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La inserción del Al-Shabab en el yihadismo global y regional

Por Jorge Comins*

Al-Shabab ocupa un lugar destacado en el mapa terrorista de África. En términos cuantitativos, y a diferencia de AQMI y Boko Haram, es el único grupo que ha mantenido una tendencia constante de crecimiento en el número de ataques perpetrados durante los últimos años. Con una huella violenta de 2.398 muertos, también es la franquicia más letal de Al-Qaeda en el continente, incluyendo la zona meridional de la península Arábiga.En este sentido, conviene apuntar que su cifra anual de víctimas se sextuplicó entre 2007 y 2013. Además, los datos presentados en los gráficos siguientes reflejan que el epicentro del yihadismo se ha desplazado desde el Magreb hacia la franja sur del Sahel y el Cuerno de África, aunque no es descartable que la creciente inestabilidad en Libia contribuya a nivelar esta situación en el futuro.

Por otra parte, el comité de expertos de las Naciones Unidas sobre Somalia confirma en su informe más reciente (2014) que, durante el último año, Al-Shabab se ha transformado en una amenaza transnacional. En general, se interpreta que la dedicación de buena parte de sus recursos a los ataques fuera del territorio somalí está relacionada con una mayor aproximación a la agenda global de Al-Qaeda. Asimismo, se constatan los vínculos con determinados afiliados como Al-Hiyra (‘Hégira’) en Kenia, el Centro de Jóvenes Musulmanes Ansar en Tanzania, y con otros grupos afines en la región de los Grandes Lagos: una cuestión nada baladí que se abordará en apartados subsiguientes; aunque no sin hacer antes una referencia a los puntos cardinales del consorcio entre Al-Shabab y Al-Qaeda.

La relación entre Al-Shabab y Al-Qaeda, y el islamismo radical en Somalia: una (re) lectura desde las Cartas de Abottabad

Al-Shabab se adhirió a la estructura formal de Al-Qaeda en febrero de 2012. En realidad, se trata de un hito simbólico que no aportó más que la confirmación oficial de una conexión que se había inaugurado en la década de los noventa con la emergencia de Al-Ittihad Al-Islami. Desde entonces, estos vínculos se han desplegado en tres dimensiones principales. La primera se refiere a la instrucción que ciertos comandantes de Al-Shabab —entre ellos: Ayro, Robow y Godane— recibieron en los campos de entrenamiento afganos. Una segunda dimensión se identifica con el refugio prestado en suelo somalí a destacadas figuras de Al-Qaeda en el Este de África, tales como al-Sudani y Fazul Abdulá. La tercera alcanza la esfera mediática y tiene que ver con la escalada de coqueteos públicos entre los años 2008 y 2009, mediante los que Al-Shabab se deshacía en elogios prometiendo lealtad a Al-Qaeda Central al tiempo que esta le manifestaba su apoyo.

Con carácter general, se considera que el acercamiento a partir de 2008 fue correlativo a la progresiva pérdida de legitimidad de Al-Shabab por esas fechas. Lo que se debió, principalmente, a la instigación salafista que proscribe el sufismo con el que se identifica la mayor parte de la población somalí. Pero también a la elección de Godane como líder tras la muerte de Ayro en mayo de ese mismo año; a la incapacidad de la milicia yihadista para mantener la estabilidad y el orden —preconizada como su sello distintivo—; y al incremento de los ataques contra civiles. Tampoco hay que desechar la búsqueda de potenciales beneficios por parte de Al-Shabab en cuestiones de adiestramiento táctico, apoyo financiero y mejora de su atractivo internacional para captar combatientes extranjeros. Pues en ese aspecto, la yihad global se presentaba como una alternativa a los clanes y proporcionaba una base más amplia para el reclutamiento.

En cualquier caso, conviene señalar que el proceso de afiliación no ha estado exento de polémicas vicisitudes —a menudo poco publicitadas, por cierto—. La más destacada se deduce de una de las denominadas Cartas de Abottabad, en la que Osama bin Laden mostraba sus reservas para la aceptación oficial de Al-Shabab en la familia de Al-Qaeda. Según sus propias indicaciones dirigidas a Godane, la unión debía

«Llevarse a cabo […] divulgando la cuestión entre el pueblo de Somalia, sin declaración oficial alguna […] Sería mejor para ellos [refiriéndose a los integrantes de ambos grupos] decir que hay una relación con Al-Qaeda que es, simplemente, una conexión de hermanamiento islámico y nada más».

