguísimo, peaje por el Gobierno militar que hace lustros con mano de hierro dirigió la nación y cuyos protagonistas hace años que salieron de escena.

Mientras, se aupaba a una fuerza policial con un número de efectivos tan desbordante como, a la postre, viendo la inseguridad que vive el país, inoperativa y acusada hoy de corrupción, en un fiel reflejo de una práctica bien extendida durante el kirchnerismo y gobiernos pretéritos, en una estructura piramidal en la que habría que reconocer el mérito de quienes no han sucumbido a tales prácticas por la facilidad que el marco ofrecía. El Ministerio de Defensa argentino tiene por delante hoy una titánica tarea para sacar adelante a sus FAS, de las que sólo han querido acordarse cuando debieron auxiliar a la población en caso de emergencias o para recoger basura, cuando la inoperatividad de la clase política ha generado estos escenarios. Y, aún en esos casos, dotados de los medios más precarios. Por el bien de los propios argentinos, esperemos del nuevo Gobierno un certero cambio de rumbo.

Fotografía: Comandos Ejercito Argentino.


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