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Viernes, 29 de marzo de 2024 Iniciar Sesión Suscríbase

Latinoamérica en la encrucijada

Durante décadas, los países de América Latina vieron en sus vecinos a potenciales amenazas y definieron sus capacidades militares preparándose para conflictos militares en la región, reviviendo las batallas de la propia conformación de los estados. También durante décadas, las fuerzas armadas de muchos países fueron protagonistas de forma directa o indirecta de la vida política, asumiendo el gobierno, ya fuera bajo formas dictatoriales o populistas. Hoy en día la inmensa mayoría de los países del Continente están sometidos a las reglas de la democracia y del imperio de la ley y  los procesos de integración económica regional están ahuyentando de forma definitiva el peligro de una guerra regional. Conflictos que, teniendo en cuenta las distancias y las características del terreno, casi resultaban imposibles.

Ante este nuevo entorno, las fuerzas armadas de Latinoamérica deben reconvertirse a las funciones modernas, al igual que los países europeos y de Extremo Oriente lo tuvieron que hacer en los últimos años. Esto implicará cambios de estructuras y también en el equipamiento.

La función primordial de las nuevas fuerzas militares será la disuasión, lo que implica buscar una superioridad en los posibles escenarios con los países que puedan resultar una amenaza potencial. Para alcanzar este objetivo resultará esencial la adquisición de medios de aviación de combate, sistemas de defensa aérea y de costa y medios de proyección de fuerza a través del mar. Son estos elementos los que pueden inclinar la balanza de la disuasión a favor de un país. Durante los últimos años, las adquisiciones se han centrado en aquellos países que más han invertido en contribuciones para la lucha en sus conflictos internos, con la adquisición de medios y vehículos ligeros, helicópteros tácticos, sistemas de artillería y de misiles y cohetes anticarro.

El caso más evidente es el de Colombia, que, con un presupuesto de inversiones de casi dos mil millones de dólares al año, deberá incrementar capacidades para reemplazar a los viejos Kfir y las fragatas y adquirir capacidad de defensa antiaérea de última generación, así como vehículos pesados. Se reducirán el número de programas, pero la importancia y los costes de los pocos que deban ponerse en práctica, al tratarse de sistemas caros, impactarán de forma notable sobre los presupuestos. Sin duda éstos deberán adaptarse en cuantías y estructura a este nuevo entorno.

Pero, sin duda, el gran cambio cualitativo será la participación en misiones internacionales, que no se producirán en el propio Continente, sino más bien en África y Asia. Los grandes países en términos de capacidades militares de la región –Brasil, Chile, Colombia, Perú y México– deberán adquirir medios de proyección que les permitan participar en las grandes misiones militares auspiciadas por Naciones Unidas o por la Alianza Atlántica. Para estas misiones no servirán los medios aéreos y navales que actualmente están en inventario en las fuerzas armadas. Serán necesarios aviones del tipo A400M para dar el apoyo necesario a misiones a 10.000 km. de distancia y buques logísticos que puedan servir de base para un despliegue. La configuración de unidades del tipo batallón con gran flexibilidad será necesaria para facilitar la necesaria participación en estas misiones. No se trata de una opción para estos países, pues sus desarrollos económicos les incluyen entre las economías más grandes a nivel mundial y, por tanto, no pueden permanecer al margen de las necesidades y peligros de los conflictos globales.

La preparación de los militares de América Latina, especialmente aquellos que han estado involucrados en conflictos internos, será sin duda crítica para una eficaz aportación  de estos estados a misiones internacionales. España, por razones de historia y lengua común puede y debe servir de puente para la participación de nuestros países hermanos en estas operaciones. La experiencia y capacidades adquiridas por España en los últimos treinta años de participación en misiones internacionales constituyen un gran activo para fomentar esta cooperación y ver a las tropas de ambos lados del Continente en condiciones de igualdad participando de la necesaria solidaridad entre las naciones libres del mundo.

América Latina no puede quedar al margen de la guerra global contra el yihadismo, ni puede pretender enfundarse en la histórica neutralidad, ya que las interrelaciones de hoy en día impiden adoptar posturas aislacionistas. Por estas razones, los ministerios de Defensa deben adecuar estructuras y buscar la colaboración entre países vecinos para articular grupos de fuerzas que tengan alta disponibilidad y preparación para rápidos despliegues en zonas remotas.
Finalmente, las fuerzas armadas deben capacitarse para actuar de forma eficaz ante las catástrofes naturales o humanitarias que son tan comunes en los países de América Latina. La experiencia de la Unidad Militar de Emergencias en España constituye un excelente ejemplo de cómo integrar a los militares en la planificación y ejecución de actividades humanitarias. Sin duda las fuerzas militares están en mejores condiciones para realizar muchas de estas actividades y, además, les sirve para mantenerse operativas en el día a día.

Sin duda, nuevos tiempos vienen para la defensa en América Latina y muchos cambios deberán implementarse a corto y medio plazo para poner a sus fuerzas armadas en condiciones plenamente operativas ante este nuevo entorno.

Enrique Navarro


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