Tras este pronunciamiento se encierra una lógica que ve en el resistente tejido clánico de la sociedad somalí un obstáculo para el arraigo Al-Qaeda como movimiento de vanguardia. Para ilustrar mejor este aspecto, se ha recurrido a una cita de Ryszard Kapu?ci?si extraída deÉbano, obra de referencia de la literatura de viajes contemporánea que describe su paso por el continente africano:

«El somalí nace en algún lugar junto a un camino, en una cabaña-refugio o, simplemente, bajo el cielo raso. Jamás sabrá su lugar de nacimiento […] Al igual que sus padres, no tendrá una aldea o un pueblo natal. Tiene una única identidad: la que marca su relación con la familia, el grupo de parientes y el clan […] La relación particular entre las dos personas [sic], su simpatía o antipatía mutuas, no tiene ninguna importancia; la actitud hacia el otro, amistosa u hostil, depende de cómo se presentan en el momento dado las relaciones entre sus respectivos clanes. La persona privada, particular, el individuo, no existe; sólo cuenta como parte de este u otro linaje» (pp. 217-218).

Además, la mayoría de los somalíes se adhiere a un islam moderado, con sólido barniz sufí y caracterizado por el mantenimiento de numerosas prácticas preislámicas y la limitación de lasharia al derecho de familia: un factor que concuerda con la historia de resistencia que los clérigos sufíes opusieron en Ogadén a los primeros operativos de Al-Qaeda, llegados para cooperar con AIAI. Tampoco debe olvidarse que en Somalia existe una cultura política asentada en el consenso asambleario —y, por lo demás, tendente a sospechar de los influjos externos— que entra en abierta contradicción tanto con el carácter elitista de Al-Qaeda como con su línea de mando, directa y basada en el secretismo.

Junto a los elementos tribales y confesionales se yuxtapone el remarcable pragmatismo de los somalíes, cuya preferencia sobre la ideología resulta de su propio estilo de vida pastoralista. De hecho, se ha sostenido que el auge islamista a mediados de la década anterior estuvo guiado por razones que poco o nada tienen que ver con la religión. Es más, incluso se ha llegado a afirmar que la emergencia de la Unión de Tribunales Islámicos estuvo alentada y financiada por hombres de negocios en Mogadiscio para reducir costes y garantizar así sus intereses económicos en un contexto de inseguridad.

Por tanto, la cautela con la que el propio bin Laden se manifestaba en las Cartas de Abottabad sobre la promulgación de un hipotético emirato islámico parece justificada: «debería ser un emirato en la práctica, sobre el terreno, pero sin declararlo en los medios ni confirmarlo mediante documentos». De ahí también su interés en impulsar proyectos de desarrollo —financiados por comerciantes de la península Arábiga, como en el caso de Sudán— para ganar los corazones y las mentes y fomentar de este modo una imagen positiva de los muyahidines entre la población local.

Como nota adicional a la explicación precedente, es importante señalar que la integración en Al-Shabab no solo se sustenta en motivaciones de tipo religioso —la percepción de que el islam está bajo amenaza—, sino también en razones económicas; especialmente entre los más jóvenes. Así se indica en un estudio reciente sobre radicalización y reclutamiento en Somalia del Institute for Security Studies, basado en un centenar de entrevistas con antiguos integrantes de esta milicia yihadista. Resulta particularmente ilustrativo el caso de uno de los entrevistados, de 14 años de edad. En su testimonio asevera que uno de los principales atractivos para unirse a la organización es la entrega de un teléfono móvil y una paga mensual de 50 dólares.

 

Al-Shabab y Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA)

La conexión entre Al-Shabab y AQPA es una de las más remotas —y la mejor documentada— de cuantas se le conocen al grupo yihadista somalí. Algo que, desde el punto de vista geoestratégico, resulta del todo lógico habida cuenta de que ambos actores comparten lo que podría llamarse el gran Cuerno de África. En términos espaciales, el golfo de Adén les une más de lo que les aleja. Lo que, a su vez, proporciona al terrorismo yihadista un espacio de oportunidad extraordinario para su expansión.

Se trata, además, del vínculo más inquietante en tanto que se da por hecho que ambas organizaciones intercambian información y adiestramiento. En este sentido, hay evidencias que sitúan sus lazos operacionales desde 2007, coincidiendo con la consolidación de Al-Shabab como facción dominante en el seno de la Unión de Tribunales Islámicos. Superados los contactos iniciales, el objetivo de tender puentes con AQPA prosiguió en 2009 de la mano de Ahmed Godane. Esta vez, para desarrollar del aparato propagandístico de Al-Shabab y así reforzar su casi siempre tambaleante legitimidad; una decisión en la que, al parecer, influyó decisivamente un combatiente extranjero de origen estadounidense inspirado por Anuar al-Aulaki. Más recientemente, en marzo de 2014, la revista Inspire publicó la lista de países que participan en el contingente militar de AMISOM, además de alusiones al ataque contra el centro comercial Westgate en Nairobi.

Con todo, si hasta hace relativamente pocos años la relación más amenazadora de Al-Shabab era la que mantenía con AQPA, la agitación yihadista que está sacudiendo el continente africano en el presente va en camino de alterar este escenario. Ciertas voces autorizadas como la del General Carter Ham, ex Comandante Jefe de AFRICOM, apuntaba ya en 2012 que lo realmente preocupante para la seguridad de Estados Unidos y de África en general eran las «indicaciones de que las tres organizaciones [Al-Shabab, Boko Haram y AQMI] están buscando coordinar y sincronizar sus esfuerzos».

 

Al-Shabab y sus vínculos con otros grupos yihadistas africanos

Según el último informe de las Naciones Unidas sobre Somalia antes citado, Al-Shabab no solo representa el mayor peligro para la paz y estabilidad del país, sino que, además, se consolidó como amenaza transnacional durante el período 2013-2014. Una de las causas principales que han impulsado al grupo a perseguir una mayor proyección regional es la presión antiterrorista, que se torna más incómoda a medida que las fuerzas de AMISOM y el Ejército Nacional de Somalia avanzan sobre el terreno. Como afirma Menkhaus, se da la paradoja de que a mayor debilidad de Al-Shabab en el interior del Estado somalí, más serio es el riesgo de atentados en los países vecinos.

La regionalización de Al-Shabab se relaciona con dos fechas clave. La primera se remonta hasta el 11 julio de 2010, con los atentados en varios restaurantes de la capital ugandesa: los primeros ejecutados fuera de las fronteras somalíes. La segunda, se sitúa en octubre de 2013, con los ataques contra el centro comercial Westgate; lo que supuso un punto de inflexión al mostrar una transición hacia agresiones de mayor complejidad en cuanto a su materialización. Es decir, concebidas en Somalia, planificadas en los campos de refugiados de Naciones Unidas kenianos y ejecutadas desde el distrito de Eastleigh (Kenia), también conocido como la pequeña Mogadiscio.

El reciente episodio de violencia del pasado 2 de abril de 2015 contra estudiantes de la Universidad de Garissa —al parecer señalada por Interpol hace algunos años como la ciudad más segura de Kenia— añade otro hito significativo. Pues se trata del ataque más sangriento (148 muertos) desde los atentados de Al-Qaeda en 1998 contra la embajada estadounidense en Nairobi, y también el más letal por parte de Al-Shabab desde 2013. Por otro lado, dicho atentado no hace sino confirmar la sólida implantación de la organización yihadista somalí en suelo keniano, reforzando así una tendencia que arrancó en los años precedentes. De hecho, si se comparan las acciones ejecutadas en Kenia con las de su inmediato entorno regional, se observa con claridad que este país se ha convertido en foco de atención preferente dentro de la estrategia de regionalización del grupo liderado por Abu Ubaidah.

 

Al-Hiyra en Kenia, el Centro Juvenil Musulmán Ansar de Tanzania y la emergencia de Al-Muhayirún

Sin duda, la proyección regional de Al-Shabab en África Oriental se ha visto facilitada por la presencia de Al-Hiyra (‘Hégira’). Esta organización, desarrollada a partir del Centro de los Jóvenes Musulmanes (MYC, por sus siglas en inglés), cuenta con apoyos e influencia en las costas swahilis de Kenia y Tanzania, aunque tiene su núcleo principal en el área de Majengo en Nairobi. Hasta la fecha, se la considera el principal afiliado de Al-Shabab —con el que se fusionó en 2012— y una fuente nada desdeñable de recaudación de fondos para la causa yihadista, así como de reclutamiento y entrenamiento de jóvenes kenianos que son enviados a Somalia. Tampoco debe perderse de vista el despliegue de células operativas propias ni el papel que Al-Hiyra estaría desempeñando en el desarrollo de una de las principales fortalezas de Al-Shabab, la planificación y conducción de sus operaciones de inteligencia y seguridad. Pues gran parte del éxito de estas radica en la existencia un nutrido grupo de analistas y gestores experimentados y con educación superior procedentes de Kenia.

Al-Hiyra se ha marcado como prioridad operacional el fortalecimiento de sus lazos con el Centro de los Jóvenes Musulmanes Ansar en Tanzania. Al igual que su homólogo keniano, este nódulo se ha convertido en un valioso manantial de radicalización, alistamiento y financiación para Al-Shabab y Al-Hiyra, gracias a la red de mezquitas y escuelas coránicas diseminadas por todo el país. Prueba de esta interconexión es que, entre octubre y noviembre de 2013, las autoridades tanzanas identificaron y desmantelaron varios campos de entrenamiento, depósitos de armamento y centros de adoctrinamiento infantiles vinculados a Al-Shabab. Por esta razón, Tanzania «está ahora bajo un creciente escrutinio como potencial zona de tránsito y santuario para los operativos terroristas extranjeros».

Otro de los actores llamados a desempeñar un rol significativo en la expansión de los postulados y acciones de Al-Shabab por África Oriental es Al-Muhayirún. De momento, se especula con la posibilidad de que este nuevo grupo provenga de una escisión de Al-Hiyra, ya que ciertas informaciones en la red atribuyen el liderazgo de la organización a Ahmad Imán Alí, antiguo emir de aquella franquicia terrorista. Lo que, por otra parte, no ha sido confirmado por fuentes primarias yihadistas, según la conversación mantenida con Christopher Anzalone, investigador de la Universidad McGill. Más clara resulta, sin embargo, la determinación con la que esta organización ha irrumpido en la escena del yihadismo africano, al menos desde el punto de vista propagandístico.

Su carta de presentación es una publicación titulada Amka (‘Despertar’); un sugerente lema que, al ser alineado con su autodenominación como «Emigrantes del Este de África», su lengua de comunicación —inglés, en su mayoría— y la promesa de fidelidad a Al-Shabab y a Al-Qaeda, da sobradas muestras de las ambiciones regionales y globales de este nuevo quiste terrorista en el continente africano. Su primer artículo editorial se expresa en los siguientes términos: «La hora ha llegado para que el este de África se levante con venganza en defensa del islam. […] Nosotros, Al-Muhayirún – Emigrantes del Este de África juramos nuestra solemne e irrevocable lealtad al emir Abu Ubaidah y al emir Ayman Zawahiri».

Puede que, en el estadio actual de su evolución, este nuevo grupo sea más el fruto de ciertas aspiraciones que una realidad en sí misma —como sostiene Matt Bryden—; pero de lo que no cabe duda es de que su arranque mediático, complementado con una cuenta de Twitter (@al_muhajiroun) activa a día de hoy, demuestra una sólida vocación en el terreno de la radicalización e importantes capacidades de organización. Lo que, sin duda, sienta las bases para que los Emigrantes del Este de África se conviertan en una afilada punta de lanza yihadista en esa parte del continente. Es más: fuentes de inteligencia citadas por la prensa keniana ya han responsabilizado a Al-Muhayirún del atentado con granadas contra una sala de cine en la ciudad tanzana de Tanga, cometido el pasado mes de enero.

 

Los presuntos lazos de Al-Shabab en África Central: República Democrática del Congo, Burundi y la República Centroafricana

La irrupción directa o indirecta de Al-Shabab en Tanzania hace que la amenaza del yihadismo en el este de África adquiera un alcance geográfico todavía más preocupante, si cabe. La razón es que se trata de un avance que sitúa a esta clase de terrorismo a las puertas del corazón de África. Y, más concretamente, se aposta sobre uno de los puntos más calientes e inestables del planeta: la región de los Grandes Lagos. Con ello, se cumple la máxima —señalada con acierto por Díez Alcalde— según la cual «el continente africano es la región del mundo donde más rápido ha proliferado esta cruenta y difusa amenaza», en referencia al terrorismo islámico.

El caso de la República Democrática del Congo (RDC) es, a juicio del que suscribe, especialmente preocupante. En particular, porque desde hace ya bastantes años y con la ayuda de la comunidad internacional, el país trata de asomar la cabeza y superar una mórbida situación política y de seguridad. En este contexto, las autoridades ugandesas han denunciado persistentemente los presuntos vínculos de Al-Shabab y Al-Qaeda con las Fuerzas Democráticas Aliadas-Ejército Nacional para la Liberación de Uganda (ADF-NALU): una coalición rebelde que agrupa movimientos islamistas conservadores y grupos de combatientes opuestos al Gobierno de Kampala cuya emergencia se remonta hasta 1995. En la actualidad, opera entre Uganda y el este de la RDC, donde cuenta con importantes bases de apoyo.

En una carta de su misión diplomática ante las Naciones Unidas fechada el 27 de mayo de 2014, Uganda justificaba su reclamación indicando la presencia de instructores de Al-Shabab en los campos de entrenamiento de Mwalika y Madina para adiestrar a miembros de ADF-NALU en el uso de artefactos explosivos improvisados. Otro de los argumentos aducidos por Kampala venía a subrayar la conducción de cursos de entrenamiento militar y operaciones por parte de extranjeros araboparlantes en asentamientos de los rebeldes. Sin embargo, pese a tales reivindicaciones, el Grupo de Expertos de las Naciones Unidas sobre la RDC afirma en su último informe (2014) que el análisis preliminar de la información incautada y las entrevistas realizadas sobre el terreno no permiten identificar formas de apoyo y/o conexión alguna entre ADF-NALU y Al-Shabab/Al-Qaeda.

Los tentáculos de Al-Shabab también podrían extenderse sobre Burundi, como consecuencia de su progresión por el territorio tanzano y de sus presuntas conexiones con ADF-NALU. Además, no debe olvidarse que las tropas burundesas forman parte del contingente militar de AMISOM, lo que coloca al país como potencial objetivo de los terroristas somalíes. Tampoco debería desconocerse que su minoritario aunque nada despreciable porcentaje de población musulmana (2,5%) puede erigirse como vía de penetración ideológica y operativa para aquellos; ni el establecimiento de vínculos logísticos entre Al-Hiyra y los afiliados de Al-Shabab en ese país y Ruanda, corroborados por las Naciones Unidas. Por otro lado, los recientes acontecimientos en el interior Burundi, convulsionado políticamente por la decisión del presidente Nkurunziza de presentarse a las elecciones para obtener un tercer mandato —a pesar de la prohibición constitucional—, contribuyen a crear un clima de inestabilidad y trasvases de población susceptibles de ser aprovechados por cualquier tipo de radicalismo violento, incluido el islamista.

Por su parte, la República Centroafricana presenta notables singularidades en relación a los casos anteriores. La principal es que, a diferencia de la República Democrática del Congo y Burundi, Al-Shabab hizo llamamientos públicos a la solidaridad con los musulmanes de este país en mayo de 2014; es decir, en el contexto subsiguiente a la intervención militar francesa y a la autorización por el Consejo de Seguridad para la entrada de 12 000 cascos azules integrados en la nueva Misión Multidimensional de las Naciones Unidas (MINUSCA). Así, tras el doble atentado llevado a cabo en Yibuti —en la que resultaron heridos tres militares españoles—, el grupo yihadista somalí emitía un comunicado en el que se manifestaba contra los «cruzados franceses por su complicidad en las masacres y en la persecución de nuestros hermanos musulmanes en República Centroafricana y por su activo papel para entrenar y equipar de las apóstatas tropas yibutienses en Somalia».

Lo verdaderamente inquietante de estas alusiones es que, de materializarse en algo más que palabras de denuncia, el yihadismo africano lograría un punto de apoyo muy peligroso en otro Estado fallido o frágil: el tercero en la lista por detrás del vecino Sudán del Sur y de Somalia, según la última clasificación elaborada por el think tank The Fund for Peace. De ser así, se podría llegar un escenario nada deseable de interconexiones terroristas con gran proyección, habida cuenta de la proximidad entre Nigeria y la República Centroafricana, y de que esta es el centro neurálgico donde confluyen la región del Sahel y el resto del África subsahariana.

 

Conclusión

De todo lo anterior puede concluirse que será necesario vigilar de una forma más estrecha el arco geográfico formado por el Cuerno de África y la región de los Grandes Lagos, además de prestar atención a la República Centroafricana como potencial hub del terrorismo yihadista africano. Su propagación por el continente incomoda bastante en Washington, tal y como pone de manifiesto el reciente paso por el Cuerno de África de John Kerry —el primer secretario de Estado que visita Mogadiscio— para prometer la ayuda de Estados Unidos en la lucha contra los grupos armados; pero también inquieta en las principales capitales europeas, incluida la española. Así se desprende de nuestra Estrategia de Seguridad Nacional 2013, de las palabras del ministro de Defensa en su comparecencia ante el Congreso de los Diputados el pasado 9 de julio de 2014, y de su última visita a Somalia, que tiene lugar en el momento de concluir estas líneas (mayo de 2015).

 

*Jorge Comins es doctorando en Seguridad Internacional por el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado. Es analista en Wikistrat y colaborador del Instituto Español de Estudios Estratégicos. Web personal: www.jorgecomins.com


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